Sørfjelltinden - Alpes de Lyngen

Este pico fue un poco improvisado, nos cuadró porque se situaba en la única zona cercana donde la meteo no parecía del todo mala para aquél día. Todo un acierto!

Como siempre desde el coche jugamos a adivinar qué pico de los que caen hacia el fiordo es el que nos toca subir; ¡yo creo que es el de la izquierda! ¡No, el de atrás!
A mí todos me pintan fieros mirándolos de frente, en la distancia y desde la comodidad y calidez del coche.

Pero hay que salir a la fría intemperie, y allí estamos ya foqueando hacia arriba. Vamos solos, y solo hemos visto a un grupo de chicas que comenzaban desde otro parking.

Ganamos altura por el bosque y después por una zona llana y franca, hasta que llegamos a unas rocas donde la pendiente se empina bien. La nieve desde aquí está muy venteada y dura así que ponemos cuchillas.

Alcanzamos entonces lo que se antoja una cresta donde afloran rocas. Es nuestro primer pico serio en Lyngen y aún no estamos familiarizados con la tónica de estas ascensiones, así que pecamos de inocentes y nos quitamos esquís pensando que la cima está ahí mismo tras las rocas de la cresta.

Pero no! Subimos, subimos y subimos, las rocas entonces se acaban y vuelve la nieve continua en terreno más horizontal, una explanada de nieve interminable como 27 campos de fútbol. Aquello no termina y claro nos tenemos que volver a poner los esquís porque andando se nos haría de noche 😅

La topografía es tan extraña y nos tiene tan despistados que disfrutamos enormemente con la incertidumbre, cómo será la cima?
Y allá la vemos, a tomar por saco, lo que parece una elevación mayor en esta blanca inmensidad…. Pero espera aquí no hay vistas! Ni mojón cimero!
Hay que andar más, allí al fondo se ve una mancha oscura. Voilà!! La cima, y con vistas!

La bajada es espectacular. Primero remando por el desierto blanco y después ahhmigo, nos desviamos a la izquierda para evitar los afloramientos rocosos de la subida y nos vemos en una pala gigante con pendiente imposible de esas en las que no se ve el final, sino directamente el fondo del valle 1000 metros más abajo. Impresionante. Cada giro te amenaza con lanzarte directo al bosque allá abajo. La nieve se encuentra en un estado desconocido para mí, lo voy a llamar polvo-líquido. Es como esquiar en agua blanca. Los esquís permanecen completamente enterrados hasta en los giros, no los veo!! La nieve no se inmuta a nuestro paso, esquiamos dentro de ella, debajo de su superficie. Impresionante.

Llegamos ya al fin de los afloramientos rocosos y ya tiramos para abajo por el itinerario de subida sin más novedad y finalizando con el divertido esquí de bosque que nos deposita en el coche henchidos de satisfacción.

Qué pasada de cima que nos ha dejado a todos una sensación de plenitud difícil de explicar. No sé si es posible disfrutar más de lo que he disfrutado esta cima!!