2011-06-03 PIC PR04: Subida al Volcán Pico Alto

3 de junio de 2011.

A TENER EN CUENTA
Recorrido
Marcha realizada sin GPS, por lo que sólo se indican los principales puntos de interés por los que discurrió su trazado.

Catálogos
Otras rutas por Las Azores.

CRÓNICA
Como estás leyendo la crónica que acabo de redactar, ya te estoy anunciando que he conseguido regresar de mi desafío con el Volcán. Pero no pierdas el interés, pues muchas veces el viaje es tan interesante, si no más, que el propio destino.
03:30 Debería decir que a esta hora me despierto... pero no he pegado ojo en toda la noche. Puede deberse a la adrenalina que hierve en mis venas, pero lo achaco más al orinal (pues tal era su tamaño) de café con leche que me ofreció al final de la cena la camarera de mi hotel, quien no puede ser otra que Circe, enviada por Poseidón, para mutar en piara de puercos a mis leales compañeras de aventura: mis fuerzas de montañero. Pero lo que Poseidón no sabe es que un Nofahuer no puede ser derrotado tan fácilmente cuando desea ofrecer algo a su hijo (como es el caso), así que me levanto raudo y preparo todos los achiperres necesarios para el desafío.
04:30 En compañía de Luis (no sé que pasa con José) parto hacia la Casa de la Montaña, situada en la base del Volcán. El día (debería decir la noche) no pinta bien: aunque se vislumbran algunas estrellas, abundan más las nubes y, para colmo de males, durante nuestro viaje se pone a lloviznar.
05:00 Casa de la Montaña, noche cerrada. La puerta también está cerrada y no se ve a nadie dentro. Tras llamar unas cuantas veces, aparece una joven guardesa y, al poco, un guardés también joven... ¿se tratará de Escila y Caribdis? Me arriesgo y les pregunto por la previsión meteorológica: me responden que sí es posible ascender al Volcán, pues por aquí no se esperan lluvias. Que el tiempo estimado de subida (hasta el Piquinho, el punto más alto, un pequeño cono volcánico situado dentro de la propia caldera) es de 3 h, y el de bajada 4 h (me explican esta paradoja alegando que el camino tiene una inclinación sumamente pronunciada y el suelo es de pequeños trozos de lava suelta). Ahora comienza el ritual de aprender el funcionamiento del dichoso GPS. Mi primera sorpresa: no tiene pantalla donde se muestre la ruta por seguir. Resulta que es una especie de teléfono móvil con el que tú puedes pedir ayuda en caso de accidente (en primera instancia, a los guardas de la Casa de la Montaña; pero si consideras que es un caso extremo, directamente al Cuerpo de Bomberos -esta bromita te puede costar unos 1.200 € de vellón, y me aseguran que los pagas tú, no los Argonautas-) y, por su parte, los guardas pueden avisarte en caso de que se aproxime mal tiempo o detecten (por algo es un GPS) que te estás saliendo del camino, ya sea adrede (lo que está prohibido) o porque te hayas perdido; eso sí, dentro de la caldera NO hay cobertura: en caso de necesidad has de subir al Piquinho (como si fuera fácil con una pata rota) o salir de la susodicha caldera. Me informan que NO HAY NADIE en el Volcán (ningún valiente se quedó a dormir en su caldera esta noche), que soy el PRIMERO y, por el momento, ÚNICO que deambulará por esos parajes.
Para hacer tiempo (todavía no se ve ni a cantar), después de proceder a tomar nota de mi identidad y domicilio en la isla, me ponen un par de vídeos: uno sobre las normas a seguir durante el recorrido; el otro, muy bueno, presentando los parabienes de esta zona.
06:00 Empieza a clarear y yo a caminar. Los guardas me dan a entender que ahora es el cambio de turno, que van a venir a sustituirles unos compañeros. A la media hora EXACTA oigo el zumbido de una alarma... ¡el GPS! Lo saco de la funda, pulso el botón que me han dicho para recibir la llamada... ¡y que si quieres arroz Catalina! Algo mosqueado continúo el ascenso. Al poco rato, otra vez el zumbido: vuelta a coger el GPS, vuelta a pulsar el botoncito de marras, vuelta a comer arroz con Catalina. Ahora ya algo alarmado ¿estará aproximándose una tormenta? pero si el día está claro, ¿me habré salido del camino? pero si lo estoy viendo claramente bajo mis botas, soy yo quien intenta ponerse en comunicación con los guardas pulsando el OTRO botoncito que me dijeron (¡no el de los Bomberos!)... y no hay contestación alguna. Una de dos, o el dichoso GPS no funciona o los guardas se han marchado sin esperar a los compañeros del relevo. No sin algo de recelo continúo con mi subida cuando, al poco, de nuevo el zumbidito y, entonces, caigo en la cuenta de que NO es el GPS, sino la alarma diaria de mi móvil (que llevo en la seta de la mochila). Maldito Poseidón, casi consigue que me diera la vuelta, abandonando el asalto a este leviatán de los volcanes. Pero ahora, ya mucho más tranquilo (aunque tiene toda la pinta de que en estos momentos no hay guarda alguno en la Casa... y yo estoy completamente solo por estos andurriales) reanudo la marcha con renovadas fuerzas.
No voy a aburrirte con los detalles de este recorrido (ya verás las fotos y juzgarás por ti mismo). Tan sólo apuntarte que llegué a la cima del Piquinho a las 8:49 (tiempo de subida, 2 h 49 min), estuve allí arriba disfrutando tanto del paisaje como de las viandas que llevé para almorzar y, a las 9:18, para evitar que me pillasen las nubes (y con ellas la niebla) durante el descenso, inicié el regreso (no sin antes dar un buen paseo por el interior de la caldera), dando con mis huesos en la Casa de la Montaña a las 11:28 (tiempo de descenso, con paseo calderil incluido, 2 h 10 min -sigo sin entender cómo tienen previsto que se invierta más tiempo en el descenso que en la subida-).
Los actuales guardas llaman a Luis quien, al poco, llega a la Casa y me devuelve a la mía. Y, en efecto, parece que finalmente Poseidón haya sido derrotado.

P.D. Algunos lectores malinterpretaron mis palabras cuando dije que "mis días ERAN muy largos", no que "SE ME HICIERAN muy largos". Realizar la actividad aventurera del día en curso, planificar la del día siguiente, redactar la crónica, ducharse, lavar la ropa sucia y tenderla ya limpia (en la esperanza de que algún día vuelva a estar seca), cenar, dormir (casi todos los días)... vamos, que no me queda tiempo para aburrirme.
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• La primera de las crónicas de mis andanzas por la isla Pico: 28 de mayo de 2011.
  
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