Herguijuela - Valle de Ladrillar - El Melero - Caminomorisco - Esperabán - Herguijuela

Al fin un rutón en condiciones con la bici por las Hurdes. Finalmente la oportunidad de pasar una noche en la zona durante el fin de semana me permitió planificar un recorrido por algunas de las partes que más ganas tenía de conocer, aunque no todas debido a la dificultad de conectar los remotos valles de las Hurdes en bicicleta como por ejemplo el de El Gasco que, a pesar de estar en el medio de la comarca, es especialmente agreste y aislado por lo que, de momento, no se ha abierto ninguna pista forestal a diferencia de en otros que están literalemente cosidos a pistas, no sin cierta polémica según tengo entendido.

Al final El Gasco tuvo que quedarse fuera del plan, lo que me deja una excusa para una próxima incursión ahora que lo conozco de primera mano.

Día 1: Herguijuela de Ciudad Rodrigo – El Melero – Caminomorisco, 103km, +1500m
El punto que elijo para cruzar la divisoria hacia Cáceres es el puerto de Robledo, al que pretendo llegar desde Vegas de Domingo Rey usando la pista de Porteros, descubierta cuando volví por ella desde la Peña de Francia. Hace muchos años debió estar asfaltada pero, aunque hoy conserva bien poco firme, sigue perfectamente transitable con unos pocos subi-bajas para salvar los típicos riscos de regatos de la zona. Interesante ver los restos de granjas y ruinas de antaño e imaginar la importante actividad en el lugar hace 50 años.

Justo en Porteros sale una pista que sube directa al puerto de Robledo, que no sé por qué no cogí pero que tiene buena pinta y ahorra varios km e incluso desnivel ya que evita bajar hasta el río Agadón para coger la carretera que viene de Serradilla.

Subo las rampas de esta carretera un poco penosamente y corono, y una vez en el puerto elijo bajar por el valle de Ladrillar en el que nunca he estado. Bajar con mayúsculas, porque desde los 1.150m del puerto de Robledo tooooodo (excepto un diminuto tramo a la mitad) es bajada hasta los mísimísimos 399m de Riomalo de Abajo, impresionante el desnivel.

Por el camino aprecio el aislamiento de la zona que no deja de impresionarme, las construcciones típicas de piedra, la actividad apilcutora característica de estos pueblos y el encanto general que se respira y que me tiene hechizada.

Enseguida llego a Las Mestas con el estómago rugiendo y aprovecho para probar delicias de la zona en Casa Cirilo. Sí, el del Ciripolen.

Continúo bajando hasta que toco fondo en Ríomalo de Abajo donde me entono con un café sabiendo que es el último reducto de civilización en las próximas 2 horas, ya que me espera el tramo de la Verea de los Pescadores, que se asoma al impresionante meandro del Melero (me sorprende gratamente ya que pensé que su fama estaba un poco novelada, pero es ciertamente hermoso) y continúa bordeando los brazos del pantando de Gabriel y Galán en interminables revueltas que se alargan 20km, hasta que llego al fin a Arrolobos con un calor sofocante que no esperaba.

Llego seca y la fuente del pueblo también lo está, pero un amable paisano me rellena la botella 2 veces mientras me cuenta emocionado historias de cómo construyó de joven las imposibles carreteras de las Hurdes.

Y desde aquí ya todo carretera horrible hasta Caminomorisco, con 3 portillas sorpresa de las que no fui consciente al planificar la ruta y que me dan el estoque final tras una jornada destroyer. Menos mal que me refresco con unas deliciosas cerezas que encuentro en un merendero de camino, colgando solitarias del árbol sin que nadie se moleste en cogerlas. Hmmm…!!

Día 2: Caminomorisco – Castillo – Puerto de Esperabán – Herguijuela de CR, 68km, +1700m
Al final, y como siempre, improvisé. El día anterior me dejó baldá y tenía varias posibilidades miradas. Tenía claro que quería acercarme a Castillo ya que en la ruta semanas atrás con mi madre no pudimos llegar andando, y también tenía claro que regresaría a la provincia salmantina por el Puerto de Esperabán, pero para llegar hasta él barajo 2 opciones: a) subir a Castillo visitarlo y retroceder 5km bajando de nuevo a coger la pista que dando un rodeo majo me paseará por las más altas y solitarias cumbres cumbres de las Hurdes, o
b) una vez en Castillo, dejarme llevar por los cantos de sirena de la carretera que prometen una subida cómoda y segura, aunque pina, por asfalto.

Decido no tomar aún la decisión: Dios proveerá y según avance la mañana veré qué hacer, y así emprendo la marcha tras un copioso desayuno en mi alojamiento de Caminomorisco.

Me encanta ese primer rato de marcha por la mañana en estos viajes cicloturistas. Es el momento más fresco y relajado, más tranquilo, donde respiro hondo y me estiro, donde los pensamientos no se agolpan aún en la cabeza pedalada tras pedalada, donde las prisas, las preocupaciones y los miedos de la jornada aún no han surgido. Momentos de PAZ total.

Enseguida estoy en Pinofranqueado, capital de la comarca por antonomasia y donde turisteo un poco por el centro que resulta ser encantador. Pero enseguida me desvío por la deliciosa carretera de montaña que lleva a Las Erías y la Aldehuela, y a donde no he decidido todavía si llegaré.

Disfruto mucho ese tramo hasta Castillo; voy haciendo fotos, parando a admirar el paisaje, visitando las alquerías y saboreando los pequeños matices del viaje.

Una vez en Castillo es increíble cómo la mente intenta empujarme hacia la opción fácil, aún no sé cómo pude vencerla y resistir la tentación de seguir por la carretera, para en su lugar dar media vuelta, regresar a la altura de Robledo y buscar la pista que me han dicho sube a las alturas junto al embalse de Robledo.

La pista comienza muy pina hasta superar la cubeta del embalse, pero enseguida llanea cómodamente haciendo muchas eses hasta enlazar con la que llega del lado de Caminomorisco. Sorprende descubrir numerosos huertos y plantaciones de olivos y cerezos en estas alturas, razón principal por la que hay tanta pista supongo.

Alcanzo el lomo cimero y parece que ya está toda la subida hecha, pero qué equivocada estaba…
Parece que sólo hay que rodear el pico que tiene una caseta de forestales en su cima, pero no, al darle la vuelta se abre un inmenso cortado que muestra, ahora sí, la línea de cumbres justo encima de El Gasco, pero increíblemente lejos y aún muy arriba. Peno, sudo y sufro a partes iguales bajo el sol implacable en subida no muy empinada, pero dura de tan mantenida, sin cambios de ritmo y totalmente aplastada por el calor.
Pero bueno, ahí sigo dándole y al final todo se acaba y llego arriba con vistas al Gasco y al valle recorrido el día anterior (ayer? Parece que fue hace un mes!). Desde aquí me asoma un trocito de mi querida Canchera, se ve el pico Tiendas claramente y el Solombrero, así como el valle de Ladrillar y la Peña al fondo. Qué gozada.

Desde aquí en cuesta abajo me tiro por el lado del Gasco hasta un llano que llaman el Pimpollar, de donde parte el desvío al Volcán del Gasco y al mismo pueblo hacia abajo. Según el GPS estoy justo sobre el Chorro de la Meancera y me juro que muy pronto volveré por aquí a explorar tanto tesoro pendiente.

Pero ahora toca seguir por la izquierda en una pequeña cuesta arriba que me deposita de nuevo en la divisoria y cambio de nuevo al valle de las Erías. La pista aquí sube durante un buen rato colgada sobre un impresionante abismo con espléndidas vistas a las Bollas y el valle del Paselito que hicimos andando hace solo unas pocas semanas.
Pronto se dejan ver también las Erías y enseguida la Aldehuela, directamente debajo.

Pronto llego a un punto alto en el GPS desde el que ya es todo bajada hasta enganchar la pista asfaltada del Puerto de Esperabán en una de sus últimas curvas, pero no respiremos aún ya que quedan 2,5km de pendiente imposible que como recordaba del verano, me hace meter plato pequeño en un par de tramos.

En este mítico puerto de Esperabán absorbo todas las vitaminas que sus vistas proporcionan, y me tiro hacia abajo sin dar prácticamente pedales hasta llegar a Agallas, donde cierro este círculo increíble que tantas ganas tenía de trazar.

Próxima estación…. El Gasco!