Jerez de la Frontera-Tarifa-Jimena de la Frontera

Tarifa, donde nos quedamos el año anterior, y siguiendo el trazado de la Transandalus, llegar hasta Capileira, para subir al Veleta y terminar en Granada. Así, para evitar los rigores del calor en Andalucía, decidimos adelantar la salida unos días,a mediados de Mayo, y menuda cagada, pues el frío y la lluvia fueron una constante amenaza durante toda la travesía. Además las copiosas nevadas caidas en el último mes, nos hicieron desistir de nuestra intención de subir al Veleta desde Capileira, pues el Servicio de Interpretación del PN, nos advirtió que los espesores de nieve existente entre la Laguna de la Caldera y el Paso de la Carihuela (unos 10km), oscilaban entre los 3 y los 5 metros. Así las cosas, decidimos variar nuestro itinerario para intentar subir por la parte de Pradollano, aunque hiciésemos el camino de ida y vuelta.....
Como preludio de nuestra travesía, nos acercamos a la Isla de Tarifa, para empezar las cosas donde las dejamos el año pasado, y nos pusimos a rodar en busca de la pista que nos subiría, directamente, a través de las antiguas instalaciones militares, hasta el collado de las Canteras, subida bastante llevadera, más con el aire a favor, rodeado de prados en los que pastaban las vacas, y con el Mar Mediterráneo y África al fondo.
Al llegar a la carretera, y antes de cruzarla para adentrarnos en el PN de Los Alcornocales, nos acercamos al Mirador del Estrecho, a escasos 100m del punto donde nos desviábamos, y además la mejor opción para cruzar la carretera, dado el intenso tráfico que había.
Nos adentramos en el PN de Los Alcornocales, en busca del collado del Palancar, con algo de incertidumbre y temor visto el perfil que traíamos dibujado, pero la verdad, es que la pista estaba en perfecto estado, y la subida fue muy llevadera.
Cruzamos el río Guadalmesí y enfilamos la bajada, hasta el área recreativa, donde cogimos agua en la fuente, e iniciamos la subida al Puerto de la Higuera, disfrutando de una cómoda subida y de la vegetación que nos rodeaba.
Tras alcanzar el collado, nos lanzamos a toda velocidad, hasta comprobar que el agua había causado algún que otro destrozo en la pista, debiendo moderar nuestra marcha.
Parada en el mirador del Hoyo de Don Pedro, lástima que la bruma impidiese ver en condiciones la Bahía, y a seguir bajando hasta el llano de Botafuegos, donde giramos para enfilar el Corredor de las dos Bahías, que nos llevaría al embalse del río Prior, no sin antes superar una traicionera subida que no esperábamos.
Aquí abandonamos la TAD, para seguir nuestro particular recorrido, siguiendo el río Palmones para llegar hasta la Venta El Frenazo, donde comimos, y como comimos.
Por cabezonería, estábamos dispuestos a llegar al Castillo de Castellar atravesando la finca de La Almoraima (habíamos pedido permiso para atravesarla, y no tuvimos problema, aunque nos tocó pagar un pequeño peaje) y la presa de Guadarranque, así que nos pusimos en camino hacia el embalse del Charco Negro, rodando por pistas cómodas y superando varias cancelas, sin dificultad. Las vistas espectaculares.
La subida al Montecoche, tampoco supuso un gran problema, aunque la bajada fue un poco más complicada, por algún surco en el camino y la maniobrabilidad de las bicicletas cargadas.
Al llegar a la entrada de la Almoraima, nos esperaba David, el guarda para franquearnos el paso de las dos puertas. Valió la pena el peaje que pagamos. Alcornoques bi,tri o quintocentenarios, manadas de gamos correteando, incluso delante de nosotros. Estuvo bien. Y aunque sea vergonzoso tener que pagar por recorrer el monte, creo que, en ocasiones valdría la pena planteárselo. He visto mucho destrozo y abandono en lugares por los que la gente circula libremente, sin preocuparse del estado en que lo dejan.
A lo nuestro, segunda complicación del día, atravesar la presa de Guadarranque. Había visto trakcs en los que la gente rodaba por allí, evidentemente, saltando la puerta de 2m de altura, así que no nos quedó otra que sacar músculo y pasar las bicis con las alforjas al otro lado, pero siendo conocedores que entrábamos en una zona a la que estaba prohibido el acceso, nos acercamos dos compañeros con la intención de hablar con el guarda, por educación, para ver si había algún impedimento, en cruzar por allí, en vista que estábamos a un par de kilómetros de Castillo de Castellar, evitándonos de ese modo tener que bajar hasta La Jarandilla y comernos después toda la subida.
El hombre no puso pegas, y hasta agradeció que alguien, de los muchos que pasaban por allí en bici, a sabiendas de la existencia de la prohibición, se dignase a pedir permiso para pasar, aunque la verdad, es la primera presa que cruzo, con acceso a dos caminos por la que está prohibido pedalear. Así que llamamos al resto del grupo para reagruparnos ante los otros 2m de la puerta de salida, para pasar las bicis.
Ya solo nos quedaba la dura subida al Castillo, y a estas alturas se hicieron de notar los dos últimos kilómetros que nos quedaban, y aún así, llegamos a la puerta del Hotel (único alojamiento existente) montados en nuestras burras, sorteando las sinuosas, empinadas y empedradas callejuelas que nos llevaban al Hotel.