Vuelta a Iberia IX 1ª Lagos-Quarteira

Lo primero, agradecer a los amigos de ANDALBIKE, la inestimable ayuda que me han prestado, al haber posibilitado que les robara algunos tracks para completar nuestra viaje, y que me facilitaron mucho la tárea.
Salimos de Lagos rodando cómodamente por la Ciclovía del Algarve, hasta llegar a la desembocadura del río Alvor, donde para cruzarla tuvimos que rodar por una estrecha senda que terminaba en un puente ferroviario, por el que cruzamos la ría, con el riesgo que ello implicaba, y continuar por la misma estrecha senda hasta llegar al municipio de Alvor.
Salimos de Alvor y nos acercamos a los acantilados para contemplar los “tres irmaos” sorprendentes formaciones rocosas, producto de la erosión, enclavadas en medio de la playa de Prainha, y continuamos rodando por los 3km de sendas que recorren los acantilados, totalmente ciclables y con unas vistas espectaculares, hasta llegar a la Punta Joao Arans, con su espectacular sima, que nos separaba de la playa de Vau. Evidentemente, aquí se nos fue la pinza y el tiempo que nos entretuvimos, nos hizo ir a todo pedal durante el resto del día. Pero valió la pena.
La entrada en Portimao se hace por el paseo marítimo de la Playa de la Rocha, donde paramos en el mirador que la divide en dos, y antes de bajar hacia Portimao, nos detuvimos en el fuerte de de Santa Catarina a echar un vistazo a la desembocadura del río Odelouca, a la ciudad de Portimao y al municipio de Ferragudo, ubicado al otro lado de la desembocadura.
Como referencia, por lo bien que comimos y nos trataron (algo ya habitual en todo nuestro tránsito por Portugal), indicar que comimos en un restaurante, cuyo nombre lamentablemente no recuerdo (era algo así como San Francisco) y que estaba situado al lado del Museo del Mar y del local del Partido Socialista de Portugal.
Salimos de Portimao y cruzamos a Ferragudo, donde continuamos con nuestra sesión de vistas panorámicas, aunque para ello tuvimos que sufrir las duras rampas, que por en medio de la población, nos llevaban hasta el castillo de Arade.
A partir de aquí, rodar tranquilo por pistas, y una senda para bordear un chalet, y más pista y asfalto agrario que nos hacían pedalear rápido hasta parar para tener que sortear una cancela, justo antes de salir a la carretera de acceso a Carvoeiro.
De aquí a Alporchinhos la misma tónica, a pesar de tener que sortear un barranco en que el terreno se complicaba un poco, pero sin mayor dificultad.
Nuestra siguiente prueba de fuego se encontraba a la salida de Armaçao da Pera, donde debíamos de sortear la desembocadura del arroyo de Alcantarilla, para evitarnos dar un considerable rodeo y continuar disfrutando de la costa del Algarve, más ahora que se acercaba la puesta de sol. Así, nos tocó andar unos 800m por la arena y meternos en el arroyo, con cuidado de elegir la parte menos profunda, pues a pesar de estar en la misma orilla de la playa había un par de puntos en los que el agua llegaba fácilmente a la cintura y corría con brío.
Seguimos recorriendo la costa y atravesar la Laguna de Salgados no fue complicado, gracias a varias pasarelas construidas para dar continuidad a la Ciclovía del Algarve (volvíamos a rodar por ella), y disfrutamos del inicio de la puesta del Sol, y de la cantidad de aves que allí se concentraban.
De Sesmaría a Albufeira, se rodaba por asfalto. Era impresionante ver como la crisis del ladrillo también había hecho estragos por esta zona, con numerosas construcciones a medio terminar, e incluso hoteles de lujo acabados pero sin funcionar (os suena de algo), y nos hicimos un lío al llegar al puerto deportivo de Albufeira, puesto que la infinidad de obras empezadas e inacabadas nos hicieron errar un par de veces antes de encontrar el camino correcto.
Albufeira es un pueblecito precioso, totalmente blanco a la orilla del mar, y del que, debido a la hora que pasábamos por allí (las 22”00’), no pudimos disfrutar, salvo de unas rampas impresionantes, que afortunadamente en algún sitio suplieron por escaleras mecánicas.
Para complicarlo más, a la nocturnidad, se añadía ahora el rodar por una carretera que unía varios núcleos de costa, con el ambiente que rodea a estos y con el agravante de ser sábado, abarrotada de tráfico que no pudimos dejar hasta pasados Olhos de Agua, donde afortunadamente nos hundimos en la oscuridad y la tranquilidad de rodar por una pista de tierra que nos llevaría hasta Vilamoura, accediendo por la zona del puerto deportivo, que a aquellas horas bullía de ambiente.
De Vilamoura a Quarteira un paseo, contemplando las grandes bloques de alojamiento turísticos que alberga la zona.
Al final le habíamos metido al cuerpo 91km y 915m de desnivel, que estaba mal para ser el primer día.