Vuelta a Iberia VII (1 A Guarda-Viana do Castelo)

Retomamos nuestro camino, justo donde lo dejamos el año pasado, para adentrarnos en Portugal. De nuevo nuestro agradecimiento a “Chuso”, el dueño del Hotel Pazo Santa Tecla (a quién se lo merece, hay que hacerle publicidad), por la manera de tratarnos y por facilitarnos la recogida de las bicis, que este año mandamos por una agencia de transportes, ante los problemas que últimamente estábamos teniendo al viajar en tren.

La mañana, amaneció triste en el Pazo, y los primeros kilómetros descendiendo hacia A Guarda los hicimos con muchísima precaución, ya que el suelo estaba mojado y había que habituarse a pedalear con las alforjas.

Una primera parada en el Pazo antiguo y en las ruinas del Castro, antes de llegar al pueblo y dirigirnos al puerto. Recorreremos la desembocadura del Río Minho por una estupenda pasarela que nos llevará hasta Camposancos a coger el transbordador hasta Caminha.

Nos tomamos nuestro tiempo para recorrer la ciudad, antes de partir hacia nuestro siguiente destino: atravesar el Parque Nacional de la Mata do Camarido, para acercarnos a la desembocadura del Río Minho, y despedirnos del Monte Santa Tecla.

Hasta aquí toda había sido un entretenido paseo, pero ahora tocaba tener nuestro primer contacto con la montaña lusa, y fue más duro de lo esperado. Las primeras rampas de acceso al Monte de San Antáo de Caminha fueron durísimas, y nuestro camino se vió, de repente inmerso en unas pistas llenas de enormes piedras sueltas que nos obligaron a replantearnos nuestro camino y buscar alternativas para llegar a Vila Praia de Áncora, donde cominos (bastante bien, pero pelín caro).

De allí a Montedor, el camino fue bastante tranquilo a través de la sombreada protección que nos brindaba el bosque litoral. Ligera subida a contemplar el Faro, los Molinos y los grabados rupestres.

Salimos de Montedor y afrontamos la subida a la Sierra de Santa Luzia, bastante suave, por una carretera bastante tranquila, y nos llevamos otra sorpresa al abandonar el asfalto y adentrarnos en un carril de tierra, que poco a poco se va destrozando, obligándonos a hacer algunos tramos a pie. Pasado San Mamede, volvemos nuevamente al asfalto (ojito aquí, ya que por lo visto de vez en cuando algún insensato se dedica a probar su estupidez al volante, tal y como pudimos comprobar por las marcas de frenada que vimos en las curvas).

Estamos llegando al Santuario de Santa Luzia, pero antes una parada obligatoria en la Pousada (son los Paradores Lusos), para contemplar la espectacular vista del Santuario y Viana do Castelo al fondo. Las vistas, tanto desde el Santuario como de la Pousada, son espectaculares y un buen premio al esfuerzo y sufrimiento de la jornada.

Si el Santuario está abierto, vale la pena visitarlo, y los que aún tengan fuerzas y no sufran vértigo o claustrofobia, pueden intentar subir al cimborrio, pero solo por la proeza de subir, ya que no nos va a ofrecer ninguna vista diferente a la que tengamos desde la esplanada.

De aquí un rapidísimo descenso por carretera hasta Viana do Castelo, y a por el merecido premio.

Como curiosidad, podemos observar el funicular que hace el trayecto desde Viana do Castelo hasta el Santuario, e incluso, si se llega a buena hora a Viana, vale la pena subir en él y volver a hacer el descenso en bici.

Viana es una ciudad tranquila, y muy agradable de visitar, y casualidad o no, las dos veces que he estado allí, y en fechas diferentes, estaban de fiesta.

Comer: el lugar un pelín caro, pero comimos bien, además se trata de una zona turística, y eso sitios son iguales en todos los lados.
Dormir: Hotel Viana Sol, aparentemente, gran Hotel venido a menos, pero con habitaciones amplias, limpias, trato amable y desayuno en condiciones.