Vuelta a la Península 2023 Etapa 9/27 Medellín - Mérida
near Medellín, Extremadura (España)
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Etapa 9/27
He decidido que la etapa de hoy sea corta, me voy a quedar a dormir en Mérida. Es una ciudad que merece la pena visitar, quiero ir a una clínica para que me curen la llaga del trasero y darle también media etapa de descanso para que vaya cicatrizando.
Desayuno, recojo y monto los trastos en la bicicleta. Empiezo a rodar y paso por los restos de lo que fue la casa del militar y conquistador español Hernán Cortés. lideró la conquista de Méjico poniéndolo bajo el dominio de la Corona de Castilla. Era un individuo que amaba la violencia y gustaba de emociones fuertes. Por otro lado, hablaba en voz baja y daba órdenes en tono reposado, aunque en excepciones llegaba a perder la compostura. A diferencia de un rudo soldado, era bienhablado: nunca blasfemaba ni decía palabras altisonantes. Tenía un fino sentido del humor y resultaba un conversador ameno. Sin embargo, todo lo dicho no evitaba que cometiese crueldades espeluznantes. Aunque no tenía un título universitario, era un hombre muy culto. Pasó muchas horas ejercitándose en el manejo de las armas. Consiguió muchos éxitos, tanto con la espada como con la pluma.
Salgo de la ciudad por la zona del parque arqueológico y atravieso el impresionante puente de Felipe IV sobre el río Guadiana.
Por el camino, pasado Yelbes, me encuentro al primer peregrino, Rosendo. Una persona muy activa que ha hecho varias veces el camino. Me indica que en Mérida se cruza el camino Mozárabe con la Vía de la Plata que sale de Sevilla, esta última es la más popular y por ello a partir de la ciudad extremeña la cantidad de peregrino aumenta considerablemente, lo acompaño un rato andando y halamos un poco de todo.
Retomo el viaje y después de San Pedro de Mérida me cruzo con un ciclista del terreno, entablo conversación con él y curiosamente tenemos el mismo nombre, me indica que para ir a Mérida mejor por la vía de servicio que por el camino pues es algo pedregoso, me acompaña hasta la ciudad y nos tomamos una cerveza en uno de los bares que suele ir.
Le pregunto al dueño por el albergue y me indica que está en el río y se llama el Molino del Pan Caliente, como indica su nombre era un antiguo molino reformado en albergue municipal y allí que me dirijo. Lo regenta Javier, por suerte tengo cama para dormir, la bicicleta la dejamos en un almacén que hay en la parte inferior al que se accede por una rampa.
Poco a poco me voy metiendo en la dinámica del peregrino, suele ir en solitario andando con sus pensamientos y disfrutando de ese paréntesis que nuestra acelerada vida impide que tengamos. De esa manera cada viaje se convierte en una renovación interior que te carga de energía para volver a afrontar la rutina del día a día. Cuando terminas la etapa y te instaladas en el albergue en primer lugar hay que limpiar la ropa y tenderla. Posteriormente hay que buscar un supermercado para realizar la compra, la justa para comer, cenar, desayunar y que sobre algo para los primeros kms del día siguiente. De esa manera el albergue se convierte en tu casa, con su cama, cocina y baño. La gente que allí duerme es tu familia por un día que te ameniza la comida y la cena, momentos en los que se comparten vivencias e historias. De esa forma el camino se convierte en disciplina y penitencia, en una oportunidad para compartir y enriquecerse, en una forma de vida que todo lo superfluo sobra y al final te das cuenta de lo que de verdad importa en la vida.
Después de tender la ropa salgo del albergue y me dirijo hacia el centro de la ciudad, paso por el impresionante acueducto de los milagros. Como ya es hora de comer pregunto a un vecino y me recomienda El Restaurante El Pestorejo (una comida típica) y allí que me dirijo, no se equivocó en la elección. Después de comer estupendamente he de buscar la cínica Diana para que me den vistazo a mi problema. Tras caminar un buen rato doy con ella, me atienden rápidamente. La herida está en una zona embarazosa, el médico que me atiende considera que está empezando a cicatrizar y me recomienda que la deje descansar, esa no es mi idea evidentemente. Me envía a las enfermeras que hacen la correspondiente cura y me ponen un apósito que en un día me va a dejar casi perfectamente bien. El tratamiento que llevo es adecuado, antibiótico en crema y el ungüento que estoy utilizando. Tuve la suerte de que el problema se solucionó en tres días, supongo que influyó mucho la bajada de las temperaturas de las siguientes etapas.
Llevaba la idea de visitar el teatro romano pero la temperatura superaba los 30º por lo que decidí visitar el museo que disponía de aire acondicionado. Me encantó la visita, su enorme estructura y la disposición de sus salas hacen que sea muy ameno. Está muy bien estructurado, dividido por secciones temáticas. Allí se puede pasar uno un día entero.
Cuando salgo paso por un supermercado Día para realizar la correspondiente compra, el cajero que me atiende, David, también ha sido deportista y ha hecho el camino, ahora está en dique seco y le animo para que se vuelva a enganchar.
Llego al albergue y me dispongo a realizar mi habitual sesión de estiramientos que me recomendó M. Carmen, mi profesora de Pilates para que no tuviera problemas en la espalda y tengo que reconocer que fueron muy efectivos porque durante un mes no tuve ningún tipo de molestia.
Ya son pasadas las 9:30 y Javier, el regente del albergue, se marcha. No se que vio en mi pero me explica lo que hay que hacer por si llega algún peregrino, de alguna forma me deja al cargo del albergue. Sobre las 9:45 llega un belga, se inscribió en el libro, puso los 5 euros en el bote y le di a elegir una cama entre las tres que quedan libres. Me preguntó donde podía cenar, la zona en la que estamos está lejos del centro y a esas horas no es muy recomendable estar por ahí, así que comparto con él la cena que me había comprado, ensalada y sardinillas en aceite. El hombre agradecido quería pagarme por supuesto no acepte nada puesto como dictan las bienaventuranzas hay que dar de comer al peregrino.
Al final, cuando casi todo el mundo estaba acostado me puse a cenar en la cocina, en ese momento tuve la suerte de conocer a Julia, una joven deportista y muy activa, de esas personas que notas que tiene algo especial. Estuvimos hablando y conectamos bastante. De hecho al día de hoy seguimos en contacto.
Julia, eres grande. Mucha suerte en esta vida.
Detalles de la Ruta:
De Medellín a San Pedro de Mérida siguiendo las flechas del camino
De San Pedro de Mérida a Mérida por la vía de servicio de la A9
Comer: Restaurante El Pestorejo 23,80 euros muy bueno
Dormir: Albergue el molino del pan caliente 5 euros
Etapa 9/27
km en bicicleta 45,39
km en tren 0
km totales etapa 45,39
km totales vuelta a la península 1091,37
He decidido que la etapa de hoy sea corta, me voy a quedar a dormir en Mérida. Es una ciudad que merece la pena visitar, quiero ir a una clínica para que me curen la llaga del trasero y darle también media etapa de descanso para que vaya cicatrizando.
Desayuno, recojo y monto los trastos en la bicicleta. Empiezo a rodar y paso por los restos de lo que fue la casa del militar y conquistador español Hernán Cortés. lideró la conquista de Méjico poniéndolo bajo el dominio de la Corona de Castilla. Era un individuo que amaba la violencia y gustaba de emociones fuertes. Por otro lado, hablaba en voz baja y daba órdenes en tono reposado, aunque en excepciones llegaba a perder la compostura. A diferencia de un rudo soldado, era bienhablado: nunca blasfemaba ni decía palabras altisonantes. Tenía un fino sentido del humor y resultaba un conversador ameno. Sin embargo, todo lo dicho no evitaba que cometiese crueldades espeluznantes. Aunque no tenía un título universitario, era un hombre muy culto. Pasó muchas horas ejercitándose en el manejo de las armas. Consiguió muchos éxitos, tanto con la espada como con la pluma.
Salgo de la ciudad por la zona del parque arqueológico y atravieso el impresionante puente de Felipe IV sobre el río Guadiana.
Por el camino, pasado Yelbes, me encuentro al primer peregrino, Rosendo. Una persona muy activa que ha hecho varias veces el camino. Me indica que en Mérida se cruza el camino Mozárabe con la Vía de la Plata que sale de Sevilla, esta última es la más popular y por ello a partir de la ciudad extremeña la cantidad de peregrino aumenta considerablemente, lo acompaño un rato andando y halamos un poco de todo.
Retomo el viaje y después de San Pedro de Mérida me cruzo con un ciclista del terreno, entablo conversación con él y curiosamente tenemos el mismo nombre, me indica que para ir a Mérida mejor por la vía de servicio que por el camino pues es algo pedregoso, me acompaña hasta la ciudad y nos tomamos una cerveza en uno de los bares que suele ir.
Le pregunto al dueño por el albergue y me indica que está en el río y se llama el Molino del Pan Caliente, como indica su nombre era un antiguo molino reformado en albergue municipal y allí que me dirijo. Lo regenta Javier, por suerte tengo cama para dormir, la bicicleta la dejamos en un almacén que hay en la parte inferior al que se accede por una rampa.
Poco a poco me voy metiendo en la dinámica del peregrino, suele ir en solitario andando con sus pensamientos y disfrutando de ese paréntesis que nuestra acelerada vida impide que tengamos. De esa manera cada viaje se convierte en una renovación interior que te carga de energía para volver a afrontar la rutina del día a día. Cuando terminas la etapa y te instaladas en el albergue en primer lugar hay que limpiar la ropa y tenderla. Posteriormente hay que buscar un supermercado para realizar la compra, la justa para comer, cenar, desayunar y que sobre algo para los primeros kms del día siguiente. De esa manera el albergue se convierte en tu casa, con su cama, cocina y baño. La gente que allí duerme es tu familia por un día que te ameniza la comida y la cena, momentos en los que se comparten vivencias e historias. De esa forma el camino se convierte en disciplina y penitencia, en una oportunidad para compartir y enriquecerse, en una forma de vida que todo lo superfluo sobra y al final te das cuenta de lo que de verdad importa en la vida.
Después de tender la ropa salgo del albergue y me dirijo hacia el centro de la ciudad, paso por el impresionante acueducto de los milagros. Como ya es hora de comer pregunto a un vecino y me recomienda El Restaurante El Pestorejo (una comida típica) y allí que me dirijo, no se equivocó en la elección. Después de comer estupendamente he de buscar la cínica Diana para que me den vistazo a mi problema. Tras caminar un buen rato doy con ella, me atienden rápidamente. La herida está en una zona embarazosa, el médico que me atiende considera que está empezando a cicatrizar y me recomienda que la deje descansar, esa no es mi idea evidentemente. Me envía a las enfermeras que hacen la correspondiente cura y me ponen un apósito que en un día me va a dejar casi perfectamente bien. El tratamiento que llevo es adecuado, antibiótico en crema y el ungüento que estoy utilizando. Tuve la suerte de que el problema se solucionó en tres días, supongo que influyó mucho la bajada de las temperaturas de las siguientes etapas.
Llevaba la idea de visitar el teatro romano pero la temperatura superaba los 30º por lo que decidí visitar el museo que disponía de aire acondicionado. Me encantó la visita, su enorme estructura y la disposición de sus salas hacen que sea muy ameno. Está muy bien estructurado, dividido por secciones temáticas. Allí se puede pasar uno un día entero.
Cuando salgo paso por un supermercado Día para realizar la correspondiente compra, el cajero que me atiende, David, también ha sido deportista y ha hecho el camino, ahora está en dique seco y le animo para que se vuelva a enganchar.
Llego al albergue y me dispongo a realizar mi habitual sesión de estiramientos que me recomendó M. Carmen, mi profesora de Pilates para que no tuviera problemas en la espalda y tengo que reconocer que fueron muy efectivos porque durante un mes no tuve ningún tipo de molestia.
Ya son pasadas las 9:30 y Javier, el regente del albergue, se marcha. No se que vio en mi pero me explica lo que hay que hacer por si llega algún peregrino, de alguna forma me deja al cargo del albergue. Sobre las 9:45 llega un belga, se inscribió en el libro, puso los 5 euros en el bote y le di a elegir una cama entre las tres que quedan libres. Me preguntó donde podía cenar, la zona en la que estamos está lejos del centro y a esas horas no es muy recomendable estar por ahí, así que comparto con él la cena que me había comprado, ensalada y sardinillas en aceite. El hombre agradecido quería pagarme por supuesto no acepte nada puesto como dictan las bienaventuranzas hay que dar de comer al peregrino.
Al final, cuando casi todo el mundo estaba acostado me puse a cenar en la cocina, en ese momento tuve la suerte de conocer a Julia, una joven deportista y muy activa, de esas personas que notas que tiene algo especial. Estuvimos hablando y conectamos bastante. De hecho al día de hoy seguimos en contacto.
Julia, eres grande. Mucha suerte en esta vida.
Detalles de la Ruta:
De Medellín a San Pedro de Mérida siguiendo las flechas del camino
De San Pedro de Mérida a Mérida por la vía de servicio de la A9
Comer: Restaurante El Pestorejo 23,80 euros muy bueno
Dormir: Albergue el molino del pan caliente 5 euros
Etapa 9/27
km en bicicleta 45,39
km en tren 0
km totales etapa 45,39
km totales vuelta a la península 1091,37
Waypoints
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Albergue de Peregrinos Molino de Pancaliente
Albergue de Peregrinos Molino de Pancaliente Mérida, Badajoz, ESP
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Medellín
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Mérida
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pista sin asfaltar1
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Trujillanos
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