365. EN TIERRA DE LOBOS.

Todo empezó con un reportaje sobre el ganadero Fernando Rodríguez Tabara. Vive en tierra de lobos, y con 21 años está al frente de la ganadería familiar, en un pueblo donde además de el, sus padres y su tía son los únicos habitantes. Para combatir los ataques a sus rebaños se ha rodeado de mastines, que cría para que con su vida protejan a las vacas. Por el momento está venciendo la batalla al lobo, y medios de comunicación internacionales se han hecho eco de ello.

En un mundo que vive atropelladamente, parecía una historia de otros tiempos. ¡Que viene el lobo¡ Este animal siempre ha estado en nuestra cultura como símbolo de mal. Es el que se quiere comer a Caperucita, cuando el hombre convertido en lobo, aulla en las noches de luna llena, encarna su maldad. La fascinación por este animal también ha llevado a idealizarlo. Una loba amamanta a los fundadores de Roma, Rómulo y Remo, y lo transfigura en un símbolo de fertilidad y protección. San Agustín, lo llamaba hermano lobo, con lo que el Feliz Rodríguez de la Fuente estaría de acuerdo. Este naturalista y comunicador hizo más que nadie por divulgar su vida y hábitos que nadie, y todavía está en la memoria de muchos de nosotros sus juegos con los lobos. Curiosamente el recurso que tuvo Rodríguez de la Fuente para proteger al lobo es declararlo especie cinegética. Al dejar de ser considerado una alimaña, ya no era posible utilizar recursos como el envenenamiento para darle muerte.

Como decíamos, había motivos sobrados para viajar a la Sierra de la Culebra, la mayor concentración de lobos de toda Europa. Esta zona fuertemente despoblada ha podido mantener estable y aumentar su población de lobos. Incluso se ha construido un Centro del Lobo Ibérico, como motor del turismo para unos pueblos que no cesan de vaciarse.

El centro de toda esta comarca es el pueblo de Villardeciervos, cuyo nombre ya es toda una declaración. Es el epicentro de la Sierra de la culebra, y la simple observación de su patrimonio urbanístico ya merece una visita. Previamente hemos concertado una visita para intentar avistar al lobo en su espacio natural. Nos acompaña David, un informático madrileño, entusiasta de los lobos, que ha cambiado la gran ciudad por un pueblo de escasos habitantes. Antes de las siete de la mañana ya estamos apostados en la pista de Linarejos, con un potente telescopio. A lo lejos, vemos unas pequeñas manchas pardas, son ciervos. Del lobo ni rastro. La niebla comienza a apropiarse del valle. El momento es mágico, para disfrutar del entorno, pero no del lobo. Nos cambiamos de emplazamiento, con idéntica suerte. Somos urbanitas impacientes, y damos por finalizada una observación que requiere unos tiempos más dilatados.

Nos trasladamos a Villanueva de Valrojo, el pueblo de acogida de David. Aquí el lobo es presencia habitual, y vamos a recorrerlo tras sus huellas. Unas huellas en la arena después de las últimas lluvias y unas heces demuestran recientes visitas. Llegamos al Bar Otra Cosa, y los lobos son el tema estrella de conversación. Nos sentamos en la puerta hablando con el propietario, que conoce muchas historias. Catalina se incorpora a la tertulia, no lo ha visto muchas veces, pero sabe de sus estragos y recuerda sus aullidos en la noche. Aparece otro vecino que nos enseña en su teléfono móvil las imágenes de un lobo cruzando a nado el cercano embalse de Valparaíso. David, nos muestra en otro video, donde un lobo con un gran trozo de carne sanguinolenta se cruza con el, lo mira con desinterés y sigue su camino.

Villanueva de Valrojo también es conocida por sus carnavales, o antruejos. Mascaras y cencerros, son habituales, como una forma de apartar a los malos espíritus (o a los lobos). Gran parte de la población se disfraza, y recorre las calles con gran estruendo. En el bar Otra Cosa podemos ver unas muestras de ellos.

El último trayecto del día nos lleva a Cerdillo, apenas unas casas. Fin de camino, más allá sólo la sierra. Venimos buscando a Fernando, y preguntamos a una mujer que conduce unas vacas, acompañadas de mastines.

- Fernando ha ido a la Diputación, yo soy su madre.

Luisa es una mujer locuaz. En los últimos tiempos son muchos los visitantes que se dejan caer por la zona. Frank de la Jungla llegó con su equipo. Una alemana se quedó a dormir en la sierra, y temieron por su vida. Fernando es querido por la cámara, con su barba recortada, pelliza y gorra, y rodeado de mastines da una imagen poderosa. La madre, orgullosa, no quería esta vida para él. Muy esclava. Nos lleva adonde están los mastines, con las vacas. Fernando los ha bautizado con nombres como Pantera o Puigdemont. Alrededor del cuello, tienen un collar de pinchos, para blindarlos de las dentelladas de los lobos. Son apacibles con las personas, fieros con los lobos. Retornamos al pueblo con Luisa, los mastines que antes nos habían acompañado se quedan con las vacas. Ahí está su puesto. Cae la noche, otra más de este equilibrio inestable entre humanos, vacas y mastines en un bando y el lobo en el otro. El siguiente capitulo de esta historia interminable está por escribir.