Incursión espeleológica guiada en una pequeña mina de Askaingaina/Meazuri en Aiako Harria
near Bidasoa, País Vasco (España)
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Itinerary description
Ayer sábado realizamos una visita cultural por la antigua zona minera de Askaingaina y Meazuri, en el Parque Natural de Aiako Harria, organizada por el ayuntamiento de Irún y guiada por los especialistas Txomin Ugalde (espeleólogo, experto en arqueología minera y conocedor de algunas minas explotadas hace 3.500 años) y Giorgio Studer (restaurador, entre otras cosas, de un cromlech en Aralar, construido hace 2.500 años) de la Asociación Felix Ugarte.
Iniciamos la excursión por la GR11 unas 20 personas a las 10 horas en el punto de información de Lapuriturri-Erlaitz, provistas de cascos con linterna frontal y guantes, imprescindibles para una sorpresiva incursión espeleológica que realizamos en una antigua mina de hierro, de la que se sacaba el mineral “a pelo”, manualmente quiero decir, sin explosivos, como lo vinieron haciendo hasta el siglo XVIII.
Para los cuatro de nuestro grupo: Carmen, Javier y los dos Carlos, y creo que también para el resto de participantes, ha sido una experiencia nueva y un tanto sorprendente (pues no figuraba en el programa), la de meterte por esas oscuras profundidades, de sensaciones nuevas al desplazarte unas decenas de metros desde el inicio hasta el final de la mina, siempre agachados y en algunos tramos tumbados, para poder atravesar algunos de los estrechos pasos de esta pequeña pero caótica y laberíntica explotación minera.
Quizás el punto más complejo fue al principio, ya que tenías que descender abrazado a la roca que cerraba la entrada, y a la vez, ir girando el cuerpo para poder pasar las piernas por un estrecho hueco lateral y finalmente pegar un saltito al suelo.
Llegamos hasta la oquedad del final de la pequeña mina, por la que era muy difícil salir, al ser vertical y encontrarse con cantidad de hojas y otros residuos que taponaban la salida.
Al parecer, según los guías, por aquí debían sacar el mineral, ya que por la que entramos, era dificililla hasta la entrada de personas, tal y como pudimos comprobar en los movimientos troncales y de extremidades, empleando músculos que habitualmente no ejercitamos.
Seguro que hoy alguien tiene agujetas, jeje.
Por lo tanto tuvimos que regresar, arrastrándonos de nuevo, hasta la roca de cierre de la entrada, por la que para subirla, además de abrazarla, el guia tenía que darte un empujoncillo, para girarte de nuevo y salir al exterior.
Pero ya fuera sanos y salvos, hay que resaltar que esta nueva y sorpresiva experiencia espeleológica, ha sido posible gracias a la ayuda de los guías Txomin y Giorgio, a los que hay que agradecer y felicitar, no solo por sus conocimientos y experiencia para moverse y guiarnos por esas estrecheces oscuras, sino también por su entrega e interés en transmitírnoslos en un lenguaje comprensible y didáctico, atendiendo y respondiendo siempre con suma amabilidad a cuantas preguntas se les hicieron y sin ninguna prisa, pues la excursión prevista de 10 a 13, no acabó hasta las 14 horas.
Y porque no teníamos trajes de neopreno, jeje, que si no no llegamos ni para la merienda, pues nos habríamos introducido por otra sima por la que pasamos, que suele tener mucha agua.
Atravesamos luego otras minas de extracción manual en cuyos alrededores abundaba el mineral de hierro goetita.
Como curiosidad destacar, que en esta zona de minas que dan hacia Irún, los diferentes minerales de hierro no llevaban, según los guías, ni calcopirita ni galena, ni por tanto restos de plata, a diferencia del lado de Arditurri, del que si se extraía este preciado metal.
No obstante, recuerdo que de chavales cuando nos acercábamos a buscar minerales por esta zona, llegamos a encontrar bonitos ejemplares de calcopirita y galena, que añadíamos a nuestra colección.
Después descendimos por una senda entre robles a un punto desde el que se divisaba una panorámica global con la cascada de Aitzondo al fondo.
Llegamos luego a la cómoda pista del antiguo trazado del tren minero que atraviesa los 5 túneles de Meazuri, y desde la que había unas impresionantes vistas de la bahía de Txingudi y también de la cascada.
Más adelante se cruza la regata de Aitzondo para continuar por senda en la que te encuentras con los restos de una antigua mina hidráulica y ruinas de antiguos edificios mineros, y por senda/pista poco a poco asciendes, ya con 26 grados de temperatura, a la carretera y punto de inicio de la excursión.
Una graciosa anécdota la de un grupo de caminantes con el que nos cruzamos, al preguntarnos muy sorprendidos, por qué algunos llevábamos cascos de seguridad.
Aunque hoy el objeto de la excursión era el que era, ahora unas líneas para recordar el pasado minero de la zona, que espero anime a nuestro entusiasta grupo a realizar una caminata circular por los puntos más importantes del entorno minero (eso si, sin introducirnos en el oscuro interior de ninguna bocamina, jeje), y acercarnos a la base de la cascada de Aitzondo, donde pondríamos a remojo alguna que otra botella de txakoli Hiruzta, para acabar recobrando fuerzas en la sidreria Ola (antigua ferrería).
Así retornando a la tradición minera en el entorno del Bajo Bidasoa, recordar que la actividad extractiva de la época romana en Aiako Harria, marcó un hito en la historia de Irún y sus ciudadanos,
Así los hornos de calcinación de Irugurutzeta en Aitzondo, en el barrio de Meaka, son una de las mejores muestras de arqueología industrial de Gipuzkoa.
Luego en la Edad Media, continuó la extracción del hierro con el fin de alimentar las ferrerías del río Bidasoa, siendo una de las más importantes la de Ola del siglo XVIII, conocida como 'Arantzateko Burniola', hoy convertida en la ya referida sidrería Ola.
Posteriormente la industria minera entró en una fase de decadencia que se alargó hasta el siglo XIX, pero que luego se renueva de la mano de grandes empresas francesas, alemanas y españolas, que desarrollaron nuevos sistemas para la extracción del mineral.
Así en el siglo XX, la producción minera de Irún llegó a sus más altas cotas.
De las minas de Aitzondo, Besakitz, Meagorri y Meazuri se extraía el carbonato de hierro y, a través de vagonetas que circulaban sobre vías de ferrocarril, se enviaba a los hornos de Irugurutzeta para ser calcinado y transformado en óxido.
Para el proceso de calcinación era necesario añadir 30 kilos de carbón por cada tonelada de carbonato. Una vez calcinado el mineral, lo lanzaban desde las bocas de descarga de los hornos, y caía sobre las vagonetas del tren para transportarlo hasta la estación de Hendaia (alrededor de 400 personas trabajaban en ese proceso).
En Irugurutzeta se ven un total de nueve hornos. A pesar de las diferencias existentes entre ellos (unos tienen forma circular y otros cuadrada), todos disponen de una cámara de calcinación, de bocas de descarga y de alimentación superior.
En 1937, estos hornos fueron apropiados por los alemanes y en 1944, en plena II Guerra Mundial, dejaron de funcionar, para no volver a ponerse en marcha.
En resumen, que ha sido una visita guiada muy interesante y un tanto sorpresiva, y que ha servido a nuestro grupo de 4 activos jóvenes, para hacer nuestros pinitos en el siempre enigmático y desconocido mundo de la espeleología, dirigidos por los guías profesionales Txomin y Giorgio (este al que no había vuelto a ver desde mi jubileo/jubilación) de la Asociación Felix Ugarte.
Habrá que estar al tanto por si montan alguna otra incursión por esas oscuras interioridades de nuestro desconocido subsuelo, y animar al resto de colegas del grupo.
Se me olvidaba señalar que el avituallamiento tocó esta vez en un rte casona típico de Oiartzun.
Iniciamos la excursión por la GR11 unas 20 personas a las 10 horas en el punto de información de Lapuriturri-Erlaitz, provistas de cascos con linterna frontal y guantes, imprescindibles para una sorpresiva incursión espeleológica que realizamos en una antigua mina de hierro, de la que se sacaba el mineral “a pelo”, manualmente quiero decir, sin explosivos, como lo vinieron haciendo hasta el siglo XVIII.
Para los cuatro de nuestro grupo: Carmen, Javier y los dos Carlos, y creo que también para el resto de participantes, ha sido una experiencia nueva y un tanto sorprendente (pues no figuraba en el programa), la de meterte por esas oscuras profundidades, de sensaciones nuevas al desplazarte unas decenas de metros desde el inicio hasta el final de la mina, siempre agachados y en algunos tramos tumbados, para poder atravesar algunos de los estrechos pasos de esta pequeña pero caótica y laberíntica explotación minera.
Quizás el punto más complejo fue al principio, ya que tenías que descender abrazado a la roca que cerraba la entrada, y a la vez, ir girando el cuerpo para poder pasar las piernas por un estrecho hueco lateral y finalmente pegar un saltito al suelo.
Llegamos hasta la oquedad del final de la pequeña mina, por la que era muy difícil salir, al ser vertical y encontrarse con cantidad de hojas y otros residuos que taponaban la salida.
Al parecer, según los guías, por aquí debían sacar el mineral, ya que por la que entramos, era dificililla hasta la entrada de personas, tal y como pudimos comprobar en los movimientos troncales y de extremidades, empleando músculos que habitualmente no ejercitamos.
Seguro que hoy alguien tiene agujetas, jeje.
Por lo tanto tuvimos que regresar, arrastrándonos de nuevo, hasta la roca de cierre de la entrada, por la que para subirla, además de abrazarla, el guia tenía que darte un empujoncillo, para girarte de nuevo y salir al exterior.
Pero ya fuera sanos y salvos, hay que resaltar que esta nueva y sorpresiva experiencia espeleológica, ha sido posible gracias a la ayuda de los guías Txomin y Giorgio, a los que hay que agradecer y felicitar, no solo por sus conocimientos y experiencia para moverse y guiarnos por esas estrecheces oscuras, sino también por su entrega e interés en transmitírnoslos en un lenguaje comprensible y didáctico, atendiendo y respondiendo siempre con suma amabilidad a cuantas preguntas se les hicieron y sin ninguna prisa, pues la excursión prevista de 10 a 13, no acabó hasta las 14 horas.
Y porque no teníamos trajes de neopreno, jeje, que si no no llegamos ni para la merienda, pues nos habríamos introducido por otra sima por la que pasamos, que suele tener mucha agua.
Atravesamos luego otras minas de extracción manual en cuyos alrededores abundaba el mineral de hierro goetita.
Como curiosidad destacar, que en esta zona de minas que dan hacia Irún, los diferentes minerales de hierro no llevaban, según los guías, ni calcopirita ni galena, ni por tanto restos de plata, a diferencia del lado de Arditurri, del que si se extraía este preciado metal.
No obstante, recuerdo que de chavales cuando nos acercábamos a buscar minerales por esta zona, llegamos a encontrar bonitos ejemplares de calcopirita y galena, que añadíamos a nuestra colección.
Después descendimos por una senda entre robles a un punto desde el que se divisaba una panorámica global con la cascada de Aitzondo al fondo.
Llegamos luego a la cómoda pista del antiguo trazado del tren minero que atraviesa los 5 túneles de Meazuri, y desde la que había unas impresionantes vistas de la bahía de Txingudi y también de la cascada.
Más adelante se cruza la regata de Aitzondo para continuar por senda en la que te encuentras con los restos de una antigua mina hidráulica y ruinas de antiguos edificios mineros, y por senda/pista poco a poco asciendes, ya con 26 grados de temperatura, a la carretera y punto de inicio de la excursión.
Una graciosa anécdota la de un grupo de caminantes con el que nos cruzamos, al preguntarnos muy sorprendidos, por qué algunos llevábamos cascos de seguridad.
Aunque hoy el objeto de la excursión era el que era, ahora unas líneas para recordar el pasado minero de la zona, que espero anime a nuestro entusiasta grupo a realizar una caminata circular por los puntos más importantes del entorno minero (eso si, sin introducirnos en el oscuro interior de ninguna bocamina, jeje), y acercarnos a la base de la cascada de Aitzondo, donde pondríamos a remojo alguna que otra botella de txakoli Hiruzta, para acabar recobrando fuerzas en la sidreria Ola (antigua ferrería).
Así retornando a la tradición minera en el entorno del Bajo Bidasoa, recordar que la actividad extractiva de la época romana en Aiako Harria, marcó un hito en la historia de Irún y sus ciudadanos,
Así los hornos de calcinación de Irugurutzeta en Aitzondo, en el barrio de Meaka, son una de las mejores muestras de arqueología industrial de Gipuzkoa.
Luego en la Edad Media, continuó la extracción del hierro con el fin de alimentar las ferrerías del río Bidasoa, siendo una de las más importantes la de Ola del siglo XVIII, conocida como 'Arantzateko Burniola', hoy convertida en la ya referida sidrería Ola.
Posteriormente la industria minera entró en una fase de decadencia que se alargó hasta el siglo XIX, pero que luego se renueva de la mano de grandes empresas francesas, alemanas y españolas, que desarrollaron nuevos sistemas para la extracción del mineral.
Así en el siglo XX, la producción minera de Irún llegó a sus más altas cotas.
De las minas de Aitzondo, Besakitz, Meagorri y Meazuri se extraía el carbonato de hierro y, a través de vagonetas que circulaban sobre vías de ferrocarril, se enviaba a los hornos de Irugurutzeta para ser calcinado y transformado en óxido.
Para el proceso de calcinación era necesario añadir 30 kilos de carbón por cada tonelada de carbonato. Una vez calcinado el mineral, lo lanzaban desde las bocas de descarga de los hornos, y caía sobre las vagonetas del tren para transportarlo hasta la estación de Hendaia (alrededor de 400 personas trabajaban en ese proceso).
En Irugurutzeta se ven un total de nueve hornos. A pesar de las diferencias existentes entre ellos (unos tienen forma circular y otros cuadrada), todos disponen de una cámara de calcinación, de bocas de descarga y de alimentación superior.
En 1937, estos hornos fueron apropiados por los alemanes y en 1944, en plena II Guerra Mundial, dejaron de funcionar, para no volver a ponerse en marcha.
En resumen, que ha sido una visita guiada muy interesante y un tanto sorpresiva, y que ha servido a nuestro grupo de 4 activos jóvenes, para hacer nuestros pinitos en el siempre enigmático y desconocido mundo de la espeleología, dirigidos por los guías profesionales Txomin y Giorgio (este al que no había vuelto a ver desde mi jubileo/jubilación) de la Asociación Felix Ugarte.
Habrá que estar al tanto por si montan alguna otra incursión por esas oscuras interioridades de nuestro desconocido subsuelo, y animar al resto de colegas del grupo.
Se me olvidaba señalar que el avituallamiento tocó esta vez en un rte casona típico de Oiartzun.
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Comments (2)
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Si que fue una ruta interesante, y con su componente de espeleología, y hay que agradecer a Txomin y a Giorgio su conocimiento y su ayuda, noski !. Para repetir ...
Javier, he añado al reportaje tus fotos posteriores a la publicación del track. Gracias