Carretera: Andavías, Montamarta, San Cebrián de Castro, Piedrahíta de Castro, Moreruela de los Infanzones, Cubillos, Roales del

Esta semana he tenido que hacer rodillo en casa un par de días, pero como ya os doy bastante la turra con mis andanzas, os oculto esos entrenamientos. Os lo digo porque, después de esos dos días, estaba deseando coger de nuevo la Nave y salir a que me diera el aire en la cara (el rodillo es lo peor, qué aburrimiento. Se para el tiempo). Así que después de una rica y abundante comida, salí escopetado a rodar para cumplir con mi plan (bueno, el de Chema Arguedas). Empecé fenomenal de camino a Montamarta con el aire como mi más mejor amigo empujándome con fuerza. Giré a la izquierda para tomar la carretera nacional y atravesé el pueblo sin mayor novedad. Después, las rotondas que enlazan con la A-6 y con la N-630 (que es la que cogí yo) y, en el kilómetro 13,7 se produjo la tragedia. Ptsssssss, pinchazo en la rueda trasera. Qué pereza. Era el primero en 2650 km, pero al ser ruedas tubeless, desmontar y limpiar el líquido para poner la cámara no me apetecía. La raja era de unos 4 mm. pero decidí seguir porque parecía que la hemorragia había acabado. 5 kilómetros más adelante, y por miedo a tener problemas con la rueda deshinchada en alguna bajada, me detuve a darle al bombín un ratillo. No estaba del todo tranquilo, pero la rueda aguantaba bastante bien con sufiente aire, así que seguí a lo mío pasando por los pueblos de siempre (Piedrahíta, Moreruela de los Infanzones, Cubillos...). Estaba yendo demasiado rápido por las buenas condiciones del viento, así que estiré un poco más la jornada metiéndome por Valcabado, Roales del Pan y La Hiniesta. La pega es que la noche se me estaba echando encima y, aunque llevo luz trasera, es peligroso. Solo dos kilómetros y medio y tres coches después, llegué a la carretera vieja de Valorio, que no tiene tráfico. Territorio seguro. A la luz de la luna (literalmente) pasé por todo el tramo. Podía ver el suelo brillante por la lluvia que había caído -a mí no me cayó ni una gota en todo el día- y tuve que ir con cuidadín en las curvas para no caerme. Ya a la altura de los campos de fútbol había farolas que iluminaban el camino. Llegué a casa sano y salvo, pero sobre todo contentísimo de haber rodado por fin al aire libre. ¡Ah, y un 10 para la Nave! (cada vez se parece más al Manolón).