Teide: Subida por La Esperanza, ruta por Llanos de Ucanca, bajada hasta La Orotava

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Afronto la ruta con una mezcla de sensaciones: por un lado, la ilusión y la motivación de subir el Teide, por su paisaje y por el reto que supone; por otro lado, con la baja forma física fruto del parón de más de un mes forzado por la lesión de la luxación del hombro, unido a la diarrea de un par de días antes, y de haber pasado la noche en el aeropuerto para coger el vuelo madrugador... Aún así, nada me va a echar para atrás con la ruta que promete ser más bonita y más dura de entre las que he hecho nunca.

Comienzo en el pueblo de Tejina, donde está el negocio en el que he alquilado la bicicleta. Entre el pequeño retraso del vuelo y hablar con mi amigo Alberto y su novia, hasta que me llevan a Tejina y arranco, son como las 12 h... Un poco tarde, pero hay que adaptarse.
El pueblo está prácticamente a nivel del mar, y ya para arrancar se ven las peculiaridades de la zona: terreno volcánico, vegetación desértica, y clima cálido.

Curiosamente, las primeras rampas (por Tegueste y hasta las cercanías de San Cristóbal de la Laguna) son las más empinadas y explosivas de todo el recorrido, a pesar de que no creo que se pueda considerar en rigor parte de la subida al Teide... De hecho, lo habitual es marcar el comienzo en la rotonda de San Cristóbal, en el cruce con la Autovía del Norte, y una vez pasado el centro histórico y colonial del municipio.

Voy a tomar el ascenso por la Esperanza, las recomendaciones de mi amigo Alberto y de la gente de la tienda coinciden: el la vertiente que más merece la pena y la más bonita, puesto que pasa más tiempo por el Parque Nacional y ofrece las mejores vistas. Según las webs www.climbbybike.com y www.altimetrias.net, también es la más dura de las existentes al volcán del Teide (aparte estaría el Roque de los Muchachos); principalmente por su longitud (casi 64 km desde Santa Cruz, similar en mi variante desde Tejina), porque las pendientes se mantienen en el 5-7% casi todo el recorrido, con máximo el 9%.

Los siguiente kilómetros de la TF-24 transcurren por entre pequeños pueblos pintorescos (La Esperanza, etc.) y merenderos, hasta que se llega a la zona de pinares más densa, en Los Rosales. Este tramo, largo, de pinar canario se hace muy agradable y fresco, aunque ya se empieza a notar el desgaste de un buen número de kilómetros de ascensión sostenida.

Y de repente, en torno a los 2000 m de altitud, se acaba la vegetación (máxime, unos arbustos) y se vislumbra el cono del volcán. El paisaje es alucinante, con el terreno volcánico y las vistas a la derecha de un relieve muy brusco descendiendo a la vertiente norte y sus pueblos costeros. Empujo un poco más, motivado por ver la cima más cerca.

El tramo de roca volcánica es espectacular, como de película de otro planeta. Hay un par de recurvas que dejan ver unos cortes del terreno preciosos. Al poco rato se llega al observatorio astronómico y a la incorporación de la carretera desde El Puerto de la Cruz y La Orotava, por la que se incorporan autobuses turísticos.

Sigue el paisaje volcánico, ya muy árido, con las pequeñas montañas de distintos nombres a los lados. El cansancio está haciendo bastante mella, y sopla un poco de viento. Empiezan a pasar factura los kilómetros de ascensión, la altitud y el estado de forma: sigo por motivación y ganas más que por fuerzas.

Llego hasta el punto más alto (2374 m, en torno al km 41 de la TF-21), donde un breve y suave descenso me lleva a la estación base del teleférico. Allí hago una parada para descansar y comer, rodeado de turismo guiri.

Por el camino he estado tirando de dátiles y plátanos, pero como casi siempre, me quedo escaso a la hora de comer y beber. Llevaba una salvajada de ruta planeada (ascenso por 2 vertientes), que tengo que recortar. Improviso y sigo.

Una recta enorme lleva a los famosos Roques de García, donde hago una breve parada para admirarlos. Estos pequeños salientes rocosos son muy curiosos, y ofrecen un conjunto panorámico alucinante, con el pico del volcán del Teide detrás. Además, a todos le resultarán familiares, pues según me dijeron después Alberto y Fátima, salían en el reverso de los billetes de 1000 pesetas.

Sigo, dejando al lado izquierdo de la carretera un risco de color azul, como si fuera de azufre o similar. Comienzan los llamados Llanos de Ucanca... Pero son más bien falsos llanos, que con la enorme fatiga acumulada, la altitud y las rachas de viento, me castigan bastante las piernas.

Me decido a tomar el desvío de la TF-21 (a la altura del km 53) por la TF-38. A unos 3 km se encuentra un mirador a las llamadas Narices del Teide. Son como unas protuberancias adyacentes, por el oeste, al cono principal, el que se sube en el teleférico.

Aquí doy ya media vuelta, por los Llanos de Ucanca y la base del teleférico. Con un poco más de energía se aprecia con más ganas la maravilla de relieves volcánicos, que ahora queda a la derecha. Son unos paisajes fantásticos, merecen mucho la pena.

En la bifurcación TF-21 y TF-24 (por la que vine), esta vez tomo la rama izquierda, que desciende a La Orotava. La bajada es bastante pronunciada y con unas cuantas curvas cerradas, algunas de herradura. Cuando yo la hago, hay bastante más tráfico que por la otra carretera. Con todo esto, y como soy muy malo y muy cobarde descendiendo, tengo que tirar mucho de frenos. Tanto que se me cansan los brazos y las manos de frenar, y debo hacer una parada de precaución.

Al rato llego a La Orotava. Son las fiestas patronales (creo que el Corpus¿?), y en la plaza central del pueblo y las calles adyacentes han preparado unos muy vistosos tapices de arenas de colores. Es un patrimonio artístico peculiar de la zona, la pena es que es fugaz: estará desmontado en un par de días.

Continúo por la TF-21, que va paralela a la autovía principal, algo por encima. Ya está anocheciendo y ando bastante escaso de batería en el móvil... y ya muy quemado físicamente, no lo vamos a negar. Doy todo lo que tengo, y prosigo mi ruta hasta el municipio de La Matanza de Acentejo por la TF-217, aunque la señal GPS termina en La Orotava porque el móvil entra en modo ahorro de batería.

Allí llamo a Alberto y Fátima para que me vengan a buscar. Habiendo comenzado tarde, se ha hecho bastante de noche y estoy agotado... Es una imprudencia seguir.

Con todo, es la ruta más bonita y más exigente que he hecho jamás. Merece muchísimo la pena y la recomendaría siempre... ¡Aunque conviene mucho empezar antes y con más preparación física!