l'Eucaliptus - Peñíscola

Un hermoso paseo de cicloturismo.

La verdad es que sobra la electricidad, es una ruta perfecta para bici de paseo, urbana, híbrida, cualquiera... Con tan sólo cien metros de desnivel, está al alcance de todos los públicos.

Y ya saliendo del albergue todo me asombra. Desde el amanecer sobre el delta, a los gigantescos tornillos para subir el agua al nivel de desagüe y drenar campos, y sobretodo, la fauna de la zona.

Para abrir boca una playa inmensa, a esas horas salvaje y virgen, recién peinada por las olas y el viento del temporal de dos días antes, me hacen imaginar las playas de Dakkar. La arena aún húmeda, me permite rodar rápido y sin problemas, disfrutando al cien por cien del paisaje y de la naturaleza.

Me acerco a las salinas, pero todo es tan grande que opto por irme por la carretera para no aumentar un kilometraje que luego no fue tanto.

Las manchas en la carretera de los cangrejos atropellados son constantes. De hecho encuentro uno trasnochador y vivo, que amenazante, me levanta las pinzas. Tuvo mala suerte, pues paré a echarle una foto y una conductora lo chafó en ese momento. Yo perdí la foto, y el la vida.

Pronto se me olvidó el suceso, porque me encontré una cuadrilla de flamencos. Preciosos!!! Yo nunca había visto ninguno, ellos muy acostumbrados a la gente, pues estuve a menos de diez metros de ellos y siguieron comiendo. Más lejos se oía la algarabía del resto de la bandada, y en efecto, se veía una enorme mancha blanca y rosa en la siguiente laguna. No me quisieron regalar el espectáculo del despegue. Otra vez será.

San Carlos de la Rápita. La finalidad del viaje. Ya que no puedo ser el camino de San Tiago, que sea el de San Carlos.

Toca desayuno/almuerzo y limpieza de bici, pues la playa y las salinas han dejado unos cuantos ruidos que antes no tenía. Después de restaurar piloto y equipo, empiezo a tirar por la general con destino a Vinaroz, pasando por aquel tráfico camping de los Alfaques, cerrado, y que pasados los años aún impresiona.

La ruta se desarrolla por calas increíbles, y pueblos encantadores, al menos ahora, cuando el turismo ha desaparecido casi por completo. Al poco un fiero perro me amenaza desde una valla, pobre, es valiente hasta con una pata menos. No dura ni dos minutos y ya le estoy rascando las orejas. Su amigo el afgano también quiere una sesión de mimos. Allí mismo hago un amago, pero la senda de la costa se corta entre urbanizaciones y los barrancos de las calas y me toca regresar donde mi amigo.

Benicarló a la vista. Ya entro en terreno conocido, aunque muy cambiado en aras de la especulacion inmobiliaria. Lástima de playas, paseos, olivos y marjales. Ahora convertidos en terrazas, asfalto y hormigón. De hecho no consigo encontrar la entrada del camping Eden donde tantos veranos he pasado.

Peñiscola. Tan hermosa como siempre. Y el hotel que me admite la bici, justo a los pies del castillo y sobre la playa. Fabuloso!!

Parada y fonda!!!