Saladar de Lo Poyo-Sendero costero ecoturístico-Salinas de Marchamalo-Faro Cabo de Palos-La Manga Club. Anthercas

Accedo desde la Autovía de la Manga AP-7, por la Salida 5 a San Ginés de la Jara; cruzo por encima de la autovía y a la derecha aparco en su cementerio.

Salgo pedaleando, con fuerte viento en contra, por detrás del cementerio de San Ginés de la Jara, avanzo con dificultad primero paralelo a la Rambla del Beal, después por su margen izquierdo un trecho, ya que su cauce se halla impracticable, además, una tormenta de polvo y arena me ciega y voy dando bandazos, recuerdo llevar en la mochila unas gafas, pero el daño ya está hecho cuando me las pongo; cruzo la RM-F54 (Los Nietos-Urrutias).

Casi cegado con los ojos acuosos y escocidos, avanzo por el sendero costero ecoturístico (coincide con el GR-92); mientras levanta el sol, una bandada de gaviotas en el Saladar de Lo Poyo, espera a que pase lo peor antes de iniciar vuelo; al cambiar de dirección, el viento me entra lateral y cuesta menos el pedaleo; paso por el Paseo Marítimo de Los Nietos, donde me lavo los ojos; veo que el personal se dedica a aprovechar estas condiciones, adversas para mí, pero disfrutonas si se practica windsurf.

Cruzo la desembocadura de La Carrasquilla, el paseo de la Punta de Los Barracones, las Playas de Islas Menores y Mar de Cristal; echo un vistazo al yacimiento arqueológico del Castillico, restos presentes de la antigua fábrica de salazones construida durante la época romana. Bordeo Villas Caravanig realizando el paseo marítimo de Playa Honda con vistas sobre la Manga.


El Mar Menor es la mayor laguna litoral de toda España con una extensión de 135 km²; se trata de una depresión separada del Mar Mediterráneo por una barra de arena emergida: La Manga.

Continuo por Playa Paraiso, a su final, comienza Playa de Salinas, le sigue la Playa de los Alemanes y, rodeando la Urbanización Salinas de Ribenor con numerosos bares, accedo a la destartalada Playa del Vivero; intento pedalear pegado a la orilla debido a la arena; enfrentado a Puerto Bello, hago un rodeo cambiando de dirección, para tomar el carril bici en la Gran Vía de la Manga hacia las antiguas instalaciones de las Salinas de Marchamalo (Salinera Catalana); hago unos metros por carretera observando los charcones, el auge salinero se produjo a partir del siglo XVI como conservante alimenticio; las Salinas de Marchamalo están constituidas por un humedal con salinas costeras; de origen artificial, suponen un recurso natural de importancia faunística. La mecánica de su explotación se lleva realizando con el sistema de inundación, desde tiempo de los Fenicios y especialmente desde la dominación romana, de cuyo uso se deduce la palabra salario, puesto que a los obreros se les pagaba con sal “el oro blanco”; llenando sus lagunas poco profundas con aguas del Mar Menor, de mucha mayor salinidad que el Mar Mediterráneo y a esperar que la insolación natural de la zona provoque la evaporación del agua, dejando el residuo salino.

La evaporación del agua deja accesible una gran cantidad de peces atrapados en las lagunas, suponen el alimento de un tipo de avifauna especializada en este medio: avocetas (dotadas de largas patas palmeadas, pico curvado hacia arriba y delgado en su extremo), cigüeñuelas (aves limícolas), flamencos rosa (zancudos de gran tamaño con el pico curvado que utiliza para escarbar los fondos con la cabeza sumergida) y el fartet, curioso pez que raramente supera los 5 cm.


Dejo el carril bici antes de llegar al paraje de los Triolas, a favor de una pista que abandonaré pronto, por una traza senderil a la izquierda con abundante matorral hacia su final; cruzo la carretera de La Manga, entro por sendero de cuerdas rodeando la Reserva Natural de las Amoladeras, cuyo valor ecológico proviene de ser una de las zonas de dunas móviles que presentan los cordones litorales en La Manga, destacando la presencia de comunidades de vegetación adaptadas a las dunas, se formaron, igual que La Manga por sedimentos provenientes de la desembocadura del río Segura, al arribar a la formación rocosa de Cabo de Palos.


Cruzando la población de Cabo de Palos que Fenicios, griegos y romanos dieron el nombre a la zona como “Capud Palum” (cabo del lago, en referencia al Mar Menor); tuerzo al Paseo Marítimo de la Playa de Levante, me dirijo hacia el faro observando el fuerte oleaje con vistas de Isla Grosa; paso por la Cala del Pato, accedo por rampa verjada a la carretera del faro y, poco mas arriba, observo a 2,5 millas la isla de La Hormiga, sirve de base a un faro cuyo alcance es de 8 millas náuticas (14,8 km), para señalar el peligro que supone un conjunto de islotes y bajos, donde ya se han originado numerosos naufragios.

El faro data de 1865, la torre sobresale de la habitación de los torreros y se halla a 80 msnm; enfrente, una sucesión de arrecifes sumergidos, forman una peligrosa barrera que se ha cobrado varios hundimientos, como el caso del trasatlántico italiano Sirio en 1906, fue el mayor accidente de la navegación civil ocurrido en las costas españolas.

Desciendo por la carretera de entrada, veo desde lo alto la Playa de la Calafría, azotada por el oleaje ofrece un aspecto embravecido; giro a la izquierda por pista y sendero acondicionados del Paseo Acantilado y de La Barra, observando las caprichosas formas y los contrastes de tonalidades de las rocas según su composición.

Rodeo el pequeño puerto cuya estructura consta de un rompeolas de mampostería y un contradique, formando una pequeña dársena cuyo calado máximo no excede de 2,5 m, contiene cinco pantalanes para embarcaciones de recreo y otro para los barcos de pesca; vino a sustituir al puerto de Portman, inutilizado por los vertidos mineros; durante su historia ha tenido usos múltiples, desde la pesca, pasando por depósito de sal donde recalaban barcos que cargaban en sus bodegas la sal de las Salinas de San Ginés y, el más reciente, como refugio de embarcaciones de recreo y oficiales.

Me dirijo a la entrada del Palmeral de Cabo de Palos, con una superficie de 7000 m²; con palmeras datileras (Phoenix dactylifera) cuyo fruto es el dátil, oriunda del Norte de África y oeste de Asia, junto a algunos ejemplares de palmera canaria (Phoenix canariensis), muy rústica y resistente a todo tipo de suelos siempre que tenga humedad y la cercanía del mar. Se encuentra cerrado por las fuertes rachas de viento, al fondo un toldo caído sirve de aviso.

Cruzo entre el Cerro de los Cuervos y Cala Reona, además de la Rambla del Atalayón, con vistas de La Manga del Mar Menor a mi diestra; dejo atrás enormes balsas de riego en unos campos empleados para el cultivo de alcachofas; paso junto al Centro de Interpretación de Cobaticas, tuerzo a la derecha por las Casas de La Jordana; entro en el Área Recreativa de Fuente Grande, con un manantial ancestral de agua que se filtra bajo las rocas dolomías del Cabezo el Cantalar o de la Fuente, está canalizado, su entorno acondicionado y aún conserva el Pilón de las Mulas y, de reciente factura, la hornacina preparada para la romería de San Isidro Labrador (Patrón de Los Belones), que se celebra el primer domingo de Mayo.

Alternando pistas en Los Huncos, cruzo la Urbanización La Manga Club por sus calles hasta la pista que, al terminar, se hace sendero bajo pinar frondoso, enlaza con una pista que sigo en descenso; la dejo en un cruce siguiendo recto por senda escondida; antes de llegar a las colmenas, enlazo con la pista a las ruinas de la Casa de las Cenizas.

Cruzo la carretera RM-314 de Portman a Los Belones desde la pista con verja, subiendo por la pista minera hacia Llano del Beal (PR-MU 3), bordeo el Cabezo de Don Juan con muestras del pasado minero de la zona: escoria, pozos, castilletes, casas en ruinas, etc. se suceden.

Dejo la carretera local paralela a la Rambla de Mendoza, por sendero a la derecha hacia las instalaciones de la mina Julio César; salgo a la carretera en el Estrecho de San Ginés, cruzo la Estación FEVE y un par de calles para, desde la Calle Mayor y final del pueblo, tomar por la derecha un sendero pateado que rodea El Beal; enlaza con la pista paralela a la Autovía de la Manga, para bajar porteando la bici a la Rambla del Beal, paso bajo la misma volviendo a hacerlo sobre un murete de contención de vuelta a la salida. En definitiva, un lujo de ruta por sus texturas cromáticas mineras y fuertes contrastes entre las zonas agrícolas, de monte y marítimas.

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