0 - 4 - 0 / Playa del Socorro - Teide - Playa del Socorro

Desde el mar hasta el techo de España y de nuevo hasta el mar, un reto tan llamativo como exigente que se ha convertido en objetivo de plusmarca para grandes corredores de nivel mundial.

A pesar de lo dura que supuse la ruta, no fui lo suficientemente precavido y luego lo pagué con el esfuerzo.

Logística: me desperté a las 3:45 de la mañana para coger el barco de las 6; desembarqué a las 7:30 y fui hasta la zona de El Portillo, ya dentro de Las Cañadas, para dejar una garrafa de agua con la que reponer hacia la mitad de la ruta que comenzaría un par de horas después, para ello tuve que andar unos 5 km entre la ida y la vuelta desde el lugar más cercano que me permitía la TF - 21 (obviamente en la bajada recogí dicha garrafa después de liquidar el 1'5 l restante); por último bajé con el coche hasta la Playa del Socorro donde lo estacioné (la policía me esperaba cuando regresaba sobre las 23:30 porque cierran la barrera de acceso durante la noche, lo ignoraba). Una vez estacionado y con unas ganas enormes a pesar del trote que ya llevaba, arranqué la subida a las 11 de la mañana.

Los 27,8 km de ascenso se pueden dividir a grandes rasgos en tres partes:
1ª desde la playa hasta casi la Capilla de la Fortaleza, con unos primeros 14 km y 2000 positivos muy pendientes y continuos en su verticalidad.
2ª una segunda parte de unos 6 km por el Llano de Las Brujas con tramos suaves, alguna bajada y falsos llanos que pican para arriba.
3ª un tramo final en el que, a falta de 8 km, desde las faldas de Montaña Blanca ya empieza a acentuarse de nuevo la pendiente para después pasar por la zona de Los Huevos del Teide con algo de respiro antes de acometer la última y más dura subida de 4'6 km, cuando más cansados estamos.

Para la bajada, en este primer tramo perdiendo altura desde la cima, tenemos que ir con cuidado si queremos ir rápido, ya que es muy técnico hasta llegar a la pista de Montaña Blanca. Después, unos kilómetros mucho más cómodos hasta llegar de nuevo a la Capilla de la Fortaleza y para rematar, la que parecía una interminable bajada final, casi siempre por pista que nos destroza las piernas que nos quedan a estas alturas.