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10.06.2023 PeñaMea con Sandry

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Trail stats

Distance
7.55 mi
Elevation gain
3,215 ft
Technical difficulty
Moderate
Elevation loss
3,215 ft
Max elevation
5,088 ft
TrailRank 
32
Min elevation
2,069 ft
Trail type
Loop
Time
5 hours 38 minutes
Coordinates
4561
Uploaded
June 12, 2023
Recorded
June 2023
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near Pelúgano, Asturias (España)

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Trail photos

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Itinerary description

Mini-crónicas asturianas:

10..06.2023 ASCENSO A PEÑAMEA DESDE PELÚGANO.

“Chanfle, rechanfle o recontrachanfle. Qui lo sá…” (Marujita Díaz).

Hoy costó levantarse de la cama. Estamos en plena ola de calor tropical y tormentas y no lo tenemos muy claro para comenzar la aventura sin el miedo en el cuerpo de que nos pille una buena por esos picos de Dios…

El cafetín mañanero nos causa el efecto conocido como “Aguántame aquí el cubata, que ya verás…” y, en menos de cero, ya estamos en ruta hacia el Concejo de Aller.

El día está plomizo, pero no son, de momento, nubes de lluvia. Incluso al llegar a Levinco, para coger el desvío a la izquierda, ya nos va saludando un tímido Lorenzo.

Subimos hasta la iglesia de Santa María en Barro Cima de Pelúgano, Plúgano, Pel.luno o Peḷḷuno con “che” vaqueira que parece ser el topónimo oficial. Vaya manía de renombrar los pueblos. Alguien se está forrando con el cambio de carteles y señales…

Como siempre, aparcamos en el espectacular mirador con vistas al valle no sin antes apreciar que, mientras en otras ocasiones esto estaba “petao” de coches, hoy no hay ni un solo vehículo.

Sin más dilación, calamos la bota, mochila a la espalda y arrancamos ruta.
“Caleyamos” por el pintoresco Barru Cima de Pelúgano con su impresionante cantidad de hórreos perfectamente cuidados hasta la primera bifurcación, tomando el “camín” de la izquierda “too pindio parriba” (la mayoría de los comentarios de los senderistas es que en esta ruta, desde el kilómetro cero, no hay perdón).

Las rampas, aun siendo pista ancha y de buen piso gracias a la reutilización de biondas de carretera para hacer “sangradeiros” que aparten el agua de lluvia de los caminos, son “de pronóstico reservado” que diría mi amigo Barto, y te hacen entrar en calor en seguida…

Unos cientos de metros pateando y llegamos a las cabañas de Nial. Tiramos por el camino de la izquierda, ya que por la derecha se va a La Forcá, no sin antes quitarnos todas las capas de ropa con las que salimos y quedarnos con lo mínimo pues Lorenzo ya está pegando con ganas y eso que son solo las diez de la mañana.

Foto obligada en una portilla de un prao con el macizo de Peña Mea al fondo.

Hace rato que vengo olisqueando huellas de bici por el suelo, al más puro estilo CSI como dice Sandra, y me voy maravillando yo solito pensando que, por estos rampones sin descanso alguno, subir con la mountain bike sin morir en el intento sólo lo harían dos o tres colegas que conozco.

Al cabo de un rato, aparecen los “pros”, que han perdido a dos compañeros por el camino, con sendas Trek de enduro…eléctricas.
No voy a entrar en polémicas de barra de chigre, ya tú sabes…

La pista sigue subiendo en una amplia curva a izquierdas entre los praos y las cabañas del Toral, continuando la ascensión hasta la Collada de Pelúgano que nos ofrece bonitas vistas del Valle del Mosquil, la Sierra de Pelúgano al Oeste, Peña Mea y Peñas Negras.
Paradina para hacer la foto con el cordal y el picu al fondo.

Se me hace muy raro que solo nos hemos cruzado con los eléctricos de las bicis y con un abuelo que sacó a pasear a la nieta a caballo de buena mañana.

Un poco más arriba, entablamos amena conversación con Tuta, Tuti y el pequeño Pollino, tres burrinos que nos acompañan desde el otro lado del cercado aledaño al camino y que Sandra ya se quiere llevar a casa. Lágrimas a la despedida, con la firme promesa de que, a la bajada, nos volveremos a ver. Tamos muy mal…

Rodeando por encima la última cabaña, dejamos la pista para coger un estrecho sendero pindio, embarrado y bastante cerrado de zarzas de la izquierda, que nos guiará pasando por delante de otra fuente (esta ruta está llena de fuentes) hasta la base de la Canal de Las Cuevas.

Aquí le cuento la historia a Sandra de que la última vez que hice esta ruta me encontré a un grupo de galeguiños enriscados en el contrafuerte anterior a la canal de subida. Se habían confundido, empezaron el ascenso unos metros antes y les costó “un evo” salir de allí.

Canal de las Cuevas y se acabaron las risas. Miramos hacia arriba y nos encontramos con un fuerte desnivel con tramos cortos entre curvas que nos sube en zig-zag, en los que hay que estirar la pata para remontar los escalones en la roca y pisar con cuidado las zonas donde se acumula grava y tierra suelta que nos invitan a hacer patinaje artístico. Encanto añadido: hay que tener mucho cuidado con las vacas de la zona, que suben por el mismo sendero “pasando” de los senderistas y a las que hay que ceder el paso obligatoriamente como si fueran un camión, so pena de que te empujen y te tiren canal abajo…

Hacia arriba escuchamos voces. Pero voces, VOCES. Maaadre, hasta aquí llegan los “Kalenjis” que no se han escuchado nunca el eco de su propia voz y no dejan de dar la brasa berreando a la piedra. Con lo bonito que es disfrutar del silencio cuando estás de ruta.

Tras sortear por la derecha una peña en medio de la canal, una gran hendidura en el farallón de la izquierda, un poco más arriba, el viajero se queda “embobiacao” con la primera vista al Ojo de Buey, con sus 20 metros de diámetro producidos por la incesante acción de la erosión kárstica en la roca caliza.

Parada obligada para hacer fotos, beber agua o aventurarse a comer algo mientras los foriatos se hacen fotos con las más extrañas poses y contorsiones como si estuviesen delante de la mismísima Torre de Pisa. Incluso unos se han subido por detrás de la peña y nos vocean un número de móvil para que les hagamos unas fotos desde nuestra posición y se las enviemos, como si aquí tuviese que haber cobertura. “En este país se fusila poco” decía mi abuelo…

Reemprendemos la marcha y, algo más arriba, asomamos al Collau del Gatu, balconada que nos podría haber maravillado con sus vistas a Las Ubiñas, Los Fontanes, Peña Rueda, Huertos del Diablo, la Sierra del Aramo. Tendremos que dejarlo para otra ocasión. Ha comenzado a entrarnos el Nuberu y solo alcanzamos a ver un rebaño de ovejas y su “fiero” mastín guardian, detrás de la peña.

En un tramo de estrecho senderuco más o menos horizontal nos topamos con una pareja a la que les preguntamos si está abierto el bar de arriba. Cara de póker. No han entendido nada. Son portugueses. De Portugal.

Excusas por la broma. Nos cuentan, refunfuñando en castellano antiguo que arriba está todo cubierto de ortigas (parece ser que no habían visto una ortiga en su vida) y que bajan “abrasaos” de rodilla para abajo. Unas risas y buen viaje.

Toca ahora mini-trepadas por la pared casi vertical y salvar algún contrafuerte con pasos bastante comprometidos y aéreos hasta el mismo vértice geodésico en la cima del Peña Mea (1.557m).

Cumbre. Hoy casi no hace viento y la nube nos deja, intermitentemente, disfrutar de la impresionante panorámica sobre Pola de Laviana, Sierra de Peña Mayor, Pico Vizcares, Tiatordos y Maciédome, Peña Ten y Pileñes, en la lejanía Peña Santa reinando en Los Picos de Europa, El Retriñón, el piramidal Pico Torres, Peña Redonda, Estorbín de Valverde, Tres Concejos... mientras damos cuenta de una Pink Lady y unos MiniHuesitos, regados con isotónico.

Fotos de rigor en el pirulo y a seguir, que ahora toca descenso.

(N. del A: En las fotos de cumbre se nos ven unos ojillos como de que nos hemos fumado las ortigas. Pues no. La fina niebla y el sol por encima producen una claridad que acaba casi haciendo daño a la vista… de ahí los “güeyos” de porrerillo de segunda).

Al lío. Podríamos haber bajado por la Ruta Este y hacia el Sur, pero aún en primavera, parece muy poco andada y, desde la cumbre hasta donde nos llegan las vistas, se aprecia muy cerrada de matorral y zarzas. Para otra ocasión si acaso, al final del verano…

Deshaciendo nuestros pasos, ya con palillos “de estreno” regalo de Sandry por mi reciente cumple, vamos perdiendo cota hasta regresar al Collau del Gatu, donde nos acercamos a las pacientes oveyas xaldas para hacernos una fotuca hasta que el guardián en su atalaya levanta el cabezón y nos enseña los dientes. No sé si dan más mieu los dientes o las carrancas que lleva al cuello. Lo más prudente va a ser girar a la izquierda hacia el sendero y salir de sus dominios. En cuanto nos ve hacer esto, acomoda la cabeza entre las patas cruzadas y a seguir durmiendo la siesta…

Unos metros más abajo nos encontramos de nuevo a los foriatos kalenjis que suben a ritmo de bolero y “carpiendo” como una locomotora con asma. Hola, hola, adiós, adiós… ya os pasaremos las fotos cuando tengamos cobertura y todo eso.

Descendemos toda la Canal de las Cuevas con algún que otro inevitable resbalón en la grava y, casi llegando a la base nos encontramos con otros tres senderistas que se han aventurado hasta aquí. Muy poca gente, hoy, para lo que se tercia en esta ruta.

El cielo se va cerrando, tal como decían las previsiones y lo negro empieza a amenazar con lluvia. Y mucho, mucho calor. De hecho, nos hemos bebido todo lo que traíamos (unos tres litros entre agua y Aquarius) y vamos a tener que aprovisionarnos en las fuentes del camino de vuelta.

De pasada vemos a Tuta, Tuti y el pequeño Pollino que los han cambiado a un prao de más arriba. Saludamos en la distancia y ya quedaremos para platicar en otra ocasión.
Entramos por entre las casas, paneras y hórreos de Barru Cima.
Doce kilómetros de ruta, casi mil de positivo y cinco horinas largas “con la calma”, disfrutando de la montaña y la compañía.

En el mirador, sacamos todos los archiperres a una mesa de piedra y nos metemos una merecida comilona que vergüenza da hasta acordarse, haciendo planes para mañana que toca madrugar de nuevo para ir a los 10K por el Autismo a Oviedo y para la semana que viene, que nos vemos en Amieva para el Trail del Arcedianu.

Dolor de patuques, un besín.

Sandra y Luis.

©Luisín1965.

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