20231112 - Acantilados del Infierno y Senda de Samuel

Animados por el día que se anunciaba y un artículo publicado en El Comercio, decidimos acercarnos a conocer la Senda de Samuel, en Llames de Pría, pero buscábamos una alternativa a los tan manidos bufones, así que optamos por aprovechar la marea baja y cruzar el río Guadamía en la playa de su desembocadura y realizar la ruta de los Acantilados del Infierno.
Así pues, empezamos mojándonos los pies para atravesar las frías pero muy someras aguas del río (en marea baja, porque en la alta ya es diferente) para ascender por unas escaleras y caminar hasta el área de recreo de Guadamía. Desde aquí sale el sendero que bordea el acantilado ofreciendo vistas espectaculares que el caprichoso reliee kárstico ha ido modelando a lo largo de los siglos.
Mucho se conoce la cercana playa de Guilpiyuri (caso típico de lo que se conoce como morir de éxito) pero no tanto este tramo de la costa que cuenta también con varias dolinas comunicadas con el mar por el que aflora tierra adentro.
Avanzamos siguiendo el sendero, sin pérdida ni complicación, hasta que pasados unos dos kilómetros un cartel nos indica el camino que conduce al pueblo de Cuerres. Un camino precioso, entre prados y avellanos que nos conduce a las casas del pueblo, dispersas, rodeadas de fincas cercadas con antiguos muros de mampostería.
Atravesamos el pueblo entre las casas hasta llegar a un puente que según dicen es de origen romano, detrás del cual, en la ribera izquierda del río, una pequeña portilla un poco oculta nos abre el camino hacia la senda de Samuel.
Este es un camino que discurre pegado al curso del río desde este puente hasta su desembocadura en la playa, en un trayecto de apenas un par de kilómetros, pero de una belleza singular, con varias pequeñas cascadas, puentes, molinos y una vegetación frondosa que le da un aire mágico.
No voy a decir que sea la senda fluvial de este tipo más guapa que conozco, porque ciértamente hay muchas que me parecen preciosas, pero esta no desmerece a ninguna.
La senda no tiene apenas complicaciones pero sí algún paso angosto y resbaladizo que hacen que no sea aconsejable para alguien que no tenga un cierta agilidad (personas mayores o con problemas de movilidad, sillas de niño, etc.)
Un paseo que sin duda merece la pena, que culminamos comiendo en LA PUMARADA, en Llames, donde nos trataron muy bien.
Después de comer nos acercamos a los bufones, nosotros y otro montón más de gente, aunque hoy no ofrecían su espectáculo y solo roncaban al ritmo de las olas.