266. Entre Barbadillo del Mercado y Pinilla de los Moros por la Vega del Río Pedroso

📸 FOTOS:
▶ Las 6 primeras seleccionan aspectos de interés (con descripción al pie).
▶ Las siguientes se ordenan según el itinerario (asociadas a cada 'waypoint').

📝 TEXTO (5 secciones):
▶ Índice IBP de la ruta,
▶ Preámbulo: antecedentes y motivos,
▶ La Ruta: recorrido y dificultades,
▶ Destacado: rasgos sobresalientes, y
▶ Anécdota: hechos curiosos.


INDICE IBP de Dificultad de la Ruta

Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/

El resultado del análisis IBP es de 36 (para Senderismo): dificultad 'Fácil' para una preparación física 'Media'.

El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 33 metros (equivalente al que estima Wikiloc).

PREÁMBULO

Los Barbadillos: el ‘de Herreros’, el ‘del Pez’, y ahora el ‘del Mercado’.

Para ser pueblos pequeños, son casi-grandes teniendo en cuenta lo que por aquí se estila. En tamaño. De su grandeza en lo demás, no tengo dudas.

Si miras el mapa y trazas una línea desde el último al primero, te sale recta del todo. 20 km exactos; a derecho. Son bastantes más por la revirada carretera, que ha de salvar, incluso, algún angosto desfiladero.

Ya sólo faltaría que, en esa línea, el Barbadillo intermedio estuviera equidistante de los otros dos. Nos hallaríamos ante la perfección geométrica. Más o menos como en la pirámide de Keops. Rizando el rizo.

Los tres están enhebrados por el brioso río Pedroso. Desciende desde las alturas de La Demanda hasta las bajuras del Arlanza. Si este no se pusiera en medio y se apropiara de su caudal, el Pedroso podría ser grande.

Los tres Barbadillos tienen historia en común. Barbadillo viene, parece ser, de Barba Tello, hijo de Tello Barba (‘…yo me lo guiso…’), a quien el rey Alfonso III ‘El Magno’ (s. IX-X) otorgó el valle del Pedroso.

A pesar de ser el del Mercado el más accesible de los tres, y casi etapa obligada para llegar a los otros, siempre habíamos pasado de largo. Los otros habían acaparado la atención y los parabienes.

Merecidos habían sido aquella y estos a lo largo de varias rutas. Pero ya le tocaba al del Mercado y su entorno. Que, además, algunos atractivos de excepción habíamos visto de pasada.

Para él diseñé dos rutas. Una por el sur, hasta las estribaciones del Gayúbar. Otra por el norte, por la vega del Pedroso. En la del sur habría cacería hoy. La del norte sería, pues, nuestro objetivo inmediato.

Siendo esta una ruta sencilla en exigencia, aprovecharíamos también para fisgar por las calles del pueblo de Barbadillo del Mercado. Eso nos proporcionaría una instantánea de su historia.

LA RUTA

Comenzamos en este Barbadillo. Antes de enfilar hacia el norte, vale la pena darse una vuelta por él (con sorpresa; Anécdota). A primera hora de la mañana, en exclusiva para el caminante solitario.

Hay luego un tramo de carretera local (del km 1 al 2); la que lleva a los otros Barbadillos. Puedes generalmente esquivar el asfalto por sus márgenes de hierba.

Allí (km 2) hay una procesión de cruceros de piedra. Siete juntos, precedidos por portaestandarte, paladín, y ojeador, más alejados. A esa hora temprana y ermitaña, proyectando largas sombras, impresiona la comitiva.

Dejamos el lugar y bajamos a la vega de la margen oriental del río Pedroso. Vastos plantíos de latas, de chopos en potencia. El camino nos aproxima al río (km 3,2). Se le oye a distancia, oculto aún entre la fronda.

El ansia por ver lo que suena ya nos quema. ‘¡Agua!’ Nos acercamos por fin a tocarlo en un punto estratégico (km 4,9). No lo dejaremos hasta cerca de Pinilla de los Moros (km 7). Es la parte más bonita de la ruta.

Nos damos un garbeo por el pequeño núcleo de Pinilla y nos embarcamos por la campiña del lado oeste del Pedroso. Campos. Y una recatada ermita al lado del camino; la de Santa Ana (km 8).

En el 9,8 hacemos un giro en escuadra a la derecha, para ganar en variedad paisajista (y porque el otro camino se acaba…, de pronto). Hasta el km 10,6 bordeamos un bosque de robles.

Volvemos allí a los campos y nos acercamos al río, ya próximos a Barbadillo. Cruzamos por el largo puente de piedra sobre el río Pedroso (km 11,7).

Podríamos seguir ya camino directo a Barbadillo, pero damos un rodeo para ver la ermita de Villavieja (km 13,1) y el coqueto soto aledaño.

Ya no queda sino irse despidiendo de esta sencilla pero gratificante ruta. Nos queda poco más de un km de vuelta a Barbadillo.

Posibles Dificultades:

Es domingo y despunta un cielo radiante sobre un suelo blanco de escarcha. Si, a pesar de ello, te levantas con mal cuerpo, aquí tienes una ruta ligera.

Vas siempre por camino (1 km por carretera local; o por su orilla herbosa). Es todo prácticamente llano: entre 33 (IBP) y 43 (Wikiloc) metros de desnivel acumulado. Tanto da.

Lo más ‘duro’ es subir 10 metros (exactos, parece) hasta el mojón que escolta a la iglesia de Pinilla de los Moros, codo con codo. Y eso si quieres; que no es necesario.

Y no hay más historias (de complicaciones). Fácil en todo. Si acaso, puedes encontrar algo de barro en varios puntos entre los km 2,1 y 4,4.

DESTACADO

No esperábamos que esta ruta fuera ‘la mejor del mundo’. No tenía por qué serlo. Queríamos una ruta tranquila, llevadera; justo después de otra, el día anterior, más exigente.

Satisfizo con creces nuestras expectativas. Naturaleza y cultura, de nuevo. Río de postín con fundamento, campos verdeando, bosquetes de robles, sierras al norte y al sur.

(1) Los Pueblos y la Cultura:

Empezamos con buen pie. Aparte de aportarnos una graciosa y singular Anécdota, Barbadillo del Mercado bien merece un paseo por otras razones. Y más en la tranquilidad del amanecer.

Destaca su iglesia parroquial. No es románica; vale. Se acomoda con liberalidad a un gótico rural tardío, con evolución renacentista y hasta proto-barroca. Buena factura. Armoniosa en su variedad. Se ve con agrado (cubos de la basura aparte en la trasera).

También están la iglesia de la Trinidad con el antiguo Convento de los Dominicos, el Rollo Jurisdiccional, y varias casas señoriales, como la de los Herreros, Marañones, Astudillo, o el palacio de los Acuña.

Algo apartadas del núcleo urbano, hay tres ermitas, en bonitos parajes. La de Villavieja quedó incluida en la ruta de hoy. La de San Juan Bautista (visigótica) y la del Amparo esperarán a una próxima.

Hay, además, dos puentes antiguos, de piedra de sillería y considerable longitud. Por uno, sobre el Pedroso, pasamos ahora. Otro, sobre el Arlanza, para la siguiente, es más famoso. De origen medieval; algunos dicen que romano.

Y luego están los cruceros, saliendo de Barbadillo hacia Pinilla. Son estiradas cruces de piedra sobre sendos pedestales. Hasta diez; siete en hilera (tres en trío). Ver uno, llama la atención. Tantos, produce un sacudón mental y emocional.

Pinilla de los Moros es hoy menor, pero históricamente tuvo importancia durante La Reconquista. En su iglesia se unen varios estilos, resultado de su larga trayectoria. Su ermita de Santa Ana aporta otro soplo humano al paisaje.

(2) El Río Pedroso y los Paisajes:

¡Ay, Pedroso, Pedrosillo! Te habíamos visto nacer sólo veinte km más arriba, en el paraje de las Tenadas de Casa de la Sierra; en la cara meridional de La Demanda; por encima de Barbadillo de Herreros. Un pipiolo eras allí.

¡Y cómo bajas ya por aquí! Altanero. Mucho te debe el Arlanza, que se cruza en tu camino y se lleva la gloria de tu corta vida. Claro que tú también estás en deuda con el río de La Umbría y el Valdorcas, y otros ilustres serranos.

Así que no te envanezcas tanto. La realidad es que oscilas con la estacionalidad; que dependes de las nieves invernales del sur de esa gran sierra. Así es la cosa. Pero, en tus buenos momentos, te creces, te exhibes a la vista y te haces oír.

Lo más lucido de la ruta lo tuvimos a la vera de ese río, sin menoscabo de lo demás. Sus rápidos y sus calmas haciendo de espejo; alguna cascadita lateral; la frondosa vegetación de sus orillas; las verdes dehesas de viejos robles….

Toda la vega del Pedroso, por uno y otro lado, era un gran campo de juego. Ahora nos alejábamos por los laterales, ahora nos acercábamos a la columna vertebral que el río proporciona.

Pero, más allá, en la periferia, tenemos espectadores de excepción; referentes geográficos que enmarcan ese terreno y también contribuyen a la gala:

Por el norte, algo sesgada hacia el oeste, está la Sierra de Mencilla; hacia el este, La Demanda. Los perfiles de ambas son redondeados. Trasmiten sosiego.

Por el sur, hacia el este, el macizo de Carazo; hacia el oeste, el del Gayúbar. Más cercanos y más rocosos y aristados. Irradian tensión.

Así pues, combinación de sensaciones mientras deambulamos placenteramente por la campiña. Si esa llanura te sacia, sólo tienes que elevar un poco la mirada al graderío.

ANÉCDOTA

«Cuatro esquinitas tiene la torre
del campanario de Barbadillo.
Siete cigüeñas, en cuatro nidos,
castañetean, pico con pico.»

«Será porque están contentas….
Será porque tienen frío….
¡Que son cuatro bajo cero!
y ha recién amanecido.»

[...«Y así fue. "Por San Blas…”.
Día menos, día más.»]

Aparcamos a unos 150 metros de la iglesia mayor de Barbadillo. Digo ‘la mayor’ porque hay otra pequeña cerca, en el mismo núcleo urbano; ermitas aledañas aparte.

Nada más echar pie a tierra, oímos una especie de ‘claclac claclac…’. Un repiqueteo sonoro insistente. El pueblo está quieto mientras amanece. “¿Qué es eso…?” (o ‘uotsdzat!?’, que añade una pizca de asombro con perplejidad).

Allí sólo se oye esa desconcertante sinfonía. Nos vamos acercando hacia el lugar de donde procede el concierto de percusión. No tardamos en descubrir la fuente.

Los primeros rayos del sol encienden el entre dorado y cobrizo campanario de la iglesia de San Pedro (‘la mayor’). Desde nuestra perspectiva, en el tejadillo vemos dos nidos de cigüeña.

Sus moradoras están en pie, saludando al sol, supongo. Agradeciéndole que se lleve los 4 grados bajo cero (en ese momento; más los acumulados durante la noche).

Dicen que se llama crotoreo o crotorar: Cuando las cigüeñas castañetean o tabletean el pico en demostración de alegría o exaltación por algún motivo.

Hay dos cigüeñas en cada uno de los dos nidos que vemos desde donde estamos. Dos por dos son cuatro. Pero, ¿tanto escándalo por únicamente cuatro cigüeñas?

Seguimos contorneando la iglesia. ¿Y qué descubrimos? Otros dos nidos con tres cigüeñas (dos en pareja y una sola). Ya suman siete. Son una orquesta.

Mira que he visto cigüeñas, pero jamás esa densidad en tan poco espacio. Ahora se explicaba la estereofonía de la ceremonia sonora.

Más ahí no acabó todo. Cuando llegamos a la otra iglesia, ‘la menor’, vimos otro nido. Sólo había uno y en difícil equilibrio. Con una cigüeña en él; allí no cabían más. Las espadañas no tienen tejadillo.

En fin. Después de todo, era el día de San Blas (*). Y ya sabes: 'Por San Blas, la cigüeña verás; y, si no la vieres, año de nieves'. ¡Pero tantas cigüeñas y tan contentas…!

“¡No me digas que eso anuncia ya el ‘buen tiempo’; que vaticina el final próximo del invierno! De este escuchimizado invierno, de pitiminí…”.

Esperemos que el refrán no se haya enterado aún del desajuste del calendario con las estaciones. Y que vuelva a nevar. Ahora; pronto; cuando toca. [...Y lo hizo].

(*) Bueno, más que San Blas, hoy (4 de febrero) era el día después. San Blasillo le dicen en ‘mi pueblo’ (con cariño). Pero supongo que ayer ('San Blas-San Blas') las cigüeñas harían lo mismo.

Sorprendente función. Insólita obertura para iniciar la ruta.