7 y 8-09-2009- CAÑON DEL AÑISCLO - MONTE PERDIDO - Nerín / Julio Asunción

El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido es, sin duda, uno de los lugares mas bellos del Pirineo. El único problema que le veo es la masificación de visitantes que muchas veces convierten una experiencia que podría ser única en un paseo de domingueros. Esta ruta que hice en dos días, aunque es mejor hacerla en tres (casi 50 kilómetros y mas de 2500 metros de desnivel), busca conocer lo mejor del Parque Nacional y ganar la mítica mole del Monte Perdido por rutas menos transitadas que permiten disfrutar del Parque incluso en soledad.
Realicé esta ascensión los dias 7 y 8 de septiembre de 2009.
El caminante que se aventure a seguir esta ruta conocerá una hermosa ermita rupestre, recorrerá prácticamente en su totalidad el cañon del Añisclo, que se dice es el mas bello del Pirineo, dormirá a mas de 2200 metros de altura sintiendo la soledad, alejado de las aglomeraciones del refugio de Goriz, hará cumbre en el Monte Perdido, sugerente nombre de una de las mas emblemáticas cimas del Pirineo y en el regreso tendrá unas espectaculares vistas del valle glaciar de Ordesa.
Comienza la caminata en el aparcamiento de la ermita de San Urbez, cerca de la localidad de Nerín. Tras cruzar el río se llega a esta ermita construida en el abrigo rocoso donde vivía el eremita milagrero. Es la puerta de entrada al cañon del Añisclo, lugar que empequeñece a quien se interna en el por la grandiosidad de sus paredes cortadas a pico elevándose a mas de 1000 metros sobre mi. Todo en el Parque Nacional es grandioso. El gigante Monte Perdido extiende sus dos largos brazos (el Valle de Ordesa y el Cañon del Añisclo), que han tallado la dura roca a lo largo de milenios. Elijo el segundo brazo para acercarme al señor del Parque. Será mas duro y largo, pero así evito la masificación del Valle de Ordesa. Aunque el comienzo del Añisclo está transitado, una vez superada la Ripareta (a 8 kilómetros del inicio) veremos algún que otro montañero, pero dejaremos a los paseantes atrás. La Ripareta es un hermoso lugar donde hacer un primer descanso. El cañón se abre aquí levemente para que el caminante se solace entre pequeñas cascadas. En la zona mas cerrada del Añisclo el track no es muy preciso, ya que perdía señal debido a la inmensidad de las paredes que lo cierran. A pesar de esto, antes de la Ripareta, he marcado el waypoint de un anciano tejo que está justo al lado del sendero. De todas formas el camino no tiene pérdida posible. Solo hay que seguir el río.
Algo mas de dos kilómetros mas adelante las paredes casi se juntan en el Estrecho, que supero por un puente y a partir de aquí el valle de abre manifestando la forma abierta, en “U” típica del glaciarismo. Veo una gran marmota entre el roquedal que me deja acercarme a una decena de metros. Desde aquí ya diviso el final del valle y el collado de Añisclo, pero no es necesario llegar hasta allí, ya que me interno por otro barranco cogiendo el camino marcado por otro poste que indica la dirección a Goriz y que nace junto a una hermosa cascada de mas de 10 metros de altura. Pronto se pasa junto al refugio abierto de la Fuen Blanca, donde queda el único montañero que he encontrado en mi camino desde la Ripareta: un holandés que está haciendo el GR-11.
La subida aquí es bastante empinada y voy ganando altura rápidamente. De camino veo a dos sarrios que se mueven con soltura entre las peñas. Llego por fín a un lugar ideal para plantar la tienda. Queda una hora de luz para disfrutar de una poza de aguas cristalinas y una pradera entre la Torre de Goriz y la Punta Custodia. Con una soledad impagable que contrasta con la masificación del refugio de Goriz y escuchando el rumor del agua que se desliza hacia la poza, descanso de la dura jornada donde he superado mas de 1200 metros de desnivel con 15 kilos de mochila. A pesar de estar a 2200 metros de altura la temperatura durante la noche no bajó de los 5 grados.
Sin haber amanecido me despierto y levanto el campamento. Es el día del asalto al Monte Perdido. Hasta ahora no he visto la cima. Se dice que la mítica cima tiene este nombre ya que, aunque su mole destaca desde la lejanía, cuando uno se acerca a él por los valles que le rodean, lo pierde de vista pues otras alturas lo esconden. Ya desayunado empiezo a andar a las siete de la mañana. Gano el collado cercano rápidamente y pronto veo, a algo mas de 1 kilómetro el regugio de Goriz, desde donde los montañeros empiezan ya la subida al gigante. Pronto enlazo con la ruta clásica de subida al Monte Perdido, donde cada cual, según su capacidad va progresando mas o menos rápido. Esperan tres horas de subida, pero el final se intuye ya al llegar al lago helado. Pequeño y coqueto a la sombra del Monte Perdido, que desde aquí lo aprecio magnífico recortado por la luz cenital del sol. Pero ni mucho menos ha pasado lo mas duro. La subida desde el Lago Helado hasta la cima exige un esfuerzo constante. En invierno es sumamente peligrosa, tal como anuncia un cartel cercano al lago helado. “La Escupidera” como se llama esta zona, ha matado a mas de 60 montañeros. Pero sin nieve no tiene tal dificultad pero si exige esfuerzo físico. Además hay mucha piedra suelta por lo que la subida se hace aun mas penosa. Pero por fin se superan las últimas rampas y llego a la cima. Aunque algunas nubes de evolución tapan algo la vista hacia el Sur, las panorámicas siguen siendo magníficas. Destaca el Vignemale con su glaciar escurriendo por la ladera norte y el balcón de Pineta con el lago helado de Marboré.
Con el sentimiento gratificante de la meta conseguida y después de haber disfrutado de este singular mirador de 3353 metros de altura, tercera cumbre del Pirineo, vuelvo a bajar a las inmediaciones de Goriz, pero aquí me vuelvo a alejar del resto de los montañeros ya que en vez de bajar hasta el refugio y por el valle de Ordesa (itinerario seguido por cientos de visitantes del Parque), yo voy a bajar bordeando por la parte alta hasta Cuello Gordo y desde aquí emprender el descenso hasta Nerín. La vista de Ordesa desde aquí es espectacular. Se aprecia estupendamente el valle en forma de “U” producto del glaciar que bajaba desde Monte Perdido. De camino paso junto a dos grandes piedras que me recuerdan mucho a los menhires caídos que conozco bien en Navarra. Aquí dejo la idea y los waypoints. También marco con waypoint el único sitio donde escurre algo de agua a estas alturas del verano (septiembre 2009) ya que no encontré agua en el resto de la ruta hasta Nerín. Mas importante es el waypoint donde marco el magnífico mirador desde donde se ve la enorme cascada de la cola de caballo a vista de pájaro. Enfrente, al otro lado del valle, se alza imponente la Punta Tobacor. Tras pasar Cuello Gordo, atravieso prados abiertos con ganado cuya suavidad contrasta con la agreste montaña que he recorrido hasta ahora. Paso junto a un refugio cerrado y empiezo la bajada por una pista hacia el pueblo de Nerín. Otra opción para hacer esta ruta es dejar el coche en este pueblo y empezar el recorrido circular desde aquí. En Nerín, coqueto pueblo de montaña, cojo el GR-15 que me lleva, por un antiguo camino de herradura, de vuelta hacia el Cañon del Añisclo. Según me acerco me asombran los increíbles paredones que forman esta maravilla natural. Poco mas adelante del caserío de Sercue empieza la bajada zigzagueante al fonto del Cañon y desde allí solo quedan dos kilómetros para llegar al aparcamiento. Se me ha echado la noche encima . A la salida del Cañon de nuevo paso junto a la ermita de San Urbez. En la oscuridad, cansado pero muy satisfecho, me pregunto si no sería esta naturaleza tan auténtica la que hizo al santo eremita renunciar al mundo

Si te ha gustado, o no, la ruta te agradecería que la comentaras. Ya sabes, todo sea por mejorar.

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