Abanilla, reserva del río Chícamo

NOTA IMPORTANTE: Esta información tiene únicamente carácter orientativo, quienquiera que haga uso y seguimiento total o parcial del track y su texto adicional asume la plena responsabilidad ante los riesgos propios de la práctica de la actividad senderista.

Interesante ruta fluvial que nos permite conocer una meritoria actuación ecológica para recuperar un buen ejemplo de río mediterráneo mineralizado, declarado reserva natural en febrero de 2017. Tiene el aliciente añadido de recorrer un profundo cañón, la garganta de Cagel, y hacerlo metidos en el cauce del río, pues no hay otro camino posible por lo angosto de este desfiladero excavado por erosión, con paredes de hasta 40 m de altura y escasos 2 m de ancho, abierto en antiguos fondos marinos de conglomerado.

Este paraje se encuentra al noreste de la comunidad murciana, cercano a Macisvenda, pedanía de Abanilla. Se llega a él por cómoda pista y dispone de varias zonas de aparcamiento cercanas al nacimiento del río. Comienza la ruta en un valle tipo rambla donde mana el río por afloramiento subterráneo, inundando su llanura y provocando abundante vegetación. En este comienzo, se ha realizado hace poco tiempo una importante actuación para limpiar el cauce del río de la invasión del cañaveral, que amenazaba con cegar su curso, creando al tiempo una piscifactoría donde proteger el hábitat del fartet, pez endémico en peligro de extinción; será lo primero que encontremos según nos adentramos por esta reserva.

Nos vamos familiarizando con la vegetación de ribera que nos rodea: adelfas, tarays y juncos, y algunas palmeras de la especie Phoenix Ibérica que son endémicas y propias de zonas desérticas, decorando aquí el paisaje de forma singular. Encontramos poco después las ruinas de un viejo molino fluvial, que se han recuperado en parte creando un centro de interpretación de la reserva en lo que fue la casa del molinero, muy bien restaurada.

Enseguida llegamos a la garganta de Cagel y la senda que traíamos comienza a complicarse entre los espesos cañaverales y los obstáculos que suponen los restos de derrumbes de sus paredes, excavadas por erosión en lo que fueran prehistóricos fondos marinos de conglomerado. Pronto nos vemos forzados a caminar por el lecho del río, poco profundo y de caudal estable por haberse regulado una vez constituido en reserva natural; notamos que sus aguas corren turbias, por las filtraciones de una cantera de arcillas cercana. De ese modo, caminamos con prevención porque el fondo pedregoso del río esconde hoyas que pueden alcanzar cierta profundidad, sobre todo donde los remolinos y pequeñas cascadas ahondan más.

La sensación que percibimos es como si anduviéramos entre selva tropical, por la espesura vegetal, la poca luz que penetra en las zonas más espesas y ese ambiente húmedo cuajado de pequeña fauna autóctona; para mayor realismo, alguno de los caminantes que frecuentan este entorno emite sonidos animales prototípicos y ya sí que nos sentimos transportados a ese mundo. Es un auténtico viaje en el tiempo y el espacio.

Alcanzamos más adelante la parte más angosta de la garganta. Aquí, son paredes minerales compactas las que han ido horadando y esculpiendo las aguas del río, creando un pequeño laberinto de curvas, torrenteras, cascadas y pozas que deleitan con su contemplación, sobre todo allí donde el espacio se abre lo suficiente para encuadrarla con su geografía circundante. La ocasión y el calor invitan al baño, y son bastantes los senderistas que, llegados a esta zona, disfrutan de ese aliciente añadido; no exageramos si creemos encontrarnos en un rincón del bíblico paraiso terrenal.

Salimos finalmente del cañón de la garganta y ésta se abre a una rambla más amplia con espectaculares cárcavas y barrancos propios del paisaje de las tierras de secano, que con el paso del tiempo y las lluvias torrenciales se erosionan de esta manera. Hallamos restos de una represa casi cegada, sin duda la que acumulaba las aguas del río para desviarlas hacia una antigua central eléctrica ya en desuso, que apenas distinguiremos entre una vegetación cada vez más cerrada a medida que avancemos por este tramo medio del cauce del río.

No tardamos en desistir de seguir más adelante, pues es mediodía y el fuerte calor causa sus estragos, aparte de que los cañaverales se han masificado de tal manera que son casi impenetrables. Hacemos pues el camino de retorno por el mismo recorrido de la garganta, que sigue sorprendiéndonos y encantándonos ahora por la vuelta a su frescura y el alivio del chapoteo en el agua.

Ha aumentado sensiblemente la presencia humana en la zona, algo habitual según avanza el día ya que este paraje se ha convertido en un foco de atracción turística más que notable. Nosotros nos apresuramos a completar el recorrido y, llegados al punto inicial, damos por concluida esta exótica y más que atractiva ruta.