AGUASMESTAS (400) (Belmonte de Miranda)-PICO DE LA CABRA (1.426) (Sierra de la Cabra)

AGUASMESTAS (400) (Belmonte de Miranda)-PICO DE LA CABRA (1426) (Sierra de la Cabra).

DATOS TÉCNICOS:

RECORRIDO: 13,5 k.
ALTURA MÁXIMA: 1.426 m.
ALTURA MÍNIMA: 400 m.
ASCENSO TOTAL: 1.130 m.
TIEMPO EN MOVIMIENTO: 4,15 h.
FECHA DE REALIZACIÓN: Marzo de 2021.

AGUASMESTAS (400) se encuentra en el K. 25 de la AS-227 (Puente de San Martín-Puerto de Somiedo). Está en el límite entre los concejos de Belmonte de Miranda y Somiedo, donde convergen los ríos Somiedo y Pigüeña, circunstancia a la que debe su nombre, a saber, confluencia de corrientes de agua (Diccionario General de la Lengua Asturiana).

La SIERRA DE LA CABRA discurre en dirección sur-norte, como continuación de la Sierra de la Serrantina, siendo sus cimas de mayor altitud el Gamonalín (1.441) y La Cabra (1.426), también conocido como L´Altu Xangáz, nuestro objetivo de hoy. A lo largo de esta zona discurría una ruta de los arrieros vaqueiros que, desde diferentes puntos de Castilla, entraban por el Puerto de Cereizales, seguían por la Carbazosa, el Campo la Prieta y la Sierra de la Cabra, para dirigirse después hacia Belmonte o hacia Tuña.

Notable es el accidente de la FANA DE GENESTAZA, en el curso alto del río del mismo nombre, cerca del pueblo homónimo. Se trata de un desplome, fenómeno geológico peculiar cuyo proceso comenzó en el siglo XIX, con un primer desprendimiento de la ladera occidental de la sierra. Todavía continúa desmoronándose lentamente, arrastrando a su paso piedras cuarcitas. En la toponimia local se denomina FANA. Podremos apreciar muy próxima la cumbre oriental de Peña la Fana (1.428) desde la cima de La Cabra.

Decidimos comenzar la ruta en Aguasmestas, a un kilómetro de Cuevas, donde existe un pequeño aparcamiento, no así en Noceda, a tres kilómetros, porque teníamos interés en hacer el itinerario a pie, contemplando el curso final del ARROYO LAS CUEVAS, gran protagonista de la jornada, desembocando en el Pigüeña. Cruzamos el Puente Aguasmestas dirección Cuevas y Noceda. Por una amplia vega discurre el arroyo en su último tramo, tras su curso por un valle encajado con vegetación arbórea.

A mitad de camino por carretera rumbo al pueblo, encontramos a la derecha, en la cuneta, apenas visible, un panel informativo sobre Cuevas, parroquia de San Román. Hace referencia a un antiguo castillo ya desaparecido en el pico Aguilar (1.255), al suroeste del mismo, posible fortificación altomedieval, que controlaba el valle del Pigüeña. Menciona asimismo la existencia de una malatería en el entorno y hace hincapié en la gran concentración de hórreos de importante valor etnógrafico, cosa que pudimos constatar y que nos sorprendió gratamente.

Tras cruzar CUEVAS (500-K. 1), continuamos camino de Noceda por una estrecha pista hormigonada de dos kilómetros, muy pindia con subida en zigzag, angosto valle por donde se precipita el arroyo las Cuevas. Aquí comienza el fascinante espectáculo. Un interminable flujo de pequeñas cascadas multiformes, hermosas, algunas casi en miniatura, se suceden en torrentera a lo largo de tres kilómetros, más allá incluso de la próxima aldea. Impactantes imágenes. Una caprichosa filigrana de la naturaleza.

Mas todo ello amenizado con el rumor de las aguas entre alisos, encinas, cerezos en flor, avellanos, acebos, algún tejo, hayas… entre otras especies, con el manto multicolor de prímulas radiantes y otras humildes florecillas escoltando nuestro paso. La mescolanza de luz, color y sonido conforma una composición sinfónica de embriagadora belleza. Según nuestras referencias, un valle que podríamos calificar como el gran desconocido para la gran mayoría de montañeros y senderistas.

Así llegamos a la pequeña aldea de NOCEDA (730-k.3), ahora de seis habitantes, con su ermita de la Virgen de Guadalupe y tejo, tras dejar antes de la entrada un lavadero fuente, con las torrenciales aguas del arroyo a su lado. Inmediatamente tomamos a la izquierda una estrecha calzada, que sube en fuerte pendiente rumbo noroeste entre el caserío y algún hórreo. A decir de los lugareños, era el camino primitivo de acceso a la sierra.

Retomamos, pues, el valle del Cuevas, con las mismas imágenes de los dos kilómetros anteriores. El sendero, que en ocasiones se estrecha, asciende pindio a través de un recorrido muy variado de tupida vegetación, con el único inconveniente, fácilmente salvable, de tener que saltar por encima del tronco de algún árbol caído o sortear el ramaje que invade la vereda. Es el tributo a pagar por los fuertes temporales del último invierno.

Al cabo de dos duros kilómetros desde Noceda, superando un desnivel de 400 metros, alcanzamos braña LA SOLANA (1.130-K. 5), con una cabaña derruida, donde pastaban caballos. El campo de visión se despeja. Estamos a los pies de la sierra, cuyo perfil ondulado podemos apreciar de oeste a norte. Cambio radical de paisaje, más monótono y propio de la orografía de estas tierras en sus cotas altas: escobas, brezal y conjunto de acebos.

Una pista despejada dirección este por la falda sur del cordal nos conduce cómodamente hasta la CAMPA-COLLADO (1.220-K. 5,8), que marca los límites entre el valle oriental y el occidental del que venimos. Es atalaya privilegiada para dirigir la mirada al sur desde un pequeño promontorio, reconociendo algunos de los parajes por los que hemos transitado y visualizando el contorno de la sierra con el Gamonalín (1.441) al poniente. Asimismo observamos con admiración, en una vaguada cercana al este, la sugestiva estampa de la BRAÑA DE CUEVA con sus diversas cabañas distribuidas en forma de castro, por la que después pasaremos.

Abandonamos momentáneamente la pista para afrontar rumbo noroeste el techo de la ruta, PICO DE LA CABRA (1.426-K. 7). Subimos por la campera hasta encontrar un cortafuego relativamente cómodo, en cuya franja inicial la cartografía al uso marca un túmulo, túmulo que nosotros no encontramos. Aquél nos conduce hasta la achatada cima, cubierta y rodeada de brezo, carente de relevancia, sin marcaje alguno que la identifique.

A destacar las panorámicas. Al norte de izquierda a derecha, PEÑA LA FANA (1.428), a tiro de piedra con perfil rocoso recortado y la inmensa mole alargada de PEÑA MANTECA (1.522) separada por el valle. En el horizonte del este, el CAMÍN REAL DE LAL MESA. En los confines meridionales, la CORDILLERA CANTÁBRICA, con cumbres señeras somedanas. En el sur-occidente, asomando por encima de nuestro cordal, la SIERRA DE LA SERRANTINA y más allá reconocemos cotas del concejo de Cangas.

Regresamos al collado para retomar la pista descendiendo rumbo este y pasando por la ya comentada BRAÑA DE CUEVA (1.142-k. 9,5), algunas de cuyas cabañas parece que están en uso. Seguimos bajando, poco después dirección sur, encontrando nuevos núcleos de cabañas en buen estado, lo que sugiere la relevancia que en su día tuvo esta zona para las explotaciones ganaderas. Sin embargo, no encontramos ni personas ni animales.

El descenso por el ancho y acotado camino, habilitado para tractores, nos lleva a un cruce, LA CONCA (990-K. 9), y otra cabaña. Seguiremos la nueva pista a la derecha, escoltada por arbolado y vegetación ya familiares, que al cabo de kilómetro y medio nos lleva hasta NOCEDA (730-K. 10,5), donde conectamos con el camino de ida. No queríamos perdernos el itinerario de vuelta en descenso del arroyo las Cuevas, captando el reflejo en las aguas de la intensa y nítida luz durante las primeras horas de la tarde.

Ruta sin complicaciones técnicas, no muy larga, que requiere cierto esfuerzo por las acusadas pendientes en algunos tramos, por el desnivel acumulado y por los obstáculos imprevistos del sendero de ascenso. Son destacables las panorámicas de cumbres, cordales y cordillera, así como las múltiples brañas por su relevancia etnográfica. Pero lo que nos impactó poderosamente fue el recorrido, en primavera, del valle por donde discurre el reguero las Cuevas.

Quedamos prendados de él, porque lo vivimos como bosque encantado, ruta de las Xanas en miniatura. Recurriendo al lenguaje de la metáfora, con permiso del gran poeta místico español del XVI, salvadas las distancias, una bellísima xana del entorno,
“mil gracias derramando,
pasó por estos sotos con presura
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura”.