ALARCIA - VILLAMUDRIA - LAGUNAS DE LOS MONTES DE OCA

Esta ruta nos va a llevar a enlazar Alarcia y Villamudria, en el curso alto del río Oca, con las lagunas que se encuentran en la espesa masa forestal de los Montes de Oca. Se ubican en pequeños claros de bosque, siendo alguna de difícil localización. Me refiero especialmente a un pequeño humedal que no lleva nombre por no estar siquiera reflejado en la cartografía del mapa Raster del IGN. Encontramos esta lagunita hace algo más de un año analizando las ortofotos de esta zona a caballo entre las cuencas hidrográficas del Duero y del Ebro. En su momento acudimos a conocerla y hemos vuelto con ocasión de la ruta que te presentamos, realizada el 21 de octubre de 2023. La diferencia con aquella otra visita, de mayo de 2022 es que ahora, y tristemente, nos la hemos encontrado sin agua.
Salimos de Alarcia a las 10.25 de la mañana. Hace algo de fresco y de viento. El cielo está cubierto de nubes pero la predicción no nos menciona chubascos.
Tomamos una pista ascendente que nos saca del casco urbano y nos lleva a las tenadas de Vallejo, completamente en ruinas (10.43). Quedan a la izquierda del camino. Enseguida entraremos en el robledal que caracteriza a los Montes de Oca. Prácticamente todo nuestro recorrido va a ser dentro de un espeso bosque que es, en mi opinión, la mancha forestal continua más grande de la provincia.
Nuestros pasos nos llevan tras una corta ascensión al Alto de la Solana. Alcanzamos un cruce en el medio del cual un roble hace las veces de panel indicador. En él están clavados letreros que indican los itinerarios a las localidades cercanas (10.49). Nos interesa la pista que se dirige hacia el norte, a Villamudria. La pista transcurre entre pinos y robles, transitando por un cortafuegos de los muchos que se encuentran en estos parajes. Dejamos algunos cruces pero seguimos por la vía más importante a la que hemos desembocado a los doscientos metros del cruce anterior. Unos 350 metros más adelante encontramos a nuestra izquierda, justo donde se nos une otra pista a nuestra izquierda, la Piedra del Cura (11.06), que da nombre al paraje. Es, en efecto, una lápida dedicada al cura adscrito a Villamudria y, que debió morir por esta zona a principios del siglo pasado.
El bosque dará pronto paso a los pastos para ganado que rodean al pueblo de Villamudria, adonde llegamos a las 11.26. Nos reciben los perros del lugar y nos distraemos un rato con un caballo y un asno metidos en un pequeño cercado y, al parecer, bien avenidos, a las afueras del pueblo, el único lugar habitado de todo nuestro recorrido aparte de Alarcia. Buscamos el mejor itinerario para llegar al Mulladar, un prado en el que se ubica el Roble Escarcio (11.39), el árbol monumental de Villamudria. Se encuentra cercado por una doble valla. Entendemos que para seguridad del propio árbol y de los visitantes. Tiene un porte extraordinario pero sus dos ramas principales descansan sobre un los postes a modo de bastones, lo que da una idea de su antigüedad. El troco ahuecado tiene un perímetro difícilmente abarcable por los que somos, nada menos que siete metros.
Desde este punto descendemos al cauce del río Oca, que se encuentra seco. Remontando un poco en dirección al pueblo, pero sin llegar a él, encontramos las ruinas de una pequeña iglesia con cementerio adosado a las afueras, en el extremo nororiental de Villamudria. Se encuentra escondida en una cerrada zona boscosa por lo que es difícil toparnos con ella salvo que vayamos a tiro fijo a su encuentro.
Reanudamos la marcha primero por la margen izquierda hidrográfica del Oca. La recorremos durante algo menos de un kilómetro para pasar al otro lado cruzando un pequeño puente. La vegetación aquí es de ribera. Abundan los avellanos. La senda está despejada. Hemos dejado una pista que ascendía a la derecha y continuado pegados al cauce del río. Enseguida alcanzamos el punto en el que deberemos desviarnos a la izquierda y abandonar el río, el cual sigue seco (12.29). Poco antes hemos dejado una pista que ascendía a la derecha. Hemos proseguido pegados al cauce del río. El poco más de medio kilómetro de ascensión que nos queda hasta llegar al despoblado de Haedillo, es una pista tapizada por las hojas caídas paralela a un barranco metida en lo más profundo de un bosque de hayas y robles. Es uno de los parajes más bellos que nos vamos a encontrar en este recorrido.
A Haedillo llegamos a las 12.45. Quedan apenas una nave grande abandonada y tres edificios desperdigados. Está uno de factura reciente de planta y piso, que en su día debió albergar al último habitante de este pueblo, convertido en cerca de ganado. Algo apartada hallamos la iglesia de la que apenas se conservan las cuatro paredes y de la que hay que hacer un esfurzo de imaginación para creerse que una vez fue ese templo.
Estamos en zona de pastos pero enseguida seguimos ascendiendo y entraremos al denso pinar y robledal que no abandonaremos más que al cabo de unas cuantas horas. Entramos en una intrincada foresta trufada de pistas, cortafuegos entre los pinos de repoblación de gran porte y los robles autóctonos.
Ascendemos en dirección suroeste por espacio de un kilómetro hasta un cruce del que tenemos que tomar el ramal de la derecha, hacia el oeste. Destacan, como se ha dicho, los pinos silvestres de considerable altura e. Abundan igualmente los helechos que dan al entorno una apariencia salvaje, casi selvática.
Seguimos a derecho, llaneando, hasta alcanzar un cruce en el que confluyen cinco caminos (13.22). Proseguimos recto, hacia el oeste, con ligerísima inclinación hacia el norte. Hay que estar especialmente atentos ahora porque tendremos que salir de la pista y meternos por una senda apenas perceptible entre el pinar, la cual sale a nuestra derecha a unos 300 metros del antes mencionado cruce (13.35). En la cuneta hay un pequeño montón de piedras a modo de hito que hemos tenido que reconstruir. La referencia, en caso de no ubicar estas piedras, es una vaguada descendente que queda a la izquierda. Si hasta ahora el terreno era plano, ahora ya vemos a nuestra izquierda los vallejos tributarios del río Valdecarros, en cuya busca iremos más tarde.
Pero ahora, cuando hemos abandonado un itinerario de Wikiloc (Maisid 70. Montes de Oca desde Alarcia), vamos al encuentro del mayor número posible de charcas y lagunas de estos montes. La primera que está en nuestra lista es la Laguna de las Grullas. Recorremos esa imperceptible senda en el pinar y que era en el pasado el camino de Úzquiza. Y así viene referenciado en el mapa 1:25.000 del IGN. Llegamos a las 13.55. Para nuestra desgracia está seca, aunque era de esperar, habida cuenta de la “pertinaz sequía” (las palabras no son mías sino de un señor de infausto recuerdo bajito con bigote y voz aflautada) que ha venido asolándonos durante todo el año, y lo que te rondaré morena.
La laguna tiene el tamaño de un campo de fútbol. En otras ocasiones en las que pasé por aquí en compañía de Miguel Ángel, que también está en esta ocasión, la encontré con su agua y llena de vida con los cantos de ranas y aves que habían venido a su vera. Fue el primero de mayo de 2022. Incluyo junto con esta descripción fortografías tomadas de esta excursión y de la ocasión anterior de hace dos primaveras en la que estaba llena y con incesante croar de ranas y trinar y silbar de aves.
Campo a través hacia el oeste llegamos en otros trescientos metros entre los pinos, a una pista que toma rumbo suroeste (14.08) y, enseguida, decididamente hacia el oeste. Pero justo cuando toma este rumbo, la abandonamos en el paraje que el mapa denomina Robles Gordos. En un cruce de múltiples caminos tomamos primero el de derecha y seguidamente, en cuestión de pocos metros, otro a la izquierda y de nuevo uno más a la izquierda. Vamos ahora hacia el sur por una pista que marca el límite entre los municipios de Arlanzón a nuestra derecha y Villasur de Herreros a la izquierda. Tras trescientos metros encontramos a la derecha del camino otra laguna (14.30), igualmente seca. Es pequeña y el mapa la denomina Laguna de Bargallanta. Igualmente incluímos fotos de cuando estaba llena de agua.
La siguiente laguna, y que no se encuentra marcada en el mapa, la localizamos en su día, tal y como se ha mencionado, analizando la ortofoto del lugar. Vimos un claro de bosque que nos daba buenas vibraciones. Podía ser otra laguna. No tiene nombre pero está en un paraje que el mapa denomina Bargallanta. Sin embargo, para llegar a ella, tenemos que abandonar la laguna anterior cruzando el camino y descender por la izquierda todo derecho entre pinos por una ladera hasta el fondo de un barranco despejado de maleza. Bajamos en dirección sureste unos cincuenta metros de desnivel por un paraje sombrío porque a la luz del sol le cuesta atravesar la espesura del pinar, y más con un cielo parcialmente nublado como tenemos hoy.
Toca volver a ganar ese desnivel perdido ascendiendo por la otra vertiente de la vaguada. Con la brújula vamos acercándonos y toca estar atentos en busca de un claro de bosque. Lo descubrimos a nuestra izquierda (14.51). Al llegar a la nueva laguna, sin nombre, la ubicamos con un waypoint del GPS ante todo. Es una laguna más pequeña que la de las Grullas pero algo más grande que la de Bargallanta. Se caracteriza por un montón de vegetación arbustiva que emerge como una gran maraña del mismo centro. Está igualmente seca, sin agua. Igualmente añadimos para comparar las fotos de cuando tenía más porte, las que tomamos en mayo del año pasado. Es un buen lugar para detenernos a comer, cosa que nos lleva tres cuartos de hora. Nos lo tomamos con calma.
A las 15.38 salimos de la laguna sin nombre (si lo escribimos con mayúsculas, Laguna Sin Nombre, igual nos ganamos el derecho a bautizarla, caso de no estarlo) y descendemos por la cercana vaguada hasta el cauce del río Valdecarros. Es el curso más grande de la zona aunque no lleva agua.
Una vez alcanzada la pista que tendremos que tomar en sentido ascendente hacia la izquierda (este), la descendemos unos pocos metros para llegar hasta una charca, esta sí, con agua, pero artificial (15.58). Tiene incluso unos escalones de acceso. No estamos mucho tiempo. Volvemos sobre nuestros pasos para recorrer por su margen derecha hidrográfica el río Valdecarros. Nos queda a la derecha. Subimos por suave pendiente hasta reencontrarnos con el itinerario que llevábamos descargado de Wikiloc. Subimos por espacio de algo menos de dos kilómetros. Enlazamos aquí con el llamado Camino a Villafranca (16.23). Tomamos el ramal de la derecha que se dirige hacia el sur.
El paisaje vuelve a ser de frondoso arbolado, predominado los pinos silvestres. Una vez que hemos abandonado la cabecera del Valdecarros, enseguida, a poco más de medio kilómetro del cruce anterior, nos encontramos a nuestra izquierda una imponente torreta de vigilancia de incendios (16.34). Pero no es tan imponente como para seguir siendo igual de funcional que cuando se construyó porque los árboles de su alrededor se han vuelto más imponentes aún que la torreta. Es lo que pasa, que las torretas metálicas no crecen y los árboles sí. El resultado es que, en esta ocasión, los árboles, literalmente, no nos dejan ver el bosque. Eso sí, podemos tener una vista privilegiada de las copas de los pinos que nos rodean. No subimos esta vez porque ya lo hemos hecho en otras excursiones. Proseguimos.
Unos quinientos metros más adelante, en los que nos toca primero descender y acto seguido ascender para salvar la vaguada del arroyo de Perorcajo, llegamos al Monte de la Solana (16.53). Si continuásemos hacia el sur llegaríamos en un kilómetro a alcanzar una panorámica sobre el embalse de Úzquiza en estas fechas de aguas menguantes. Tomamos una pista hacia nuestra izquierda. Se trata del Camino a Villafranca. Vamos hasta el Campo Zalduero.
En este paraje, un kilómetro después de alcanzada la zona del Alto de la Solana, volvemos a encontrarnos con otro cruce de caminos. Vuelven a confluir cinco. Tenemos un pequeño despiste al seguir rectos que el GPS, a modo de incorruptible notario para sacarnos las vergüenzas, se encarga de reflejar en el track. Solventamos nuestro despiste antes de que la cosa vaya a mayores acortando por el pinar a nuestra derecha hasta alcanzar la pista verdadera, la que se dirige hacia el sureste y que delimita los municipios de Villasur a la derecha (oeste y sur) y Rábanos a la izquierda (este y norte).
Las pistas vuelven a ser cortafuegos por su gran anchura. Pasamos los parajes de El Randillo, Carretejera y Los Quebrantados. En total recorremos dos kilómetros por las que van a ser las cotas más altas de todo nuestro recorrido, en torno a los 1.250 metros sobre el nivel del mar. En este último paraje (17.35), abandonamos la pista principal y descendemos por un cortafuegos de cierta pendiente a nuestra derecha. Salvamos unos sesenta metros de desnivel en el paraje de la Ralda y nos adentramos en un bonito camino entre robles, alfombrado por las hojas caídas del otoño (17.49).
En las inmediaciones alcanzamos una mina de carbón (17.53). Se abre a la izquierda del camino. Vale la pena acercarse a la bocamina y leer el panel informativo. Existe la posibilidad, escurriéndonos entre la pared y las vagonetas que hay a la entrada, de recorrer unos cincuenta metros de la galería. Está acondicionada con luz eléctrica. Hay que encontrar el interruptor. Un panel solar encima de la bocamina proporciona la corriente necesaria, Conviene apagar la luz al salir. La incomodidad es la poca altura de la galería y posiblemente el vuelo de algún murciélago. Pero no debemos quejarnos. Al fin y al cabo somos nosotros los que estamos perturbando al paz de su hogar (las palabras no son mías, solo estoy parafraseando a un señor de infausto recuerdo, bajito, con bigote y voz aflautada).
A la salida de la mina vemos aparecer una multitud de buitres volando a escasos metros de nosotros. Los tenemos a apenas una veintena de metros por decenas. Se ve que un grupo de cazadores les ha dejado una cierva un poco más abajo para darse un festín. Lo más parecido a esta escena que había visto antes fue una película de Hitchcock.
Estamos ya a las puertas de Alarcia. Solo nos quedan unos pocos metros de camino y, tras abrir una cancela para el ganado, dar los últimos pasos por el asfalto de la carretera. Al coche llegamos a las 18.24.
Ha sido un paseo de ocho horas. El GPS dice que hemos andado 23 kilómetros y medio y que hemos salvado un desnivel acumulado de 637 metros. También nos dice que hemos estado más tiempo parados que andando. Pero que, para compensar, el tiempo andando lo hemos hecho a una velocidad media de 7,2 kilómetros por hora. En cualquier caso, no hay que creerle. Mientras estábamos bajo los árboles los satélites no nos detectaban y se pensaban que estábamos parados. Y cuando por fin nos veían gracias a que nos dejábamos ver en un claro del bosque o alguna otra zona despejada, se han creído que hemos aparecido en nuestra nueva ubicación de forma instantánea por teletransportación. En un páramo desértico esto no nos habría pasado.