Albergue Dehesa de Solanillos - Cueva de Los Casares

Ruta lineal de unos 15 km, sin dificultad técnica desde el Albergue Rural Dehesa de Solanillos hasta el Merendero de La Cueva de los Casares. Recorremos la diagonal que trazó el fuego en 2005 y contemplamos cómo la naturaleza se abre paso a pesar de los desmanes del ser humano. Ruta imprescindible para conocer la variedad paisajística de Guadalajara, con distintos tipos de roca, formaciones geológicas impresionantes, como el Valle de los Milagros y un regalo para terminar la ruta: la visita a la Cueva de los Casares, un yacimiento arqueológico con grabados rupestres procedentes del paleolítico únicos en el mundo.

Comenzamos la mañana dejando uno de los coches en el Merendero de La Cueva de los Casares, ya que esta ruta es lineal y precisa logística de desplazamiento. Vamos en otro de los coches hasta el Albergue Rural Dehesa de Solanillos, punto de partida de nuestra ruta.

Salimos del albergue y caminamos paralelos a la carretera GU 2113 por un bosquecillo joven, nacido después del gran incendio de 2005. Llegamos hasta la Casa de la Saceda, una antigua infraestructura ganadera, de dos pisos, que seguramente servía de centro logístico en la zona. Tomamos una cómoda pista que transcurre entre pinos y pequeños robles y observamos a los caballos salvajes que forman parte del proyecto de rewilding en el que participa la Fundación Apadrina un Árbol. Más adelante contemplamos la primera maravilla geológica de la ruta, el Valle de los Artesones, que lo dejamos a un lado para continuar por la Dehesa de Solanillos. No dejan de sorprenderme las imponentes siluetas de los pinos con los que no pudo el fuego en aquel incendio que arrasó 13.000ha y se llevó por delante la vida de 11 personas. Nuestra ruta de hoy recorre los terrenos que fueron presa del fuego y sorprende muy gratamente ver cómo se han recuperado.

Continuamos ascendiendo por una pista de arenas rojizas propias del rodenal hasta alcanzar el punto más alto de la ruta y tener una panorámica completa de la zona. Cruzamos la carretera GU 951 y nos adentramos en el Parque Natural del Alto Tajo. Tomamos una cuerda que es límite de los términos municipales de Santa María del Espino y Riba de Saelices. Estamos, literalmente, rodeados de naturaleza. En este punto, el fuego pasó tan rápidamente que algunos pinos adultos perduran, eso sí, se ve la negrura del fuego en la corteza de sus árboles. El viento sopla con fuerza y aunque las vistas son impresionantes, apretamos el paso.

Pronto llegamos al primer milagro: el puntal del canto blanco, una imponente mole de piedra que nos da la bienvenida al Valle de Los Milagros. Al acercarnos un poco más vemos que está compuesto por un conglomerado de cantos rodados y areniscas rojas. Se trata un lugar geológicamente grandioso formado por tres "Milagros" el puntal del milagro, la Eslabrada y el Puntal del Canto

Caminamos un rato por el cauce del río Linares, aguas abajo, cruzándolo en unas cuantas ocasiones, siempre por los pasos habilitados y llegamos al Merendero de la Cueva de los Casares, donde hay una fuentecilla y una represa de agua que usan en verano para poder cargar agua con la que apagar los incendios. Ahí precisamente fue donde el fuego de una barbacoa originó el incendio que se extendió por toda la zona... pero dejando a un lado este fatídico detalle, se trata de un emplazamiento con mucha historia. Allí se encuentra la Cueva de los Casares y los restos de un asentamiento árabe con su Atalaya completamente reconstruida. Merece la pena reservar un par de horas para una visita tranquila al yacimiento y a la atalaya. La visita es gratuita pero hay que reservarla y es completamente recomendable ya que contiene grabados rupestres del paleolítico únicos en el mundo.

A nivel botánico, la vegetación se conforma como un joven bosque mixto de pinos robles y alguna encina, resaltan los ejemplares adultos de resineros (pinus pinaster) supervivientes al incendio, con portes de más de 10 m. Vemos también enebros, alguna sabina albar y reconocemos tres especies de jaras (ladanifer, laurifolius y populifolius), además de distintas aromáticas, como tomillo y cantueso. Cerca del río comparten espacio las mimbreras y los álamos junto con numerosos pinos adultos supervivientes al incendio y una mullida capa de hierba. Entre los álamos y chopos de la ribera se reconoce algún ejemplar de álamo temblón. Ya en la solana en la que se emplaza la cueva, se identifican numerosos ejemplares de sabina mora.

Se trata de un recorrido precioso, con mucha historia tanto a nivel natural como de patrimonio histórico y que se puede hacer en cualquier momento, evitando el verano, ya que tiene poca sombra. No es un recorrido difícil, a pesar de no estar señalizado y carece de dificultad técnica. La única complicación es que tiene cierto desnivel y algo larga, solo apta para personas habituadas a caminar. Por lo demás... ¡¡una maravilla 100% recomendable!