Albinyana-Puig de Sant Antoni 100 Cims-Cova de Vallmajor

Nos recibe Albinyana con la egregia torre de su iglesia y la sincera acogida de sus gentes. Bajo las mascarillas se insinúa una sonrisa confiada, sin recelo hacia los forasteros. Se agradece y nos alivia un tanto del lustroso sol, que ya luce en todo su esplendor desde bien temprano. Se podría decir que este lugar es el paraiso en la tierra para el senderista, pues rodeado de verdes colinas casi por completo, promete no defraudar al elegir el destino diario sin repetir ruta. La empinada calle desemboca en la Plaça Vella, donde se ubica la Parròquia de Sant Bartomeu con el citado campanario. Un cartel de tiempos pasados advierte de la prohibición de mendigar El Camí del Quadrell nos orienta hacia La Travessa de les Ermites y la Costa del Rovira, que es como se denomina esa zona. Unas cuantas cuestas, alternando cemento, tierra y senderos pedregosos, que discurren entre una típica vegetación donde predominan los olivos y como siempre el pino, nos acompañan con un oloroso aroma a romero, hasta el Puig de Sant Antoni, que está incluido en la lista de 100 Cims. Marcado por un punto geodésico , ofrece unas excelentes panorámicas que gracias a ser un dia despejado, permiten contemplar el mar con total nitidez. Una agrupación de barcos anclados cerca de la costa, nos da la pista sobre donde queda el puerto de Tarragona. Iniciando la bajada pudimos visitar la Cova Avenc dels Joans y para nuestro pesar no localizamos ni la Cova d'Artús ni el Forat del Vent. A pesar de estar indicados en el track, nuestros esfuerzos fueron infructuosos y por ello he eliminado esa parte de la ruta. Junto a la Ermita de Sant Antoni de Pàdua, después de visitar las ruinas del Castell de l'Esquernosa, unas mesas nos permiten reponer fuerzas cómodamente. Coincidiendo a ratos con el GR, pasadas las ruinas de la Masia d'Escansa, nos dejamos guiar por las rojas marcas en forma de rutilante y simpático murciélago, que acertamos marca el camino hasta la Cova de Vallmajor. Un pequeño descenso por un rocoso sendero nos lleva hasta la entrada. Circundando el perímetro de Aqualeón por la Serra Pedragosa, que fiel a su nombre contiene piedras de mil formas y tamaños, alcanzamos el Puig del Lleó. Bromeamos con que el nombre se debe a una posible huida de algún felino de la reserva de animales y que en caso de un inesperado encuentro, no hay que correr más que la fiera, cosa por demás imposible, sino más que el más lento del grupo. El paso por zigzagueantes senderos es amenizado por algunas barracas de piedra, desembocando de nuevo en el pueblo.