Alcazaba por la arista sur y Torrecilla por el Paso del Cristiano

Tremenda ruta con tramos novedosos por la vertiente sur del maravilloso Parque Nacional de la Sierra de las Nieves, compartida con los compañeros de Comando Preston, aunque el primer tramo –hasta los andenes del Tajo de la Yedra– la hice en solitario. Partiendo del carril de Tolox subiremos al Cerro de la Alcazaba por su arista sur –un tramo exploratorio del que no tenía referencia– superando dos escalones rocosos con trepadas de cierta dificultad técnica, cruzaremos el Barranco de los Pilones para subir por la otra vertiente a los vasares que discurren por encima de los tajos y luego por debajo de ellos hasta el Paso del Cristiano, superaremos este y seguiremos subiendo por la durísima ladera hasta los Cerros de las Plazoletas y luego hasta la cumbre del Torrecilla. La bajada la haremos por el sendero clásico hasta el Pilar de Tolox y luego por la cañada que baja desde él hasta la de los Pilones, cruzaremos el agreste Pinsapar de la Yedra y retornaremos por el sendero del Puerto de la Perdiz para cerrar el círculo. Es una ruta dura y complicada, que requiere experiencia y conocimiento del terreno. La califico como muy difícil sobre todo por las trepadas en la subida final a la Alcazaba, y por la zona del Vasar de las Cabras, que es muy expuesta y hay que acertar con el paso.

El punto de inicio se sitúa en el Carril de Tolox, a unos 6 Km de su arranque en el carril de los Quejigales hay un ensanche donde se pueden aparcar tres o cuatro vehículos. Me calzo las botas y sin más preámbulos, comienzo a subir a hierro por la arista. La primera parte está bastante cerrada de matorral –enebro, sabina, aulaga…–, y tengo que ir zigzagueando para abrirme paso, ayudado por alguna traza que ya han abierto las cabras.


Arista sur de la Alcazaba

Hacia atrás quedan los Cerros Abanto y Alcojona, a ambos lados del Barranco de los Quejigos, y más allá la Sierra Palmitera con el Encinetas.


Cerros Abanto y Alcojona

Conforme voy ganando altura el matorral se va aclarando y la progresión es más fácil. Pronto llego al primer resalte rocoso que tendré que superar.


Primer escalón en la Arista sur de la Alcazaba

Mi primera intuición es atacarlo por la derecha, que es más bajo y parece asequible, pero justo por su base atraviesa un sendero muy claro, así que lo sigo primero hacia la izquierda por ver si hubiera alguna subida posible por ese lado, aunque desde aquí parece completamente inexpugnable. Avanzo unos metros en esa dirección, escudriñando meticulosamente la pared en busca de alguna vía, pero no encuentro ninguna ni mínimamente asequible, así que vuelvo sobre mis pasos y comienzo a subir por la derecha.


Primer escalón en la Arista sur de la Alcazaba

Por esta zona la subida es fácil, aunque hay que ayudarse de las manos en algún paso más vertical.


Primer escalón en la Arista sur de la Alcazaba

Superado este resalte, el avance es muy cómodo, sobre piedra firme y sin apenas matorral.


Arista sur de la Alcazaba

Más arriba el matorral vuelve a espesarse un poco –aulaga sobre todo–, pero es más bajo que en el primer tramo y no molesta demasiado. La muela característica que culmina este cerro ya se ve muy cerca.


Cumbre de la Alcazaba


A medida que me acerco a la pared del peñón cimero, voy buscando la vía que me permita superarlo: a primera vista, parece más fácil por la derecha, pero yo prefiero situarme debajo de la cumbre, que se encuentra a la izquierda, y subir por una grieta que veo con posibilidades.


Muela de la Alcazaba

La subida por aquí es bastante complicada, la más exigente que haré hoy, tengo que hacer varios intentos antes de dar con el canuto que se deje trepar. Lo fundamental es tener paciencia hasta encontrar la vía buena, y asegurarse bien antes de cada paso.



Grieta de acceso a la cumbre de la Alcazaba

Una vez arriba, me acerco primero al mirador que hay en el extremo oriental del peñón, con espectaculares vistas al macizo del Torrecilla y el Barranco de los Pilones. Se puede ver claramente el recorrido que haremos por todos los tajos hasta el extremo sur, donde dobla el Tajo Bermejo.


Cara occidental del Torrecilla con los tajos del Barranco de los Pilones

Luego paso por el vértice (1699) marcado por un pequeño majano, y sin apenas detenerme bajo por la vía habitual de la cara sur hacia el pequeño quejigal. La bajada por aquí es mucho más fácil, casi no hay que usar las manos.


Quejigos de la Alcazaba

Continúo pegado a la roca hasta la cuerda, y luego sigo por ella unos metros antes de comenzar a bajar hacia el Arroyo de los Pilones, en oblicuo para no perder más altura de la necesaria. Esta bajada es bastante incómoda, muy empinada y con muchas lajas sueltas, sobre todo en la parte alta. Un par de quejigos nos sirven de referencia al principio, luego es cuestión de prolongar la trayectoria hasta el fondo del barranco, a 1500 msnm aproximadamente.


Bajando al Barranco de los Pilones desde la Alcazaba

Cruzamos el arroyo y continuamos por la otra margen unos metros hasta el siguiente tributario, donde giramos a la derecha para subir por encima de los tajos. Dos quejigos nos marcan claramente el acceso, entre ellos tenemos que colarnos.


Paso por encima de los Tajos del Barranco de los Pilones

En cuanto superamos las piedras hay que comenzar a bajar de nuevo para pegarnos al tajo, por donde discurre una ancha repisa bastante llana y cómoda de andar.


Vasar sobre los Tajos del Barranco de los Pilones

Hasta la altura de la Cueva de la Yedra las paredes del tajo son muy verticales, sin ningún resquicio por donde se pueda subir o bajar. En otra ocasión fui asomándome en busca de alguna vía franqueable y no la encontré, pero las vistas desde arriba son impresionantes. Esta vez no me entretengo con eso, avanzo rápido por esta zona cómoda que me permite recuperar algún tiempo, porque la subida a la Alcazaba ha sido entretenida. Hay algunos grandes pinsapos solitarios, últimos representantes del gran pinsapar que poblaba toda esta cañada en la antigüedad y que actualmente se reduce al pequeño bosquecillo de la Yedra.


Tajo Bermejo

Más adelante tras pasar por encima de la Cueva de la Yedra y cruzar una cañada, se insinúa una veredilla de cabras que discurre por una repisita muy estrecha y expuesta al precipicio, a la que yo llamo el Vasar de las Cabras, porque fueron ellas las que me lo descubrieron cuando las vi pasar por él desde el otro lado de la Cañada de los Pilones –de no ser así no se me hubiera ocurrido pasar por aquí–. Hay una sabina que dificulta aún más el paso, hay que tener mucho ojo por esta zona, mejor no aventurarse por ella si no se conoce.


Vasar de las Cabras

Desde aquí hay buenas vistas del Pinsapar de la Yedra y sobre él, el Cerro de la Alcazaba.


Pinsapar de la Yedra y Alcazaba desde el Vasar de las Cabras

A continuación hay una canaleta que permite destrepar hasta el nivel de los Andenes del Tajo de la Yedra. A partir de aquí el camino es conocido y diviso al grupo de Comando Preston un poco más adelante –ellos han cruzado desde el Pinsapar de la Yedra. Pronto me uno a ellos, cerca ya del Tajo Bermejo. Los inmensos paredones nos dejan boquiabiertos.


Paredones del Tajo Bermejo

Al final del Tajo Bermejo se gira a la izquierda y ya vamos buscando una encina solitaria que nos sirve de referencia para empezar la subida hacia el Paso del Cristiano. Es un buen lugar para colocarse el arnés –el que lo lleve, claro–.


Encina de referencia para el Paso del Cristiano

Desde la encina comenzamos a trepar por la piedra hasta un rellano donde un hito marca el camino –por la izquierda–. Unos metros más allá hay un chaparro, desde él ya podemos ver el primer tramo de cuerda instalada para ayudar en la ascensión, aunque hay que saber dónde está y fijarse bien para localizarla.


Ya se ve la cuerda fija

El paso desde el chaparro al inicio de la cuerda, aunque no presenta dificultad, es muy expuesto, quizás el más delicado de toda la subida, no hay que confiarse por aquí, especialmente si la piedra está húmeda –por supuesto, si está helada mejor no venir por esta zona–. El primer tramo equipado con la cuerda cada uno lo hace a su manera, desde el que trepa libremente por las piedras de la izquierda, hasta el que se ayuda de un puño bloqueador –lo más cómodo y técnico, por supuesto–, o simplemente tirando de la cuerda. También montamos otra cuerda con un 8 para asegurar a los más precavidos en su ascenso.


Cuerda fija en el Paso del Cristiano

Más arriba hay instalado un cable de acero a modo de línea de vida donde podemos asegurarnos con la vaga. Este tramo no es tan vertical y se sube bien sin ayuda del cable –que no es para eso–. El paso más delicado es horizontal, pero muy estrecho y expuesto, en este sí conviene asegurarse al cable, o al menos agarrarse a él.


Paso del Cristiano

Con tanta parafernalia, lo que yendo solo se hace en pocos minutos sin pararse a pensar, nos lleva más de una hora. Pero es divertido y entretenido, y el descanso nos vendrá bien para el siguiente tramo, que sí es para temerle: una subida inmisericorde de más de cuatrocientos metros en poco más de un kilómetro por la empinada ladera de lajas sueltas hasta los cerros de las Plazoletas. Un duro castigo –agravado por el calor, impropio de estas fechas– que hay que tomarse con calma, al menos para los que no somos grandes atletas.


Subiendo a las Plazoletas

Por aquí no hay sendero definido, yo voy zigzagueando un poco por suavizar algo la pendiente, y buscando la arista porque es mi querencia natural, pero da un poco igual, el caso es ir ganando altura con el Cerro de las Plazoletas en el punto de mira. Subo primero al cerro inferior (1834), aunque no es necesario. Allí se encuentra una sima, marcada con un círculo azul.


Sima de las Plazoletas

Luego continuamos hasta el cercano Cerro de las Plazoletas superior (1874), cuarenta metros más alto. Desde él se ve ya muy cerca la cima del Torrecilla, bastante concurrida, como de costumbre. La subida por la arista es ya más tendida y pronto nos situamos en la cumbre.


Torrecilla desde el Cerro de las Plazoletas

Arriba paramos un buen rato –la temperatura es buenísima para estas fechas– para comer algo, charlar, bromear y hacernos algunas fotos.


Cumbre del Torrecilla

Aunque lo previsto era bajar por la cara occidental hacia Puerto Alto, como vamos justos de agua –nadie había previsto tanto calor–, decidimos bajar por el sendero oficial al Pilar de Tolox para rellenar las cantimploras en la fuente –un hilillo de agua, allí nunca falta, muy rica por cierto–. Esta bajada es algo más larga pero mucho más cómoda.


Pilar de Tolox

En la fuente nos refrescamos, bebemos y cargamos agua fresca, nos hacemos unas fotos, bromeamos y charlamos otro poco. Lo habitual en estas paradas montañeras.


Pilar de Tolox

Luego bajamos por la cañada que va a desembocar en el Arroyo de los Pilones –o Cañada del Cebro en su parte alta–. El sendero no está bien definido, se trata de seguir el cauce por donde mejor nos convenga, siguiendo algunas trazas de vereda, cambiando de margen varias veces por las represas que jalonan el barranco para frenar las avenidas buscando el camino más cómodo , esquivando los escalones más altos como se pueda. Es una zona entretenida y con mucho encanto.


Cañada del Pilar de Tolox

Cuando llegamos a la Cañada del Cebro, la cruzamos y continuamos por la otra vertiente hacia el Pinsapar de la Yedra. Por aquí tampoco hay sendero claro, el pinsapar nos sirve de referencia, aunque hay que acertar con la altura para no complicarnos mucho. El paso por este agreste y decrépito bosque es siempre complicado, en una zona de mucha pendiente cubierta de ramas y árboles caídos que le confieren un particular encanto misterioso. Todavía quedan bastantes ejemplares de gran porte, pero hay poco signos de regeneración más allá de la repoblación.


Pinsapar de la Yedra

Finalmente salimos al sendero que nos conduce al Puerto de la Perdiz y de allí al ensanche del carril de Tolox donde tenemos los coches. Este sendero sí está claro y presenta un trazado cómodo de bajada por el que avanzamos a buen ritmo. La luz cálida del atardecer resalta los tonos rojizos de las laderas del Torrecilla que vamos dejando a nuestras espaldas.



Macizo del Torrecilla desde el Puerto de la Perdiz

Con estas bellas vistas y con la satisfacción que nos produce una ruta así, llegamos al coche cuando el último rayo de sol todavía ilumina la cumbre de la Alcazaba. Una ruta inmejorable con una compañía insuperable.


Últimas luces sobre la Alcazaba