Aldea del Cano a Cáceres

Dentro de mi programa de preparación para la participación en las LXVII Millas Romanas de Mérida (prueba personal no competitiva, consistente en hacer 100 kilómetros en menos de 24 horas, pasado por los diez controles existentes dentro de unos tiempos mínimos marcados), contemplaba algún recorrido de entorno a los 50 kilómetros, a buena marcha.

Tras ver varias alternativas opté por ir desde Cáceres hasta Aldea del Cano y regresar. Ello supone casi los 50 kilómetros previstos.

Hice el recorrido el 19 de marzo de 2014, comenzando a caminar a las 6,30 de la mañana y retornando al punto de origen a las 15,45, lo que me dio una media de velocidad de en torno a los 5,5 kilómetros a la hora, más que suficiente para realizar los tiempos exigidos por la organización de las Millas Romanas. Hice todo el recorrido sin detenerme a descansar en ningún momento. Incluso una manzana que tomé a la salida de Aldea del Cano y un sándwich cuando ya estaba por el Puerto de las Camellas, los ingerí sin dejar de caminar.

El calor no fue excesivo, pese a lo cual consumí casi totalmente los dos litros de agua que llevaba en mi camelbak.

Evidentemente no se trata de hacer el recorrido en tiempo, como tampoco de tener resistencia física o mental suficiente para la prueba. La clave está en que los pies aguanten los 67.000 pasos en un ejercicio continuado al que los mismos no están habituados. Las almohadillas, bajo los dedos, así como los talones se resienten de manera importante.

Tampoco paré para cambiar calcetines, cosa que sí hubiera hecho (tras haberme dado una buena mano de vaselina en los pies) de haber andado más de 50 kilómetros. Estimo que en una prueba de ultrafondo deben cambiarse los calcetines y ponerse vaselina cada 30 kilómetros aproximadamente.

He optado por grabar el track en dos partes: de Cáceres a Aldea del Cano, finalizando el track allí, y un track distinto para el regreso. Me ha animado a ello el que los track que cuelgo en la red puedan servir a cualquiera que venga desde Aldea del Cano a Cáceres o que vaya desde ésta a aquélla.

Esta referencia alude a la segunda parte del recorrido, es decir, desde Aldea del Cano hasta Cáceres.

Como el anterior recorrido lo terminé junto a la Iglesia de San Martín, ahí comienzo el regreso, dirigiéndome hacia la N-630 y el albergue de caminantes para, desde allí, pasando junto al cementerio, girar a la derecha hasta llegar a la carretera que entra el pueblo y que viene de la autovía. Al cruzarla, a la izquierda queda una fuente con dos cubos de granito y otra gran piedra, rectangular, donde se da información sobre el pueblo.

Seguimos en camino en dirección al puente elevado por el que discurre la autovía A-66, pasando por debajo del mismo.

Poco después nos encontramos con el primero de los muchos arroyuelos que saldrán a nuestro paso, todos provistos de piedras pasaderas que nos ayudarán a sortear el obstáculo sin dificultad. Este primero es el Arroyo del Molinillo, cuyas pasaderas quedan ligeramente apartadas del camino y a la izquierda del mismo, como a unos 6 o 7 metros, por lo que me dirijo a ellas para continuar.

Un poco más adelante una cancela, que encuentro y dejo abierta y a su lado un paso canadiense.

Desde este lugar podemos ver a lo lejos, a la derecha, al otro lado de la carretera, la Casa del Garabato de Arriba y el Castillo del Mayorazgo o del Garabato.

Un kilómetro más adelante, el Arroyo de la Cigorova, desprovisto por completo de cualquier vestigio de agua, pero con sus piedras pasaderas que serán, sin duda, agradecidas por los caminantes que cruzan estas tierras en tiempo de lluvias abundantes.

Un poco más adelante, el último arroyo antes de llegar a La Cervera. Se trata del Arroyo de la Falsa que, como los demás, cuenta con piedras pasaderas de buen tamaño y firmemente asentadas para salvar el obstáculo sin dificultad alguna.

Cuando llego a las pistas del Aeródromo de la Cervera están desiertas. Ni un aficionado con su avioneta, ni con ningún otro artilugio volador que me hubiera servido de entretenimiento. Cruzo las pistas lamentando la poca utilidad que se da a un sitio tan magnífico y, cuando voy a salir sobrepasando la línea de angares, veo en una casita de las instalaciones, en la misma fila que los angares citados, dos caminantes que parecen haber tomado posesión del lugar. Uno de ellos, portugués por su acento, lo vi esta mañana, cuando iba hacia Aldea del Cano. El otro es la primera vez que lo veo. Ambos me dan la impresión de estar muy relajados y de llevar ya unas horas en el lugar. Traban conversación preguntándome cuándo falta para llegar a Cáceres, así como por la existencia de albergues, a lo que les respondo y pretextando que he de llegar a la hora de comer, los saludo y continúo mi camino.

Tras una pequeña bajada, el Arroyo de la Cervera, que viene de una bonita charca totalmente cubierta de flores blancas que no me resisto a fotografiar. Como en los demás lugares donde hay presencia de agua, sólidas piedras pasaderas, en número suficiente para atravesar el obstáculo.

A tiro de piedra el Pozo de la Reventada, con una gran cancela redonda sobre el brocal para alejar peligros. Junto al pozo varios abrevaderos de piedra, antiguos, medio ocultos por las hierbas. El sitio es precioso y bien merecería estar algo más adecentado.

El calor ha comenzado a apretar y el paso se me vuele un poco más pesado de lo que lo he traído hasta ahora, pero no quiero bajar el ritmo de la marcha.

Un kilómetro y medio más adelanto atravieso el Camino de Malpartida, que se cruza en el que traigo y continúo para, en los dos kilómetros siguientes atravesar dos cancelas con pasos canadienses. Cuando cruzo la segunda, Valdesalor queda ya ante mis ojos.

En este punto, a mi derecha, un poco de color blanco y de buenas dimensiones llama mi atención. Queda a la derecha del camino, dentro de una finca, y me pasó desapercibido cuando iba en dirección a Aldea del Cano.

Sorteo el agua que cubre todo el camino y en un par de minutos me encuentro de nuevo junto al Puente Viejo de la Mocha, que tanto me gustó la primera vez que lo vi y que, aún ahora, me sigue encantando.

Desde el puente a Valdesalor, voy por un camino recto y exento de dificultad. Como su firme es de grava gruesa, prefiero andar por el lateral derecho, por donde va la vereda de la Vía de la Plata, con más hierba y tierra, menos piedra y más cómodo al caminar.

Al llegar al pueblo prefiero circunvalarlo por la derecha, pero he de advertir que allí mismo está el ALBERGUE DE PEREGRINOS. Se trata de una casa, de una sola planta que te encuentras a la izquierda nada más cruzar la calle a la que llega el camino que traemos. A la derecha queda un bar cafetería, en medio de un parque infantil, y a la izquierda el albergue. En la puerta figura el horario de atención al público, que fotografié y adjunto en el waypoint correspondiente.

Como al venir, no entro en el pueblo. Sigo la carretera que lo circunvala por el extremo más cercano a la N-630 y al llegar a la calle principal, junto a la Iglesia y su campanario, cruzo la carretera mencionada para dirigirme, por camino, hacia el puente elevado por el que se puede cruzar la autovía.

Cruzado el puente, me queda a la vista la Cantera Ana, de Áridos Núñez, que siempre me resulta demasiado agresiva con el medio ambiente. Tras recorrer pocos metros por la carretera que viene de la misma, salgo al camino de tierra para ir a cruzar por el paso bajo la N-630.

Cruzado el paso, giro a la derecha para subir por la mal trazada vereda entre la carretera y el arroyuelo que baja desde las Camellas. El terreno aquí es irregular, perdiéndose a cada poco la vereda, por lo que vas pasando de un lado a otro. Pero no es, en absoluto, algo incómodo.

Corono la subida en el Puerto de las Camellas y cruzo la carretera N-630. Es un punto delicado, pues se encuentra en una curva, aunque amplia, pero no exenta de algún peligro, por lo que conviene mirar bien a ambos lados antes de cruzar.

Una vez al otro lado hemos de recorrer algo más de dos kilómetros hasta llegar a la confluencia de la Cañada de la Vía de la Plata, por la que vamos, con la Cañada del Casar. El punto en que se encuentran es bastante evidente, pues ambas son amplias. En ese lugar hemos de tomar a la derecha, para dirigirnos hacia el Polígono Industrial de la Charca Musia. Puede servirnos de orientación los chalets, aislados, que veremos junto al camino que indico.

En poco más de kilómetro y medio habremos llegado al Polígono y enseguida veremos, a la derecha, una gasolinera donde se puede hacer acopio de agua o de alguna chocolatina, o galletas si fuera necesario para reponer fuerzas.

También en la gasolinera pueden orientar a quien desee dirigirse hacia la Ciudad Monumental o hacia el Albergue que hay en la Fundación Valhondo, en el Barrio de San Blas.

Yo, por mi parte, tomé toda la Avenida de Cervantes en dirección a la Plaza de América y de allí, a dar por terminado el camino.

Finalicé la ruta a las 15,45. Había salido a las 6,30 de la mañana y el recorrido fueron 49 kilómetros, por lo que obtuve una media de casi 5,5 kilómetros por hora, lo que no está nada mal como media para una distancia prolongada como esta.