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Alpujarra: Busquístar- Cástaras – Notáez

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Trail stats

Distance
8.79 mi
Elevation gain
2,687 ft
Technical difficulty
Moderate
Elevation loss
2,684 ft
Max elevation
4,615 ft
TrailRank 
32
Min elevation
2,690 ft
Trail type
One Way
Moving time
5 hours 7 minutes
Time
6 hours 56 minutes
Coordinates
2575
Uploaded
December 10, 2023
Recorded
December 2023
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near Busquístar, Andalucía (España)

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Itinerary description

Alpujarra: Busquístar- Cástaras – Notáez

***Ruta con los amigos del Club de Montaña Comando Preston, guiada por Francisco Jesús Postigo (Francis) y Juan Ignacio Amador (Juani). Gracias por vuestras maneras, es un placer caminar con vosotros.

Es de noche aún cuando salimos de Málaga camino de La Alpujarra hasta el pueblo de Busquístar, desde donde partimos por el Sendero Medieval que nos baja hasta el río Trevélez. Tras pasar el primer puente subimos por la Escarihuela del Portichuelo, así se conoce a los caminos verticales y zigzagueantes cuya denominación proviene por deformación del término «escaleruela» (con forma de escalera).

De usted hay que hablarle a este sendero, no sólo por su belleza sino por sus años, documentado en los libros de apeos del siglo XVI.

El primer destino es el pueblo de Cástaras, el pueblo que sobrevive sin bares ni tiendas y donde viven entre 20 y 30 personas y posiblemente más gatos que almas. Nos dice una vecina, que tras oír gente en la calle sale a la puerta asombrada, que no podemos dejar el pueblo sin ir a ver el antiguo lavadero público y cruzar “el puente más bonito de la Alpujarra” y que este pueblo vivió tiempos mejores cuando ejercía “Pura, la curandera”, entonces sí era frecuente ver “forasteros por las calles”.

Desde Cástaras nos dirigimos a Notáez, frente a la sierra de la Contraviesa, con iglesia sobre mezquita, una fuente de cuatro caños que no deja de manar agua en los tiempos que corre, algunas almas más que en Cástaras y una quietud en sus calles que conquistan al viajero para caminar despacio, consciente del valor de la calma de estos pueblos.

Con el alma sosegada y las piernas cargadas volvemos a Busquístar, el pueblo rodeado de castaños y donde, sólo mirando, aprendemos una magistral lección de arquitectura alpujarreña.

Estamos en la tierra que vive, dormita y sueña al amparo de las cumbres del Mulhacén y el Veleta; frente al Mediterráneo, lejos y cerca a la vez; la tierra en la que puedes oír la natural sinfonía del correr del agua; la de las casas sin tejados, pero con “terrado”, esa azotea sobre vigas de castaño, lajas de pizarra y cubierta de “launa” que igual sirven como secadero que para encuentro de vecinos en las noches de verano bajo un infinito cielo estrellado; la de las singulares chimeneas; la de los “tinaos” como se les conoce a los pasadizos bajos las casas que forman parte de sus calles de piedra.

La tierra a la que llegó Boabdil, el último sultán de la dinastía nazarí, con Morayma su mujer, última sultana, tras la entrega de las llaves de Granada al Rey Fernando de Aragón.

El lugar que fue el último refugio de los moriscos, a los que se les permitió vivir aquí hasta mucho después de la caída del Reino Nazarí de Granada en 1492, hasta que fueron expulsados definitivamente. La tierra por la que lloraron con la mayor tristeza de su historia y la que labraron mejor que nadie.

El territorio que repoblaron andaluces, castellanos, gallegos y leoneses y luego gente del mundo atraído por su luz, sus estrellas en las noches de verano, su quietud, sus aguas y su gente… alpujarreños orgullosos de sus orígenes y hospitalarios con los viajeros.

Los pueblos de los puentes medievales escondidos; los de las iglesias sobre mezquitas; los de las parras en las calles; los de las calles de los gatos y los de la poesía sin palabras, en sus rincones, sus paredes, sus muros y en sus almas.

A La Alpujarra no vayas a hacer turismo… sino con alma de viajero, a sentir más que a ver.

Vuelvo a esta tierra y vuelvo a sentir el cosquilleo que producen las querencias. Regreso a sus caminos, a seguir dejándome sorprender, a dejarme querer… y a querer.

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