64. Alrededor del Embalse de Alba
near Alba, Castilla y León (España)
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Itinerary description
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 46 (para Senderismo): dificultad 'Fácil' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 398 metros (superior al que estima Wikiloc).
Realizamos esta ruta el 17 de julio de 2021 (publicada en la Web de Wikiloc el 7 de marzo de 2022). Para guiarnos en el recorrido, nos servimos de la descripción y mapas proporcionados en el blog ‘Sendas de Burgos’ (http://sendasdeburgos.blogspot.com/2013/04/en-torno-la-presa-de-alba.html). Introdujimos sólo pequeños cambios sobre la senda guía, aparte de realizarla en sentido inverso. Hicimos esto último sin ninguna razón en especial; quizá atraídos por el inmediato bosque de hayas en esa dirección.
La ruta parte de la ermita de Nuestra Señora de Oca, en un área recreativa próxima a Villafranca Montes de Oca. Atravesamos un exuberante hayedo hasta posicionarnos sobre una zona alta de claros. Desde allí descendemos hasta un arroyo que desagua en el río Oca y luego, por un empinado talud, hasta el lecho del propio río. No fue difícil cruzarlo, pero a continuación nos esperaba un fuerte repecho. Caminamos por la cabecera del embalse de Alba hasta llegar a otro hayedo, el de Alba, más impresionante que el anterior. Seguimos bordeando el embalse hasta llegar a la presa que lo retiene. Descendemos por las escaleras y nos alineamos en el desfiladero del río Oca, que enseguida nos devuelve al punto de origen.
A pesar de su limitada longitud (no llega a 11 km) y modesto desnivel (no llega a 500 m), he calificado la dificultad de esta ruta como ‘Moderada’ (no cómo ‘Fácil’). La razón para ello es su perfil en forma de sierra, con numerosos sube-y-baja de bastante pendiente y no siempre suelo firme (sin peligro). La orientación no es difícil: generalmente hay un sendero visible por el que transitar. No obstante, tanto en los descensos hasta el río como los ascensos, la huella del sendero se difumina o desaparece y hay que improvisar. Asimismo, merodeamos sin éxito, algo desorientados, en torno a las supuestas ruinas del poblado de Alba; quizá hayan terminado devoradas por la vegetación.
Toda la ruta tiene interés, pero hay algunos aspectos especialmente notables. Siguiendo la secuencia del trayecto, primero, tenemos, nada más comenzar, un hayedo que parece bajo el influjo de algún hipnótico sortilegio. Siempre me ocurre lo mismo en todos los hayedos; aquí, quizá aun más, al internarnos en él en un día oscuro y brumoso en sus inicios matutinos. Incluso así, al atravesarlo, trasmite cierta jovialidad. La experiencia será algo más intensa en el otro hayedo, posterior, durante el regreso circular.
Segundo, el profundo cauce del río Oca, recién nacido, pero aprovechando las fallas tectónicas, también resulta impactante. Y, asimismo, lo es la vegetación que se aferra a sus orillas y a los taludes de un lado y otro. Igualmente, en el mismo entorno en forma de embudo, hay que referirse a los llamativos cortantes rocosos, de formas cónicas puntiagudas; o las chimeneas pétreas que se yerguen al encajonarse el río en la cabecera del embalse.
Tercero, tenemos otro hayedo más, el de Alba, con ejemplares más vetustos que el anterior. Sus formas contorsionadas, sus cuerpos retorcidos, sus protuberancias y sus oquedades, conmueven. Menos mal que ya estábamos en mitad de la mañana y fuera lucía un sol espléndido. Aunque sus rayos de luz apenas lograban penetrar en la floresta, al menos había luz. De otro modo, entre la niebla y la umbría, habría sido sobrecogedor (…pero tal vez sólo sean ‘cosas mías’…).
Cuarto, llegamos a las orillas del embalse cuando ya el día era de un luminoso deslumbrante. El azul de arriba se reflejaba en la encalmada superficie del agua, embelleciendo el paisaje aun más, si cabe. Para mayor ornamentación, los márgenes del embalse, todo alrededor, estaban cubiertos de verde hierba y flores multicolores. Ya en su parte final, cerca de la presa, emergían arbustos de un rutilante color amarillo. Eran los inicios del verano.
Finalmente, quinto, encontramos una perla, aunque breve: el desfiladero del río Oca. Descendemos los escalones de la presa, innumerables (los conté; la cifra se me ha olvidado de tantos como eran…). A nuestra derecha, una cascada de agua surge pujante de las rocas verticales, compitiendo con el chorro a presión de la presa. La cascada queda algo velada por la cortina vegetal, pero su sonoridad casi se ve. Atravesando un estrecho pasillo (lástima que no se alargue…) al pie de los agobiantes cortados, salimos a un plácido y llano camino.
En suma, una preciosa excursión. Con mucha variedad de ambientes. Y con la suerte de un día con tiempo generoso: primero brumoso y después radiante. Completo. Bueno, sólo nos faltó que las hayas, y también el resto de la lozana vegetación, estuvieran cambiando de color…. Pero eso tendrá que esperar hasta el otoño. Es lo que tienen los sitios con contraste estacional tan marcado, a diferencia de los de ‘eterna primavera’ (…que sus bellezas atesoran…): puedes visitar el mismo lugar cuatro veces al año (como poco) y siempre lo verás distinto.
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 46 (para Senderismo): dificultad 'Fácil' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 398 metros (superior al que estima Wikiloc).
Realizamos esta ruta el 17 de julio de 2021 (publicada en la Web de Wikiloc el 7 de marzo de 2022). Para guiarnos en el recorrido, nos servimos de la descripción y mapas proporcionados en el blog ‘Sendas de Burgos’ (http://sendasdeburgos.blogspot.com/2013/04/en-torno-la-presa-de-alba.html). Introdujimos sólo pequeños cambios sobre la senda guía, aparte de realizarla en sentido inverso. Hicimos esto último sin ninguna razón en especial; quizá atraídos por el inmediato bosque de hayas en esa dirección.
La ruta parte de la ermita de Nuestra Señora de Oca, en un área recreativa próxima a Villafranca Montes de Oca. Atravesamos un exuberante hayedo hasta posicionarnos sobre una zona alta de claros. Desde allí descendemos hasta un arroyo que desagua en el río Oca y luego, por un empinado talud, hasta el lecho del propio río. No fue difícil cruzarlo, pero a continuación nos esperaba un fuerte repecho. Caminamos por la cabecera del embalse de Alba hasta llegar a otro hayedo, el de Alba, más impresionante que el anterior. Seguimos bordeando el embalse hasta llegar a la presa que lo retiene. Descendemos por las escaleras y nos alineamos en el desfiladero del río Oca, que enseguida nos devuelve al punto de origen.
A pesar de su limitada longitud (no llega a 11 km) y modesto desnivel (no llega a 500 m), he calificado la dificultad de esta ruta como ‘Moderada’ (no cómo ‘Fácil’). La razón para ello es su perfil en forma de sierra, con numerosos sube-y-baja de bastante pendiente y no siempre suelo firme (sin peligro). La orientación no es difícil: generalmente hay un sendero visible por el que transitar. No obstante, tanto en los descensos hasta el río como los ascensos, la huella del sendero se difumina o desaparece y hay que improvisar. Asimismo, merodeamos sin éxito, algo desorientados, en torno a las supuestas ruinas del poblado de Alba; quizá hayan terminado devoradas por la vegetación.
Toda la ruta tiene interés, pero hay algunos aspectos especialmente notables. Siguiendo la secuencia del trayecto, primero, tenemos, nada más comenzar, un hayedo que parece bajo el influjo de algún hipnótico sortilegio. Siempre me ocurre lo mismo en todos los hayedos; aquí, quizá aun más, al internarnos en él en un día oscuro y brumoso en sus inicios matutinos. Incluso así, al atravesarlo, trasmite cierta jovialidad. La experiencia será algo más intensa en el otro hayedo, posterior, durante el regreso circular.
Segundo, el profundo cauce del río Oca, recién nacido, pero aprovechando las fallas tectónicas, también resulta impactante. Y, asimismo, lo es la vegetación que se aferra a sus orillas y a los taludes de un lado y otro. Igualmente, en el mismo entorno en forma de embudo, hay que referirse a los llamativos cortantes rocosos, de formas cónicas puntiagudas; o las chimeneas pétreas que se yerguen al encajonarse el río en la cabecera del embalse.
Tercero, tenemos otro hayedo más, el de Alba, con ejemplares más vetustos que el anterior. Sus formas contorsionadas, sus cuerpos retorcidos, sus protuberancias y sus oquedades, conmueven. Menos mal que ya estábamos en mitad de la mañana y fuera lucía un sol espléndido. Aunque sus rayos de luz apenas lograban penetrar en la floresta, al menos había luz. De otro modo, entre la niebla y la umbría, habría sido sobrecogedor (…pero tal vez sólo sean ‘cosas mías’…).
Cuarto, llegamos a las orillas del embalse cuando ya el día era de un luminoso deslumbrante. El azul de arriba se reflejaba en la encalmada superficie del agua, embelleciendo el paisaje aun más, si cabe. Para mayor ornamentación, los márgenes del embalse, todo alrededor, estaban cubiertos de verde hierba y flores multicolores. Ya en su parte final, cerca de la presa, emergían arbustos de un rutilante color amarillo. Eran los inicios del verano.
Finalmente, quinto, encontramos una perla, aunque breve: el desfiladero del río Oca. Descendemos los escalones de la presa, innumerables (los conté; la cifra se me ha olvidado de tantos como eran…). A nuestra derecha, una cascada de agua surge pujante de las rocas verticales, compitiendo con el chorro a presión de la presa. La cascada queda algo velada por la cortina vegetal, pero su sonoridad casi se ve. Atravesando un estrecho pasillo (lástima que no se alargue…) al pie de los agobiantes cortados, salimos a un plácido y llano camino.
En suma, una preciosa excursión. Con mucha variedad de ambientes. Y con la suerte de un día con tiempo generoso: primero brumoso y después radiante. Completo. Bueno, sólo nos faltó que las hayas, y también el resto de la lozana vegetación, estuvieran cambiando de color…. Pero eso tendrá que esperar hasta el otoño. Es lo que tienen los sitios con contraste estacional tan marcado, a diferencia de los de ‘eterna primavera’ (…que sus bellezas atesoran…): puedes visitar el mismo lugar cuatro veces al año (como poco) y siempre lo verás distinto.
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