Sierra del Brezo X (Alto de Cotagudo, 1.685 m, desde Cubillo de Castrejón)
near Cubillo de Castrejón, Castilla y León (España)
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Trail photos
Itinerary description
Ruta realizada en pleno temporal de viento y nieve que la hicieron muy interesante y divertida.
Con tiempo bueno sería corta y fácil, con la dificultad de llegar al Alto de Cotagudo (el alto de la ladera de Cotanugo) sin sendero, subiendo a pico, sin camino y orientándose con las vistas o mapa.
En vista de como estaba el tiempo y las carreteras más secundarias, decido aparcar el coche en Cubillo de Castrejón, para subir a la Peña Horadada (1.818 m), cosa que no culminé finalmente.
Desde la entrada del pueblo, viniendo desde Cervera de Pisuerga, cojo un camino de tierra cubierto de nieve, en dirección norte. Cruzo la vía del tren y prosigo recto. El camino se adentra en un bosque de robles bajos y retorcidos, siendo ya un sendero poco transitado con maleza que crece en el mismo. Prosigo durante un rato, ahora en dirección oeste, paralelo a la carretera y a pueblos que se ven más abajo, en la lejanía. Me encuentro con una cantera de piedra abandonada con aun en pie una pequeña construcción que podría dar refugio momentáneo. Ventea a cada momento y nieva a ratos.
Prosigo un trecho pero viendo que tengo que empezar a ascender y no hay camino, tuerzo a la derecha saliendo del sendero y empiezo a subir a pico.
Gano altura rápidamente, voy internándome en las nubes y en la nieve, sin senderos ni vías más que, a ratos sendas de animales, con sus huellas grabadas recientemente en el blanco suelo. Al cobijo de unos robles pequeños y achaparrados, aislados a medida que el terreno es más abrupto, como y bebo algo mientras me oriento con el mapa del GPS. Ya no se ve nada más allá de unos metros y no hay donde coger referencias. Sigo subiendo y ya solo hay piedras bajo la nieve. El viento arrecia y la ventisca azota. Todo es blanco en todas direcciones y no se ve nada más que ese color, imposible saber que hay más allá de unos pasos. Camino sin saber dónde estoy: solo un punto azul en una pantalla. El suelo está helado bajo unos centímetros de nieve y la euforia por la primera nevada de la temporada es igualada por la sensación de incertidumbre y ambas provocan un placer que solo se siente en el monte.
Prosigo y me encuentro una pared de piedras que resbala al subir. Al rodearla me hallo un abrigo de rocas casi libre de nieve y resguardado del viento. Ahí me pongo los crampones y más ropa de abrigo bajo el cortavientos. Los guantes están mojados, pero no les cambio para reservar los secos para la vuelta. Aquí es donde decido no llegar a la Peña Horadada e ir al Alto de Cotagudo, que no dista mucho.
Salgo al viento de nuevo, dejando la dirección noreste que seguía para girar a la izquierda hacia el noroeste. Voy con GPS en mano para lograr llegar. Da la sensación de andar en el vacío, sin saber si piso suelo o cielo. Se agradecen los crampones que evitan los resbalones anteriores debidos a la pendiente y al hielo. Me recuerda otras rutas con Ojos de Elfo, donde los elementos nos presentaron similares condiciones. Disfruto plenamente del día, regojizandome en el pequeño esfuerzo y asumiendo ese leve riesgo controlado que ofrecen los elementos y la imposibilidad de saber dónde estás y qué vas a encontrar.
Finalmente llegó a una zona más plana, que me acercara a la cumbre que me he fijado, según marcan las líneas de nivel del GPS. El camino se hace más tranquilo, igual de misterioso, y el no tener que ascender hace que disfrute más del resto de sensaciones.
Veo que me acerco al Alto, poco a poco... Hasta que no veo en la pantalla que me hallo encima, no veo el hito grande que lo corona. El que esté claramente indicado me pone contento. Vuelvo a un mirar el mapa para decidir por donde bajar, si por la misma ruta que la subida o intentar llegar al Arroyo de Prado Uncido por donde tenía pensado bajar desde Peña Horadada, decantándome por explotar el arroyo que me debe llevar el luego a un camino.
Me pongo guantes secos y retrocedo sobre mis pasos antes de girar hacia el este para buscar cruzarme con el arroyo. Me cuesta encontrar mis propias huellas dejadas poco antes, porque no se ve ni distingue nada. El viento y la nieve las disimulan y las pierdo y ya bajo recto buscando el cauce, sin agua imagino. Bajo sin dificultad y el viento amaina. Las nubes van dejando ver más metros. Por fin me encuentro con lo que el GPS indica que ya es el Arroyo de Prado Uncido, seco, y continúo algo más hasta encontrar un sendero paralelo a él que me conduce al camino que buscaba.
Las condiciones ya no son malas, se ve a 10 metros y hay menos hielo. Me quito los crampones y disfruto unos kilómetros del paisaje nevado, descendiendo cómodamente por la pista con un suave desnivel hasta llegar al camino de inicio de la ruta.
Una ruta ideal para el tiempo que hacía, que me ha permitido conocer parte de esta estribación sur de Peña Redonda. Desde el Alto de Cotagudo se podría llegar a la Peña Horadada, y desde esta se podría continuar la cuerda hasta llegar a "La Peña".
Lo intentaré en otra ocasión.
Con tiempo bueno sería corta y fácil, con la dificultad de llegar al Alto de Cotagudo (el alto de la ladera de Cotanugo) sin sendero, subiendo a pico, sin camino y orientándose con las vistas o mapa.
En vista de como estaba el tiempo y las carreteras más secundarias, decido aparcar el coche en Cubillo de Castrejón, para subir a la Peña Horadada (1.818 m), cosa que no culminé finalmente.
Desde la entrada del pueblo, viniendo desde Cervera de Pisuerga, cojo un camino de tierra cubierto de nieve, en dirección norte. Cruzo la vía del tren y prosigo recto. El camino se adentra en un bosque de robles bajos y retorcidos, siendo ya un sendero poco transitado con maleza que crece en el mismo. Prosigo durante un rato, ahora en dirección oeste, paralelo a la carretera y a pueblos que se ven más abajo, en la lejanía. Me encuentro con una cantera de piedra abandonada con aun en pie una pequeña construcción que podría dar refugio momentáneo. Ventea a cada momento y nieva a ratos.
Prosigo un trecho pero viendo que tengo que empezar a ascender y no hay camino, tuerzo a la derecha saliendo del sendero y empiezo a subir a pico.
Gano altura rápidamente, voy internándome en las nubes y en la nieve, sin senderos ni vías más que, a ratos sendas de animales, con sus huellas grabadas recientemente en el blanco suelo. Al cobijo de unos robles pequeños y achaparrados, aislados a medida que el terreno es más abrupto, como y bebo algo mientras me oriento con el mapa del GPS. Ya no se ve nada más allá de unos metros y no hay donde coger referencias. Sigo subiendo y ya solo hay piedras bajo la nieve. El viento arrecia y la ventisca azota. Todo es blanco en todas direcciones y no se ve nada más que ese color, imposible saber que hay más allá de unos pasos. Camino sin saber dónde estoy: solo un punto azul en una pantalla. El suelo está helado bajo unos centímetros de nieve y la euforia por la primera nevada de la temporada es igualada por la sensación de incertidumbre y ambas provocan un placer que solo se siente en el monte.
Prosigo y me encuentro una pared de piedras que resbala al subir. Al rodearla me hallo un abrigo de rocas casi libre de nieve y resguardado del viento. Ahí me pongo los crampones y más ropa de abrigo bajo el cortavientos. Los guantes están mojados, pero no les cambio para reservar los secos para la vuelta. Aquí es donde decido no llegar a la Peña Horadada e ir al Alto de Cotagudo, que no dista mucho.
Salgo al viento de nuevo, dejando la dirección noreste que seguía para girar a la izquierda hacia el noroeste. Voy con GPS en mano para lograr llegar. Da la sensación de andar en el vacío, sin saber si piso suelo o cielo. Se agradecen los crampones que evitan los resbalones anteriores debidos a la pendiente y al hielo. Me recuerda otras rutas con Ojos de Elfo, donde los elementos nos presentaron similares condiciones. Disfruto plenamente del día, regojizandome en el pequeño esfuerzo y asumiendo ese leve riesgo controlado que ofrecen los elementos y la imposibilidad de saber dónde estás y qué vas a encontrar.
Finalmente llegó a una zona más plana, que me acercara a la cumbre que me he fijado, según marcan las líneas de nivel del GPS. El camino se hace más tranquilo, igual de misterioso, y el no tener que ascender hace que disfrute más del resto de sensaciones.
Veo que me acerco al Alto, poco a poco... Hasta que no veo en la pantalla que me hallo encima, no veo el hito grande que lo corona. El que esté claramente indicado me pone contento. Vuelvo a un mirar el mapa para decidir por donde bajar, si por la misma ruta que la subida o intentar llegar al Arroyo de Prado Uncido por donde tenía pensado bajar desde Peña Horadada, decantándome por explotar el arroyo que me debe llevar el luego a un camino.
Me pongo guantes secos y retrocedo sobre mis pasos antes de girar hacia el este para buscar cruzarme con el arroyo. Me cuesta encontrar mis propias huellas dejadas poco antes, porque no se ve ni distingue nada. El viento y la nieve las disimulan y las pierdo y ya bajo recto buscando el cauce, sin agua imagino. Bajo sin dificultad y el viento amaina. Las nubes van dejando ver más metros. Por fin me encuentro con lo que el GPS indica que ya es el Arroyo de Prado Uncido, seco, y continúo algo más hasta encontrar un sendero paralelo a él que me conduce al camino que buscaba.
Las condiciones ya no son malas, se ve a 10 metros y hay menos hielo. Me quito los crampones y disfruto unos kilómetros del paisaje nevado, descendiendo cómodamente por la pista con un suave desnivel hasta llegar al camino de inicio de la ruta.
Una ruta ideal para el tiempo que hacía, que me ha permitido conocer parte de esta estribación sur de Peña Redonda. Desde el Alto de Cotagudo se podría llegar a la Peña Horadada, y desde esta se podría continuar la cuerda hasta llegar a "La Peña".
Lo intentaré en otra ocasión.
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