Ascenso al castillo roquero de Beloaga en Arkale.

En el barrio Gurutze de Oiartzun, concretamente junto al bar Toki-Alai se coge una pista cementada por la que se llega a la réplica de una estela romana que se encontró allí mismo, con la representación de un guerrero a caballo con una lanza, cuyo original está en San Telmo.
Un poco más adelante hay un desvío señalizado que lleva, después de una subida corta pero empinada, a la base del castillo roquero de BELOAGA que disponía de una torre y un patio de armas.
Se sitúa en las peñas de Arkale a 272 m. de altitud, lugar estratégico desde el que existe una comunicación visual con los castillos navarros de Donostia y Hondarribia.
Este castillo que se le conoce también con los nombres de castillo de Feloaga o castillo de Arkale, es uno de los principales castillos de origen medieval conservados en Gipuzkoa.
No sería descabellado suponer que por su ubicación existiera alguna fortificación desde la época de los romanos, ya que de allí se vigila de manera inmejorable el transporte de mineral que desde las cercanas minas de Arditurri iba hasta Irún, pero no está confirmado.
Este castillo medieval militar de Beloaga aparece documentado en el listado de castillos conquistados en el año 1200 por el rey Alfonso VIII de Castilla al Reino de Navarra. En las crónicas “De Rebus Hispanise” se menciona Beloaga entre los castillos conquistados.
No se sabe con seguridad cuándo se derribó el castillo, pero es probable que fuera en 1516 cuando el Cardenal Cisneros ordenó derribar las defensas de Navarra.
Es sorprendente la abundancia de material arqueológico recuperado cuya adscripción arqueológica se centra fundamentalmente en tres periodos: Edad Media, Guerras Carlistas y Guerra Civil.
Entre los materiales medievales destacan las puntas de flecha y de ballesta elaboradas en hierro, los ganchos para disparar las ballestas, puntas de lanza, hojas de cuchillos, hebillas y apliques decorativos para el ropaje de los soldados, cerámicas, dados y cientos de fragmentos de origen doméstico.
La colección numismática recuperada ha sido importante y fundamentalmente de una cronología entre los siglos XIII y XV. Todo ello está unido a las murallas y restos de la torre principal cuyos morteros se estudian para su datación.
Se entra al castillo trepando por las rocas (que se llaman de Arkale), que lo sustentan y se accede a un patio en el que quedan restos y maquinaria de la magnífica restauración que se ha hecho. Al fondo hay unas rocas que sustentan lo que pudo ser el torreón del castillo, y para subir al mismo han colocado estratégicamente una cuerda con nudos que facilita la subida.
Desde arriba se domina toda la bahía de Txingudi, la costa francesa, la cara sur de Jaizkibel y el paso de Gurutze por donde circulaba la calzada romana que unía Oiasso con las minas de Arditurri y el interior de Gipuzkoa a través de Astigarraga, Hernani y Andoain.
Se ve que el lugar estuvo muy bien elegido ya que es un enclave muy estratégico que domina todo el paso desde Francia hacia Donostia y el interior de Gipuzkoa.
El descenso por el mismo camino de subida hasta terminar en el lugar de inicio: el bar Toki-Alai, que esta vez estaba cerrado.
Ascender a este castillo de tanta historia y unas vistas espectaculares del entorno, es una bonita y agradable excursión, de menos de 2 km y ascenso positivo del centenar de metros, bien merece ser visitado.
Hay dos opciones:
-ascender hasta el torreón con ayuda de la cuerda, trepada sencilla si no se tiene vértigo
-o quedarse en el patio de armas, con buenas vistas también, fácil para hacerla en familia y niños pequeños, mejor con la ayuda de un sólo bastón.
Al estar cerrado el bar Toki Alai, acabé la excursión con aperitivo en el bar restaurante Malkorra, a un centenar de metros del anterior, junto a la carretera, en unas magníficas instalaciones al aire libre con terraza exterior y sorprendentes vistas de Donostia.
Malkorra, un lugar extraordinario en medio de la naturaleza (se aportan varias imágenes), es una buena opción, muy recomendable tanto para tomar el aperitivo o comer el menú del día sin prisas, buena sobremesa y sentir descalzo la espesa hierba al caminar por su extensa campa, contemplando el verdor del entorno y ya al fondo nuestra ciudad.
Todo un verdadero lujo.