Barranco de Vallengua; Pradilla de Hoz de Arreba; Villasopliz; camino de la Bellota; la Calzadilla. Sierra del Rojo.

Ruta circular con salida junto a la N-232, kilómetro 550’5, para aproximarnos por la Calzadilla al barranco de Vallengua.

El camino está recién desbrozado y es ancho.
A medida que avanzamos vamos ganando profundidad y sin apañas darnos cuenta tenemos las laderas del barranco flanqueándonos con una exuberante vegetación de robles y encinas con una alfombra de hierba bajo nuestras pisadas.
De manera escalonada vamos descubriendo casetas de pastor junto al camino que es el original para trasladarse desde Cubillos del Rojo hasta Pradilla de Hoz de Arreba y a Hoz de Arreba.

Una gran peña aparece arriba a la izquierda y nos va avisando de que debemos girar en perpendicular a la izquierda por una senda ancha y con gran desnivel para llegar a un collado desde donde se nos aparece repentinamente el Valle de Manzanedo.
Un poco más abajo tenemos la oportunidad de disfrutar de una gran panorámica para descubrir, de oeste a este y siempre hacia el sur, la Herradura, el desfiladero de la Palancas con sus característicos cuchillos, la sierra de Albuera, el desfiladero de los Tornos, la Torada y abajo, en primera línea, la localidad de Pradilla de Hoz de Arreba.

Descendemos rápidamente y en ocasiones con gran pendiente hasta esta localidad anteriormente nombrada mientras oteamos las riscas de Peña Reloj.

Pradilla intercala casas hermosas y bien cuidadas con otras ya ruinosas y que sus últimos heroicos muros señalan tiempos de esplendor.
El silencio es el protagonista en este valle y este poblado es una muestra más de esta desgracia.

Una larga calleja con la iglesia a nuestra izquierda nos enfila hacia Villasopliz.
Con abundante vegetación a nuestros lados y más adelante fincas, el camino nos lleva sin dificultad hasta otro poblado en silencio: Villasopliz.
Lo atravesamos de manera recatada y cuando enfilamos el camino de la Bellota, que no Belota, nos saludan las vacas de la ganadera de la zona.
Descendemos y luego, a izquierdas, subimos por un portillo maravilloso en una hoz bien marcada y que nos devuelve casi sin querer a unos collados para regresar a nuestro punto de partida.

Ruta fácil de seguir y con poca dificultad.
Una experiencia en silencio.