Barrando de la Luna, Río Santo

Barrando de la Luna, Río Santo. ¡Si quieres vivir un día de agua éste es el lugar!

Tenemos que llegar hasta Saleres, un pequeño pueblo enclavado en el valle de Lecrín. Y como tenemos la intención de recorrer, también, el río Santo, habrá que dejar algún coche en Albuñuelas (que es el final de la ruta) y otros en Saleres. Al terminar los conductores tendrán que ir desde Albuñuelas a Saleres para traerse los vehículos dejados en la salida.

Nosotros optamos por dejar los vehículos a la entrada de Saleres por la carretera GR-3300 y siguiendo con dirección de las Albuñuelas se encuentra una pista de tierra a la derecha nada más comenzar a andar. Seguimos esta pista en bajada y a poco menos de 500 metros nos encontramos en pleno Barranco de la Luna. A partir de aquí el agua es el protagonista junto con el sinuoso recorrido de roca que el río ha ido puliendo con el paso de los millones de años. Las formaciones rocosas quieren recordarnos que podríamos estar en el mismísimo Cañón del Colorado (en su versión reducida claro).

Para disfrutar de este lugar es imprescindible mojarse hasta por encima de las rodillas en algunos tramos. Así que es muy recomendable llevar calzado de montaña viejo pero cerrado. Evitaremos más de un rasponazo. Aquí el GPS puede fallar pero es imposible despistarse. Pasamos el Barranco del Aceituno que vierte sus aguas en el de la Luna. Seguimos hasta encontrarnos una pista de tierra que atraviesa el Barranco en una zona ya mucho más abierta, aquí dejamos el Barranco de la Luna y su espectacular paisaje. Esta pista de tierra se dirige de nuevo a la carretera GR-3300. Llegamos a la carretera y tenemos que circular por ella con dirección a Saleres pasando por delante del cementerio. Aquí cometimos un fallo, porque 40 metros antes de llegar a la carretera hay un camino a la izquierda que desemboca muy cerca de donde dejamos los coches, pasando por detrás del cementerio. De habernos dado cuenta antes nos habríamos ahorrado la mayor parte de la carretera.

Llegamos a Saleres y cruzamos el pueblo, no sin antes parar en su iglesia. Continuamos su trazado urbano hasta llegar al río Saleres. Y comenzamos a remontar el río con dirección de las Albuñuelas. Esta parte de la ruta transcurre junto al río con bastante zonas de sombra durante 4 km hasta llegar a las Albuñuelas. Aunque para alcanzar el pueblo hay que superar unas rampas muy duras. Atravesamos su casco urbano y nos dirigimos al Camino Forestal de Albuñuelas a Ítrabo, no sin sufrir de nuevo la dureza de su trazado.

Tendremos que recorrer esta pista de tierra unos 2 km con un calor sofocante, añorando el agua y la frescura del Barrando de la Luna. Pero somos montañeros y seguimos a pesar de que en nuestras caras parece reflejarse la misma pregunta "¿pero qué ha pasado con el agua?" Hay que estar muy pendiente del GPS para no pasar de largo el desvío a la izquierda que nos lleva al Río Santo. Este desvío nos introduce de nuevo en la frescura del agua (no sin antes tener que recorrer un tramo de arenas ardientes). La vegetación se vuelve cada vez más densa y esto nos alegra de nuevo el corazón. Porque nos vuelve a introducir (casi por arte de magia) en un mundo acuático donde el agua vuelve a llegarnos a las rodillas. Y, a penas sin darnos cuenta, estamos bajando por una cuerda haciendo rápel, hasta una serie de cascadas que pueden superar los 8 metros de altura. Este lugar es el emblema del río Santo. Aquí toca bañarse bajo sus cascadas y, completamente empapados, reanudamos la última parte del recorrido con dirección de las Albuñuelas donde llegamos sin dejar el río.

Ruta espectacular, donde el sentido del humor es el otro compañero de ruta. El GPS ha marcado 17 km y nos ha llevado 6 h, y 43 minutos.