Beluso- Cabo Udra- Beluso (Bueu)
near Bueu, Galicia (España)
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Trail photos
Itinerary description
Nuestra ruta de hoy comienza en la parroquia de Beluso perteneciente al concello de Bueu (Pontevedra). Estamos en el puerto, a nuestra derecha las aguas de la playa de Rioba reflejan un cielo encapotado. Las nubes y la espuma del mar se funden en tibios colores blancos. Un abrazo ,ahora imposible pero lleno de deseo en las frías mañanas de niebla baja. Cuando dejamos atrás el espigón del puerto divisamos las numerosas bateas ondeando livianas sobre el agua y los peñascos que emergen como baluartes donde las aves buscan reposo. Las marcas de la ruta nos llevan calle arriba por una espinada cuesta, aquí abandonaremos la carretera para adentrarnos en el estrecho camino que perimetra una finca privada. El descenso de un largo tramo de escaleras nos acerca a la orilla. Un sendero estrecho, en el que apenas pueden cruzarse dos personas, serpentea entre pinos y eucaliptos la linea litoral. Abrupta linea de formas imposibles donde cada roca con su moldeado característico es labrado de embestida en embestida. Semejan seres inanimados apunto de despertar del sueño eterno donde los Dioses han petrificado algún cíclope o gigante. No todos son castigos del Olimpo, porque en lugares imposibles un paraíso de arena surge escondido en el fondo del camino. Pequeñas e idílicas calas de aguas cristalinas atrapan nuestras miradas y deseos.
-Acercaros- nos susurran las ninfas del océano- y descansad vuestros cansados pies de caminantes en las saladas aguas del Atlántico. Aguas frías pero reconfortantes, llenas de milagrosos minerales que se filtraran suavemente por vuestros poros hasta llegar al corazón. Una vez el líquido elemento os recorra jamás otras aguas os harán sentir lo mismo.
Sabemos que ésta no será la única y obviamos los susurros como obviamos los cantos de las sirenas. Continuamos por el sendero cubierto de hojas. Cada paso cruje sobre el manto de hojas alargadas. Fatídica yesca que se acumula día a día, mes a mes, año a año, sin que parezca que la descomposición haga mella en ella. De frente uno de estos ejemplares de proporciones bíblicas casi obstruye el acceso a otra maravillosa playa. Esta vez debemos descender siguiendo las marcas, pero los susurros continúan como continúan los deseos de una zambullida en lugar sin parangón. El día no está excesivamente caluroso y hay actividades que solo están reservadas a valientes. Aguas cristalinas si, pero frías como la profundidad del Océano, de esas que activan los corazones de lento latir. No nos dejamos embaucar por los deseos de las ninfas y avanzamos presto sin volver la vista atrás temerosos de ser convertidos en estatuas de sal. No ofendáis a las ninfas, solo explicadles que lo que está por venir es tan hermoso como lo que queda atrás.
Así llegamos a la playa de Tulla, semi urbana, muy ventosa y con importantes desniveles formados por las dunas. Separada por unas rocas, a su derecha ,la pequeña playa nudista , a la que nosotros siempre llamábamos Tullita , solo separadas ambas en pleamar. A la izquierda la playa de Cornide, más escondida y repleta de conchas y rocas.
Bordeamos la playa para adentrarnos en la zona residencial. Casas de nueva construcciones conviven con las antiguas casas de pescadores, muchas rehabilitadas, y con viviendas móviles. Este paraíso de veraneo no ha dejado apenas un centímetro cuadrado sin un cierre de finca. Donde crees que no hay nada existe “algo” dispuesto a satisfacer la vida de sus habitantes a escasos metros de la playa. Y entre tristeza y algo de envidia abandonamos este laberinto de caminos para llegar al acceso próximo al aparcamiento de Cabo Udra. Desde aquí ,y al ser en esta zona un recorrido circular, puedes optar por ir a la izquierda o a la derecha. Nosotros nos desviaremos hacia a la izquierda bordeando el aparcamiento , convertido hoy en pista de inicio para el Cross de Cabo Udra. Desde aquí, otra vez a la izquierda, comienza una pequeña ascensión . Estamos en el Cabo propiamente dicho. Con un suelo pobre en nutrientes, falto de agua dulce y un elevado grado de pedregosidad, estas tierras se dedicaron, especialmente, a la ganadería. Pastores de las localidades cercanas traían a pastar a sus rebaños, principalmente razas autóctonas, a esta tierra agreste. Sabían sacar provecho a una escasa vegetación. Pero estos pastores, casi siempre de corta edad, pasaban la noche en el Cabo para evitar los largos recorridos hasta los establos. Y así, entre grandes “penedos” de roca nacen los “Chozos” o “Cortellas de Chan de Esqueiros” convirtiendose en refugios permanentes.
Las impresionantes rocas de formas redondeadas emergen desde las profundidades debido a la erosión. El agua subterránea les dio su redondez, y el agua de la lluvia las marcó con canales y “pias” donde la acumulación y el roce han desgastado los megacristales de feldespato. Rodeadas de helechos, madreselva y tojo marino proporcionan a este enclave una singularidad dual. Por una parte la majestuosidad de las grandes rocas y por otra la frondosidad de la tupida vegetación que hace inaccesible el acercamiento fuera de los caminos marcados. El singular tojo marino, ligeramente diferente al europeo, solo se da en el litoral gallego y en el del norte de Portugal. Muy aprovechado como fertilizante agrícola por su capacidad de asimilar el nitrógeno.
Y así llegamos al vértice de Cabo Udra. El mágico punto de inicio de dos rías, hacia el norte la Ría de Pontevedra y hacia el sur la Ría de Aldán. Las vistas no dejan indiferente a nadie. Sanxenxo, Islas Ons, Isla de Tambo y en los días de mucha visibilidad la Isla de Sálvora, las entradas a las rías de Arosa, Muros y Noia y la silueta de Finisterre. También Punta Couso y parte de las Islas Cies. En el punto más alto de Cabo Udra, Monte do Castro, se escoden los restos imperceptibles de un castro prerromano.
Oteando el horizonte con el mar en calma y un cielo cada vez más azul se dibuja una estampa idílica de los mares del sur , las Rías Baixas. Respirando hondo aspiramos la esencia del Atlántico. Veleros, mercantes, portacontenedrores, todo ellos surcan mecidos por las aguas en busca de algún puerto.
Descendemos la amplia pista para desviarnos por un sendero a la izquierda que nos llevará a la Playa de Mourisca. Tranquila, incluso en los meses de verano, este arenal de arena gruesa y venteada alberga una de las antiguas fábricas de Salazón de el Concello. Bueu fue durante dos siglos (XIX y XX) un punto clave en la salazón y conservación de pescado. En sus costas llegaron a existir cerca de treinta de estas fábricas. Con la desaparición de Masso se fueron perdiendo. Pero ésta, en concreto, ubicada a los pies de la playa, se ha conservado magníficamente, tanto sus muros como parte de su interior, “pias” y “machos”. Comprada y en proceso de restauración se ha salvado de un final incierto. Recorremos la playa por su borde exterior para, a través de un camino entre las rocas, llegar otra vez a la playa de Tulla. Esta vez recorremos su arenal. Las botas hundidas entre los gruesos granos levantan pequeñas salpicaduras de gotas cristalinas por donde la luz del sol, escaso, se filtra en múltiples colores. El olor de la salitre inunda las fosas nasales produciendo un efecto placebo de felicidad desmesurada. La mar, ese maravillosa criatura viva que avanza y retrocede influenciada por la luna.
A partir de ahora, desandaremos el camino de ida para llegar a través de la estrecha senda litoral hasta el Puerto de Beluso. Recordad que ahora, con las piernas algo cansadas, toca ascender la empinadisima escalera, animo el esfuerzo siempre merece la pena, porque en Rioba podréis observar y disfrutar de otra de las fabricas de salazón en la que no nos detuvimos en el camino de ida. Y por supuesto todavía estáis a tiempo de sumergiros en las frías aguas de la playa.
Y así , sin el baño deseado por cobardía mas que por pereza, termina nuestra ruta de hoy .
-Acercaros- nos susurran las ninfas del océano- y descansad vuestros cansados pies de caminantes en las saladas aguas del Atlántico. Aguas frías pero reconfortantes, llenas de milagrosos minerales que se filtraran suavemente por vuestros poros hasta llegar al corazón. Una vez el líquido elemento os recorra jamás otras aguas os harán sentir lo mismo.
Sabemos que ésta no será la única y obviamos los susurros como obviamos los cantos de las sirenas. Continuamos por el sendero cubierto de hojas. Cada paso cruje sobre el manto de hojas alargadas. Fatídica yesca que se acumula día a día, mes a mes, año a año, sin que parezca que la descomposición haga mella en ella. De frente uno de estos ejemplares de proporciones bíblicas casi obstruye el acceso a otra maravillosa playa. Esta vez debemos descender siguiendo las marcas, pero los susurros continúan como continúan los deseos de una zambullida en lugar sin parangón. El día no está excesivamente caluroso y hay actividades que solo están reservadas a valientes. Aguas cristalinas si, pero frías como la profundidad del Océano, de esas que activan los corazones de lento latir. No nos dejamos embaucar por los deseos de las ninfas y avanzamos presto sin volver la vista atrás temerosos de ser convertidos en estatuas de sal. No ofendáis a las ninfas, solo explicadles que lo que está por venir es tan hermoso como lo que queda atrás.
Así llegamos a la playa de Tulla, semi urbana, muy ventosa y con importantes desniveles formados por las dunas. Separada por unas rocas, a su derecha ,la pequeña playa nudista , a la que nosotros siempre llamábamos Tullita , solo separadas ambas en pleamar. A la izquierda la playa de Cornide, más escondida y repleta de conchas y rocas.
Bordeamos la playa para adentrarnos en la zona residencial. Casas de nueva construcciones conviven con las antiguas casas de pescadores, muchas rehabilitadas, y con viviendas móviles. Este paraíso de veraneo no ha dejado apenas un centímetro cuadrado sin un cierre de finca. Donde crees que no hay nada existe “algo” dispuesto a satisfacer la vida de sus habitantes a escasos metros de la playa. Y entre tristeza y algo de envidia abandonamos este laberinto de caminos para llegar al acceso próximo al aparcamiento de Cabo Udra. Desde aquí ,y al ser en esta zona un recorrido circular, puedes optar por ir a la izquierda o a la derecha. Nosotros nos desviaremos hacia a la izquierda bordeando el aparcamiento , convertido hoy en pista de inicio para el Cross de Cabo Udra. Desde aquí, otra vez a la izquierda, comienza una pequeña ascensión . Estamos en el Cabo propiamente dicho. Con un suelo pobre en nutrientes, falto de agua dulce y un elevado grado de pedregosidad, estas tierras se dedicaron, especialmente, a la ganadería. Pastores de las localidades cercanas traían a pastar a sus rebaños, principalmente razas autóctonas, a esta tierra agreste. Sabían sacar provecho a una escasa vegetación. Pero estos pastores, casi siempre de corta edad, pasaban la noche en el Cabo para evitar los largos recorridos hasta los establos. Y así, entre grandes “penedos” de roca nacen los “Chozos” o “Cortellas de Chan de Esqueiros” convirtiendose en refugios permanentes.
Las impresionantes rocas de formas redondeadas emergen desde las profundidades debido a la erosión. El agua subterránea les dio su redondez, y el agua de la lluvia las marcó con canales y “pias” donde la acumulación y el roce han desgastado los megacristales de feldespato. Rodeadas de helechos, madreselva y tojo marino proporcionan a este enclave una singularidad dual. Por una parte la majestuosidad de las grandes rocas y por otra la frondosidad de la tupida vegetación que hace inaccesible el acercamiento fuera de los caminos marcados. El singular tojo marino, ligeramente diferente al europeo, solo se da en el litoral gallego y en el del norte de Portugal. Muy aprovechado como fertilizante agrícola por su capacidad de asimilar el nitrógeno.
Y así llegamos al vértice de Cabo Udra. El mágico punto de inicio de dos rías, hacia el norte la Ría de Pontevedra y hacia el sur la Ría de Aldán. Las vistas no dejan indiferente a nadie. Sanxenxo, Islas Ons, Isla de Tambo y en los días de mucha visibilidad la Isla de Sálvora, las entradas a las rías de Arosa, Muros y Noia y la silueta de Finisterre. También Punta Couso y parte de las Islas Cies. En el punto más alto de Cabo Udra, Monte do Castro, se escoden los restos imperceptibles de un castro prerromano.
Oteando el horizonte con el mar en calma y un cielo cada vez más azul se dibuja una estampa idílica de los mares del sur , las Rías Baixas. Respirando hondo aspiramos la esencia del Atlántico. Veleros, mercantes, portacontenedrores, todo ellos surcan mecidos por las aguas en busca de algún puerto.
Descendemos la amplia pista para desviarnos por un sendero a la izquierda que nos llevará a la Playa de Mourisca. Tranquila, incluso en los meses de verano, este arenal de arena gruesa y venteada alberga una de las antiguas fábricas de Salazón de el Concello. Bueu fue durante dos siglos (XIX y XX) un punto clave en la salazón y conservación de pescado. En sus costas llegaron a existir cerca de treinta de estas fábricas. Con la desaparición de Masso se fueron perdiendo. Pero ésta, en concreto, ubicada a los pies de la playa, se ha conservado magníficamente, tanto sus muros como parte de su interior, “pias” y “machos”. Comprada y en proceso de restauración se ha salvado de un final incierto. Recorremos la playa por su borde exterior para, a través de un camino entre las rocas, llegar otra vez a la playa de Tulla. Esta vez recorremos su arenal. Las botas hundidas entre los gruesos granos levantan pequeñas salpicaduras de gotas cristalinas por donde la luz del sol, escaso, se filtra en múltiples colores. El olor de la salitre inunda las fosas nasales produciendo un efecto placebo de felicidad desmesurada. La mar, ese maravillosa criatura viva que avanza y retrocede influenciada por la luna.
A partir de ahora, desandaremos el camino de ida para llegar a través de la estrecha senda litoral hasta el Puerto de Beluso. Recordad que ahora, con las piernas algo cansadas, toca ascender la empinadisima escalera, animo el esfuerzo siempre merece la pena, porque en Rioba podréis observar y disfrutar de otra de las fabricas de salazón en la que no nos detuvimos en el camino de ida. Y por supuesto todavía estáis a tiempo de sumergiros en las frías aguas de la playa.
Y así , sin el baño deseado por cobardía mas que por pereza, termina nuestra ruta de hoy .
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Information
Easy to follow
Scenery
Easy
comoda , fácil al lado del mar.