Benadalid-Bosque de Cobre-Benalauría-El Torreón

Desde el castillo de las Cuatro Torres, ahora en usos de cementerio, de esta entrañable población de encaladas calles estrechas, floridas fachadas y balcones engalanados con sumo buen gusto, enfilamos hacia el Sendero de Cobre, que recibe semejante apelativo, por la variedad de tonos ocres, cobrizos, marrones y otros, que reinan en otoño. Aunque ahora es primavera, nos resistimos a perdernos la experiencia de recorrer el hermoso castañar que nos envuelve a cada paso. Tras un corto recorrido por sus lugares emblemáticos, dejamos atrás los áureos edificios, para pisando aún cemento, llegar a la cruz donde la pista se torna en sendero de tierra. A pesar de algunos lamentos debido a que el bosque no nos cubre por completo, un vistazo a nuestro alrededor, nos deja ahítos de belleza y colma al más exigente de nuestros compañeros. El tupido castañar parece llegar hasta donde alcanza la vista, y algunas zonas ocres se muestran ante nuestros ojos para no dejar nada a la imaginación. Aunque hemos marcado en algún punto concreto la situación de los árboles, no es sino un mero recordatorio de lo que vamos encontrando a lo largo de toda la ruta. Muchos tramos en sombra alivian los rigores del fuerte sol, y una ligera brisa se encarga de rematar la faena. Es sabido que los castaños adoptan extravagantes formas cuando llegan al final de su vida, pero los alcornoques no se quedan atrás en sus caprichosos crecimientos. Interminables pausas para admirar el paisaje alentecen nuestro ritmo, pero como dijo el sabio "¡Lo importante no es llegar, sino el camino!". La entrada en Benalauría alivia la fuerte y prolongada subida, y nos regala nuevas y maravillosas panorámicas del entorno. Caracoleamos por sus calles con los ojos como platos, disparando fotos con frenesí, y recuperado el resuello, seguimos subiendo hasta El Torreón de la Virgen del Rosario para volver a perderlo. El más socarrón de nosotros, bromea con el hecho de que han puesto una imagen al inicio de la subida, para aquellos que no pueden o no quieren acometer la ascensión,dice, y compara la fe de unos y otros, y sobre si verán cumplidas sus peticiones por muchos exvotos que pongan. Las hermosas vistas nos serenan y dándonos por recompensados, reeprendemos el regreso. De nuevo por acogedores senderos, con las ramas como palio, disfrutamos de sombra, brisa y vistas, hasta la nueva subida hacia Benadalid, donde al llegar, nos refrescamos en la fuente de la Ermita para aliviar las fatigas y calores sufridos. De vuelta en Ronda, visitamos el mercadillo dominical, para comprar productos locales y prepararnos un refrescante refrigerio.