Blanes R1-Cales Castells i Ermites-Lloret de Mar Estació d'Autobusos

La presente ruta es un claro producto de la hibridación. Para ir al punto de partida, el tren, para volver, el autobús. Es una caprichosa combinación que incluye parte del Gr-92 y del Camí de Ronda. Muchos tramos del Gr son por asfalto y el inacabado Camí de Ronda, dicho sin acritud, puesto que la hermosa Costa Brava no es dócil a la hora de servir a los deseos humanos, y ello obliga a extrañas subidas y bajadas de las calas a la carretera. Ya al inicio, una vez cruzado Blanes y admirada Sa Palomera que nos trae bellos recuerdos de los fuegos artificiales, la casi vertical subida por escaleras al Turó de Sant Joan, sirve de entreno a las férreas personas que parecen aspirar a ganar la Cursa dels Bombers, subiendo y bajando los escalones con envidiable agilidad, aparentemente sin perder el aliento. Recuperado el nuestro mientras disfrutamos de las vistas, bajamos por sendero hasta la verja de acceso a la Ermita de Santa Bárbara, donde tras pasar por el hueco preparado al efecto, remontamos hasta la cima, quedando casi a la misma altura del Castell. Al retomar la marcha, toca pisar asfalto extremando preauciones, puesto que en verano hay tráfico. Aliviados, pasamos por el hueco de la reja, a la altura del Jardí Botànic Pinya de Rosa, pisando camino de tierra y luego un sendero algo cubierto por la vegetación. Aunque hay aviso de tormentas y el dia está nublado, Cala Treumal rebosa de bañistas, unos tumbados perezosamente al sol y otros jugando alegremente con las pequeñas olas. Remontamos hasta el Mirador y la Ermita de Santa Cristina que nos proporcionan hermosas estampas y nos entretienen con las variadas obras que contiene el conjunto. Otro largo tramo de asfalto nos acompaña hasta las proximidades de la Platja de Sa Boadella, donde un curioso camino de raices y resbaladiza gravilla desemboca en la arena. Buscamos la salida por un sendero rocoso escondido en un recodo, y curioseamos intentando adivinar si es posible colarse en Els Jardins de Santa Clotilde para hacer mas llevadera la nueva subida. Una puerta de acceso cerrada a cal y canto dotada de videovigilancia, y lo que podrían ser hilos electrificados en la valla que la circunda, nos disuaden rápidamente de intentarlo. Más asfalto, coches y casas después, para entrar de nuevo en un sendero de tierra marcado con las señales rojas y blancas del Gr, que antecede al Mirador de Punta Sureda primero, y a la Platja de Fenals después. Con excelentes infraestructuras para los veraneantes, nos recibe con un Casal del Mar, lleno de niños y jóvenes, y que es la explicación del grupo aprendiendo a bucear, que vimos desde Punta Sureda. Además de los habituales chiringuitos, nos sorprende un local de copas de cara al mar, cuyas gradas para sentarse, garantizan una perfecta visión del paseo marítimo y del mar. El passeig muere en el acantilado, y debemos callejear para llegar al Castell de Sant Joan, que aún siendo de pago la visita, el encargado da con la puerta en las narices a un grupo de curiosos que habían subido hasta allí, media hora antes del cierre. Retomamos el Camí de Ronda por las escaleras arrancadas a la roca e intuimos la cercanía de nuestro destino, por las veces que debemos apartarnos para dejar pasar a los numerosos paseantes, algunos con elegantes vestidos y calzado poco adecuado a nuestro entender, y pacientemente esperamos turno para la foto de rigor ante la Venus. Ya en Lloret de Mar con las calles abarrotadas, decidimos acercarnos a comer en Can Sabata, que incluye en el menú exquisitos arroces a buen precio. Como es temprano nos admiten sin tener reserva, y sentados frente a la puerta, nos distraemos sin maldad con las colas que se van formando y las caras de desesperación de aquellos que no reservaron. Sobrados de tiempo y sin reflejarlo en el track, callejeamos sin rumbo hasta la hora de tomar el autobús de vuelta a la urbe.