Buezo - Rojas - Quintanilla Cabe Rojas - Alto de San Torcaz
near Buezo, Castilla y León (España)
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Itinerary description
Excursión circular con inicio y regreso en la localidad de Buezo, en los estertores suroccidentales de la comarca burgalesa de la Bureba. Estamos debajo del Santuario de Santa Casilda, donde van de romería los briviescanos y demás vecinos de los alrededores. Nuestra ruta de hoy, sin embargo, no contempla subir a este lugar. En un día plomizo de febrero de 2024, concretamente el día 11 de este mes, hemos llegado Miguel Ángel, Javi y este que escribe. Solemos ser los habituales de estas rutas de un día que no se alejan mucho de la ciudad de Burgos. Si bien el cielo ha estado todo el día cubierto sin llegar a llovernos encima. Tal vez unas pocas chispas hacia el final, sobre las cinco de la tarde pero nada del otro mundo.
Iniciamos nuestro recorrido a las 10.30 de la mañana. Salimos de la antigua escuela de Buezo por un camino que va a unirse a la pista de Rojas y que atraviesa el arroyo de Santa Casilda. Vamos a unir en nuestra ruta distintos lugares bellos por la labor con la que la naturaleza los ha moldeado o curiosos por la imaginación humana.
Por un camino rural sin asfaltar, paralelo al arroyo de Santa Casilda, y entre tierras de labor, nos acercamos a una pequeña hoz excavada en un afloramiento calcáreo por este mismo arroyo. Antes tenemos que cruzar el río en cuestión para descubrir en la otra orilla, la izquierda hidrográfica, un desangelado merendero y unas plataformas de cemento de lo que debió haber sido una construcción en tiempos pretéritos. No sé de qué pudo tratarse. El caso es que se ha reciclado en aparcamiento. Un cartel así lo indica.
Cuarenta minutos después de haber salido de Buezo entramos en el pequeño cañón. Hay otro merendero a la entrada. Enseguida el agua empieza a oírse formando pequeños escalones ente una densa vegetación de ribera. De los árboles cuelgan ramas a modo de lianas que llegan a formar una galería vegetal que cubre el río en algunos tramos. La espesa maraña nos impide a veces contemplar el recorrido del curso de aguas.
Uno de los atractivos de este cañón es una pequeña cueva, denominada de la Virgen. Se trata de un amplio portalón que puede albergar rebaños pero que no tiene un desarrollo considerable. Sí hay un pequeño altar rupestre aprovechando una oquedad con figuritas de la virgen y adornos florales.
Seguimos recorriendo el cañón en el que destaca una cascada doble para salvar un escarpe de algo menos de una decena de metros a ojo de buen cubero. El agua se desliza por unas coladas calcáreas. Es el reino de la toba, esa caliza descompuesta que hemos visto antes en algunas construcciones de la zona.
Cruzamos por un pequeño puente al acabar el estrechamiento, para contemplar un antiguo molino abandonado. Remontamos un poco por la orilla opuesta en un vano intento de acercarnos a los pies de las cascadas que acabamos de ver. Habría que mojarse para seguir remontando el arroyo.
De regreso sobre nuestros pasos volvemos a andar entre caminos rurales que atraviesan las tierras de labor del cercano pueblo de Rojas. Se llega de esta manera a las afueras de la localidad a las 11.45. No entramos sino que la rodeamos por el sur al encuentro del cementerio. De aquí sale a la derecha otro camino que seguimos hasta alcanzar, siempre al sur de Rojas, la carretera que une este pueblo del de Quintana-Urria. Al llegar a la carretera giramos a la derecha como aproximándonos a Rojas pero solo por espacio de unos pocos metros para, inmediatamente, salirnos de ella hacia la izquierda y tomar una pequeña pista que enseguida cruza mediante un puente el río de Zorita o Santa Casilda, que no hay que confundir con el arroyo del mismo nombre que ha excavado el cañón recorrido antes.
Recorremos remontando este río Zorita, el cual, además, transporta las aguas del manantial de Santolín, el agua mineral que sale de la planta embotelladora a apenas un kilómetro y poco al sur de donde nos encontramos.
Nuestro siguiente objetivo lo tenemos al alcance de la vista. Una vez cruzado el puente antes mencionado, pasamos a un terreno que es el típico del valle de las Navas. Hay dos protuberancias rocosas de unos ocho o diez metros que salen de las inclinadas pendientes de unos cerros llamados del Alto de la Prada. Las dos torres naturales se llaman las Marías. Así figuran en los mapas de la zona. Se encuentran en medio de la rampa pedregosa que desciende de la meseta. Los bordes de estos cerros testigo están formados por numerosas cárcavas de blanco intenso. La erosión ha hecho de las suyas y ha modelado con suma facilidad este paisaje de encanto. Las Marías se yerguen imponentes vistas desde la distancia. Algo menos de porte parecen tener al llegar a ellas. Estábamos especulando y cruzando apuestas sobre su altura antes de llegar.
Subidos al alto desde el que ve claramente la localidad de Quintana-Urria y la planta embotelladora bajo nuestros pies, vamos a tener que dar un giro y completar un semicírculo en el sentido de las agujas del reloj y así llegar al castillo en ruinas de los Rojas. Pero antes de hacer todo esto, descendemos por una de las mencionadas cárcavas para acercarnos a las esculturas naturales que hemos venido observando desde lo alto. Siempre impresionan más si lo hacemos desde abajo. Las oquedades y cornisas bien valen un pequeño desvío sobre la ruta.
Volvemos a subir tras nuestra delicada bajada y seguimos recorriendo en sentido horario en sentido nor-noreste el semicírculo que parece abrazar un circo del que surge el arroyo de Valtucendo. Contemplamos otra perspectiva de las dos Marías.
Llegamos por terreno llano hasta la parte nororiental del cerro. Ahora, y tras una corta bajada, llegamos a las ruinas de lo que fue el castillo del siglo XIII de la familia de los Rojas, a las 13.09. Fue edificado por un tal Sancho de Rojas. Quedan un par de paredes, una en el recinto más exterior y otro paño en la parte superior del otero en que se ha asentado el castillo.
De esta fortaleza venida a menos podemos, además, decir que en las paredes que aún quedan en pie hay aberturas en forma de ventana. También hay que averiguar si son ventanas como tales o simples derrumbamientos que ha ocasionado el paso del tiempo. El interior debió de estar abovedado. Quedan los restos de esa galería en forma de medio cañón que una vez debió de existir.
Hasta ahora no hemos visto masa arbórea destacable. Al castillo hemos llegado a las 13.09. Es un atalaya desde la cual divisamos gran parte de la Bureba. A sus pies los pueblos de Rojas y Quintanilla Cabe Rojas.
Para continuar la ruta tenemos que descender directamente al pueblo de Rojas por la ladera del cerro hacia el este. Se cruza el río de Zorita y llegamos a las afueras de la localidad. Sin adentrarnos en el casco urbano, giramos a la izquierda en la pista que hacia el noroeste lleva a Quintanilla Cabe Rojas. Atravesamos el arroyo de Santa Casilda, el cual se une al río anterior de Zorita unos metros más adelante. La pista en cuestión se bifurca al cabo de unos quinientos metros. Tomamos el ramal de la derecha y, tras una recta de unos ochocientos metros entre tierras de labor, alcanzamos Quintanilla. Es digno de verse, por lo poco usual de encontrarnos cosas así, un tanque M-60 americano instalado en lo alto de un pequeño otero en la parte norte del pueblo y al que llegamos a las 14.04. A saber quién lo habrá instalado ahí y con qué fin. El cañón apunta hacia el este, hacia la Bureba. Con esto no quiero decir nada. Tomamos unas cuantas fotos antes de descender al caserío. También de interés son las tumbas antropomorfas altomedievales que se encuentran a las puertas de la iglesia.
Una vez en Quintalnilla Cabe Rojas, nos queda más o menos la mitad del recorrido de vuelta a Buezo. Tenemos que acercar nuestros pasos hacia el monte de Santorcaz, atravesarlo y finalizar nuestra marcha por la vertiente opuesta.
Los primeros tramos hasta la llegada a las faldas del monte en cuestión transcurren por asfalto y sorteando campos de labor. Salimos de la localidad por la carretera BU-V-5105, que se une a otro tramo entre Rojas y Piérnigas. Antes de llegar a este entronque, a las afueras de Quintanilla, unos cien metros después de las últimas casas, hallamos un imponente nogal a la izquierda.
Seguimos hasta el cruce, que se encuentra a kilómetro y medio del pueblo y giramos a la izquierda en dirección a Piérnigas. Vemos claramente desde aquí el camino que vamos a tener que ascender. Hay algo así como un cortafuegos en una especie de vaguada entre el encinar que asciende hasta una cota inferior que queda al norte de Santorcaz.
Una vez en la carretera recorremos unos doscientos metros para salirnos de ella a la derecha y avanzar por unas roderas. Al principio este camino es fácilmente reconocible pero, llegados a un cruce con otra pista, tenemos que sortear como podemos los campos de cultivo hasta llegar al pago denominado los Cascajos. Aquí comienza el bosque de encinas y la pendiente se hace más pronunciada. La senda por la que empezamos a ascender a las 15.02, es amplia al principio pero se irá estrechando según vayamos salvando desnivel. Transcurre exactamente por la línea divisoria entre los términos municipales de Piérnigas y Rojas.
Según los mapas que consultemos estamos en los parajes de la Calera o Cañal de la Bolera. El pequeño alto que alcanzamos tras un cuarto de hora de ascensión, se denomina indistintamente Castillejos o Peña Mayor. No subimos hasta su misma cumbre sino que nos quedamos en la parte alta del camino. Ahí nos detenemos para dar cuenta del almuerzo cuando son las 15.20. Nos sentamos al lado de un montón de piedras a la vera del camino y ahí estamos por espacio de cuarenta minutos antes de reemprender la marcha. Al otro lado ya se contempla la Bureba en todo su esplendor. Es una de las llanuras cerealísticas más feraces de la provincia burgalesa. Vemos los Montes Obarenes al norte y debajo miles de tierras de cultivo a modo de teselas de un gigantesco mosaico.
Hay que dar un quiebro hacia la derecha una vez en la falda oriental del monte. No queremos perder altura bajando hasta el camino de Piérnigas a Salinillas de Bureba. En su lugar, nos adentramos en el encinar que no es muy denso, afortunadamente, para llegar hasta el collado que separa la Peña Mayor, que en este caso es menor, del alto de Santorcaz.
Llegados a este collado, a las 16.13, queda subir por una senda no muy marcada pero lo suficientemente reconocible, hacia la cumbre de Santorcaz, de 1.047 metros de altura. Subimos por zona relativamente despejada, más cuantos más metros vamos dejando atrás. La cumbre, a la que llegamos tras veinte minutos desde que salimos del collado, es plana. Siguen acompañando las encinas. Hay un vértice geodésico y un buzón instalado por los montañeros de Briviesca. Dentro, unos cuadernos y un bolígrafo para que los excursionistas que lo deseen dejen sus mensajes.
Estamos en el punto más alto de nuestro recorrido y nos detenemos unos instantes a contemplar el paisaje que se abre delante de nosotros, sobre todo hacia el este. Tras este pequeño descanso reiniciamos la marcha descendiendo por suelo pedregoso. Estamos en una superficie calcárea distinta de las margas y arenas de los cerros de la parte occidental de Rojas, la que se encuadraba más en la unidad geomorfológica del Valle de las Navas.
Descendemos por una senda bien marcada con la ayuda de numerosos hitos de piedras. Ahora sí buscamos el camino de Piérnigas a Salinillas. Se ven letreros de madera indicando el camino de ascenso a Santorcaz.
El resto de la ruta se circunscribe al rodeo en sentido horario de las faldas orientales y meridionales de Santorcaz. Dejamos el camino, tras medio kilómetros cuando este se adentra en el alto de los Mojones. Nosotros nos desviamos a la derecha por otro camino, perdiendo a veces la referencia por habérselo tragado el arado. En cualquier caso, transitamos por terreno no muy denso de enebros y aulagas hacia el suroeste. Tenemos que pasar por debajo de la línea de alta tensión y vemos claramente frente a nosotros el santuario de Santa Casilda. El pueblo de Buezo está parcialmente tapado por una peña denominada el Castillo.
Una vez pasada la mencionada línea de alta tensión, a la que hemos llegado por una pequeña cresta, tenemos que poner cuidado en una bajada un poco expuesta hasta el camino que nos llevará a la carretera de las afueras de Buezo.
Entramos al pueblo ascendiendo por el asfalto de la carretera que viene desde el oeste, de San Pedro de la Hoz, y por la que habíamos llegado en coche desde Burgos.
Son las 17.40 cuando cerramos el círculo. Hemos completado un recorrido de algo más de 21 kilómetros con un desnivel acumulado de casi 600 metros para un tiempo de unas siete horas y poco. El tiempo meteorológico nos ha respetado. Como comentábamos al principio, el cielo ha estado permanentemente gris pero dejándonos de vez en cuando algunas ventanas entre las nubes por las que se ha colado el sol.
Como suele ser costumbre en rutas como estas, fuera de los caminos trillados, no nos hemos topado con ningún excursionista. Los únicos bichos vivientes además de nosotros tres, los que estaban en los pueblos (en Buezo no hemos visto ni un alma, ni al principio ni al fianl) y un pequeño pelotón de ciclistas por la zona de Rojas. Llámame asocial pero andar por zonas vacías le añade encanto a estas actividades que te permiten adentrarte en la naturaleza.
Iniciamos nuestro recorrido a las 10.30 de la mañana. Salimos de la antigua escuela de Buezo por un camino que va a unirse a la pista de Rojas y que atraviesa el arroyo de Santa Casilda. Vamos a unir en nuestra ruta distintos lugares bellos por la labor con la que la naturaleza los ha moldeado o curiosos por la imaginación humana.
Por un camino rural sin asfaltar, paralelo al arroyo de Santa Casilda, y entre tierras de labor, nos acercamos a una pequeña hoz excavada en un afloramiento calcáreo por este mismo arroyo. Antes tenemos que cruzar el río en cuestión para descubrir en la otra orilla, la izquierda hidrográfica, un desangelado merendero y unas plataformas de cemento de lo que debió haber sido una construcción en tiempos pretéritos. No sé de qué pudo tratarse. El caso es que se ha reciclado en aparcamiento. Un cartel así lo indica.
Cuarenta minutos después de haber salido de Buezo entramos en el pequeño cañón. Hay otro merendero a la entrada. Enseguida el agua empieza a oírse formando pequeños escalones ente una densa vegetación de ribera. De los árboles cuelgan ramas a modo de lianas que llegan a formar una galería vegetal que cubre el río en algunos tramos. La espesa maraña nos impide a veces contemplar el recorrido del curso de aguas.
Uno de los atractivos de este cañón es una pequeña cueva, denominada de la Virgen. Se trata de un amplio portalón que puede albergar rebaños pero que no tiene un desarrollo considerable. Sí hay un pequeño altar rupestre aprovechando una oquedad con figuritas de la virgen y adornos florales.
Seguimos recorriendo el cañón en el que destaca una cascada doble para salvar un escarpe de algo menos de una decena de metros a ojo de buen cubero. El agua se desliza por unas coladas calcáreas. Es el reino de la toba, esa caliza descompuesta que hemos visto antes en algunas construcciones de la zona.
Cruzamos por un pequeño puente al acabar el estrechamiento, para contemplar un antiguo molino abandonado. Remontamos un poco por la orilla opuesta en un vano intento de acercarnos a los pies de las cascadas que acabamos de ver. Habría que mojarse para seguir remontando el arroyo.
De regreso sobre nuestros pasos volvemos a andar entre caminos rurales que atraviesan las tierras de labor del cercano pueblo de Rojas. Se llega de esta manera a las afueras de la localidad a las 11.45. No entramos sino que la rodeamos por el sur al encuentro del cementerio. De aquí sale a la derecha otro camino que seguimos hasta alcanzar, siempre al sur de Rojas, la carretera que une este pueblo del de Quintana-Urria. Al llegar a la carretera giramos a la derecha como aproximándonos a Rojas pero solo por espacio de unos pocos metros para, inmediatamente, salirnos de ella hacia la izquierda y tomar una pequeña pista que enseguida cruza mediante un puente el río de Zorita o Santa Casilda, que no hay que confundir con el arroyo del mismo nombre que ha excavado el cañón recorrido antes.
Recorremos remontando este río Zorita, el cual, además, transporta las aguas del manantial de Santolín, el agua mineral que sale de la planta embotelladora a apenas un kilómetro y poco al sur de donde nos encontramos.
Nuestro siguiente objetivo lo tenemos al alcance de la vista. Una vez cruzado el puente antes mencionado, pasamos a un terreno que es el típico del valle de las Navas. Hay dos protuberancias rocosas de unos ocho o diez metros que salen de las inclinadas pendientes de unos cerros llamados del Alto de la Prada. Las dos torres naturales se llaman las Marías. Así figuran en los mapas de la zona. Se encuentran en medio de la rampa pedregosa que desciende de la meseta. Los bordes de estos cerros testigo están formados por numerosas cárcavas de blanco intenso. La erosión ha hecho de las suyas y ha modelado con suma facilidad este paisaje de encanto. Las Marías se yerguen imponentes vistas desde la distancia. Algo menos de porte parecen tener al llegar a ellas. Estábamos especulando y cruzando apuestas sobre su altura antes de llegar.
Subidos al alto desde el que ve claramente la localidad de Quintana-Urria y la planta embotelladora bajo nuestros pies, vamos a tener que dar un giro y completar un semicírculo en el sentido de las agujas del reloj y así llegar al castillo en ruinas de los Rojas. Pero antes de hacer todo esto, descendemos por una de las mencionadas cárcavas para acercarnos a las esculturas naturales que hemos venido observando desde lo alto. Siempre impresionan más si lo hacemos desde abajo. Las oquedades y cornisas bien valen un pequeño desvío sobre la ruta.
Volvemos a subir tras nuestra delicada bajada y seguimos recorriendo en sentido horario en sentido nor-noreste el semicírculo que parece abrazar un circo del que surge el arroyo de Valtucendo. Contemplamos otra perspectiva de las dos Marías.
Llegamos por terreno llano hasta la parte nororiental del cerro. Ahora, y tras una corta bajada, llegamos a las ruinas de lo que fue el castillo del siglo XIII de la familia de los Rojas, a las 13.09. Fue edificado por un tal Sancho de Rojas. Quedan un par de paredes, una en el recinto más exterior y otro paño en la parte superior del otero en que se ha asentado el castillo.
De esta fortaleza venida a menos podemos, además, decir que en las paredes que aún quedan en pie hay aberturas en forma de ventana. También hay que averiguar si son ventanas como tales o simples derrumbamientos que ha ocasionado el paso del tiempo. El interior debió de estar abovedado. Quedan los restos de esa galería en forma de medio cañón que una vez debió de existir.
Hasta ahora no hemos visto masa arbórea destacable. Al castillo hemos llegado a las 13.09. Es un atalaya desde la cual divisamos gran parte de la Bureba. A sus pies los pueblos de Rojas y Quintanilla Cabe Rojas.
Para continuar la ruta tenemos que descender directamente al pueblo de Rojas por la ladera del cerro hacia el este. Se cruza el río de Zorita y llegamos a las afueras de la localidad. Sin adentrarnos en el casco urbano, giramos a la izquierda en la pista que hacia el noroeste lleva a Quintanilla Cabe Rojas. Atravesamos el arroyo de Santa Casilda, el cual se une al río anterior de Zorita unos metros más adelante. La pista en cuestión se bifurca al cabo de unos quinientos metros. Tomamos el ramal de la derecha y, tras una recta de unos ochocientos metros entre tierras de labor, alcanzamos Quintanilla. Es digno de verse, por lo poco usual de encontrarnos cosas así, un tanque M-60 americano instalado en lo alto de un pequeño otero en la parte norte del pueblo y al que llegamos a las 14.04. A saber quién lo habrá instalado ahí y con qué fin. El cañón apunta hacia el este, hacia la Bureba. Con esto no quiero decir nada. Tomamos unas cuantas fotos antes de descender al caserío. También de interés son las tumbas antropomorfas altomedievales que se encuentran a las puertas de la iglesia.
Una vez en Quintalnilla Cabe Rojas, nos queda más o menos la mitad del recorrido de vuelta a Buezo. Tenemos que acercar nuestros pasos hacia el monte de Santorcaz, atravesarlo y finalizar nuestra marcha por la vertiente opuesta.
Los primeros tramos hasta la llegada a las faldas del monte en cuestión transcurren por asfalto y sorteando campos de labor. Salimos de la localidad por la carretera BU-V-5105, que se une a otro tramo entre Rojas y Piérnigas. Antes de llegar a este entronque, a las afueras de Quintanilla, unos cien metros después de las últimas casas, hallamos un imponente nogal a la izquierda.
Seguimos hasta el cruce, que se encuentra a kilómetro y medio del pueblo y giramos a la izquierda en dirección a Piérnigas. Vemos claramente desde aquí el camino que vamos a tener que ascender. Hay algo así como un cortafuegos en una especie de vaguada entre el encinar que asciende hasta una cota inferior que queda al norte de Santorcaz.
Una vez en la carretera recorremos unos doscientos metros para salirnos de ella a la derecha y avanzar por unas roderas. Al principio este camino es fácilmente reconocible pero, llegados a un cruce con otra pista, tenemos que sortear como podemos los campos de cultivo hasta llegar al pago denominado los Cascajos. Aquí comienza el bosque de encinas y la pendiente se hace más pronunciada. La senda por la que empezamos a ascender a las 15.02, es amplia al principio pero se irá estrechando según vayamos salvando desnivel. Transcurre exactamente por la línea divisoria entre los términos municipales de Piérnigas y Rojas.
Según los mapas que consultemos estamos en los parajes de la Calera o Cañal de la Bolera. El pequeño alto que alcanzamos tras un cuarto de hora de ascensión, se denomina indistintamente Castillejos o Peña Mayor. No subimos hasta su misma cumbre sino que nos quedamos en la parte alta del camino. Ahí nos detenemos para dar cuenta del almuerzo cuando son las 15.20. Nos sentamos al lado de un montón de piedras a la vera del camino y ahí estamos por espacio de cuarenta minutos antes de reemprender la marcha. Al otro lado ya se contempla la Bureba en todo su esplendor. Es una de las llanuras cerealísticas más feraces de la provincia burgalesa. Vemos los Montes Obarenes al norte y debajo miles de tierras de cultivo a modo de teselas de un gigantesco mosaico.
Hay que dar un quiebro hacia la derecha una vez en la falda oriental del monte. No queremos perder altura bajando hasta el camino de Piérnigas a Salinillas de Bureba. En su lugar, nos adentramos en el encinar que no es muy denso, afortunadamente, para llegar hasta el collado que separa la Peña Mayor, que en este caso es menor, del alto de Santorcaz.
Llegados a este collado, a las 16.13, queda subir por una senda no muy marcada pero lo suficientemente reconocible, hacia la cumbre de Santorcaz, de 1.047 metros de altura. Subimos por zona relativamente despejada, más cuantos más metros vamos dejando atrás. La cumbre, a la que llegamos tras veinte minutos desde que salimos del collado, es plana. Siguen acompañando las encinas. Hay un vértice geodésico y un buzón instalado por los montañeros de Briviesca. Dentro, unos cuadernos y un bolígrafo para que los excursionistas que lo deseen dejen sus mensajes.
Estamos en el punto más alto de nuestro recorrido y nos detenemos unos instantes a contemplar el paisaje que se abre delante de nosotros, sobre todo hacia el este. Tras este pequeño descanso reiniciamos la marcha descendiendo por suelo pedregoso. Estamos en una superficie calcárea distinta de las margas y arenas de los cerros de la parte occidental de Rojas, la que se encuadraba más en la unidad geomorfológica del Valle de las Navas.
Descendemos por una senda bien marcada con la ayuda de numerosos hitos de piedras. Ahora sí buscamos el camino de Piérnigas a Salinillas. Se ven letreros de madera indicando el camino de ascenso a Santorcaz.
El resto de la ruta se circunscribe al rodeo en sentido horario de las faldas orientales y meridionales de Santorcaz. Dejamos el camino, tras medio kilómetros cuando este se adentra en el alto de los Mojones. Nosotros nos desviamos a la derecha por otro camino, perdiendo a veces la referencia por habérselo tragado el arado. En cualquier caso, transitamos por terreno no muy denso de enebros y aulagas hacia el suroeste. Tenemos que pasar por debajo de la línea de alta tensión y vemos claramente frente a nosotros el santuario de Santa Casilda. El pueblo de Buezo está parcialmente tapado por una peña denominada el Castillo.
Una vez pasada la mencionada línea de alta tensión, a la que hemos llegado por una pequeña cresta, tenemos que poner cuidado en una bajada un poco expuesta hasta el camino que nos llevará a la carretera de las afueras de Buezo.
Entramos al pueblo ascendiendo por el asfalto de la carretera que viene desde el oeste, de San Pedro de la Hoz, y por la que habíamos llegado en coche desde Burgos.
Son las 17.40 cuando cerramos el círculo. Hemos completado un recorrido de algo más de 21 kilómetros con un desnivel acumulado de casi 600 metros para un tiempo de unas siete horas y poco. El tiempo meteorológico nos ha respetado. Como comentábamos al principio, el cielo ha estado permanentemente gris pero dejándonos de vez en cuando algunas ventanas entre las nubes por las que se ha colado el sol.
Como suele ser costumbre en rutas como estas, fuera de los caminos trillados, no nos hemos topado con ningún excursionista. Los únicos bichos vivientes además de nosotros tres, los que estaban en los pueblos (en Buezo no hemos visto ni un alma, ni al principio ni al fianl) y un pequeño pelotón de ciclistas por la zona de Rojas. Llámame asocial pero andar por zonas vacías le añade encanto a estas actividades que te permiten adentrarte en la naturaleza.
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Comments (1)
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Me ha gustado la ruta está muy bien explicada y hay muchas fotos pero recortaría un poco el comentario escrito