Cabra del Camp-El Cogulló de Cabra 100 Cims

Animados por la bonanza en el clima marchamos hacia Cabra del Camp, con la única incertidumbre de si el viento nos acompañará de nuevo, como suele ser habitual cuando visitamos estos lares. El sol nos saluda ya con cierta fuerza, y aunque Eolo hace un tímido acto de presencia, nos desprendemos de chaquetas y demás prendas de abrigo, disfrutando de la caricia de sus rayos en las mejillas y de sus juegos de luces en las retinas. Caminamos por carretera agrícola asfaltada al principio y por terrosa pista después, manteniendo un buen ritmo, pues aunque vamos ganando altura, la pendiente es gradual y el firme ofrece buen agarre. En la lejanía, lomas,cerros, montes y montañas, y campos de viñas a nuestro alrededor. Y presidiendo este magnífica estampa, nuestros objetivos de hoy: el Roc y El Cogulló de Cabra, incluido en la lista de 100 cims esenciales. Alternamos con pedregosos senderos en algún trecho, hasta alcanzar el pie del Roc del Cogulló, después de un tramo algo mas exigente. Para nosotros, y sobre todo para nuestro amigo, el mas juguetón, comienza aquí la parte mas interesante de la ruta. A la pequeña dificultad de medio trepar por las rocas, se unen barandas, cuerda, cadena y escalera, que nos nos impiden culminar como avezados alpinistas en la elevada plataforma del Roc. Unas espléndidas panorámicas hasta donde alcanza nuestra vista, nos premian con creces por el pequeño esfuerzo realizado, o así se nos antoja. Nos recreamos largamente, y teniendo a la vista el honorado 100 cims, acordamos discrepar con quien nominó a uno y no al otro, pues el Roc es , a nuestro entender , mas merededor del galardón. Tanto por su privilegiada situación, panoramas y acceso, como por su galanura. El modesto Cogulló, sin vértex, cruces ni montón de piedras que señale el lugar, se conforma con un descolorido cartel y un pequeño rótulo clavado a un árbol, indicando su altura. Satisfechos igualmente, hidratados y repuestas las fuerzas , enfilamos hacia la cueva. Un resbaladizo sendero , marcado por un hito al inicio y al final, nos conduce vertiginosamente hasta lo que resulta ser un acogedor abrigo, pero no cueva de sinuosos túneles y oscuros pasadizos. Tras posar como modernos neandertales, nos abrimos camino entre la vegetación, no muy espesa, para crear nuestra pequeña aventura, evitando así rodeos innecesarios, para volver a la pista. Cresteamos ahora, saltando como avezadas cabras entre pequeños salientes y pulídas rocas. El paisaje nos rodea y embriaga en todo su esplendor, desde nuestra elevada atalaya, no osamos pestañear para no perdernos ni un detalle del espectáculo, que deseamos nunca se pudiera acabar. Bromeando sobre cuantas ramas tiene el pino de tres ramas, rebasamos el Tossal de les Comes y la Muntanya de Conill, para deslizarnos loma abajo, tomando una serpeteante vereda que culmina la aventura y finaliza en un florido campo de Almendros. De anteriores disquisiciones, ya sabíamos que la distinta tonalidad y colorido de las flores de estos árboles, corresponde a los diferentes tipos de almendras, y , tras lejana consulta, aprendemos ahora que aunque hay una gran variedad, la reconocida mundialmente como de mayor calidad es la Marcona, y su prima Largueta la mas usada para peladillas y garrapiñadas. Hacemos una pausa en la Font y Bassa de Conill, admirando con envidia este bien preparado rincón. Con su fuente, la pétrea mesa y una barbacoa emparrillada, para suponemos, aprovechando el cercano sarmiento, asar gustosos calçots, apetitosas carnes y ricas patatas al caliu. Finalizado el recorrido y calzados cómodamente, nos aposentamos en el Bar de Cabra, donde hidratados, degustamos el menú diario, satisfechos y contentos, tanto de la comida como del servicio. Y también del atareado propietario, que algunas reseñas dejaron en mal lugar, no sabemos si por políticos o lingüísticos enconos, que nada tienen que ver con su, al negocio, total dedicación.