Caldera de Talburiente
near El Gánigo, Canarias (España)
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Itinerary description
La espectacularidad de esta hendidura de ocho kilómetros de diámetro y hasta uno y medio de profundidad, recubierta de densos bosques de pino canario y surcada por profundos barrancos no se aprecia bien en fotos; hay que verla en persona. El Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, situado en el centro de la isla de La Palma, es la mayor atracción turística de la llamada “Isla Bonita”, una Reserva de la Biosfera de la Unesco. Aquí, la naturaleza guarda un valioso tesoro de diversidad geológica y biológica.
Caldera de Taburiente, el mejor destino de La Palma
Excursiones para ver el cielo nocturno, senderos que discurren sobre las entrañas abiertas de la isla, baños bajo cascadas de colores… La lista de actividades disponibles es muy larga. Eso sí, para conocer los secretos de Taburiente hay que calzarse las botas y entrar al parque por uno de sus empinados senderos entre pinos monumentales. O bien recorrer las modernas instalaciones del centro de visitantes de El Paso y luego asomarse al borde de la caldera desde el privilegiado mirador de La Cumbrecita.
La ruta propuesta parte desde el Mirador de Los Brecitos, encaramado sobre las laderas de la parte oeste de la Caldera de Taburiente, a 1097 metros de altitud.
Desde la localidad de Los Llanos de Aridane se puede tomar la carretera que se dirige al Parque Nacional, donde hay un estacionamiento de tierra en que caben varias decenas de vehículos.
Pero, realmente, el punto de partida de la ruta es el Mirador de los Brecitos. Aunque se puede acceder en vehículo privado hasta allí, está prohibido estacionar en dicho lugar. Por tanto, lo ideal es dejar el vehículo abajo, en el Parking de las Viñas, y tomar un taxi (se pueden compartir, precio aproximado 51€) para llegar hasta el Mirador de los Brecitos, donde comenzar a caminar.
Madrugamos bastante y nos dirigimos hacia la población de Los Llanos de Aridane, la cual atravesamos rumbo al interior de la Caldera de Taburiente. Llegamos al aparcamiento de Las Viñas, donde dejamos nuestro vehículo y enseguida montamos en un taxi que nos lleva, por una revirada carretera, hasta el Mirador de los Brecitos.
Un par de paneles explicativos nos dan la bienvenida, junto al inicio del sendero, estrecho y que comienza en un suave descenso, con excelsas panorámicas hacia las cumbres que conforman el gigantesco cráter volcánico. A estas horas de la mañana el sol brilla radiante en el cielo, lo que nos permite disfrutar de estas vistas sin igual.
Mirador de los Brecitos, donde nos deja el taxi.
Ya desde el mirador tenemos estas increíbles vistas.
Comenzamos a caminar alternando rumbo norte y noroeste, perdiendo metros con suavidad, por una senda estrecha y que, en algún punto, exige prestar atención puesto que a nuestra derecha hay una notable pendiente. Llegamos al Barranco del Ciempiés, el cual cruzamos por un bien cuidado puente y, poco más adelante, al Barranco de Las Cañeras.
Periódicamente levantamos la vista para contemplar las verticales cumbres que se recortan contra el cielo azul. Vamos caminando a la sombra, por medio de un frondoso bosque de pino canario, cuyas hojas caídas tapizan la senda, en todo momento perfectamente acondicionada y muy agradable de recorrer.
Empezamos a caminar, en suave descenso.
Llegamos al primero de los barrancos, el cual atravesamos mediante este puente.
Agradable caminar por aquí.
En los claros de bosque nos detenemos a descansar un poco y sacar nuestra cámara de fotos, puesto que las luces matutinas nos otorgan unos colores y formas inenarrables. A nuestra derecha, mirando hacia el sureste, destaca la imponente efigie del Pico Bejenado, un extraordinario mirador que resulta sobrecogedor desde aquí abajo.
Espectacular sendero…
…y no menos espectaculares vistas desde aquí.
A buen ritmo continuamos alternando tramos de llano con mínimos ascensos y más marcadas bajadas, siempre con una tendencia, en global, descendente. Somos pocos quienes estamos realizando la ruta a estas horas, por lo que caminamos casi todo el rato en soledad, disfrutando de la paz de la naturaleza que nos rodea.
La senda por la que transitamos se adapta a la perfección a la orografía del terreno, internándose en la montaña a la altura de los barrancos y saliendo hacia el cráter en las aristas montañosas, desde las que tenemos unas panorámicas brutales. Paisajes al alcance de la mano que evocan paraísos de otras latitudes. Exotismo cercano, podríamos concluir.
Inmenso cráter volcánico.
Disfrutar de estas panorámicas no tiene precio.
En algunos lugares, más sombríos y húmedos, el omnipresente pino canario deja lugar a otras especies vegetales como los helechos, que dotan de gran belleza y un punto de misticismo al camino.
Por un paso en que la senda ha sido acondicionada con rocas y cemento atravesamos el Barranco de Risco Liso que, a pesar de bajar seco, dada su magnitud no nos cuesta imaginar su furia tras lluvias intensas.
Dejamos a nuestra derecha el desvío al Sendero de los 9 pinos gordos, que permite contemplar algunos magníficos ejemplares de estas coníferas. Sin embargo, a pesar de continuar por el camino principal, podemos contemplar algunos de ellos, de magnífica talla y porte.
Zona umbría y húmeda.
El sendero es fascinante.
Dejamos a nuestra derecha el desvío.
Seguimos aprovechando los claros del bosque para contemplar la totalidad de la caldera, cuyas cumbres se van escondiendo, poco a poco, tras unas hermosas nubes.
Ya dirigiéndonos claramente rumbo este, el sendero desciende con mayor decisión, atravesando el Barranco de Bombas de Agua y, en pocos minutos más, llega al paraje conocido como la Playa de Taburiente. Se trata de un punto en que el Barranco de Taburiente se ensancha y las aguas quedan algo más remansadas. Un cartel nos advierte de que debemos cruzar dicho barranco de manera perpendicular, lo cual no supone dificultad alguna puesto que el caudal es escaso y podemos ir saltando de piedra en piedra. Mientras lo cruzamos vemos la inmensidad de la Caldera de Taburiente, sorprendentemente verde y húmeda.
Curioso paraje, con rocas grandiosas.
Se abre el bosque y disfrutamos de estas grandiosas vistas.
Cruzamos el barranco.
Atravesamos el barranco y, tras superar unos metros de frondosa vegetación en la que el camino a duras penas se abre camino, llegamos al entorno de la zona de acampada, donde se halla el Centro de visitantes de la Caldera de Taburiente.
Breve parada a descansar, beber y comer algo y continuamos la marcha, primero remontando unos metros en suave ascenso y, posteriormente, retomando el descenso de nuevo. Ahora comenzamos ya a dirigirnos hacia el sur, rumbo a la salida de la caldera.
Paisaje místico, llegando al Centro de Visitantes.
Centro de Visitantes, perfecto lugar para parar un rato.
La senda va encajonándose progresivamente mientras pierde altitud, mientras las paredes que nos rodean cada vez se tornan más elevadas y con sus cimas cubiertas por nubes. Caminamos por una senda panorámica, hermosa y muy cómoda de recorrer.
Pronto asoma, a nuestra izquierda, la vertical y delicada silueta del Roque Idafe, tan curioso como espectacular, emergiendo por encima de la vegetación. Nos detenemos unos minutos a contemplarlo, puesto que nos entusiasma su grácil forma.
El camino se encajona, mientras transcurre a la sombra.
Desde el Centro de Visitantes seguimos descendiendo, suavemente.
Gran sonrisa en este día de sol radiante.
Contemplando la esbelta figura del Roque Idafe.
El sendero realizada una serie de lazadas, en un tramo más acondicionado con rocas y hormigón, perdiendo altitud de manera rápida. Enseguida alcanzamos un cruce en el que continuamos por la senda principal (la que está indicada como “atajo” es notablemente más complicada).
Tras un breve pero duro ascenso, volvemos a descender en un tramo con riesgo de desprendimientos, que recorremos lo más rápido posible para evitar cualquier tipo de problema.
El camino está, en todo momento, bien acondicionado.
Contemplando el Pico Bejenado
En este punto hacia arriba, por el camino principal.
Continuamos descendiendo y alcanzamos, finalmente, el cauce del barranco, por el que apenas discurre un pequeño hilo de agua. Vamos paralelos al mismo hasta un punto en el que el terreno se ensancha y observamos un cartel que nos indica el desvío, a la izquierda, hacia la Cascada de Colores.
El camino se aproxima al cauce del río.
Descendemos al cauce del barranco y remontamos unos cuatrocientos metros por un espléndido cañón que finaliza en una colorida pared por la que baja un pequeño salto de agua. Se trata de la Cascada de Colores que, sin ser ninguna maravilla, hace honor a su nombre y resulta bastante fotogénica.
Nos tomamos unas cuantas fotos, aprovechando para descansar a la sombra, y reemprendemos la marcha retrocediendo sobre nuestros propios pasos hasta el desvío antes mencionado. Nos incorporamos de nuevo al camino principal y continuamos descendiendo, suavemente, junto al barranco.
Caminando cauce arriba.
El cañón se estrecha.
Llegamos a la Cascada de Colores.
Posando junto a la cascada.
A partir de aquí la senda se torna menos espectacular, puesto que deja atrás la zona de verdes y elevadas cumbres; no obstante, adquiere una belleza distinta al internarse en el propio barranco e ir cruzándolo en numerosas ocasiones. Aunque vemos gente que decide seguir en todo momento por el barranco, lo ideal es seguir las indicaciones y los periódicos hitos de piedra que nos llevan por la senda principal, que serpentea en torno al cauce fluvial.
Esta senda va alternando pequeños ascensos con descensos algo mayores, bien sea por la margen derecha o por la izquierda del barranco, ofreciéndonos vistas diversas y espectaculares del cañón y de la caldera en general.
Seguimos el cauce del barranco, transitando a ratos por su margen izquierda y a ratos por su margen derecha.
Pasaje más espectacular.
Aunque quizá se nos hace un poco larga esta parte, disfrutamos de caminar por la naturaleza en tan bello entorno y, casi sin darnos cuenta, alcanzamos de nuevo el Parking de La Viña, donde nos espera el coche.
En conclusión, la Ruta por la Caldera de Taburiente, partiendo desde el Mirador de los Brecitos es un espectáculo simpar, recorriendo el corazón de este fascinante Parque Nacional y observando parajes exóticos y fascinantes. ¡Más que recomendable!
Caldera de Taburiente, el mejor destino de La Palma
Excursiones para ver el cielo nocturno, senderos que discurren sobre las entrañas abiertas de la isla, baños bajo cascadas de colores… La lista de actividades disponibles es muy larga. Eso sí, para conocer los secretos de Taburiente hay que calzarse las botas y entrar al parque por uno de sus empinados senderos entre pinos monumentales. O bien recorrer las modernas instalaciones del centro de visitantes de El Paso y luego asomarse al borde de la caldera desde el privilegiado mirador de La Cumbrecita.
La ruta propuesta parte desde el Mirador de Los Brecitos, encaramado sobre las laderas de la parte oeste de la Caldera de Taburiente, a 1097 metros de altitud.
Desde la localidad de Los Llanos de Aridane se puede tomar la carretera que se dirige al Parque Nacional, donde hay un estacionamiento de tierra en que caben varias decenas de vehículos.
Pero, realmente, el punto de partida de la ruta es el Mirador de los Brecitos. Aunque se puede acceder en vehículo privado hasta allí, está prohibido estacionar en dicho lugar. Por tanto, lo ideal es dejar el vehículo abajo, en el Parking de las Viñas, y tomar un taxi (se pueden compartir, precio aproximado 51€) para llegar hasta el Mirador de los Brecitos, donde comenzar a caminar.
Madrugamos bastante y nos dirigimos hacia la población de Los Llanos de Aridane, la cual atravesamos rumbo al interior de la Caldera de Taburiente. Llegamos al aparcamiento de Las Viñas, donde dejamos nuestro vehículo y enseguida montamos en un taxi que nos lleva, por una revirada carretera, hasta el Mirador de los Brecitos.
Un par de paneles explicativos nos dan la bienvenida, junto al inicio del sendero, estrecho y que comienza en un suave descenso, con excelsas panorámicas hacia las cumbres que conforman el gigantesco cráter volcánico. A estas horas de la mañana el sol brilla radiante en el cielo, lo que nos permite disfrutar de estas vistas sin igual.
Mirador de los Brecitos, donde nos deja el taxi.
Ya desde el mirador tenemos estas increíbles vistas.
Comenzamos a caminar alternando rumbo norte y noroeste, perdiendo metros con suavidad, por una senda estrecha y que, en algún punto, exige prestar atención puesto que a nuestra derecha hay una notable pendiente. Llegamos al Barranco del Ciempiés, el cual cruzamos por un bien cuidado puente y, poco más adelante, al Barranco de Las Cañeras.
Periódicamente levantamos la vista para contemplar las verticales cumbres que se recortan contra el cielo azul. Vamos caminando a la sombra, por medio de un frondoso bosque de pino canario, cuyas hojas caídas tapizan la senda, en todo momento perfectamente acondicionada y muy agradable de recorrer.
Empezamos a caminar, en suave descenso.
Llegamos al primero de los barrancos, el cual atravesamos mediante este puente.
Agradable caminar por aquí.
En los claros de bosque nos detenemos a descansar un poco y sacar nuestra cámara de fotos, puesto que las luces matutinas nos otorgan unos colores y formas inenarrables. A nuestra derecha, mirando hacia el sureste, destaca la imponente efigie del Pico Bejenado, un extraordinario mirador que resulta sobrecogedor desde aquí abajo.
Espectacular sendero…
…y no menos espectaculares vistas desde aquí.
A buen ritmo continuamos alternando tramos de llano con mínimos ascensos y más marcadas bajadas, siempre con una tendencia, en global, descendente. Somos pocos quienes estamos realizando la ruta a estas horas, por lo que caminamos casi todo el rato en soledad, disfrutando de la paz de la naturaleza que nos rodea.
La senda por la que transitamos se adapta a la perfección a la orografía del terreno, internándose en la montaña a la altura de los barrancos y saliendo hacia el cráter en las aristas montañosas, desde las que tenemos unas panorámicas brutales. Paisajes al alcance de la mano que evocan paraísos de otras latitudes. Exotismo cercano, podríamos concluir.
Inmenso cráter volcánico.
Disfrutar de estas panorámicas no tiene precio.
En algunos lugares, más sombríos y húmedos, el omnipresente pino canario deja lugar a otras especies vegetales como los helechos, que dotan de gran belleza y un punto de misticismo al camino.
Por un paso en que la senda ha sido acondicionada con rocas y cemento atravesamos el Barranco de Risco Liso que, a pesar de bajar seco, dada su magnitud no nos cuesta imaginar su furia tras lluvias intensas.
Dejamos a nuestra derecha el desvío al Sendero de los 9 pinos gordos, que permite contemplar algunos magníficos ejemplares de estas coníferas. Sin embargo, a pesar de continuar por el camino principal, podemos contemplar algunos de ellos, de magnífica talla y porte.
Zona umbría y húmeda.
El sendero es fascinante.
Dejamos a nuestra derecha el desvío.
Seguimos aprovechando los claros del bosque para contemplar la totalidad de la caldera, cuyas cumbres se van escondiendo, poco a poco, tras unas hermosas nubes.
Ya dirigiéndonos claramente rumbo este, el sendero desciende con mayor decisión, atravesando el Barranco de Bombas de Agua y, en pocos minutos más, llega al paraje conocido como la Playa de Taburiente. Se trata de un punto en que el Barranco de Taburiente se ensancha y las aguas quedan algo más remansadas. Un cartel nos advierte de que debemos cruzar dicho barranco de manera perpendicular, lo cual no supone dificultad alguna puesto que el caudal es escaso y podemos ir saltando de piedra en piedra. Mientras lo cruzamos vemos la inmensidad de la Caldera de Taburiente, sorprendentemente verde y húmeda.
Curioso paraje, con rocas grandiosas.
Se abre el bosque y disfrutamos de estas grandiosas vistas.
Cruzamos el barranco.
Atravesamos el barranco y, tras superar unos metros de frondosa vegetación en la que el camino a duras penas se abre camino, llegamos al entorno de la zona de acampada, donde se halla el Centro de visitantes de la Caldera de Taburiente.
Breve parada a descansar, beber y comer algo y continuamos la marcha, primero remontando unos metros en suave ascenso y, posteriormente, retomando el descenso de nuevo. Ahora comenzamos ya a dirigirnos hacia el sur, rumbo a la salida de la caldera.
Paisaje místico, llegando al Centro de Visitantes.
Centro de Visitantes, perfecto lugar para parar un rato.
La senda va encajonándose progresivamente mientras pierde altitud, mientras las paredes que nos rodean cada vez se tornan más elevadas y con sus cimas cubiertas por nubes. Caminamos por una senda panorámica, hermosa y muy cómoda de recorrer.
Pronto asoma, a nuestra izquierda, la vertical y delicada silueta del Roque Idafe, tan curioso como espectacular, emergiendo por encima de la vegetación. Nos detenemos unos minutos a contemplarlo, puesto que nos entusiasma su grácil forma.
El camino se encajona, mientras transcurre a la sombra.
Desde el Centro de Visitantes seguimos descendiendo, suavemente.
Gran sonrisa en este día de sol radiante.
Contemplando la esbelta figura del Roque Idafe.
El sendero realizada una serie de lazadas, en un tramo más acondicionado con rocas y hormigón, perdiendo altitud de manera rápida. Enseguida alcanzamos un cruce en el que continuamos por la senda principal (la que está indicada como “atajo” es notablemente más complicada).
Tras un breve pero duro ascenso, volvemos a descender en un tramo con riesgo de desprendimientos, que recorremos lo más rápido posible para evitar cualquier tipo de problema.
El camino está, en todo momento, bien acondicionado.
Contemplando el Pico Bejenado
En este punto hacia arriba, por el camino principal.
Continuamos descendiendo y alcanzamos, finalmente, el cauce del barranco, por el que apenas discurre un pequeño hilo de agua. Vamos paralelos al mismo hasta un punto en el que el terreno se ensancha y observamos un cartel que nos indica el desvío, a la izquierda, hacia la Cascada de Colores.
El camino se aproxima al cauce del río.
Descendemos al cauce del barranco y remontamos unos cuatrocientos metros por un espléndido cañón que finaliza en una colorida pared por la que baja un pequeño salto de agua. Se trata de la Cascada de Colores que, sin ser ninguna maravilla, hace honor a su nombre y resulta bastante fotogénica.
Nos tomamos unas cuantas fotos, aprovechando para descansar a la sombra, y reemprendemos la marcha retrocediendo sobre nuestros propios pasos hasta el desvío antes mencionado. Nos incorporamos de nuevo al camino principal y continuamos descendiendo, suavemente, junto al barranco.
Caminando cauce arriba.
El cañón se estrecha.
Llegamos a la Cascada de Colores.
Posando junto a la cascada.
A partir de aquí la senda se torna menos espectacular, puesto que deja atrás la zona de verdes y elevadas cumbres; no obstante, adquiere una belleza distinta al internarse en el propio barranco e ir cruzándolo en numerosas ocasiones. Aunque vemos gente que decide seguir en todo momento por el barranco, lo ideal es seguir las indicaciones y los periódicos hitos de piedra que nos llevan por la senda principal, que serpentea en torno al cauce fluvial.
Esta senda va alternando pequeños ascensos con descensos algo mayores, bien sea por la margen derecha o por la izquierda del barranco, ofreciéndonos vistas diversas y espectaculares del cañón y de la caldera en general.
Seguimos el cauce del barranco, transitando a ratos por su margen izquierda y a ratos por su margen derecha.
Pasaje más espectacular.
Aunque quizá se nos hace un poco larga esta parte, disfrutamos de caminar por la naturaleza en tan bello entorno y, casi sin darnos cuenta, alcanzamos de nuevo el Parking de La Viña, donde nos espera el coche.
En conclusión, la Ruta por la Caldera de Taburiente, partiendo desde el Mirador de los Brecitos es un espectáculo simpar, recorriendo el corazón de este fascinante Parque Nacional y observando parajes exóticos y fascinantes. ¡Más que recomendable!
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Information
Easy to follow
Scenery
Moderate
Bonita ruta … con unas vistas fantásticas