Cambrils-Cap de Salou-Port Aventura R17

Aprovechando que en esta época se hace más llevadero el madrugón, llegamos a Cambrils en el primer tren de R16. La suerte nos sonrie doblemente, el dia está nublado por lo que hace algo menos de calor, y el conductor del autobús, ya entrado en años, ha necesitado hacer una visita rápida a los servicios, y al demorar la partida llegamos a tiempo de ahorrarnos los 2'5 km que hay desde la estación hasta el mar. En el Passeig de les Palmeres, frente a la oficina de turismo de información, iniciamos el ritual para emprender la marcha, mientras observamos el ir y venir por el paseo de los activos ciclistas, trotadores y paseantes. Atentos a todo lo que nos rodea y evitando los choques en los puntos más estrechos, nos dejamos adelantar, sin entrar en competencia, por todas aquellas personas que parecen seguir un horario más estricto o espabilan para acudir a sus quehaceres. Esta parte de la ruta discurre junto al litoral, siguiendo el paseo marítimo y por ello es urbana. En el Port de Cambrils, un grupo de remeros se ejercitan con brío a bordo de una trainera. Nos distraemos viendo como le dan a los remos, mirando la torre del Port encajonada entre edificios, los yates y barcos mecidos con mimo por las suaves olas, con el impresionante Pi Rodó, la Torre de l'Esquirol y pasamos el abarrotado puente de la Riera de Riudoms sin topetazos inoportunos, viendo como unos confiados ánades nadan apaciblemente. Hasta ahora, arena a un lado y cemento, piedra y ladrillo al otro, pero en Vilafortuny nos sorprende una enorme pineda que tienta con su atrayente sombra, donde para evitar intrusiones de bañistas deseosos de huir del sol, han colocado visibles carteles con prohibido el paso. Afortunadamente le sigue otra pineda, ahora ya pública, que proporciona también sombra y que dotada de columpios y veladores, seguramente acogerá sin distinciones a aquellos que busquen refugio en ella. Esta zona, aunque poblada de edificios, respira algo de tranquilidad, puesto que están algo alejados de la playa y son menos numerosos, además, salvo el vehículo de limpieza, no hay más tránsito que el ya citado de ciclistas, patinetes, corredores y paseantes. Sin solución de continuidad entramos en Salou, donde elegimos caminar algo retirados de la playa para admirar todo lo que ofrece su largo paseo. Fuentes, esculturas, otras fuentes, edificios modernistas, más fuentes, el monumento a Jaume I, de nuevo fuentes y fuentes, palmeras, carril bici de convivencia, párquing y cerrando el recorrido, la Font Lluminosa. No se entienda que es queja referirme tanto a las fuentes, sino que por lo temprano de la hora, la mayoría no manan agua y nos perdemos el espectáculo. Pasada la Platja de Llevant, en Els Pilons, aparecen los primeros carteles anunciando el Camí de Ronda, pronto pisamos una pasarela de madera, apoyada sobre las rocas, que aunque ahora parece un tranquilo paseo, seguramente adquirirá tintes de aventura cuando el embravecido mar salpique los pies del osado que en esos momentos camine por ella. La Platja del Capellans está abarrotada, y el camino hasta ella lleno de obstáculos, ya que los proveedores de los comercios de la zona, no pueden sino invadir la zona peatonal con sus camiones, para realizar las entregas de aquello de lo que luego todos disfrutaremos. Ya sean recuerdos, comidas, bebidas, vestidos o aditamentos para el baño. Unos empinados escalones nos llevan al nivel superior, pisando baldosas, losetas, escaleras que suben y bajan, y tramos de senderos de tierra, llegamos a aquellos lugares desde donde se disfrutan mejores vistas de la costa. Pasada la Platja LLarga y un poco antes de Roques Punxoses, por fin pisamos el terreno habitual de un camino de ronda. Acabadas las baldosas, notamos el tacto bajo nuestros pies de rocas erosionadas, tierra arenosa y raices aéreas. Toca extremar las precauciones, puesto que algunos tramos carecen de protecciones para evitar caidas. Recomendación que algunas personas no siguen, y como podreis apreciar en las fotos, se encomiendan a sus chanclas para caminar por las peligrosas rocas, persiguiendo como siempre el fútil sueño de la playa ignota, y tener unos segundos de gloria al narrar semejante epopeya en su círculo íntimo. En Punta Roja debemos girar a la izquierda y subir a la calle, puesto que la naturaleza ha decidido, que salvo aquel que sea capaz de volar, el resto de mortales debemos dar un rodeo para llegar a la Cala de Penya Tallada. Se suceden varias calas y rincones singulares, todos ocupados con bañistas, que de nuevo observamos como se juegan el físico para bajar y subir entre resbaladizas rocas. Doblamos la que he dado en llamar la nariz del Cap de Salou, oficialmente Punta del Cavall, pero como llevamos un rato recorriéndolo, le he cogido cariño y le pongo mote familiar. En Cala Crancs, ocupada por tierra y por mar, no nos queda sino enfilar hacia Salou, casi todo por zonas urbanas, grandes avenidas, arboladas pero en las que sólo encontramos coches y hoteles, y un corto tramo por un sendero al que se accede por un hueco en la valla, para después de tomar un ligero refrigerior sentados a la sombra en un banco, llegar a tiempo de subir al tren en la estación de Port Aventura. Estación que carece de taquillas, con sólo una máquina de refrescos y aperitivos, pero con un acogedor vestíbulo con aire acondicionado que a nosotros nos parece el paraiso en la tierra.