Camino de Santiago: Villar de Mazarife - San Justo de la Vega.

La caminata desde Villar de Mazarife discurre por plena carretera durante los primeros seis kilómetros, en los que pasamos por interminables campos de colza, patatas y cereal, separados entre si por acequias de riego. Tras la carretera llegamos a una intersección donde comienza una pista agrícola que sigue la tónica anterior; sea por la monotonía de la caminata, sea por haber dormido mal a causa de dolores en la cadera, que me hacían cambiar de posición y despertarme cada poco tiempo, comencé a notar una gran pesadez de piernas. Tuve que hacer un par de paradas para descansar (no entré en Villavante donde hay bar, ya que no quería dar más rodeo), tras las que continué hasta Hospital de Órbigo, donde tenía pensado parar en la terraza de la cafetería que hay al final del puente, que tiene unas impresionantes vistas sobre el "Paso Honroso"; el caso es que aún no eran las 12 de la mañana y estaban cerrando. No había nada más abierto, así que me acerqué a un supermercado para comprar un par de latas de cerveza y un trozo de empanada, de los que di buena cuenta en un banco frente a la iglesia. Me puse cómodo y con los pies al aire descansé durante algo más de media hora antes de enfrentar la segunda parte de la etapa.

Inicialmente paso por Villares de Órbigo, donde doy un rodeo para visitar la preciosa iglesia de Santiago y retomo el Camino junto al monumento al peregrino; ahí se inicia una ligera subida donde noto nuevamente la pesadez de piernas, que se hace mucho más acusada en el descenso hacia Santibáñez de Valdeiglesias, así que me detengo a tomar un café en el bar del albergue que hay al lado de la iglesia. Tras conversar con la simpática hospitalera afronto la segunda cuesta del día y he de decir que los algo más de cuatro kilómetros hasta el "Jardín del Alma" se me hacen interminables. Al llegar a este oasis me entero que David lo ha dejado hace unos años y ahora lo lleva un chico que estuvo cuatro años en un local similar en San Xil (lamentablemente no recuerdo su nombre). Creo que estuve cerca de una hora charlando con él y la parada se me hizo muy corta ya que, además de la amena conversación, por mi parte tenía miedo a como iban a responder las piernas en la siguiente bajada. Sólo tuve ánimos para llegar a San Justo de la Vega, donde pedí un taxi para evitar los cuatro anodinos kilómetros hasta Astorga.

Tras descansar un rato en el albergue San Javier (12 eur.) llamé a una empresa de transporte de mochilas para que se hiciera cargo de ella al día siguiente. Salí hacia la Catedral e hice una corta visita, pues tenía las piernas acalambradas, así que volví hasta el albergue y tras otro breve descanso decidí que me quedaría allí a cenar, compre una botella de vino y herví agua para uno de los liofilizados que siempre van en mi mochila.