Camino del Cid con Autocaravana/Senderismo: 43ª.Etapa Maranchón-Anguita

43ª.Etapa entre Maranchón y Anguita, día fresco para caminar con alguna llovizna suave, entre pequeñas altitudes y la hoz en paralelo al Rio Tajuña.

Existen pocas noticias del pasado alto-medieval de Maranchón. Por su ubicación geográfica, debía de ser un lugar de paso idóneo, aunque no único, entre Medinaceli y Molina de Aragón, por lo que no es ilógico imaginar un pequeño asentamiento fronterizo andalusí. La tradición ha ligado el culto a la Virgen de Los Olmos a esta época: su origen se remonta a los inicios del siglo XII, tras la conquista de Medinaceli, hecho que propició el progresivo asentamiento de colonos en estas tierras.

Uno al llegar a Maranchón tiene la sensación de hacerlo a un sitio distinto; quizá ayude su ubicación, parcialmente rodeada por un sabinar, en una estrecha vaguada que es también cruce de caminos. Esta sensación se acrecienta al pasear por sus calles y contemplar las fachadas de sus casas, en su mayoría del siglo XIX y principios del siglo XX, algunas suntuosas y hoy en apariencia abandonadas, vestigios de los años dorados de Maranchón.

Desde el siglos XVIII Maranchón se convirtió en una plaza boyante gracias a la trata de ganado, especialmente el mular. El auge de la población tuvo lugar en el siglo XIX y principios del XX: las casas que ahora vemos son en su mayoría de esta época. Con la mecanización de la agricultura el negocio decayó y con este la vida del pueblo. Hoy, Maranchón ofrece esa belleza asolada más propia de los viejos balnearios, por lo que su visita, en cualquier época del año, es siempre muy atractiva.

El paseo nos lleva a través de un trazado urbano programado, inusual en los pueblos de la zona, por casonas de sillería con patios, jardines y portones, hasta llegar a los enclaves importantes del pueblo, como la plaza del mercado, o la del Ayuntamiento, que cuenta con una gran torre, y su iglesia de la Asunción, del siglo XVI, muy reformada en el XVIII pero con cierto aspecto herreriano quizá debido a su chapitel. Muy cerca del pueblo, tras un breve y agradable paseo por una carretera arbolada que en otoño ofrece todas sus posibilidades cromáticas, podemos acercarnos a la ermita de Nuestra Señora de los Olmos.

Iban a cruzar los montes, los que llaman de Luzón, 
atravesaron Arbujuelo y llegan al Jalón, 
donde lo llaman El Ansarera ellos acampados son
Versos 2653 y ss. CMC.

Existe poca información sobre el pasado medieval de Luzón. A partir del siglo XII formó parte del Común de la Villa y Tierra de Medinaceli, una de las comunidades más extensas al ocupar el sureste de la actual provincia de Soria y una gran franja central de la de Guadalajara. Algunas hipótesis defienden que el nombre de Luzón es de origen celtíbero, teoría que parecen corroborar los restos de una ciudadela celtibérica, conocida hoy por los arqueólogos con el nombre de La Cava, que se encuentra enclavada en el término municipal de Luzón, en un punto de indudable valor estratégico entre las cuencas de los ríos Tajo, Duero y Ebro. Frente al yacimiento se alza una pequeña fortaleza o torre que, aún hoy, se conoce como el castillo de los moros y que se encuentra en estado de ruina progresiva, a unos 3 km de Luzón por la ruta senderista que la une con Anguita.

En lo que a toponimia se refiere, es muy llamativa la relación existente entre el pueblo de Luzón y la isla homónima de Filipinas. Curiosamente, en la cercana Molina de Aragón se alza el Palacio del Virrey de Manila (también conocida como la Casa de las Pinturas), construido por Fernando de Valdés y Tamón y donde al parecer se instaló tras abandonar Manila y casarse con una molinesa. Aunque es difícil establecer una relación entre ambos “luzones” lo cierto es que son curiosas las coincidencias que se producen entre la localidad castellana y la isla asiática.