Camino del Cid con Autocaravana/Senderismo: 49ª.Etapa Hiendelaencina-Atienza
near Hiendelaencina, Castilla-La Mancha (España)
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49ª.Etapa entre Hiendelaencina y Atienza, el recorrido prácticamente igual que ayer con más recorrido por la sierra del norte de Guadalajara. Hoy he concluido con la fase de “Tierras de Fronteras” así es como la organización del Camino del Cid lo tiene estructurado, mañana comienzo con la última fase hasta llegar a Vivar de Cid.
Ubicada en la Sierra del Alto rey, en un paraje agreste de jaras y prados, encinas y robles, Hiendelaencina pertenece a los pueblos de la Arquitectura Negra, llamados así por el uso tradicional de la pizarra como elemento constructivo, que confiere a sus edificaciones ese color oscuro característico. Aunque en Hiendelaencina esta arquitectura es menos patente, debido en buena medida al impulso económico de la localidad en el siglo XIX, aún pueden verse algunos ejemplos constructivos interesantes.
Aún así, el elemento arquitectónico más característico e importante de la localidad son sus minas de plata. Estas explotaciones, abiertas en su mayoría en el siglo XIX, dieron un fuerte impulso a la población, tanto demográfica como económicamente. Las minas fueron abandonándose tras la Primera Guerra Mundial. El auge y caída de las explotaciones argentíferas marcan aún la vida y la arquitectura de la localidad: la iglesia parroquial, por ejemplo, de una sola nave y construida entre 1848 y 1851, llama la atención por sus grandes dimensiones, diseñada entonces para albergar una cuantiosa población de varios miles de personas, y que hoy apenas supera el centenar.
Arqueología industrial. Las minas de plata, hoy en desuso, se hayan diseminadas por el término municipal de la localidad. Son más de 200 pozos. Puedes acceder a pie por sencillas rutas a algunas de ellas, como es el caso de la Mina Santa Catalina o la Santa Teresa. Muy recomendable para los aficionados a la arqueología industrial, y también para los aficionados a la fotografía, que encontrarán en las viejas instalaciones, sobre todo al atardecer, numerosos motivos sugerentes y evocadores.
Los infantes han entrado en el robledo de Corpes, el arbolado es muy alto, las ramas suben a las nubes, los animales salvajes andan alrededor... Versos 2697 y ss. CMC.
Cerca de Robledo de Corpes se halla el Robledal de la Lanzada, donde algunos estudiosos ubican, principalmente debido a la similitud toponímica, dado que geográficamente resulta inverosímil, el pasaje del Cantar conocido como la Afrenta de Corpes, paraje inhóspito en el que las hijas del Cid fueron golpeadas y abandonadas por sus maridos, los Infantes de Carrión.
En realidad, el episodio de la Afrenta de Corpes es legendario, y con independencia de que el poeta ubicara este suceso aquí, o bien en la localidad soriana de Castillejo de Robledo o en cualquier otro paraje castellano, lo cierto es que el viajero que se adentre en estas tierras y en el robledal podrá rememorar sin dificultad estos versos y, si lo hace en invierno y anocheciendo, no deberá realizar ningún esfuerzo para sentir la angustia de las hijas del Cid, abandonadas a su suerte en el robledal.
El viajero que entre en Robledo de Corpes enseguida comprende que se halla en una tierra muy distinta a la de la vecina Atienza. La progresiva ascensión ha modificado completamente el paisaje y la arquitectura. Estas tierras altas son pobres y duras, y dicen mucho del temperamento y constancia de sus habitantes. Los robles y pinos dejan paso a la vegetación de brezo, jara y tomillo. Las terrazas de repoblación explican por sí mismas al viajero perspicaz la dificultad del pino para crecer de modo natural en sus laderas.
El pueblo constituye, en sí mismo, una explicación de su entorno natural, y es aquí donde reside su verdadero interés: situado en la ladera del Pico del Otero, predominan las construcciones de pizarra característicos de los pueblos de la Arquitectura Negra: las láminas de pizarra han sustituido a la cantería y teja árabe del valle. Algunas de estas casas poseen un alto interés etnográfico, y salpican irregularmente el pueblo junto a las casas de moderna construcción. La iglesia de San Gil Abad, construida en pizarra, es de origen románico.
Este paisaje agreste de inviernos largos y cerrados, situado entre la sierras del Alto Rey y de los Lobos, ha dado lugar a numerosas historias y leyendas, la de la Afrenta de Corpes y sus diversas variaciones, que incorporan a un pastor alanceado y socorrido por Álvar Fáñez, o las más inquietantes y atractivas, relacionadas con los lobos, afortunadamente recogidas por José Antonio Alonso Ramos, y que remiten al pasado no tan lejano de esta localidad, y a sus ya inexistentes rebaños de cabras amenazados con asiduidad por los lobos, también desaparecidos junto al ganado y parte de su robledal.
La Miñosa se ubica en la Sierra Norte de la provincia de Guadalajara. Se trata de una pequeña aldea situada a apenas cinco kilómetros de Atienza. Bañada por el río Cañamares, La Miñosa ofrece un entorno natural muy agradable. La localidad conserva un interesante ejemplo de románico rural, la Iglesia de San Pedro. Construida en el siglo XIII y muy modificada en el XVI. Aun así, conserva muchas de las señas de identidad medievales.
A la izquierda dejan Atienza, una peña muy fuerte, la sierra de Miedes la pasaron entonces, por los Montes Claros espolean con vigor. Versos 2691 y ss. CMC.
Según el Cantar, una vez abandonan Castilla y entran en el territorio islámico de la taifa de Toledo, la hueste del Cid cabalga de noche para no ser descubierta, evitando fortalezas como la de Atienza, a la que denomina "una peña muy fuerte".
La historia ofrece más información sobre la villa: la situación de Atienza, en zona de frontera entre los reinos cristianos del norte y los reinos musulmanes del sur, supuso que durante los siglos IX a XII cambiara de manos en diversas ocasiones. No existe mucha documentación sobre el pasado altomedieval de la villa: al parecer, a principios del siglo XI el califa de Córdoba, Sulayman, la entregó al Conde Sancho Garcés junto con otras fortalezas, como la de Gormaz, como contraprestación al apoyo del conde en su pugna por el califato. Por entonces Atienza estaba ya fortificada (el historiador Al Razi afirma que ya en el siglo X Atienza era una de las fortalezas más fuertes del norte de la actual Guadalajara), aunque los orígenes del castillo actual datan del siglo XII.
Tras la desintegración del califato, Atienza, perteneciente a la taifa de Toledo, quedó bajo la influencia de Alfonso VI en 1085, cuando este se hizo con el reino toledano. La ciudad sufrió diversos avatares y cambios de gobernantes hasta que en 1112 Alfonso I de Aragón, el Batallador, la conquistó definitivamente. En 1149, Alfonso VII concedió fuero a la villa, y poco después, el aún joven príncipe Afonso VIII fue protagonista de las luchas internas nobiliarias de las que salió indemne gracias a la ayuda de los habitantes de Atienza, que aún celebran este hecho todos los años en la Fiesta de la Caballada, fiesta que se remonta a 1162.
Atienza es una población sorprendente por su rico patrimonio, buena parte del cual puede verse en sus tres museos (cifra sorprendente teniendo en cuenta que la villa cuenta con menos de 500 habitantes) y en sus calles, que aún rememoran buena parte de su pasado medieval y renacentista. El paseo por su casco urbano merece una parada, y supondrá una sorpresa para quienes no la conozcan. Bajo la silueta de su castillo, siempre dominante, el tiempo parece haberse detenido en las empinadas calles, en sus iglesias de origen románico, o en las plazas soportaladas, típicamente castellanas.
Una de las plazas más significativas es la de Bruno Pascual -también conocida como la plaza del Trigo o del Mercado-, a la que se puede acceder por la calle Cervantes o bien atravesando el Arco o Puerta de Arrebatacapas -nombre que da cuenta de los vientos que por allí campeaban- que formaba parte del primer amurallamiento de la villa. Este puerta comunica la plaza interior con la Plaza de España, donde se encuentra el Ayuntamiento, ya fuera del primer recinto amurallado. Fue Alfonso VIII quien iniciaría la construcción de un segundo anillo defensivo en el siglo XII, así como una ciudadela para los judíos.
Vale la pena ascender al castillo. La torre fortaleza que hoy distingue a la villa fue usada como prisión: en Atienza aseguran que uno de sus "huéspedes" fue Francisco I de Francia, quien temporalmente fue retenido tras la batalla de Pavía, en 1525.
La subida al castillo nos depara unas vistas inmejorables en derredor, y que explican por sí mismas la importancia estratégica de Atienza. Junto a unos imponentes murallones, restos del triple amurallamiento original de la villa, se halla la iglesia de Santa María del Rey, construida en el año 1112, según reza la inscripción de la puerta norte, para conmemorar la "liberación" de la villa, hasta entonces en manos musulmanas. Con toda probabilidad, como era costumbre, esta iglesia de Santa María se construyó sobre la antigua mezquita, de la que da cuenta el arco de la entrada norte, en el cual puede leerse en escritura cúfica: "La importancia de Alá".
Desde Santa María el viajero puede regresar de nuevo a sus calles y visitar alguno de sus cuatro museos, todos ellos muy interesantes. El Museo de Arte Religioso, en la iglesia de San Gil, sorprende por su patrimonio, mientras que el museo situado en la iglesia románica de San Bartolomé, alberga piezas de gran interés junto con una sorprendente colección de fósiles. La también iglesia románica de la Santísima Trinidad acoge el museo de arte Sacro-Religioso y el museo de la Cofradía de La Caballada. En la ladera sur se erige el ábside solitario de la iglesia de San Francisco, gótico de influencia inglesa.
Atienza es una población importante y posee numerosos servicios para el viajero. La famosa fiesta de La Caballada, que tiene lugar cada domingo de Pentecostés, tiene su origen en la liberación, en 1162, del rey niño Alfonso VIII por los habitantes de la villa.
Ubicada en la Sierra del Alto rey, en un paraje agreste de jaras y prados, encinas y robles, Hiendelaencina pertenece a los pueblos de la Arquitectura Negra, llamados así por el uso tradicional de la pizarra como elemento constructivo, que confiere a sus edificaciones ese color oscuro característico. Aunque en Hiendelaencina esta arquitectura es menos patente, debido en buena medida al impulso económico de la localidad en el siglo XIX, aún pueden verse algunos ejemplos constructivos interesantes.
Aún así, el elemento arquitectónico más característico e importante de la localidad son sus minas de plata. Estas explotaciones, abiertas en su mayoría en el siglo XIX, dieron un fuerte impulso a la población, tanto demográfica como económicamente. Las minas fueron abandonándose tras la Primera Guerra Mundial. El auge y caída de las explotaciones argentíferas marcan aún la vida y la arquitectura de la localidad: la iglesia parroquial, por ejemplo, de una sola nave y construida entre 1848 y 1851, llama la atención por sus grandes dimensiones, diseñada entonces para albergar una cuantiosa población de varios miles de personas, y que hoy apenas supera el centenar.
Arqueología industrial. Las minas de plata, hoy en desuso, se hayan diseminadas por el término municipal de la localidad. Son más de 200 pozos. Puedes acceder a pie por sencillas rutas a algunas de ellas, como es el caso de la Mina Santa Catalina o la Santa Teresa. Muy recomendable para los aficionados a la arqueología industrial, y también para los aficionados a la fotografía, que encontrarán en las viejas instalaciones, sobre todo al atardecer, numerosos motivos sugerentes y evocadores.
Los infantes han entrado en el robledo de Corpes, el arbolado es muy alto, las ramas suben a las nubes, los animales salvajes andan alrededor... Versos 2697 y ss. CMC.
Cerca de Robledo de Corpes se halla el Robledal de la Lanzada, donde algunos estudiosos ubican, principalmente debido a la similitud toponímica, dado que geográficamente resulta inverosímil, el pasaje del Cantar conocido como la Afrenta de Corpes, paraje inhóspito en el que las hijas del Cid fueron golpeadas y abandonadas por sus maridos, los Infantes de Carrión.
En realidad, el episodio de la Afrenta de Corpes es legendario, y con independencia de que el poeta ubicara este suceso aquí, o bien en la localidad soriana de Castillejo de Robledo o en cualquier otro paraje castellano, lo cierto es que el viajero que se adentre en estas tierras y en el robledal podrá rememorar sin dificultad estos versos y, si lo hace en invierno y anocheciendo, no deberá realizar ningún esfuerzo para sentir la angustia de las hijas del Cid, abandonadas a su suerte en el robledal.
El viajero que entre en Robledo de Corpes enseguida comprende que se halla en una tierra muy distinta a la de la vecina Atienza. La progresiva ascensión ha modificado completamente el paisaje y la arquitectura. Estas tierras altas son pobres y duras, y dicen mucho del temperamento y constancia de sus habitantes. Los robles y pinos dejan paso a la vegetación de brezo, jara y tomillo. Las terrazas de repoblación explican por sí mismas al viajero perspicaz la dificultad del pino para crecer de modo natural en sus laderas.
El pueblo constituye, en sí mismo, una explicación de su entorno natural, y es aquí donde reside su verdadero interés: situado en la ladera del Pico del Otero, predominan las construcciones de pizarra característicos de los pueblos de la Arquitectura Negra: las láminas de pizarra han sustituido a la cantería y teja árabe del valle. Algunas de estas casas poseen un alto interés etnográfico, y salpican irregularmente el pueblo junto a las casas de moderna construcción. La iglesia de San Gil Abad, construida en pizarra, es de origen románico.
Este paisaje agreste de inviernos largos y cerrados, situado entre la sierras del Alto Rey y de los Lobos, ha dado lugar a numerosas historias y leyendas, la de la Afrenta de Corpes y sus diversas variaciones, que incorporan a un pastor alanceado y socorrido por Álvar Fáñez, o las más inquietantes y atractivas, relacionadas con los lobos, afortunadamente recogidas por José Antonio Alonso Ramos, y que remiten al pasado no tan lejano de esta localidad, y a sus ya inexistentes rebaños de cabras amenazados con asiduidad por los lobos, también desaparecidos junto al ganado y parte de su robledal.
La Miñosa se ubica en la Sierra Norte de la provincia de Guadalajara. Se trata de una pequeña aldea situada a apenas cinco kilómetros de Atienza. Bañada por el río Cañamares, La Miñosa ofrece un entorno natural muy agradable. La localidad conserva un interesante ejemplo de románico rural, la Iglesia de San Pedro. Construida en el siglo XIII y muy modificada en el XVI. Aun así, conserva muchas de las señas de identidad medievales.
A la izquierda dejan Atienza, una peña muy fuerte, la sierra de Miedes la pasaron entonces, por los Montes Claros espolean con vigor. Versos 2691 y ss. CMC.
Según el Cantar, una vez abandonan Castilla y entran en el territorio islámico de la taifa de Toledo, la hueste del Cid cabalga de noche para no ser descubierta, evitando fortalezas como la de Atienza, a la que denomina "una peña muy fuerte".
La historia ofrece más información sobre la villa: la situación de Atienza, en zona de frontera entre los reinos cristianos del norte y los reinos musulmanes del sur, supuso que durante los siglos IX a XII cambiara de manos en diversas ocasiones. No existe mucha documentación sobre el pasado altomedieval de la villa: al parecer, a principios del siglo XI el califa de Córdoba, Sulayman, la entregó al Conde Sancho Garcés junto con otras fortalezas, como la de Gormaz, como contraprestación al apoyo del conde en su pugna por el califato. Por entonces Atienza estaba ya fortificada (el historiador Al Razi afirma que ya en el siglo X Atienza era una de las fortalezas más fuertes del norte de la actual Guadalajara), aunque los orígenes del castillo actual datan del siglo XII.
Tras la desintegración del califato, Atienza, perteneciente a la taifa de Toledo, quedó bajo la influencia de Alfonso VI en 1085, cuando este se hizo con el reino toledano. La ciudad sufrió diversos avatares y cambios de gobernantes hasta que en 1112 Alfonso I de Aragón, el Batallador, la conquistó definitivamente. En 1149, Alfonso VII concedió fuero a la villa, y poco después, el aún joven príncipe Afonso VIII fue protagonista de las luchas internas nobiliarias de las que salió indemne gracias a la ayuda de los habitantes de Atienza, que aún celebran este hecho todos los años en la Fiesta de la Caballada, fiesta que se remonta a 1162.
Atienza es una población sorprendente por su rico patrimonio, buena parte del cual puede verse en sus tres museos (cifra sorprendente teniendo en cuenta que la villa cuenta con menos de 500 habitantes) y en sus calles, que aún rememoran buena parte de su pasado medieval y renacentista. El paseo por su casco urbano merece una parada, y supondrá una sorpresa para quienes no la conozcan. Bajo la silueta de su castillo, siempre dominante, el tiempo parece haberse detenido en las empinadas calles, en sus iglesias de origen románico, o en las plazas soportaladas, típicamente castellanas.
Una de las plazas más significativas es la de Bruno Pascual -también conocida como la plaza del Trigo o del Mercado-, a la que se puede acceder por la calle Cervantes o bien atravesando el Arco o Puerta de Arrebatacapas -nombre que da cuenta de los vientos que por allí campeaban- que formaba parte del primer amurallamiento de la villa. Este puerta comunica la plaza interior con la Plaza de España, donde se encuentra el Ayuntamiento, ya fuera del primer recinto amurallado. Fue Alfonso VIII quien iniciaría la construcción de un segundo anillo defensivo en el siglo XII, así como una ciudadela para los judíos.
Vale la pena ascender al castillo. La torre fortaleza que hoy distingue a la villa fue usada como prisión: en Atienza aseguran que uno de sus "huéspedes" fue Francisco I de Francia, quien temporalmente fue retenido tras la batalla de Pavía, en 1525.
La subida al castillo nos depara unas vistas inmejorables en derredor, y que explican por sí mismas la importancia estratégica de Atienza. Junto a unos imponentes murallones, restos del triple amurallamiento original de la villa, se halla la iglesia de Santa María del Rey, construida en el año 1112, según reza la inscripción de la puerta norte, para conmemorar la "liberación" de la villa, hasta entonces en manos musulmanas. Con toda probabilidad, como era costumbre, esta iglesia de Santa María se construyó sobre la antigua mezquita, de la que da cuenta el arco de la entrada norte, en el cual puede leerse en escritura cúfica: "La importancia de Alá".
Desde Santa María el viajero puede regresar de nuevo a sus calles y visitar alguno de sus cuatro museos, todos ellos muy interesantes. El Museo de Arte Religioso, en la iglesia de San Gil, sorprende por su patrimonio, mientras que el museo situado en la iglesia románica de San Bartolomé, alberga piezas de gran interés junto con una sorprendente colección de fósiles. La también iglesia románica de la Santísima Trinidad acoge el museo de arte Sacro-Religioso y el museo de la Cofradía de La Caballada. En la ladera sur se erige el ábside solitario de la iglesia de San Francisco, gótico de influencia inglesa.
Atienza es una población importante y posee numerosos servicios para el viajero. La famosa fiesta de La Caballada, que tiene lugar cada domingo de Pentecostés, tiene su origen en la liberación, en 1162, del rey niño Alfonso VIII por los habitantes de la villa.
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