59. Cañón del Rudrón desde Hoyos del Tozo
near Hoyos del Tozo, Castilla y León (España)
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Trail photos
Itinerary description
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 66 (para Senderismo): dificultad 'Media' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 434 metros (superior al que estima Wikiloc).
Realizamos esta ruta el 16 de julio de 2021 (subida a la Web de Wikiloc el 2 de marzo de 2022). Para guiarnos, utilizamos entonces la descripción y mapas proporcionados en el blog ‘Sendas de Burgos’ (http://sendasdeburgos.blogspot.com/2013/05/canon-del-rudron-de-hoyos-del-tozo.html). Para la ruta subida, hemos reconstruido fielmente nuestro propio itinerario, cuyo trazado presenta sólo ligeras variaciones respecto a la guía de ‘Sendas de Burgos’.
El recorrido no tiene complicaciones de orientación: el cauce del río marca los límites abajo; los bordes del cañón lo hacen arriba. Tampoco conlleva gran exigencia física, más allá de su longitud de casi 17 kilómetros. Hay sendero en el valle, luego carretera local de subida y, finalmente, camino a lo largo del monte y páramo.
La travesía se acomoda en su primera parte a la vera del río Rudrón, desde Hoyos del Tozo hasta las proximidades de Moradillo del Castillo. El Rudrón es uno de los afluentes más caudalosos del Ebro en su curso alto y por la margen derecha (suroeste). Desde el nacimiento del río Rudrón (o, quizá, resurgimiento del arroyo Hurones) en las cercanías de Hoyos del Tozo, ha excavado hondos cañones, serpenteando hacia el sureste, hasta su desembocadura en el Ebro junto a Valdelateja. En el variado paisaje del frondoso valle, abajo y el yermo páramo arriba, se desarrolla la presente ruta, en la cabecera del Rudrón.
Partiendo del escondido pueblecito de Hoyos del Tozo, caminamos río abajo durante 7 km. Al llegar a la carretera que une Moradillo del Castillo con San Andrés de Montearados, nos incorporamos a ella durante 2,5 km. Desierta. Miento. Una chica en bicicleta nos sobrepasa y un km después la encontramos pie en tierra, con un pinchazo. Nos ofrecemos a ayudarla. Suave y apacible ascenso por el fino asfalto; siempre con mucho que contemplar por encima del suelo. Hasta San Andrés. Allí nos paramos a hablar con la familia de una gran persona que conocí hacía una eternidad. Entrañables recuerdos que refuerzan nuestro contento.
Nos hallamos en poco más de la mitad del trayecto. Seguimos algo más arriba del pueblo y giramos a la izquierda, para hacer un itinerario casi paralelo al seguido previamente por el fondo del cañón; ahora en sentido opuesto, por el páramo. A pesar de la proximidad entre ambos, son entornos radicalmente distintos. Exuberante y selvático el uno; yermo y adusto el otro (bueno, no tanto; me encantó). Perfectos en su complementariedad. Pasamos por las ruinas o, más bien, los ya sólo vestigios de ruinas del antiguo poblado de Ceniceros. Admiramos el valle debajo y también el colorido y las formas de los cerros que nos superan.
Nos vamos acercando al punto de partida, pero aún nos esperan bellas panorámicas de un lado y de otro. Acercándonos a los cantiles, podemos ver las curiosas formaciones rocosas de La Curacada. Un arco en la roca invita a fisgar en la oscura boca de una cueva; con un poco de recelo. Tras un rápido descenso final zigzagueante por una zona pedregosa, nos llega el rumor del agua chorreando delicadamente. A la entrada de Hoyos, nos encontramos con un llamativo oasis en miniatura: la cascada de La Coladera. El agua lagrimea desde bastantes metros por encima y forma un estanque. Una perla final para un delicioso viaje.
De un conjunto tan heterogéneo, tal vez se pueda destacar la ribera del Rudrón. Digo ‘tal vez’ porque destacarla no significa menoscabo alguno para lo demás. Es la disparidad lo que otorga el máximo atractivo a la ruta. El propio río, en su constante fluir moldeando cada metro de sus orillas, aporta también contraste. En ese largo tramo hay una vegetación variada, pujante y plena de verdor; un túnel vegetal en muchos trechos. Está adornado incluso con pequeñas cascadas, además de la surgencia de La Fuentona, que brota impetuosa debajo de una roca; como una tenebrosa garganta. Y ahí están las ruinas de, al menos, dos molinos de agua (uno, de singular nombre, Rasgabragas).
En suma, a pesar del tiempo transcurrido (ocho meses) desde que hice la ruta hasta el momento en que escribo, y a pesar del flaquear de mi memoria (para todo), recuerdo los detalles de esa experiencia nítidamente. Sabido es que la emoción intensifica las huellas retentivas de la cognición. Desde luego, las emociones positivas así lo hacen (las muy negativas, no borran esas huellas; si acaso, bloquean el acceso de los recuerdos traumáticos a la conciencia; creo…). Y esa excursión proporcionó mucho de las primeras, de modo dadivoso.
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 66 (para Senderismo): dificultad 'Media' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 434 metros (superior al que estima Wikiloc).
Realizamos esta ruta el 16 de julio de 2021 (subida a la Web de Wikiloc el 2 de marzo de 2022). Para guiarnos, utilizamos entonces la descripción y mapas proporcionados en el blog ‘Sendas de Burgos’ (http://sendasdeburgos.blogspot.com/2013/05/canon-del-rudron-de-hoyos-del-tozo.html). Para la ruta subida, hemos reconstruido fielmente nuestro propio itinerario, cuyo trazado presenta sólo ligeras variaciones respecto a la guía de ‘Sendas de Burgos’.
El recorrido no tiene complicaciones de orientación: el cauce del río marca los límites abajo; los bordes del cañón lo hacen arriba. Tampoco conlleva gran exigencia física, más allá de su longitud de casi 17 kilómetros. Hay sendero en el valle, luego carretera local de subida y, finalmente, camino a lo largo del monte y páramo.
La travesía se acomoda en su primera parte a la vera del río Rudrón, desde Hoyos del Tozo hasta las proximidades de Moradillo del Castillo. El Rudrón es uno de los afluentes más caudalosos del Ebro en su curso alto y por la margen derecha (suroeste). Desde el nacimiento del río Rudrón (o, quizá, resurgimiento del arroyo Hurones) en las cercanías de Hoyos del Tozo, ha excavado hondos cañones, serpenteando hacia el sureste, hasta su desembocadura en el Ebro junto a Valdelateja. En el variado paisaje del frondoso valle, abajo y el yermo páramo arriba, se desarrolla la presente ruta, en la cabecera del Rudrón.
Partiendo del escondido pueblecito de Hoyos del Tozo, caminamos río abajo durante 7 km. Al llegar a la carretera que une Moradillo del Castillo con San Andrés de Montearados, nos incorporamos a ella durante 2,5 km. Desierta. Miento. Una chica en bicicleta nos sobrepasa y un km después la encontramos pie en tierra, con un pinchazo. Nos ofrecemos a ayudarla. Suave y apacible ascenso por el fino asfalto; siempre con mucho que contemplar por encima del suelo. Hasta San Andrés. Allí nos paramos a hablar con la familia de una gran persona que conocí hacía una eternidad. Entrañables recuerdos que refuerzan nuestro contento.
Nos hallamos en poco más de la mitad del trayecto. Seguimos algo más arriba del pueblo y giramos a la izquierda, para hacer un itinerario casi paralelo al seguido previamente por el fondo del cañón; ahora en sentido opuesto, por el páramo. A pesar de la proximidad entre ambos, son entornos radicalmente distintos. Exuberante y selvático el uno; yermo y adusto el otro (bueno, no tanto; me encantó). Perfectos en su complementariedad. Pasamos por las ruinas o, más bien, los ya sólo vestigios de ruinas del antiguo poblado de Ceniceros. Admiramos el valle debajo y también el colorido y las formas de los cerros que nos superan.
Nos vamos acercando al punto de partida, pero aún nos esperan bellas panorámicas de un lado y de otro. Acercándonos a los cantiles, podemos ver las curiosas formaciones rocosas de La Curacada. Un arco en la roca invita a fisgar en la oscura boca de una cueva; con un poco de recelo. Tras un rápido descenso final zigzagueante por una zona pedregosa, nos llega el rumor del agua chorreando delicadamente. A la entrada de Hoyos, nos encontramos con un llamativo oasis en miniatura: la cascada de La Coladera. El agua lagrimea desde bastantes metros por encima y forma un estanque. Una perla final para un delicioso viaje.
De un conjunto tan heterogéneo, tal vez se pueda destacar la ribera del Rudrón. Digo ‘tal vez’ porque destacarla no significa menoscabo alguno para lo demás. Es la disparidad lo que otorga el máximo atractivo a la ruta. El propio río, en su constante fluir moldeando cada metro de sus orillas, aporta también contraste. En ese largo tramo hay una vegetación variada, pujante y plena de verdor; un túnel vegetal en muchos trechos. Está adornado incluso con pequeñas cascadas, además de la surgencia de La Fuentona, que brota impetuosa debajo de una roca; como una tenebrosa garganta. Y ahí están las ruinas de, al menos, dos molinos de agua (uno, de singular nombre, Rasgabragas).
En suma, a pesar del tiempo transcurrido (ocho meses) desde que hice la ruta hasta el momento en que escribo, y a pesar del flaquear de mi memoria (para todo), recuerdo los detalles de esa experiencia nítidamente. Sabido es que la emoción intensifica las huellas retentivas de la cognición. Desde luego, las emociones positivas así lo hacen (las muy negativas, no borran esas huellas; si acaso, bloquean el acceso de los recuerdos traumáticos a la conciencia; creo…). Y esa excursión proporcionó mucho de las primeras, de modo dadivoso.
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Comments (2)
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Para haber pasado 8 meses desde que realizaste la ruta del Cañon de Rudron , te acuerdas perfectamente de la experiencia que viviste y has podido plasmar tu vivencia de ese dia con todo detalle, bravo.
Gracias, Rosa María. El mérito es de la ruta (no mío; tomé notas entonces).