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CASARES - Camino de la Albarrá - Cerro del Torreón - Yacimiento Romano de Lacipo - Camino de la Molina - Cerro de la Horca

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Trail stats

Distance
7.93 mi
Elevation gain
1,473 ft
Technical difficulty
Moderate
Elevation loss
1,473 ft
Max elevation
1,372 ft
TrailRank 
58
Min elevation
729 ft
Trail type
Loop
Time
5 hours 21 minutes
Coordinates
2371
Uploaded
February 20, 2023
Recorded
February 2023
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near Casares, Andalucía (España)

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Itinerary description

Aparcamos en la parte alta del pueblo y callejeando pasamos por la casa natal de Blas Infante, por la fuente de Carlos III y por bonitos rincones del pueblo.

Bajamos unos escalones hasta la calle Barrio Alto, desde donde contemplamos unas magníficas panorámicas de todo el entorno que rodea al precioso pueblo de Casares.

Continuamos en descenso, ahora por la calle Barrio Bajo y, tras bajar otros escalones, alcanzamos la calle Camino de Gaucín y llegamos al Camino de la Albarrá. Pasamos por la Huerta El Pozo y por un pequeño puente de la época romana, denominado popularmente del Albarrá, que cruza el arroyo del Albarrán.

Subimos el Puerto de Ronda, llegamos al Centro de Interpretación y Recepción de Visitantes y subimos al Mirador Cancho Andares.

Bajamos del mirador y cruzamos la carretera A-7150 para seguir por una pista por la falda de la Sierra Crestellina hasta volver a la misma para andar unos 200 metros girar a la derecha por la A-377 y tras 300 metros girar a la izquierda hacia la Colada de Gaucín a Casares.

Pasamos por la Huerta de Echipes, disfrutamos de buenas vistas de Gaucín y su Hacho, pasamos por la Casa de las Latas y junto a la que hay una pequeña acequia y un abrevadero, Chipes I.

Alcanzamos una gran alberca e inmediatamente pasada ésta giramos a la izquierda. Vemos otra acequia y el abrevadero Chipes II con su manantial más arriba.

Continuamos por una estrecha y difusa vereda que nos conduce hasta una angarilla.

Una vez pasada la angarilla, ascendemos por otra vereda también estrecha, pero bien marcada, rodeados de matorral bajo hasta el Cerro del Torreón o Pelliscosa, donde encontramos las ruinas de la antigua ciudad romana de Lacipo.

La ciudad de Lacipo fue un importantísimo enclave estratégico para controlar los valles de los ríos Guadiaro y Genal entre los siglos III a.C. al II d.C., valles de los que obtuvimos unas fantásticas panorámicas desde lo alto de este cerro. Atalaya de control de origen íbero, su importancia se acrecentó en época romana por su estratégico enclave en la península y proximidad al continente africano, llegando a acuñar moneda propia. Con el tiempo los visigodos utilizaron el entorno como lugar de enterramiento, habiéndose encontrado en la actualidad restos del mismo. Todavía se conservan restos de sus murallas. (Más interesante información en los waipoints)

Bajamos del cerro dejando a nuestra izquierda la vereda por la que habíamos subido desde la alberca, alcanzamos otra angarilla por la que pasamos.

Seguimos por una ancha vereda muy pedregosa, como si de una antigua calzada romana se tratara, rodeados de abundantes acebuches y, tras recorrer 1,8 kms. aproximadamente, llegamos a otra angarilla que atravesamos para salir a la carretera A-377.

Cruzamos la carretera, continuamos por la falda de Sierra Molina, pasamos por la Huerta Molina, vemos la fuente Molina, cruzamos el arroyo Albarrán y tenemos unas magníficas vistas del pueblo de Casares y su tajo.

Iniciamos una importante subida de unos 200 metros, por una estrecha vereda excesivamente pedregosa y con importantes cortados a nuestra derecha. Llegamos al cerro de la Horca y enlazamos con un antiguo camino que nos lleva a la Fosa Común ubicada en este cerro.

Casares cuenta con dos fosas comunes que suman un total de cuarenta y tres personas enterradas. Estas fosas son consecuencia de la represión durante la Guerra Civil española entre 1936 y 1939 y son, La fosa del Cerro de la Horca y La fosa de Arroyo Marín, a las que hay que sumar un enterramiento aislado en el Puerto de la Cruz.

En la fosa del Cerro de la Horca, encontramos un monumento con los nombres de todas las personas que yacen en este paraje y con unos versos del poeta Miguel Hernández: «Aquí estoy para vivir, mientras el alma me suene, y aquí estoy para morir, cuando la hora me llegue». A la izquierda de este monumento encontramos la fosa común, rodeada de flores, donde nueve represaliados están enterrados.

Regresamos por el mismo camino, dejamos a nuestra izquierda el sendero de subida por la que habíamos llegado hasta el cerro de la Horca y continuamos hasta otro cruce de caminos, situado en el cementerio del pueblo.

Continuamos hacia el pueblo, donde tenemos aparcado nuestro coche.

Waypoints

PictographWaypoint Altitude 0 ft
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Casares

La localidad de Casares se encuentra a sólo 14 kilómetros de la bulliciosa y cosmopolita Costa del Sol, la villa de Casares le muestra al visitante, casi de golpe, el más genuino sabor de los pueblos serranos que, milagrosamente, han escapado de una absurda y malentendida modernidad. Así, esta localidad ha conservado en su casco urbano ese aire de tiempo quieto y ha renovado, allá donde y como el buen gusto lo permite, las infraestructuras que la vida actual demanda. Semejante equilibrio no es nada fácil, pero en Casares se ha conseguido y está considerado como uno de los más bellos pueblos de España, tal como evidencia el hecho de que en 1978 fue declarado Conjunto Histórico-Artístico. HISTORIA: La historia de Casares es tan larga y antigua que hasta en el origen de su nombre se mezcla, como en todos los lugares milenarios, la historia y la leyenda. Para unos, Casares deriva de Caxara, «fortaleza» en árabe, mientras que otros lo derivan del nombre de Caesar (Cesar), caudillo político y militar romano, que curó de un mal cutáneo en los baños de la Hedionda, conocidos así por el peculiar olor que sus aguas sulfurosas dan a toda la zona Sin embargo, parece cierto que la población fue la íbera Lacipo (Aleschipe), que pervivió aún con la presencia romana, hasta que en el siglo IV desapareció. En aquella época también recibió la visita del emperador Adriano, quien se dirigía a Cádiz. Durante la época musulmana, Casares, como otros muchos enclaves situados en la frontera del reino nazarí de Granada, tuvo una gran importancia estratégica por su castillo, fortaleza árabe donde tuvo lugar el «Pacto de Casares», recogido por los cronistas, que selló la alianza entre Pedro I «El Cruel» y el destronado Mohamed V de Granada para que el segundo recuperase su reino. Tras la conquista de Ronda, Casares entra a formar parte de los reinos cristianos. A partir de ese momento, se inicia la repoblación de la zona, cedida al duque de Cádiz, por cristianos viejos en la costa, mientras los moriscos quedan en la serranía. Este sería el caldo de cultivo que en 1570 provocaría la rebelión morisca sofocada por Don Juan de Austria, siendo precisamente Casares donde el duque de Arcos y los cabecillas moriscos pactarían su fin. Siguieron siglos en los que Casares apenas experimentó cambios, salvo la separación de Manilva, en 1795, y el levantamiento popular en 1810 contra el invasor francés, consiguiendo, por el valor, arrojo e inteligencia de los miembros de sus partidas, que junto con Cádiz, Casares fuese la única localidad que no lograron tomar los franceses. Sin embargo para la mayor parte de los viajeros que ahora acuden hasta el bonito pueblo serrano, que se extiende hasta la costa, a lo largo de catorce kilómetros de sierra y monte bajo, hasta llegar a una preciosa y cuidada playa, el dato más significativo de su historia fue el nacimiento, el 5 de julio de 1885, de Blas Infante Pérez de Vargas, quien ha sido definido el «padre de la patria andaluza», orgullo de los casareños y cuya casa natal aún puede ser visitada.

PictographFountain Altitude 1,246 ft
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Fuente Carlos III

Perteneciente a las reformas hidráulicas del siglo XVIII, la Fuente de la Plaza se acabó de construir en el año 1785, bajo el reinado de Carlos III. Se trata del remate de una obra que, a lo largo del siglo XVIII se realiza para encauzar el agua del manantial y pozos situados en el Puerto de las Viñas, y llevarla al centro del pueblo; obra a la que pertenece también la conocida como Fuente de La Arquita, centro de distribución del agua a lo largo de dos kilómetros hasta la plaza de España. Junto a la construcción de esta obra, Casares inicia a finales del XVIII y principios del XIX una serie de mejoras en la red pública, tanto de abastecimiento como de cloacas de aguas residuales, que aún hoy en día se conservan. La fuente de la Plaza, de estilo neoclásico, se compone de tres cuerpos, y en su interior se conserva el odre de cerámica que distribuye el agua a los cuatro caños, cuya salida al exterior se hace por cuatro grifos que dan a cuatro piletas del mismo material que toda la obra. El cuerpo bajo y el central están compuestos por piedras labradas de arenisca que forman cuatro volutas y cuatro toros. La parte última la componen cuatro lajas de la misma piedra rematadas por cuatro piñas sobre molduras y un casquete esférico rematado por un castillo del mismo material. Hoy, y aunque ha sufrido varias reformas, la fuente conserva su aspecto y estructura originales, y de ella sigue brotando el agua fresca de la sierra.

PictographPanorama Altitude 1,301 ft
Photo ofPanorámicas desde la calle Barrio Alto Photo ofPanorámicas desde la calle Barrio Alto Photo ofPanorámicas desde la calle Barrio Alto

Panorámicas desde la calle Barrio Alto

PictographWaypoint Altitude 1,049 ft
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Camino de la Albarrá

PictographWaypoint Altitude 1,039 ft

Huerta El Pozo

PictographBridge Altitude 1,045 ft
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Puente Medieval del Albarrá

Puente medieval de la Albarrá. de origen andalusí que probablemente reemplazara a otro anterior, más sencillo, de origen romano, y que salva el cruce del arroyo de la Albarrada (o de la Albarrá). Está integrado en la vía pecuaria conocida como Camino de Gaucín, camino histórico que llegaba por el norte desde Gaucín a Casares. Hasta bien entrado el siglo XX ésta fue la única vía de comunicación entre estos dos pueblos serranos, Casares y Gaucín, a los que el cronista castellano Luis de Mármol y Carvajal consideraba en el siglo XVI la llave del Havaral, es decir, la puerta de entrada al Valle del Genal desde el sur, vigilada desde dos de sus atalayas, el Castillo del Águila, en Gaucín y el cerro de las Chapas, en Casares.

PictographInformation point Altitude 1,204 ft
Photo ofCentro de Interpretación y Recepción de Visitantes Photo ofCentro de Interpretación y Recepción de Visitantes

Centro de Interpretación y Recepción de Visitantes

PictographPanorama Altitude 1,286 ft
Photo ofMirador Cancho Andares Photo ofMirador Cancho Andares Photo ofMirador Cancho Andares

Mirador Cancho Andares

PictographIntersection Altitude 1,232 ft
Photo ofDesvío derecha Photo ofDesvío derecha

Desvío derecha

PictographIntersection Altitude 1,231 ft
Photo ofIzquierda Photo ofIzquierda Photo ofIzquierda

Izquierda

PictographIntersection Altitude 1,074 ft
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Colada de Gaucín a Casares

PictographRiver Altitude 771 ft
Photo ofArroyo de Echipes

Arroyo de Echipes

PictographWaypoint Altitude 822 ft
Photo ofHuerta de Echipes

Huerta de Echipes

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Photo ofCasa de Las Latas

Casa de Las Latas

PictographFountain Altitude 783 ft
Photo ofAbrevadero de los Chipes I Photo ofAbrevadero de los Chipes I Photo ofAbrevadero de los Chipes I

Abrevadero de los Chipes I

Este abrevadero de unos 9 m. de largo se encuentra en un ramal que parte de la V.P."Colada de Gaucín a Casares" hacia el paraje de "Los Chipes", según la clasificación de las V.P. de dicho término municipal, que data del año 1.966. Según comenta un vecino del lugar, en este abrevadero solian venir las mujeres a lavar la ropa de todo este entorno y el otro abrevadero "Chipes II", que es más caudaloso y que se encuentra a unos 500 m. más abajo, lo solían reservar para que el ganado de todo este entorno pudiera abrevar.

PictographIntersection Altitude 781 ft
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Alberca y giro a la izquierda

PictographFountain Altitude 810 ft
Photo ofAbrevadero de los Chipes II Photo ofAbrevadero de los Chipes II Photo ofAbrevadero de los Chipes II

Abrevadero de los Chipes II

Este abrevadero de unos 10 m. de largo se encuentra en un ramal que parte de la V.P."Colada de Gaucín a Casares" hacia el paraje de "Los Chipes", según la clasificación de las V.P. de dicho término municipal, que data del año 1.966. Según comenta un vecino del lugar este abrevadero es más caudaloso que el "Chipes I" y lo solían reservar para que el ganado de todo este entorno pudiera abrevar aqui en sus 3.500 metros cuadrados de superficie que tiene este Abrevadero - Descansadero (según su clasificación). El agua nace en todo lo alto del descansadero protegido con piedras encaladas con cal y junto a una palmitera. Luego el agua desciende por una pequeña acequia hecha de obra hasta el abrevadero y luego va a una charca artificial para que el ganado pueda abrevar, al final el caudal es aprovechado en las huertas vecinales para el riego.

PictographWaypoint Altitude 977 ft
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Subida al Cerro del Torreón

PictographDoor Altitude 817 ft
Photo ofPaso valla

Paso valla

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Ruinas de Lacipo

Lacipo, el que fue un importante asentamiento romano hace más de 2000 años, descansa sobre una colina en las cercanías del bello pueblo blanco de Casares, entre el mar y la montaña, y junto a la Sierra Crestellina, un paraje natural en el que se encuentra la mayor colonia de buitre leonado de la provincia de Málaga. Llegaremos a este yacimiento arqueológico atravesando una zona de olivos centenarios y manantiales, conoceremos sus orígenes, la forma de vida de sus habitantes y algunos de sus secretos. Un enclave con espectaculares vistas panorámicas del Estrecho de Gibraltar y una gran diversidad botánica que nos permitirá identificar un gran número de especies con usos medicinales, comestibles, artesanales e incluso mágicos para el ser humano

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Restos de murallas

Las ruinas de la ciudad romana de Lacipo se encuentran localizados en la cumbre del cerro del Torreón, término municipal de Casares (Málaga), dentro del cortijo de Alechipe, nombre éste que a todas luces proviene de su antepasado latino. Según los resultados de las distintas campañas arqueológicas llevadas a cabo en este yacimiento, el origen de Lacipo se remonta al siglo VI a.C. a modo de asentamiento ibero-turdetano muy influenciado por la cultura púnico-fenicia tal y como evidencia la metrología púnica de sus acuñaciones. Este temprano origen no debe extrañarnos dado el gran valor estratégico de que goza el cerro del Torreón, a la sazón perfecta atalaya desde la que controlar el tránsito por los ricos valles del Genal y el Guadiaro así como el acceso a la costa desde la serranía de Ronda. Si a esto le unimos su considerable bondad defensiva, basada en unas pendientes considerables coronadas en una ancha meseta a buena altura, tenemos los elementos perfectos para conformar un emplazamiento francamente atractivo a los ojos de los antiguos pobladores de esta parte del litoral andaluz. El encuadramiento de Lacipo dentro del ordenamiento jurídico romano debió ser bastante temprano ya que la ciudad accede al privilegio de labrar moneda antes del comienzo de la era Cristiana. En cualquier caso Plinio –Historia Naturalis—la cita como ciudad estipendiaria con el nombre de Blacipo, lo que indica que al menos en la mitad del primer siglo de nuestra era y, desde luego, en tiempo de sus acuñaciones monetales Lacipo seguía sin ser un municipio libre. La ciudad también es citada por Pomponio Mola y Ptolomeo. Este último, concretamente, no la ubica entre los turdetanos sino entre los bastetanos, dando las siguientes coordenadas: 10º 15´ de latitud Norte y 37º 20´ de longitud Oeste. La controversia no es tal habida cuenta los abundantes errores que cometiera el sabio de Alejandría en sus apreciaciones geográficas. Su importancia a nivel local debió ser sobresaliente, controlando el paso por varias de las calzadas locales que pasaban por sus proximidades, no así ninguna de las grandes calzadas romanas citadas en documentos como el Itinerario de Antonino o el Ravennate, más desplazadas hacia la costa así como bordeando la serranía de ronda por el este, huyendo de sus fragosidades, como por otra parte es normal (es el caso de la ruta VI, item a Malaca – Cadis --Ruta entre Málaga y Cádiz-- y la V, item a Castulone – Malacam --ruta entre Málaga y Cástulo--.) Su carácter de asentamiento ibérico en altura, con un marcado carácter defensivo, debió traer consigo la presencia de fortificaciones desde prácticamente la fundación del asentamiento. Estas defensas debieron continuar en uso en época romana, si bien no hay que olvidar que el calificativo de estipendaria que tuviera Lacipo indica un cierto grado de resistencia a la penetración romana en tiempos de la conquista de la zona, lo que en último término hubiera podido conducir a un mayor o menor desmantelamiento de la muralla ibérica original. Los restos arquitectónicos que se pueden observar en el Cerro del Torreón, algunos fruto de las últimas excavaciones, son bastante significativos, destacando la base de un edificio público labrado en sillería y dos grandes aljibes recubiertos de opus signinum en buen estado, uno de ellos parcialmente abovedado. No obstante el elemento más sobresaliente es la muralla que protegiera la plaza, de la cual han quedado restos lo suficientemente consistentes como para permitir su estudio y una aproximación a su cronología. La cerca en cuestión puede verse en el frente occidental del cerro, asomada al valle. Sin duda debió ajustarse a la cumbre del cerro, aunque en la actualidad no se aprecian restos en el frente oriental y sólo algunos breves vestigios en el meridional y el septentrional. Paredón de opus caementicium colocado por tongadas correspondiente a un antiguo edificio de uso civil (con connotaciones militares) que se alza donde, en buena lógica, hubiera de estar la muralla de la ciudad. El principal resto es un lienzo de muralla de unos treinta metros, aproximadamente rectilíneo, labrado en una correcta mampostería, en algunos casos sillarejo, aglomerada con barro. La fábrica conserva un alzado de poco más de un metro, siendo su espesor de 1,60 centímetros aproximadamente. Tipologicamente se trata de un buen ejemplo de muralla ibérica, de probable cronología temprana, si bien el empleo de muchos sillarejos nos pone tras la pista de reparaciones y reformas posteriores. Desde luego la fecha de sus construcción es anterior a la de los edificios romanos de la ciudad ya que éstos aparecen distribuidos sobre la cumbre del cerro en función de la muralla, adosándose a ésta e incluso superponiéndose en los tramos de factura más moderna. Podemos pues, asignarle, por paralelismos, una cronología entre los siglos III-II a.C. Adicionalmente a esta muralla de mampostería aglomerada con barro, se observan pequeños fragmentos de lienzo realizados en mampostería aglomerada con mortero de cal según las técnicas del opus incertum romano y aún los restos de una torre rectangular, hueca, escasamente proyectada hacia el exterior. Sin duda corresponden a la fase romana de Lacipo, pudiéndose datar en el siglo I d.C. o en el siguiente. Así mismo hay puntos en que no se aprecian restos de la muralla ibérica, encontrándose en su lugar una base de opus caementicium, obviamente romana, que sin duda pertenece a la muralla de cronología romana antes citada. Incluso se conserva en este caso un paramento de de unos cuatro metros de altura si bien, por su esbeltez, no parece pertenecer a defensa alguna sino corresponder más bien el muro trasero de una casa, erigida bien extramuros, bien previo desmantelamiento de la cerca turdetana a su paso por ese sector del perímetro del cerro. Una posible explicación de este reforzamiento de las murallas de Lacipo (la muralla romana es de un empaque bastante superior al de la ibérica) puede encontrarse en la amenaza que, durante el reinado de Marco Aurelio (121-180), supusieran los ataques de las tribus mauritanas a la costa de la provincia romana de la Bética. Posiblemente fue a causa de este temor que se refortificó Lacipo, ciudad claramente expuesta a estos ataques dada su proximidad a la costa. En tal caso los aparejos de opus incertum (mampostería ligada con cal) del recinto amurallado de Lacipo habrían de ser datados en el segundo tercio del siglo II d.C. Cerca del extremo septentrional del cerro se distingue con claridad, a pesar de estar prácticamente enterrada, la traza de la muralla, nuevamente la ibérica a juzgar por sus características constructivas. Las excavaciones arqueológicas fechan el abandono de la ciudad en el siglo IV d.C. Nunca más se volvería a habitar, si bien su recuerdo continuaría en la memoria de las gentes. Así lo indica el empleo de su solar como necrópolis en época visigoda, detectado arqueológicamente.

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Cerro del Torreón

Importantísimo enclave estratégico para controlar los valles de los ríos Guadiaro y Genal entre los siglos III a.C. al II d.C.. Atalaya de control de origen íbero, su importancia se acrecentó en época romana, llegando a acuñar moneda propia. Situada a 4 kilómetros del pueblo, en el cortijo de Alechipe (finca privada), todavía conserva murallas, en su mayoría destruidas. El contorno de la ciudad está perfectamente delimitado, siendo la segunda ciudad fenicia que mejor se conserva en España. Dentro de la población se eleva un ara a la juventud y otro a la fortuna Augusta. En la parte norte se observan dos pequeños torreones de unos 8 m. de diámetro. Presenta 4 puestos de vigilancia en la cara norte, dos a los lados y dos en la parte sur. Lacipo gozó de gran importancia durante el período romano como ciudad, por su estratégico enclave en la península y proximidad al continente africano. Con el tiempo los visigodos utilizaron el entorno como lugar de enterramiento, habiéndose encontrado en la actualidad restos del mismo.

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Ruinas de Lacipo

Centrándonos ahora en las acuñaciones monetales de Lacipo, se puede adelantar que se reducen a una sola emisión de semises de un volumen medio tirando a reducido lo que explica su elevado grado de rareza en la actualidad. Su datación podemos fijarla alrededor del cambio de siglo entre el II y el I a.C., en un ambiente de uso generalizado del semis como moneda habitual así como bastante influenciado por las acuñaciones de raigambre púnica propias de las cecas cercanas. Aunque se trata de una única emisión, ésta se divide en dos series muy similares entresí. La primera presenta, en anverso, un toro a derecha encima del cual podemos ver una estrella de ocho puntas. En el reverso se encuentra un delfín mirando a izquierda alrededor del cual se dispone la leyenda LACIPO en unos caracteres bastante toscos. La segunda emisión, como dijimos muy similar a la primera, presenta también un toro en anverso, sólo que esta vez mirando a izquierda y con una estrella de cinco puntas (a veces cuatro: cruz) sobre él. El reverso es idéntico al de la primera emisión con la curiosa variante de disponer la leyenda de ceca LACIPO en forma retrógrada: característica ésta perfectamente coherente con el ambiente púnico en el que se encuadra esta emisión.

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Sendero

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Angarilla

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Cabaña

Originalmente en la Edad Media, las cabañas albergaron a trabajadores agrícolas y a sus familias. Así, las cabañas eran unidades campesinas más pequeñas. En un período temprano, una referencia documental a una cabaña significaría habitualmente no una vivienda independiente pequeña como hoy sino una vivienda y una granja completas- Así en la Edad Media, la palabra «cabaña» (lat cotagium) parece haber significado no solo una vivienda, sino al menos una vivienda (domus) y un granero (grangia), así como, generalmente, un terreno vallado de tierra cerrado por una puerta (portum). Más adelante, el vocablo «cabaña» pudo también haber denotado pequeñas granjas que abarcaban las dependencias y las tierras de labrantío o bosques. Una cabaña, en este sentido, incluiría típicamente apenas algunos acres de tierra labrada. En amplias zonas del norte de España, especialmente en Cantabria, se mantiene este uso para aquellas construcciones rurales (llamadas cabañas pasiegas), vinculadas a la ganadería, que eran habitadas de forma estacional, durante la trasterminancia entre las zonas baja de los valles y las cumbres.

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Photo ofAngarilla y cruce A-377

Angarilla y cruce A-377

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Camino de la Molina

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Cerro de la Molina

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Arroyo

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Huerta La Molina

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Fuente la Molina

El agua brota de una grieta en un cancho de piedras y a unos 10 m. más adelante hay un banco de forja para sentarse. Al otro lado del camino hay una gran pieza de hormigón justo en lo alto de un depósito de agua que se encuentra soterrado y del cual se sospecha se abastecen varias casas del entorno.

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Angarilla

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Arroyo del Albarrán

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Angarilla

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Fosa Común del Cerro de la Horca

Casares cuenta con dos fosas comunes que suman un total de cuarenta y tres personas enterradas. Estas fosas son consecuencia de la represión durante la Guerra Civil española entre 1936 y 1939 y son, La fosa del Cerro de la Horca y La fosa de Arroyo Marín, a las que hay que sumar un enterramiento aislado en el Puerto de la Cruz. En la fosa del Cerro de la Horca, encontramos un monumento con los nombres de todas las personas que yacen en este paraje y con unos versos del poeta Miguel Hernández: «Aquí estoy para vivir, mientras el alma me suene, y aquí estoy para morir, cuando la hora me llegue». A la izquierda de este monumento encontramos la fosa común, rodeada de flores, donde nueve represaliados están enterrados.

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Colada de Los Molinos

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