Casas de la Longuera-Los Bancalicos-Mirador de los Bancalicos-Barranco del Regalí-El Chorreón. Anthercas

Accedemos desde Elche de La Sierra, por el segundo desvío no señalizado a la pedanía de Villares, la bordeamos y cruzamos un arroyo y se acaba el asfalto, dejamos atrás el corral colorao donde sacan a los toros en las fiestas), seguimos el camino de la Longuera tomando a la izquierda en el cruce del Cortijo de Blas, aparcamos en las Casas de la Longuera, un antiguo cortijo de labranza propiedad de la asociación Paz y trabajo, residencia de dos familias que pertenecen a la Comunidad del Arca, de inspiración gandhiana.
Fue un icono en los ochenta y los noventa "de la convivencia en común, la no violencia y la producción de alimentos ecológicos". En el cortijo murió el filósofo, poeta y activista de la no violencia, fundador de la Comunidad , el italiano Lanza del Vasto. Ahora sus fines se orientan a la soberanía energética, alimentaria, social y económica, siempre con respeto al medio natural y liderando la justicia social.

Rodeamos la finca en descenso pasando junto a una cueva-ermita, abajo los campos de cultivo y el escarpado paisaje del cañón del Río Segura nos esperan.

Junto a los arrozales nos endulzamos con unos granos uva negra, pasamos una prometedora zona de vadeo, y otra arbolada de rústicos aposentos, cruzamos por el puente de tablas rodeados de salvaje naturaleza, nos acercamos a las Casas de los Bancalicos, echamos un vistazo a su florida huerta y animales varios, volvemos a coger el sendero río abajo hasta un cruce de sendas, iniciamos el fuerte ascenso al Mirador de los Bancalicos por la Molata del Regalí.

Tomamos el mantente con las vistas cercanas del Puntal y Muela del Regalí, Loma de la Muela, la Longuera, el Cerro de la Represa y el Tarazo.

Retomamos el sendero que nos saca a la pista de la Solana del Regalí, la abandonamos para dirigirnos en descenso por la izquierda al Barranco del Regalí, amparado por moles rocosas que vamos sorteando y poniéndoles rostro, hasta las ruinas del Cortijo de Los Chorreones, antigua zona agrícola salpicado de higueras, olivos y restos de una construcción adosada a la pared rocosa.

Admiramos encantados el rincón formado por una caída de agua, ahora mermada por la sequía, denominada El Chorreón, antes de proseguir en busca del bosque de ribera plagado de álamos, zarzas, carrizos, juncos, trepadoras y pinos de alto porte.

La senda se encajona entre un enorme paredón rocoso y el curso fluvial, el aire huele a limpio, las aguas transparentes lanzan destellos, el verdor y la relajación nos envuelven bajo la umbría boscosa.

Tras un claro de gozoso caminar, de pista pasamos a sendero, nos sumergimos en la espesura selvática, el sendero se aclara un tanto junto a unas setas de chopo.

Llegados al vado nos animamos a cruzar, el agua no se siente fría, la profundidad y la corriente no presentan problema, los bastones nos ayudan a mantener el equilibrio, cuando lentamente avanzamos descalzos entre las piedras del lecho.

Acabada la gratificante experiencia con los pies como nuevos, cubrimos la escasa distancia de vuelta, cruzando entre las Casas de la Longuera al aparcamiento.

En el Kayuga de Férez recobraremos fuerzas para volver a Murcia, esta vez por Socovos y Calasparra para no repetir trayecto.

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