CASCADA DE NOCEDO, BOSQUE DE LAS HADAS, POZO BURBULIEGAS, ERMITA DE S. FROILÁN Y PEÑA VALDORRIA DESDE NOCEDO DE CURUEÑO.

CONOCEMOS LAS MONTAÑAS DE CASTILLA Y LEÓN.
De nuevo los macizos calcáreos, los bosques verdes y las cascadas de la Montaña Leonesa nos llaman para disfrutar de este maravilloso entorno natural.
El punto de partida lo situamos en el bonito y tranquilo pueblo de Nocedo de Curueño por donde corre el río de aguas cristalinas que da nombre a la localidad.
Caminando unos 800 m por la carretera nos ponemos ya en disposición de visitar la primera maravilla: la cascada de Nocedo, al otro lado de la carretera dejamos el río Curueño. No podemos afirmar mantenga un gran caudal de agua pero sí la suficiente para crear un entorno de gran atractivo y belleza.
Volvemos sobre nuestros pasos para ascender hacia la cabecera de la cascada. La senda está bien marcada. Con paso lento pero firme conseguimos alcanzar la parte más elevada para, ahora, descender hacia el cauce del Arroyo de Valdecésar. Esta bajada es un poco delicada pero estando la roca seca se baja bien por una especie de diedro creado, por la erosión, en la roca que nos permite apoyar pies y manos sin problema.
Ya en la orilla del arroyo podemos observar tranquilamente la cabecera y la caída del agua hacia los pies de la cascada, lugar de donde venimos. Momento de disfrute importante.
Continuamos subiendo a las orillas de este arroyo por donde nos deja su caudal, ahora bajo.
Tenemos que ir cambiando de una orilla a la otra para ir valle arriba. Este tramo es para caminar con lentitud y poder admirar la vegetación de ribera, las paredes rocosas, el canto permanente de los pájaros que pueblan estos verdes árboles, algunos de ellos como los serbales ofreciendo sus bayas para el alimento diario de todas estas aves.
Sin darnos cuenta estamos ya en el corazón del bosque de las Hadas. Este lugar es para visitarlo, no se puede describir con palabras la belleza que atesora. Se trata de un frondoso robledal donde árboles, arbustos y matorrales mantienen un estado óptimo de salud. El conjunto permite al caminante conseguir una paz interior sin igual y gozar segundo a segundo de todo lo que este singular entorno natural es capaz de ofrecer a todos nuestros sentidos. Es un momento donde la energía positiva te invade.
Con gran entusiasmo recorremos este bosque. Al pasar el arroyo por cuarta vez, ahora por un puente de troncos, nos dirigimos hacia el pozo Burbuliegas, pues hemos leído que es otra maravilla que no debemos perdernos. Evidentemente, las personas que han escrito resaltando este lugar no se equivocan.
Con oportunos y renovados indicadores, se llega sin problemas a este pozo. En momentos donde el agua invada todo el cauce tiene que ser problemático llegar hasta el pozo y la cascada pero en estas fechas el recorrido por el pequeño cañón, que ha formado el agua erosionando la roca, se hace muy confortable contemplando las paredes de la roca, el propio cauce y, al final, el pozo con la imponente cascada. La verdad que esta visita merece la pena.
De sorpresa agradable a otras todavía más agradables seguimos nuestro trayecto hacia Valdorria.
Por una senda bastante vertical vamos ganando altura hasta un mirador donde hacemos una breve parada para admirar desde esta altura todo el paisaje. Podemos destacar la altiva Peña Galicia y la Peña Valdorria, el valle originado por el arroyo de Valdecésar y el gran robledal protagonista del bosque de las Hadas. También alcanzamos a ver el cañón que nos ha llevado al pozo de Burbuliegas. Este mirador es otro punto a tener en cuenta.
De camino hacia Valdorria nos vemos obligados a pasar por una pequeña cueva formada en esta roca caliza, algo curioso.
En un punto, antes de llegar al pueblo, nos desviamos siguiendo las indicaciones de una señal de madera hacia la peña donde se encuentra la ermita de S. Froilán. El edificio en sí no tiene gran valor arquitectónico pero tiene algunos detalles dignos de mencionar como un escudo heráldico sobre el dintel de la puerta con unos lobos esculpidos que nos recuerdan la leyenda del burro de S. Froilán que fue devorado por un lobo y el santo convenció al animal para que hiciera las labores de carga que antes hacía el burro. Otros elementos de este escudo son los bordones episcopales y las olas marinas. Parece que el escudo representa a S. Isidoro a Caballo. En el interior observamos un arco fajón que da origen a la bóveda de cañón del presbiterio; también unas pinturas que representan a los 12 apóstoles nos invitan a recordar el estilo románico, curioso.
Volvemos sobre nuestros pasos para conectar con Valdorria y acometer el último objetivo de esta ruta: la peña Valdorria.
Esta peña calcárea se encuentra al norte de la localidad. Hacia el este tenemos el valle por donde corre el río Curueño.
Unos metros por la carretera y desvío hacia la pista que sale a nuestra izquierda para comenzar la ascensión por una ladera herbosa con algunas encinas y matorrales como los enebros rastreros y las gayubas, éstas pueden llegar a ser arbustos. La subida por esta canal sureste es continuada y se hace dura pues tenemos que salvar más de 500 m de altitud en unos 2 km. En algunas zonas las pequeñas piedras dificultan la progresión. Con paciencia, como todo en la vida, conseguimos llegar a la cumbre. Desde estos más de 1900 m las vistas son espectaculares: peña Galicia, pico Bodón, pico Polvoredo, picos Morala, Huevo, Faro de Huevo, Nogales, Jejé, Oso...etc; no podemos dejar de mencionar el Cueto Ancino, blanquecino pico que tenemos mirando hacia NE así como el atractivo cordal de las Forquetas, la peña Forcada y el pico Socellerón que nos impiden ver el embalse del Porma; verdes valles destacando el de Curueño y el formado por el arroyo Valdecésar.
Toca iniciar el descenso. Lo hacemos por una canal vertical hacia el portillo del Agua (NW). Debido a la abundancia de piedra suelta debemos bajar con la precaución debida. Ya en el portillo descendemos hacia N por una canal herbosa que nos conduce al fondo del valle donde encontramos algunos mostajos, fresnos y serbales. Continuamos perdiendo altura caminando por el cauce del arroyo, ahora seco, hasta conectar con la pista en pleno robledal. A la sombra de estos robles caminamos hasta encontrar la carretera.
Hacemos unos pocos metros de carretera para llegar al puente sobre el río Curueño que nos pone en una pista cementada para llegar al punto de partida.
Itinerario precioso en cualquier estación del año. Como siempre decimos, para moverse por este tipo de entornos es preciso tener experiencia en rutas por las montañas, una buena preparación física, ir bien equipado e informado sobre los posibles puntos más delicados a superar.