Castellbell i El Vilar R4-Torrent dels Abadals-Turó del Marquès-Sant Vicenç de Castellet R4
near Castellbell i el Vilar, Catalunya (España)
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Trail photos
Itinerary description
La ruta está calificada como difícil debido a que toda la parte del Torrent dels Abadals está equipada. Durante el recorrido, encontrareis "clavilles, cadenes, cordes, escales i grapes". En el waypoint "Les Botes", la segunda escalera se mueve si se apoya el pie en su extremo derecho para salir de ella. En varios sitios hay alguna clavija algo suelta. En el "Saltant de la Madrona", hay un sendero a la derecha para superar el paso, en el caso de que estuviera muy resbaladizo.Además de los marcados en el track, hay otros puntos equipados y lugares en que hay que usar manos y pies para hacer pequeñas "grimpadas" para superar las rocas. En varios de los pasos hay riesgo de caidas, por lo que es necesario extremar las precauciones y es mejor abstenerse de intentarlo si no se está mínimamente habituado. Al inicio se pasa por un gran tubo de desagüe, por lo que está totalmente desaconsejado realizar la ruta en caso de lluvia, o con humedad extrema por el peligro que suponen los resbalones. Y ahora, toca divertirse.
El tren atiborrado de viajeros cuando aún no ha salido el sol, es un claro indicador de que la actividad no cesa, y puede tener relación con la gratuidad de viajar en tren. Sea como sea, seguimos a los habituales que nos marcan por donde cruzar las vías, y después de un breve receso para chutarnos con la cafeína que llevamos, tomamos un camino de tierra que evita la carretera, no sin saludar antes a unos esforzados currantes de infraestructuras, que exploran las ramas de la higuera para evitar que se malogren sus frutos. Estamos inquietos y emocionados, como chiquillos que van a un parque de atracciones. La aventura de hoy nos ofrece experiencias que habitualmente declinamos para evitar riesgos y por el vértigo de uno de nuestros habituales acompañantes, pero un dia es un dia y procederemos con cuidado. De entrada toca clase de arquitectura e historia. Aprendemos sobre la Església de Santa María que, como es apreciable a simple vista, consta de dos partes diferenciables. El cuerpo principal más antiguo, y el campanario algo más moderno y reciente, pero a nuestro entender armonizados con mucha elegancia y buén gusto.En las proximidades, en un mural y en un panel informativo, vemos escenificados los tristes acontecimientos que desembocaron en el fusilamiento de los guerrilleros realistas. Descendiendo por el Camí del Burés, de sólido cemento y que nada tiene que envidiar al de baldosas amarillas, nos detenemos ante el espléndido edificio del Café Burès, durante unos instantes embobados ante su porte, para girar a la izquierda y cruzar el Pont Vell, de estilo gótico, sobre El Llobregat. Desde el sendero de tierra que ahora pisamos, lo podemos contemplar en todo su esplendor, con los despuntantes rayos de sol que adornan y embellecen su estructura y el entorno. Nos espera ahora el paso por el enorme tubo de desagüe, precedido por un escondido sendero a la derecha de la valla. La boca del túnel está totalmente oscura y apenas se vislumbran unos pocos metros de su interior, pareciendo prometer devorarnos sin piedad como un hambriento ogro. Encender la luz frontal mejora algo el panorama y ayuda a no tropezar en su irregular suelo. Es inevitable sentir un ligero extremecimiento, sensación parecida a bañarse en el mar después de ver Tiburón, por si algún peligro escondido en la penumbra espera para saltar sobre nosotros. Con un suspiro de alivio aparecemos por el otro extremo y enseguida comenzamos a remontar el Torrent. La primera, vamos a llamar atracción de este parque en miniatura, es un conjunto de tres escaleras algo verticales, que ayudan a superar el salto y la distancia entre las tres losas y la parte superior. Sin apenas esfuerzo superamos el trance y llegamos al Pont del Solell, por el que simplemente hay que pasar por debajo. Aunque hasta ahora parece que seguimos sin despeinarnos, cabe decir que durante todo el recorrido, hay rocas y desniveles que superar sin equipación de ayuda, creados por la fuerza del agua cuando bajaba con imparable fuerza. En otros puntos hay elementos menores equipados para ayudar a pasar. En Les Botes, equipadas con dos escaleras verticales, clavijas y cadenas, el punto de dificultad sube un poco, y requiere algo de tranquilidad y sangre fría. No en vano, pués la escalera superior se movió al pisar en su extremo derecho para salir de ella, y durante un eterno segundo quedamos asidos a clavillas y cadenas para superar el final del obstáculo. Rocas, troncos y vegetación se conjuran para crear un ambiente exótico y selvático, aliados con alguna clavija y alguna grapa, que nos hacen olvidar que en realidad estamos al lado de casa, genial descubrimiento este enclave. Avanzamos sin pausa por el cauce del torrente, sorteando guijarros, piedras, rocas y algunas taimadas zarzas, que mimetizadas entre inocentes plantas, acechan para cobrarse en nuestras carnes el habitual tributo debido . Llegamos eufóricos al Saltant de la Madrona, pensando que nada nos puede detener y con desbordante energía. En seguido vemos que requiere poner mucha más atención, ya que estando ubicado en zona de umbría, los puntos donde poner los pies para llegar a las clavijas, suelen estar húmedos y parecen muy erosionados. Un sendero a su derecha proporciona un escape, en caso de duda, para seguir adelante. Al llegar al Saltant del Senglar ponemos los pies en la tierra y se nos bajan los humos, comprobando aquello de que no pesan los años, aunque también, dado que se requiere cierta flexibilidad y agilidad, para subir manos, pies, piernas y el pesado inicio de estas, más que habilidad. A estas alturas nos sentimos casi expertos y gracias a que en el Cau del Degotall, clavijas y cuerda, proporcionan una via segura y nada difícil para trepar, batimos un récord estratosférico y aprovechamos el ímpetu, para subir por las clavijas hasta el Cingle de Sota el Coll. Se acaba el Torrent dels Abadals, y el Pas de la Guineu nos entrega el diploma en vías ferratas fáciles, una vez pasamos asidos a las cadenas por su estrecha cornisa, sin aparente esfuerzo y ya sin apenas sensación de peligro. Durante los instantes de refrigerio y recuperar la compostura, acordamos que la subida por el Torrent dels Abadals ha sido emocionante y no demasiado peligrosa, pero que bajar por él parece ser una empresa algo complicada, puesto que hay puntos que de bajada requieren cierta experiencia, algo de pericia y mucha confianza. Confesaremos sin sonrojo, que recordamos nuestra niñez mientras nos columpiábamos en el Turó del Marquès, con el incomparable marco del Massís de Montserrat presidiendo el paisaje. La bajada es intensa, a nuestro entender requiere bastón de apoyo, pero poco complicada, gracias a clavijas, grapas y a la escalera metálica vertical, como principales ayudas. A partir de aquí, sigue un tranquilo paseo entre puentes, jugueteando a encontrarse con El Llobregat, con una parada para disfrutar del río y del castillo, otra para curiosear en la zona del indicador del caudal, y una más para olisquear entre los huertos, llegando a la estación de Sant Vicenç de Castellet para finalizar, hoy sí, la aventura de este día.
El tren atiborrado de viajeros cuando aún no ha salido el sol, es un claro indicador de que la actividad no cesa, y puede tener relación con la gratuidad de viajar en tren. Sea como sea, seguimos a los habituales que nos marcan por donde cruzar las vías, y después de un breve receso para chutarnos con la cafeína que llevamos, tomamos un camino de tierra que evita la carretera, no sin saludar antes a unos esforzados currantes de infraestructuras, que exploran las ramas de la higuera para evitar que se malogren sus frutos. Estamos inquietos y emocionados, como chiquillos que van a un parque de atracciones. La aventura de hoy nos ofrece experiencias que habitualmente declinamos para evitar riesgos y por el vértigo de uno de nuestros habituales acompañantes, pero un dia es un dia y procederemos con cuidado. De entrada toca clase de arquitectura e historia. Aprendemos sobre la Església de Santa María que, como es apreciable a simple vista, consta de dos partes diferenciables. El cuerpo principal más antiguo, y el campanario algo más moderno y reciente, pero a nuestro entender armonizados con mucha elegancia y buén gusto.En las proximidades, en un mural y en un panel informativo, vemos escenificados los tristes acontecimientos que desembocaron en el fusilamiento de los guerrilleros realistas. Descendiendo por el Camí del Burés, de sólido cemento y que nada tiene que envidiar al de baldosas amarillas, nos detenemos ante el espléndido edificio del Café Burès, durante unos instantes embobados ante su porte, para girar a la izquierda y cruzar el Pont Vell, de estilo gótico, sobre El Llobregat. Desde el sendero de tierra que ahora pisamos, lo podemos contemplar en todo su esplendor, con los despuntantes rayos de sol que adornan y embellecen su estructura y el entorno. Nos espera ahora el paso por el enorme tubo de desagüe, precedido por un escondido sendero a la derecha de la valla. La boca del túnel está totalmente oscura y apenas se vislumbran unos pocos metros de su interior, pareciendo prometer devorarnos sin piedad como un hambriento ogro. Encender la luz frontal mejora algo el panorama y ayuda a no tropezar en su irregular suelo. Es inevitable sentir un ligero extremecimiento, sensación parecida a bañarse en el mar después de ver Tiburón, por si algún peligro escondido en la penumbra espera para saltar sobre nosotros. Con un suspiro de alivio aparecemos por el otro extremo y enseguida comenzamos a remontar el Torrent. La primera, vamos a llamar atracción de este parque en miniatura, es un conjunto de tres escaleras algo verticales, que ayudan a superar el salto y la distancia entre las tres losas y la parte superior. Sin apenas esfuerzo superamos el trance y llegamos al Pont del Solell, por el que simplemente hay que pasar por debajo. Aunque hasta ahora parece que seguimos sin despeinarnos, cabe decir que durante todo el recorrido, hay rocas y desniveles que superar sin equipación de ayuda, creados por la fuerza del agua cuando bajaba con imparable fuerza. En otros puntos hay elementos menores equipados para ayudar a pasar. En Les Botes, equipadas con dos escaleras verticales, clavijas y cadenas, el punto de dificultad sube un poco, y requiere algo de tranquilidad y sangre fría. No en vano, pués la escalera superior se movió al pisar en su extremo derecho para salir de ella, y durante un eterno segundo quedamos asidos a clavillas y cadenas para superar el final del obstáculo. Rocas, troncos y vegetación se conjuran para crear un ambiente exótico y selvático, aliados con alguna clavija y alguna grapa, que nos hacen olvidar que en realidad estamos al lado de casa, genial descubrimiento este enclave. Avanzamos sin pausa por el cauce del torrente, sorteando guijarros, piedras, rocas y algunas taimadas zarzas, que mimetizadas entre inocentes plantas, acechan para cobrarse en nuestras carnes el habitual tributo debido . Llegamos eufóricos al Saltant de la Madrona, pensando que nada nos puede detener y con desbordante energía. En seguido vemos que requiere poner mucha más atención, ya que estando ubicado en zona de umbría, los puntos donde poner los pies para llegar a las clavijas, suelen estar húmedos y parecen muy erosionados. Un sendero a su derecha proporciona un escape, en caso de duda, para seguir adelante. Al llegar al Saltant del Senglar ponemos los pies en la tierra y se nos bajan los humos, comprobando aquello de que no pesan los años, aunque también, dado que se requiere cierta flexibilidad y agilidad, para subir manos, pies, piernas y el pesado inicio de estas, más que habilidad. A estas alturas nos sentimos casi expertos y gracias a que en el Cau del Degotall, clavijas y cuerda, proporcionan una via segura y nada difícil para trepar, batimos un récord estratosférico y aprovechamos el ímpetu, para subir por las clavijas hasta el Cingle de Sota el Coll. Se acaba el Torrent dels Abadals, y el Pas de la Guineu nos entrega el diploma en vías ferratas fáciles, una vez pasamos asidos a las cadenas por su estrecha cornisa, sin aparente esfuerzo y ya sin apenas sensación de peligro. Durante los instantes de refrigerio y recuperar la compostura, acordamos que la subida por el Torrent dels Abadals ha sido emocionante y no demasiado peligrosa, pero que bajar por él parece ser una empresa algo complicada, puesto que hay puntos que de bajada requieren cierta experiencia, algo de pericia y mucha confianza. Confesaremos sin sonrojo, que recordamos nuestra niñez mientras nos columpiábamos en el Turó del Marquès, con el incomparable marco del Massís de Montserrat presidiendo el paisaje. La bajada es intensa, a nuestro entender requiere bastón de apoyo, pero poco complicada, gracias a clavijas, grapas y a la escalera metálica vertical, como principales ayudas. A partir de aquí, sigue un tranquilo paseo entre puentes, jugueteando a encontrarse con El Llobregat, con una parada para disfrutar del río y del castillo, otra para curiosear en la zona del indicador del caudal, y una más para olisquear entre los huertos, llegando a la estación de Sant Vicenç de Castellet para finalizar, hoy sí, la aventura de este día.
Waypoints
Comments (3)
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Information
Easy to follow
Scenery
Difficult
Muy "guapa", pero para iniciados. Evitando días lluviosos o que ha llovido!
Como se indica en el cartel informativo del barranco: "Es necesario disponer de seguro que cubra cualquier tipo de daño o accidente"
Una petita aventura
Ideal per principiants