201. Castillo Blanco y Ermita de Sotobrin desde Santibáñez-Zarzaguda
near Santibáñez-Zarzaguda, Castilla y León (España)
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📸 FOTOS:
▶ Las 6 primeras seleccionan aspectos de interés (con descripción al pie).
▶ Las siguientes se ordenan según el itinerario (asociadas a cada 'waypoint').
📝 TEXTO (5 secciones):
▶ Índice IBP de la ruta,
▶ Preámbulo: antecedentes y motivos,
▶ La Ruta: recorrido y dificultades,
▶ Destacado: rasgos sobresalientes, y
▶ Anécdota: hechos curiosos.
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 52 (para Senderismo): dificultad 'Media' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 381 metros (superior al que estima Wikiloc).
PREÁMBULO
Estábamos ya en el ecuador de la primavera (astronómica); día arriba, día abajo. A pesar de la sequía, la naturaleza seguía su curso, empujando. Los campos estaban verdes y floridos. ¡Si hasta las amapolas tenían prisa por presumir (antes de su hora)…!
No podíamos desaprovechar un regalo así. Efímero, además. No volvería hasta dentro de un año. Y quién sabe si…. Había que salir ya, mimetizarse con el entorno, dejarse bañar, y acaudalarlo en la memoria, como un tesoro.
Hacía unas semanas, por allí, páramos y campiña, me había llegado un flechazo (de los de Cupido) desde un cerro. Era un cerro blanco, piramidal, pero ancho de hombros, y estriado. Luego comprobé que tenía un nombre; acorde: Castillo Blanco.
Lo vi de frente y pasé a su lado. Se me quedó enganchado en los ojos, la cabeza, el corazón. Me quedó claro. Regresaría para montarlo. Sin tardar; en cuanto sus laderas se vistieran con el amarillo de las aulagas (¡cómo atraen, las muy… espinosas!).
Ese cerro sería la ‘estrella’ de una nueva ruta. Pero había que encontrar más ingredientes para ella. Afortunadamente, justo al lado, tiene un vecino, ligeramente más discreto en su aspecto, pero con la misma elevación; y también con nombre: Castillo Prieto.
Indagando, y a fin de darle expansión y variedad a la ruta proyectada, descubrí una ermita al alcance (‘¡una ermita!’; ¡con lo que me chiflan!): la de Sotobrin. Entre ella y los cerros, otro ‘gancho’: el Vallejo del Infierno (con ese nombre, quién se resiste…).
Todo ello con una longitud en torno a los 14 km y un leve desnivel de 300 m. Y con el punto de partida y llegada en un pueblo con una casi-catedral (en sobrio gótico): Santibáñez de Zarzaguda. Sólo faltaba delinear el itinerario que uniera esos puntos.
LA RUTA
Después de callejear un poco (1 km; a voluntad) por Santibáñez-Zarzaguda, el trazado arranca por una pista agrícola y de servicio para el parque eólico hasta lo alto del páramo (km 4,9). Vamos entre campos y cerros.
Luego caminamos por la planicie hasta el km 7,1. Allí podemos continuar recto o bien virar en escuadra a la izquierda. Elegimos esta segunda opción, más incómoda (ver Posibles Dificultades, debajo), pero más corta, para llegar a la ermita de Sotobrin (km 7,8).
Desde la ermita, tras candajear por sus aledaños, iniciamos el retorno. Lo hacemos por una vía diferente. La vía pecuaria Cañada Real de las Merinas nos lleva hasta el km 9,4. En ese punto, un camino a la izquierda desciende al Vallejo del Infierno (quizá un alarde verbal excesivo).
Aún habrá que hacer un ‘cambio de vías’ (km 10,6), eso parece, para acercarnos por otro ramal a la base del Castillo Banco. En el km 12,1, dejamos el fácil camino y empezamos a ascender al cerro monte a través (previo paso por algún barbecho y lindes entre fincas).
Enseguida (km 12,6) nos plantamos en la cima del Castillo Blanco. No hay senderos de subida ni bajada. Otro tanto se le aplica a la siguiente cima, la del Castillo Prieto (km 13,1). Aprende a confiar en tus ojos y tu intuición de explorador.
Santibáñez y el final de la ruta quedan ya al alcance de la mano.
Posibles Dificultades:
No las hay de importancia.
La mayor parte del recorrido se hace por caminos y pistas relativamente cómodos. Únicamente hay dos puntos exigentes: los ascensos y descensos de los cerros Castillo Blanco y Castillo Prieto.
En ellos hay que subir y bajar campo/monte a través, con bastante desnivel, suelo algo resbaladizo, y sin senda marcada. Pero son tramos cortos. Para subir al Castillo Blanco, aún abajo, hay que orillarse poco más de 100 metros por algunos sembrados.
Hay un tercer punto sin camino ni sendero, al descender del páramo hacia la ermita de Sotobrin. Es una ladera en el km 7,1. Son menos de 100 metros ásperos.
Para esto último, hay una alternativa, siguiendo rectos por la pista (km 6,9) que traíamos. Pero eso alargaría el trayecto casi 1 km y, además, tendríamos que repetirlo a la vuelta.
La orientación es fácil con guía. Quizá incluso sin ella, pero sería un poco arriesgado porque encontraremos varios caminos para elegir.
DESTACADO
En la ruta cabalgamos entre los valles o, más bien, vegas o suaves hondonadas, del río Úrbel (al oeste) y del río Ubierna (al este). Los contemplamos desde arriba y descendemos a ambos, uno en cada extremo del recorrido.
Aparte de la ebullición primaveral en ellos, y del pueblo de Santibáñez (su iglesia-catedral, sus casas de piedra…), hay dos enclaves con especial atractivo: el entorno de la ermita de Sotobrin y los engallados cerros Castillo Blanco y Castillo Prieto.
(1) Un Paseo Primaveral (y si no…):
La ruta es un placentero paseo entre verdes campos. Las orillas de los caminos y las laderas están floridas. Se oye incluso el rumor del agua en algunos regatos. Hasta el páramo, cultivado, resulta colorido y hospitalario.
Eso es así en primavera. Imagino que todo será distinto (no necesariamente menos interesante o agradable) en otras estaciones del año. Pero téngase en cuenta que apenas encontraremos vegetación arbustiva, y menos aun árboles (sólo en torno a la ermita).
Los inviernos son crudos por aquí, con los vientos barriendo cerros y páramo. Esto puede ser un aliciente. Quizá, sin embargo, el retestero del verano, a cielo abierto, tenga menos partidarios. Y menos pasando por el ‘Vallejo del Infierno’.
(2) La Ermita de Sotobrin:
La ermita destaca por su buen estado de conservación. No tiene el sabor añejo del estilo románico, ni refinamientos en bajo- o alto-relieves. Pero sí presenta una excelente factura en piedra de sillería, y un estilo elegante, comedido y uniforme.
Es el único vestigio que queda del antiguo poblado de Sotobrin, con reminiscencias íberas (‘Soto’: zona arbolada) y ‘Briga’ (asentamiento fortificado). Obviamente, la ermita es muy posterior (no parece anterior al siglo XVI).
Tanto como la propia ermita, destaca su entorno. Está situada al pie del páramo, en una campa arbolada y apraderada, al lado de un manantial. Realmente bonito y bien cuidado; de romería. Con los aerogeneradores al fondo, rasgando el cielo y el tiempo.
(3) Los Cerros Castillo Blanco y Castillo Prieto:
Ambos cerros fueron el señuelo, el anzuelo en el que piqué en mi visita anterior. Tal vez sus nombres de ‘castillo’ les venga de alguna finalidad defensiva en el pasado. Percha para ello tienen, pero restos no quedan.
El Castillo Blanco, blanco, amarilleaba por las aulagas que suavizaban sus formas rugosas. Visto a cierta distancia, desde el este, brillaba piramidal bajo los rayos del sol, con nubes oscuras coronándolo: Parecía el Olimpo.
El Castillo Prieto es más redondeado, de menor volumen, pero igual altitud. Es más herboso, sin la aridez descarnada del vecino. Ofrece estupendas vistas de Santibáñez y el valle del río Úrbel. Por su cara oeste, un pequeño belén le humaniza aún más.
ANÉCDOTA
A las rutas va uno buscando belleza y novedad, condimentadas con el propio esfuerzo y la ilusión por aventurarse más allá de los propios límites (conocidos). Belleza y novedad en la naturaleza y también en las creaciones culturales.
Encontrar, pues, lo que se busca y espera puede asombrar, según su magnitud y calidad, pero no extrañar. Lo que sí sorprende y choca es lo inesperado, totalmente fuera de plan y expectativas. Esa es la base de la anécdota.
No diré que lo anecdótico de hoy fuera de primera categoría; no lo es. Es más, ni me apercibí de ello como tal durante la propia marcha. Sólo después, rememorando.
El perfil pronosticado de temperatura para esa mañana iba de los 9 a los 18 grados. A las 8:30, al poco de arrancar, todavía en meramente leve ascenso, ya sudaba (dicho sea groseramente y abreviando). Me quité algo de ropa.
Previsiblemente, la temperatura iría a más. Pero no, llegando al páramo, casi una hora después, un vientecillo acerado me obligó a re-abrigarme. De transpirar (ahora en finolis), nada. Con el cuello cubierto (‘bueno, luego me lo descubro…’, me dije).
Pues no. Así continué hasta dos horas y media después del re-abrigado; justo al terminar; en el coche. Ni siquiera tuve que secarme las imaginarias gotas en la frente durante las empinadas subidas a los cerros acastillados, ya a las 12 y pico.
Curioso fue e intrigado me dejó. ¿Es que bajó la temperatura en lugar de subir? El termómetro indicaba, efectivamente, 17 grados. “Átame esa incongruencia por donde puedas”. Cosas del viento; supongo.
▶ Las 6 primeras seleccionan aspectos de interés (con descripción al pie).
▶ Las siguientes se ordenan según el itinerario (asociadas a cada 'waypoint').
📝 TEXTO (5 secciones):
▶ Índice IBP de la ruta,
▶ Preámbulo: antecedentes y motivos,
▶ La Ruta: recorrido y dificultades,
▶ Destacado: rasgos sobresalientes, y
▶ Anécdota: hechos curiosos.
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 52 (para Senderismo): dificultad 'Media' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 381 metros (superior al que estima Wikiloc).
PREÁMBULO
Estábamos ya en el ecuador de la primavera (astronómica); día arriba, día abajo. A pesar de la sequía, la naturaleza seguía su curso, empujando. Los campos estaban verdes y floridos. ¡Si hasta las amapolas tenían prisa por presumir (antes de su hora)…!
No podíamos desaprovechar un regalo así. Efímero, además. No volvería hasta dentro de un año. Y quién sabe si…. Había que salir ya, mimetizarse con el entorno, dejarse bañar, y acaudalarlo en la memoria, como un tesoro.
Hacía unas semanas, por allí, páramos y campiña, me había llegado un flechazo (de los de Cupido) desde un cerro. Era un cerro blanco, piramidal, pero ancho de hombros, y estriado. Luego comprobé que tenía un nombre; acorde: Castillo Blanco.
Lo vi de frente y pasé a su lado. Se me quedó enganchado en los ojos, la cabeza, el corazón. Me quedó claro. Regresaría para montarlo. Sin tardar; en cuanto sus laderas se vistieran con el amarillo de las aulagas (¡cómo atraen, las muy… espinosas!).
Ese cerro sería la ‘estrella’ de una nueva ruta. Pero había que encontrar más ingredientes para ella. Afortunadamente, justo al lado, tiene un vecino, ligeramente más discreto en su aspecto, pero con la misma elevación; y también con nombre: Castillo Prieto.
Indagando, y a fin de darle expansión y variedad a la ruta proyectada, descubrí una ermita al alcance (‘¡una ermita!’; ¡con lo que me chiflan!): la de Sotobrin. Entre ella y los cerros, otro ‘gancho’: el Vallejo del Infierno (con ese nombre, quién se resiste…).
Todo ello con una longitud en torno a los 14 km y un leve desnivel de 300 m. Y con el punto de partida y llegada en un pueblo con una casi-catedral (en sobrio gótico): Santibáñez de Zarzaguda. Sólo faltaba delinear el itinerario que uniera esos puntos.
LA RUTA
Después de callejear un poco (1 km; a voluntad) por Santibáñez-Zarzaguda, el trazado arranca por una pista agrícola y de servicio para el parque eólico hasta lo alto del páramo (km 4,9). Vamos entre campos y cerros.
Luego caminamos por la planicie hasta el km 7,1. Allí podemos continuar recto o bien virar en escuadra a la izquierda. Elegimos esta segunda opción, más incómoda (ver Posibles Dificultades, debajo), pero más corta, para llegar a la ermita de Sotobrin (km 7,8).
Desde la ermita, tras candajear por sus aledaños, iniciamos el retorno. Lo hacemos por una vía diferente. La vía pecuaria Cañada Real de las Merinas nos lleva hasta el km 9,4. En ese punto, un camino a la izquierda desciende al Vallejo del Infierno (quizá un alarde verbal excesivo).
Aún habrá que hacer un ‘cambio de vías’ (km 10,6), eso parece, para acercarnos por otro ramal a la base del Castillo Banco. En el km 12,1, dejamos el fácil camino y empezamos a ascender al cerro monte a través (previo paso por algún barbecho y lindes entre fincas).
Enseguida (km 12,6) nos plantamos en la cima del Castillo Blanco. No hay senderos de subida ni bajada. Otro tanto se le aplica a la siguiente cima, la del Castillo Prieto (km 13,1). Aprende a confiar en tus ojos y tu intuición de explorador.
Santibáñez y el final de la ruta quedan ya al alcance de la mano.
Posibles Dificultades:
No las hay de importancia.
La mayor parte del recorrido se hace por caminos y pistas relativamente cómodos. Únicamente hay dos puntos exigentes: los ascensos y descensos de los cerros Castillo Blanco y Castillo Prieto.
En ellos hay que subir y bajar campo/monte a través, con bastante desnivel, suelo algo resbaladizo, y sin senda marcada. Pero son tramos cortos. Para subir al Castillo Blanco, aún abajo, hay que orillarse poco más de 100 metros por algunos sembrados.
Hay un tercer punto sin camino ni sendero, al descender del páramo hacia la ermita de Sotobrin. Es una ladera en el km 7,1. Son menos de 100 metros ásperos.
Para esto último, hay una alternativa, siguiendo rectos por la pista (km 6,9) que traíamos. Pero eso alargaría el trayecto casi 1 km y, además, tendríamos que repetirlo a la vuelta.
La orientación es fácil con guía. Quizá incluso sin ella, pero sería un poco arriesgado porque encontraremos varios caminos para elegir.
DESTACADO
En la ruta cabalgamos entre los valles o, más bien, vegas o suaves hondonadas, del río Úrbel (al oeste) y del río Ubierna (al este). Los contemplamos desde arriba y descendemos a ambos, uno en cada extremo del recorrido.
Aparte de la ebullición primaveral en ellos, y del pueblo de Santibáñez (su iglesia-catedral, sus casas de piedra…), hay dos enclaves con especial atractivo: el entorno de la ermita de Sotobrin y los engallados cerros Castillo Blanco y Castillo Prieto.
(1) Un Paseo Primaveral (y si no…):
La ruta es un placentero paseo entre verdes campos. Las orillas de los caminos y las laderas están floridas. Se oye incluso el rumor del agua en algunos regatos. Hasta el páramo, cultivado, resulta colorido y hospitalario.
Eso es así en primavera. Imagino que todo será distinto (no necesariamente menos interesante o agradable) en otras estaciones del año. Pero téngase en cuenta que apenas encontraremos vegetación arbustiva, y menos aun árboles (sólo en torno a la ermita).
Los inviernos son crudos por aquí, con los vientos barriendo cerros y páramo. Esto puede ser un aliciente. Quizá, sin embargo, el retestero del verano, a cielo abierto, tenga menos partidarios. Y menos pasando por el ‘Vallejo del Infierno’.
(2) La Ermita de Sotobrin:
La ermita destaca por su buen estado de conservación. No tiene el sabor añejo del estilo románico, ni refinamientos en bajo- o alto-relieves. Pero sí presenta una excelente factura en piedra de sillería, y un estilo elegante, comedido y uniforme.
Es el único vestigio que queda del antiguo poblado de Sotobrin, con reminiscencias íberas (‘Soto’: zona arbolada) y ‘Briga’ (asentamiento fortificado). Obviamente, la ermita es muy posterior (no parece anterior al siglo XVI).
Tanto como la propia ermita, destaca su entorno. Está situada al pie del páramo, en una campa arbolada y apraderada, al lado de un manantial. Realmente bonito y bien cuidado; de romería. Con los aerogeneradores al fondo, rasgando el cielo y el tiempo.
(3) Los Cerros Castillo Blanco y Castillo Prieto:
Ambos cerros fueron el señuelo, el anzuelo en el que piqué en mi visita anterior. Tal vez sus nombres de ‘castillo’ les venga de alguna finalidad defensiva en el pasado. Percha para ello tienen, pero restos no quedan.
El Castillo Blanco, blanco, amarilleaba por las aulagas que suavizaban sus formas rugosas. Visto a cierta distancia, desde el este, brillaba piramidal bajo los rayos del sol, con nubes oscuras coronándolo: Parecía el Olimpo.
El Castillo Prieto es más redondeado, de menor volumen, pero igual altitud. Es más herboso, sin la aridez descarnada del vecino. Ofrece estupendas vistas de Santibáñez y el valle del río Úrbel. Por su cara oeste, un pequeño belén le humaniza aún más.
ANÉCDOTA
A las rutas va uno buscando belleza y novedad, condimentadas con el propio esfuerzo y la ilusión por aventurarse más allá de los propios límites (conocidos). Belleza y novedad en la naturaleza y también en las creaciones culturales.
Encontrar, pues, lo que se busca y espera puede asombrar, según su magnitud y calidad, pero no extrañar. Lo que sí sorprende y choca es lo inesperado, totalmente fuera de plan y expectativas. Esa es la base de la anécdota.
No diré que lo anecdótico de hoy fuera de primera categoría; no lo es. Es más, ni me apercibí de ello como tal durante la propia marcha. Sólo después, rememorando.
El perfil pronosticado de temperatura para esa mañana iba de los 9 a los 18 grados. A las 8:30, al poco de arrancar, todavía en meramente leve ascenso, ya sudaba (dicho sea groseramente y abreviando). Me quité algo de ropa.
Previsiblemente, la temperatura iría a más. Pero no, llegando al páramo, casi una hora después, un vientecillo acerado me obligó a re-abrigarme. De transpirar (ahora en finolis), nada. Con el cuello cubierto (‘bueno, luego me lo descubro…’, me dije).
Pues no. Así continué hasta dos horas y media después del re-abrigado; justo al terminar; en el coche. Ni siquiera tuve que secarme las imaginarias gotas en la frente durante las empinadas subidas a los cerros acastillados, ya a las 12 y pico.
Curioso fue e intrigado me dejó. ¿Es que bajó la temperatura en lugar de subir? El termómetro indicaba, efectivamente, 17 grados. “Átame esa incongruencia por donde puedas”. Cosas del viento; supongo.
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