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Catalañazor

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Trail stats

Distance
0.84 mi
Elevation gain
98 ft
Technical difficulty
Moderate
Elevation loss
98 ft
Max elevation
3,767 ft
TrailRank 
44
Min elevation
3,563 ft
Trail type
Loop
Moving time
26 minutes
Time
46 minutes
Coordinates
240
Uploaded
April 3, 2023
Recorded
April 2023
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near Calatañazor, Castilla y León (España)

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Itinerary description

Cuentan que el nombre de Calatañazor venía del árabe Qal`at an-Nusur , que vendría a significar algo así como «castillo de los buitres». Curiosamente esa es una de las postales más características en esta bella localidad soriana de poco más de cincuenta habitantes que permanece arropada entre riscos de Historia. Los muros y torres roídas de un viejo fortín medieval hacen repicar el sonido del vuelo raso de estas aves carroñeras de tal manera que regala la sensación de que sus plumas oscuras acarician tus oídos. En Calatañazor el tiempo dijo basta hace ya muchos siglos. Como si se hubiese obcecado en permanecer anclado en la Edad Media y no ver mancilladas de ninguna manera las fachadas de las casas con sus característicos entramados de madera de sabina, las chimeneas cónicas por las que respiraban las cocinas de antaño ni el empedrado de canto rodado que hace de alfombra. Las efigies mozárabes de las iglesias advierten a los visitantes del viaje a través del tiempo que están a punto de emprender. El aroma a asado que impregna cada recodo y cada pared se encarga de hacer el resto y lograr, por unos instantes, que no te quieras marchar nunca de allí.

Calatañazor no sólo es un paseo con mucho que ver y hacer a través de una peculiaridad histórica y arquitectónica en peligro de extinción, sino además una de las mejores escapadas posibles en la provincia de Soria. De las de perderse en una especie de paréntesis geográfico y temporal. Tanto para unas horas como para quedarse a dormir, esta villa medieval garantiza una experiencia de las que no se olvidan nunca.
Viniendo desde El Burgo de Osma, dejamos el coche a un lado de la carretera comarcal SO-P-5026 junto a la Ermita de la Soledad. Este templo románico de una sola nave llama la atención por su ábside semicircular y, sobre todo, por las extrañas figuras antropomorfas que sobresalen de los canecillos de la cornisa.

Comenzamos el ascenso al pueblo sin más testigos que las primeras casas de barro y paja que permiten vislumbrar sus nervios en forma de recios entramados de madera. Antiguamente provenían de los resistentes sabinares, pero hoy día es difícil reconstruirla con este material puesto que no quedan demasiados bosques de sabinas (uno de ellos a pocos kilómetros junto a La Fuentona), así que lo restaurado suele ser ya de otro tipo de árbol. La clave de Calatañazor no está ni en su castillo ni en sus iglesitas románicas, sino más bien en que ha sobrevivido una muestra considerable de la arquitectura popular de la Edad Media.

Así que son las fachadas de las casas, muchas de ellas porticadas y sin un solo quiebro armónico, las que hacen que Calatañazor esté considerado como uno de los pueblos más interesantes y pintorescos de Soria y de todo Castilla y León. Sobre todo cuando en tantos lugares se han olvidado el valor histórico-artístico de las viviendas para levantar intrascendentes fachadas que no tenían que ver las unas con las otras. Algo tan fácil de encontrar en Francia (basta visitar el Périgord o Midi-Pyrénées, incluso buena parte de la Provenza) se considera ya una rareza en muchos pueblos de España. Casualmente (o más bien todo lo contrario) quienes han mantenido su esencia urbana son las villas y pueblos que más interés despiertan en el turismo. Y Calatañazor, ha sido una de ellas.

Subiendo por la emblemática calle Real, única vertebradora del pueblo y que llega hasta los confines del viejo castillo de los Padilla, era fácil darse cuenta de que cada paso consistía más bien en retroceder en años. Hasta llegar incluso los albores del primer milenio y repetir mentalmente la rima que siempre acompañará a este lugar y que dice que «En Calatañazor perdió Almanzor el tambor». Y es que, al parecer, aquí en el año 1002 el gran caudillo de los árabes, en el tiempo en que los páramos sorianos entre San Esteban de Gormaz y Medinaceli hacían de frontera entre los reinos cristianos y el Al-Ándalus, perdió una batalla que desequilibraría la balanza. Herido se retiraría camino de Medinaceli precisamente, falleciendo bien en ésta o bien en Bordecorex, un humilde pueblo de las conocidas como Tierras de Berlanga y que se aferra esta historia (o mito) con todas sus fuerzas. Los propios historiadores no se ponen de acuerdo ni en el final del canciller andalusí ni en el lugar donde éste fue enterrado. Ni tan siquiera si tal batalla existió. Pero mientras nadie demuestre lo contrario, Calatañazor no dejará de ser la criptonita de Almanzor y el principio del fin del Islam en la Península Ibérica.

Nada queda en la villa de los tiempos de Almanzor, ni tan siquiera el castillo. Todo es posterior. Un busto le recuerda en una pequeña plaza que surge de manera tímida a un costado de la calle Real. Precisamente esta hilera de casas porticadas sostenidas por columnas de madera es el principio y final de Calatañazor. En la actualidad en esta vía principal queda algún que otro mesón castellano, habitaciones de hotel (La Casa del Cura es el más popular) e incluso una tienda de productos típicos de Soria (ojo a «la casa del queso»), sin olvidar un interesante comercio de artesanía cuya visita resulta agradable para hacerse con algún souvenir.

De la curvatura de la calle principal de Calatañazor surge el templo cristiano más importante de la localidad, la iglesia de Santa María del castillo. De origen románico (s. XII) aunque con añadidos posteriores entre lo siglos XVI y XVIII llama la atención, sobre todo, la fachada occidental donde se encuentra la portada. He aquí los condimentos de su estilo arquitectónico original, en el arco de medio punto y los tres arcos ciegos sobre el mismo. Los capiteles gastados a ambos lados de la puerta corresponden a Sansón con el león y al otro lado lo que parece una arpía (su estado de conservación no permite asegurarlo). Frente a la iglesia se halla un coqueto museo parroquial con distintas muestras de arco sacro así como pergaminos y sellos del reyes de España como Enrique IV o Carlos I.

Dejando atrás el busto de Almanzor y avanzando unos pocos metros más llegamos a una curiosa Plaza Mayor. Y digo curiosa porque es completamente triangular. Un rollo o picota emerge del suelo reverdecido por la hierba para hacernos recordar que la villa gozaba de la jurisdicción de impartir justicia a los reos, ya sea con la pena capital o con la exposición o vergüenza pública que suponía «estar en la picota». Un elemento característico de muchos pueblos castellanos, a pesar de que la mayoría de los mismos fueron mandados destruir en el siglo XIX, puesto que eran vistos como un símbolo de vasallaje que chocaba con el nuevo concepto de Nación.

Y al frente no quedan más que las ruinas en vertical del viejo castillo de los Padilla, levantado dos siglos después de la muerte de Almanzor en el lugar en el que debió haber un fortín árabe del que deriva el nombre de la localidad. Con el viento cortante a temperaturas bajo cero, las nubes cerradas taponando el cielo, los buitres revoloteando alrededor y los últimos rescoldos de nieve mezclándose con el barro, resultaba lógico vislumbrar aquí la percepción romántica y oscura de personajes como Gustavo Adolfo Bécquer que supieron contarnos por escrito rincones semejantes.

Los restos del castillo se asoman al conocido como Valle de la Sangre cuya tradición se remonta a la famosa batalla entre cristianos y musulmanes durante el verano de 1002 y que daría con los huesos de Almanzor en algún enclave de la llanura soriana. Arriba, junto a la torre del homenaje y los restos de los sillares aferrados a la roca natural, la mejor muralla posible, los buitres pasaban tan cerca que era posible mirarles a los ojos y alcanzar la piel de gallina al apreciar con nitidez la sonoridad de sus aleteos.

Las vistas desde la muralla de piedra o desde lo más alto de la torre del homenaje dejaban ver otras calles del pueblo, como la de la Puerta Vieja, atenazada en el rocaje. Más allá una llanura yerma a la que el invierno no le había permitido aún obtener verdor alguno. La erosión de la hoz del río Milanos fue la encargada de perfeccionar el sistema defensivo de Calatañazor. No cabe duda de que quien se empeñó en poner allí un castillo sabía muy bien lo que hacía.

Waypoints

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Entrada al pueblo y ermita de la Soledad

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Catalañazor

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Iglesia de Nuestra Señora del Castillo

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Busto de Almanzor

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El Rollo, o Picota

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Piedra del abanico, huellas fosiles

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Castillo de los Padilla

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Ermita de la Soledad

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