Cerro de Giribaile: cuevas Espeluca, yacimientos y castillo.

• Ruta de senderismo en el cerro de Giribaile, por las cuevas de Espeluca, sus fuentes, algunos yacimientos, restos arqueológicos y por el castillo.
• Accesos: En la carretera de Linares a Arquillos, pasado el cruce de Guadalén, en el km 21, frente al cortijo de La Laguna, surge a la derecha un camino de terrizo, con base aceptable, y en un kilómetro aproximadamente, en el cruce de caminos en un ensanche hemos dejado el vehículo.

• El Oppidum es un término latino que se utiliza para nombrar a una colina, meseta o cerro, cuyas defensas naturales quedan reforzadas por la intervención del hombre. La localización de este cerro, con su parte alta formando una meseta desde la que se divisan, hacía el norte el valle de los ríos Guadalén y el Guarrizas, hasta llegar a Sierra Morena, y hacía el sureste el valle del Guadalimar hasta los cerros de la Loma, hoy cubierto en gran parte por el embalse de Giribaile, aunque en estas fechas se encuentra solamente al 21% de su capacidad; ha hecho que se produjeran en él un gran número de asentamientos poblacionales desde la época íbera, considerándose, por su extensión, el Oppidum de Giribile como uno de los poblados ibéricos más grandes de la provincia, del que aún quedan restos de una gran muralla. Desde entonces han pasado los romanos, visigodos y musulmanes, estos levantando un castillo fortaleza que durante varios siglos sirvió de defensa y vigía. Su estratégico enclave ha hecho que hayamos disfrutado de una extraordinaria ruta de senderismo, pero además ha servido para adentrarnos un poco en parte de la historia y culturas que guarda, aunque en unas horas solamente nos ha dado tiempo de verlas superficialmente, siendo merecedora de realizarla con más detenimiento.
• Iniciamos nuestra ruta por un camino de terrizo, desde el que se aprecia parte de la silueta del Castillo, que continuamos casi tres kilómetros con las vistas a nuestra izquierda del embalse, algo lejanas al encontrarse al 21 % de su capacidad, adentrándonos en una zona de olivar y divisando ya, a nuestra derecha, las paredes rocosa del Cerro con su cuevas, hasta llegar al cruce señalizado hacía las cuevas y el castillo.
Continuamos ascendiendo por el camino realizando una breve parada en una explanada, que recuerda a una antigua era, que ofrece unas magnificas vistas panorámicas del valle del Guadalimar, apreciándose con claridad el bajón del nivel del agua que tiene el embalse. Seguimos y en unos 200 metros llegamos al cruce de la fuente de las cuevas, en Casas Altas, que se encuentran derrumbadas y allí además de la fuente, accedimos al interior de alguna de las cuevas y a la mina de agua, aunque sin penetrar profundamente, al no tener ni los conocimientos del medio ni los utensilios adecuados para ello. De la mina de agua, utilizada probablemente desde la prehistoria, si pudimos observar parte de las conducciones interiores de lo que parece ser una gruta natural con nacimiento de agua en la que se construyó un pequeño muro para almacenaje como aljibe.
De vuelta al cruce, con la idea de visitar el resto de las cuevas, seguimos por el camino, dirección al castillo, hasta llegar a un gran abrevadero, que se aprovisiona de un manantial interior junto a esta parte de las cuevas, también derrumbadas pero que presentan una original visión tanto exterior como interior, que en la época visigoda se consideraron viviendas o celdas de los monjes.
Después, por los senderillos que discurren junto a la pared rocosa, volvemos y pasamos por una cueva sola, que pudo ser la celda del Abad, en la misma época, para llegar al grupo más visitable de las cuevas de Espeluca, que pudo tratarse de un iglesia u oratorio visigodo. Su estado de conservación permite visitarlas al completo, tanto la planta original, con forma de T, como las naves y las puertas que se abrieron en tiempos posteriores, que ofrecen unas vistas paisajísticas del valle y el embalse. En su interior entre sus grabados, observamos un escudo y una mujer desnuda, que se piensa fueron tallados en 1935.
Concluida nuestra visita a las cuevas, continuamos nuestra ruta y para acceder a la cima del cerro hemos utilizamos unas escaleras que discurren en la misma pared rocosa, sobre la que fueron talladas y que tras el tiempo transcurrido, aunque desgastadas, siguen estando practicables.
• Una vez en la cima del cerro y después de disfrutar del inmenso horizonte que nos ofrece, nos desviamos unos metros para caminar por los senderillos más o menos difusos que discurren por encima de los restos de la muralla íbera, apreciando su grandiosidad, hasta llegar al Punto Geodésico, desde el que descendemos buscando nuestro siguiente objetivo.
Para ello, en dirección suroeste nos hemos dirigido hacia el final de una valla, junto a un pequeño precipicio del cerro, para el que hay que realizar una pequeña trepada, y por un sendero en dirección a una balsa de agua y desde ésta por un camino descendemos hasta la segunda curva. Allí con ayuda del GPS, buscamos la Roca hueca grande, de granito, que sorprende al visualizarla, horadada parece ser que artificialmente, con sus tres habitáculos, en el pequeño están algo difusos los petroglifos rupestres (diseños simbólicos que están grabados en la rocas), observando en su parte externa bastantes cazoletas unidas por pequeños canales que vierten haciendo un arco alrededor de la entrada. Muy cerca, por un senderillo algo difuso, localizamos la Roca hueca chica, también de granito e igualmente horadada parece ser que artificialmente, en la parte delantera y trasera, con dos habitáculos estando en el grande los petroglifos en la pared izquierda, igualmente difusos, entre pintadas deplorables más o menos recientes, .
• De vuelta, por un sendero mejor definido, llegamos de nuevo al camino, retomando lo recorrido hasta llegar a la altura del Punto Geodésico y con las vistas de la silueta del castillo caminamos por parte de los restos de la muralla norte, junto al precipicio del cerro, acercándonos más adelante a las excavaciones de los yacimientos arqueológicos, en el centro de la meseta, y desde el segundo, al Castillo, una fortaleza medieval, construida en el siglo IX, y reforzada con defensas de tapial y argamasa con posterioridad por los almohades que en 1227 lo rindieron a Fernando III, y que a finales del siglo XIV perteneció a Gil Baile (de ahí su nombre), junto a las tierras que se divisan desde su torre más alta.
Tras visitar su interior, las torres, el aljibe, y deleitarnos con las impresionantes vistas de los alrededores, iniciamos el descenso de unos 150 metros de desnivel en aproximadamente un kilómetro, por un sendero en principio bien definido, que después ha habido que salvar con un par de zigzag en la zona de más pendiente, en una pequeña barranquera, hasta llegar a un camino difuso o bancal, que más suave nos ha llevado hasta una valla, junto al camino de terrizo, muy cerca del inicio de nuestra ruta, al que llegamos con las vistas del castillo de Vilches, visible desde muchos puntos de esta cultural caminata.

• La ruta, a nuestro entender, no tiene grandes dificultades, por lo que la hemos considerado de dificultad moderada, al discurrir por caminos y pistas de terrizo y senderos más o menos definidos, salvo el caminar por la gran muralla y el paso por el final de la valla, con una pequeña trepada, así como el tramo algo difuso de acceso a la Rocas huecas y también un par de zigzag en el descenso pendiente desde el castillo hasta el camino de vuelta, en los que hay que tomar mayores precauciones.
• En este caso, ante la información necesaria sobre su historia, hemos recurrido a diversas páginas de Internet, como el portal “Jaénparaisointerior.es”, http://www.viajealtiempodelosiberos.com, http://castillosybatallas.com, la página de “Manantiales y Fuentes de Andalucía y sobre todo a la extensísima información que recoge: http://www.redjaen.es/francis/, y para su desarrollo sobre el terreno, además de las buenas referencias de otros usuarios de Wikiloc, nosotros hemos seguido las rutas de “avhinojosa” y de “richard24”.