Cerro de los Allozos-Pico Alta Coloma-Castillo (Montejícar)

Ruta muy interesante por la Sierra de Lucena, en el noroeste de la provincia granadina (muy cerca del Parque Natural Sierra Mágina), partiendo desde Montejícar, el Mons Sacer (Monte Sagrado) latino (que pasó a ser el Hins Monte Xaquer árabe, como ya aparece en las fuentes escritas del siglo IX: el Castillo del Monte Sagrado).

Llegamos (viniendo desde Córdoba) por la A-44 (que tomamos pasado Jaén), dejándola por la salida 64 Carchelejo/Arbuniel; cruzamos esta última población antes de entrar en la provincia granadina por la GR-3100, que nos lleva a Montejícar, aparcando en la calle San Isidro, junto a la Ermita de San Sebastián. Desde aquí salimos del núcleo urbano por la Cuesta de la Ermita, pasando (justo en la curva cerrada del camino) junto a una fuente encalada y un pilar (fechados en 1861), en cuyo interior hay una hornacina que alberga una réplica en miniatura de la Virgen de la Cabeza, patrona de Montejícar. Continuamos subiendo el camino asfaltado hasta la blanca Ermita de Nuestra Señora de la Cabeza, que alberga la sede de la Hermandad de la Virgen de la Cabeza, fundada en 1636; en este lugar y en la Plaza de La Constitución se representan cada año la obra de Moros y Cristianos Triunfo del Ave María, durante las fiestas patronales. Con su emplazamiento en lo alto del Cerro de la Ermita, el templo tiene una delante una explanada-mirador que ofrece una bonita panorámica del pueblo bajo el Cerro del Castillo.

Rodeando la ermita por su derecha, bajamos hasta un olivar antes de afrontar el corto pero pronunciado ascenso al Cerro de los Allozos por su ladera sur, subiendo entre bancales de almendros hasta llegar a una amplia cima que albergó una de las oppida íberas más destacadas del sur peninsular; este cerro comenzó a poblarse a finales de la Edad del Bronce (hacia el 1200 a.C.), convirtiéndose a partir del siglo IV en un oppidum ibero que controlaba el principal acceso entre la Vega de Granada y el Alto Guadalquivir y que, junto al Cerro del Castillo, es el conjunto ibérico más extenso de la provincia de Granada: además de contar con dos necrópolis, aquí se encontró el conocido como Plomo de los Allozos, una placa fragmentaria de este metal donde en una de sus caras aparece parte de un texto en lengua ibérica y escritura meridional (único documento de este tipo encontrado en la provincia); aunque la escritura íbera todavía no ha podido descifrarse, este tipo de textos se cree que fueron documentos para realizar intercambios económicos, lo que remite a la importancia de este
yacimiento en su época, situado en un
territorio fundamental para la comunicación de la zona oriental de la Comarca de los Montes, poniendo en contacto la Vega de Granada, las altiplanicies de Guadix-Baza, las sierras de la Subbética meridional de Jaén y las tierras de Alcalá la Real, por el que circulaban todo tipo de productos entre el Mediterráneo y la Alta Andalucía. La desaparición brusca del oppidum de los Allozos entre finales del siglo III o inicios del II a.C. se ha relacionado bien con la Segunda Guerra Púnica, bien con las guerras civiles romanas.

Iniciamos el descenso en dirección suroeste, hacia la Fuente de la Cabra, siguiendo una vereda del ganado con una empinada bajada final. La Fuente Cabra (o de la Cabra) se emplaza junto al Camino Real de Jaén a Granada, en un bonito paraje rocoso con una cascada, a los pies del Cerro del Castillo (de aquí nace un sendero para subir a las ruinas de la fortaleza árabe); esta fuente ha servido tradicionalmente como abrevadero para el ganado y ha abastecido de agua potable al municipio, antes de parar al río Guadahortuna. El término municipal posee hasta 41 fuentes, que se han restaurado e incluso se ha habilitado una ruta para recorrer algunos de estos manantiales.

Siguiendo unos metros camino adelante, nos desviamos por otro a la izquierda que nos introduce en el Paraje de los Llanos, donde predominan los cultivos de cereales. En la siguiente bifurcación, también seguimos a la izquierda (por la derecha se llega en unos metros a la Fuente del Quemado) y a la derecha en la próxima, hacia los Cuarterones, pasando al lado de la Fuente Barbarín (junto a un gran nogal, una pequeña vivienda y un estanque o alberca vallada), antes de llegar al Collado de Fuente del Álamo. Nos encontramos frente a la puerta de entrada de la finca de la Umbría (la Fuente del Álamo queda dentro de la propiedad), debiendo seguir el camino de la izquierda, junto a la valla (unos metros más adelante se bifurca el carril, llevando el de la izquierda a la Fuente de Castilla); nosotros continuamos por el de la derecha, introduciéndonos en el olivar, siempre cerca de la alambrada, porque más adelante encontraremos junto a ella (en la unión con la cerca de un coto) un paso habilitado.

Ahora toca subir por un canchal (no demasiado complicado de transitar), siempre con la alambrada a nuestra derecha (a veces separándonos un poco para salvar algún crestón rocoso) y con la vista puesta en el Pico Alta Coloma. Sin senda clara, con las curvas de nivel cada vez más apretadas y el viento arreciando (factor a tener en cuenta y que puede desaconsejar el acceso por la vertiente este), que obliga a agachar el lomo, llegamos finalmente al vértice geodésico, a 1696 msnm, punto más elevado de la Sierra de Lucena, en el límite provincial entre Jaén y Granada y entre los términos municipales de Montejícar y Noalejo. Desde aquí se puede disfrutar de una magnífica panorámica de 360 grados, con prácticamente todas las sierras de Andalucía Oriental a la vista: hacia
el norte la Sierra de las Cuevezuelas y más al fondo la línea de cumbres de Sierra Mágina desde el Almadén a Peña Grajera; hacia el este veremos los Lanchares y el Cerro de las Caballerías y más al fondo Sierra Santerga, el Jabalcón, la Sierra de Baza y las Hoyas de Guadix y de Baza; al sur Montejícar y de fondo la cuerda de Sierra Arana y las cumbres de Sierra Nevada, desde el Montenegro y la Polarda en su extremo oriental hasta el Caballo en el occidental;
y hacia el oeste la Sierra Sur de Jaén, destacando la Pandera y Ventisqueros, y más a lo lejos hacia el suroeste las Sierras de la Almijara y de Tejeda y la Parapanda. Aunque, por desgracia, la calima reinante en estos días no nos permite ver las sierras más lejanas.

Al otro lado de la valla, a nuestra derecha, podemos ver una pequeña depresión, una dolina; y a este lado encontramos la boca de una sima, pudiendo refugiarnos aquí algo del viento para hacer una pequeña colación antes de emprender el descenso por una senda bien marcada y delimitada por piedras que, tras atravesar la llanada de la cima, empieza a serpentear entre el lapiaz (con algunos muros de mampostería) en dirección sur, hasta llegar al Collado de las Machás, por donde pasa la Vereda del Manzanillo, antigua vía pecuaria que atravesaba la zona sur de la sierra llegando a Montejicar, por la Fuente de los Charcones; esta vereda es una de las tres cañadas reales existentes en el término municipal de Montejícar (junto con la de Alta Coloma y el Cordel del Salado, de 11 kilómetros de largo, que
comunica las tierras de Jaén con el valle del Guadahortuna), continuando en dirección suroeste hacia los Calares de Campotéjar, hasta alcanzar la Vereda de Alta Coloma (la cual recorre 3 kilómetros a través de la divisoria de los términos municipales de Montejícar y Campotéjar). Nosotros seguimos en dirección contraria, abandonándola por otro camino que discurre por la Solana de los Calares, en la cara sur del Alta Coloma (antes nos asomamos al Mirador de Sierra Lucena, a mano derecha, debajo del cual se ha habilitado una tirolina). Llegamos a una planicie, junto a La Cabaña del Pastor (una pequeña edificación de piedra), antes de dejar a nuestra derecha unas casas rurales y salir del bosque de pinos, encinas y cipreses para llegar a un cortijo junto a un campo de cerezos, que nos regala una de las estampas de la jornada, con la bella floración de estos frutales; luego se alternan con almendros y más abajo reaparece de nuevo el olivar, mientras transitamos por el cómodo Camino de la Sierra que nos conduce nuevamente a la Vereda del Manzanillo, junto al Barranco de la Zarzuela. Continuamos por la cañada real hacia Montejícar, siguiendo los pasos de tantos rebaños trashumantes que desde el medievo (e incluso antes) han recorrido estos lugares en su periplo de norte a sur en otoño, buscando los pastos de invierno, y en sentido contrario y hacia las montañas en primavera. Ya con el castillo a la vista, dejamos a la izquierda otro camino, el de Alhorín, antes de pasar junto a la Fuente Pocico y unos pocos metros más adelante, salir del camino principal por un carril que lleva al Prado de la Corredura de San Marcos, lugar donde antiguamente se levantaba la Ermita de San Marcos, hoy desaparecida; luego seguimos por el sendero de la derecha que nos lleva al Castillo de Montejícar, que corona el monte conocido como Cerro del Castillo.

Este enclave privilegiado, ya ocupado desde el 5000 a.C., constituyó un núcleo de la cultura de El Argar (así llamada por el yacimiento epónimo de El Argar, en el municipio de Antas, Almería), nacida a mediados del tercer milenio a.C., en el Bronce Antiguo, y descubierta por los dos hermanos Siret, ingenieros de minas belgas que trabajaban en Sierra Almagrera a finales del siglo XIX. Desde su origen en las provincias de Almería y Murcia, la cultura argárica se fue expandiendo a las comarcas limítrofes a consecuencia de su marcado carácter guerrero, controlando zonas estratégicas por sus recursos agropecuarios o mineros (en sus momentos de plenitud y finales, entre 2200 y 1550 a. C., se extendía también por el centro y este de Granada y algunas zonas de Alicante, Ciudad Real y Jaén). La mayoría de estos asentamientos argáricos eran de nueva fundación, con poblados sitos en lugares altos, de difícil acceso, bien protegidos y fortificados, y por tanto fácilmente defendibles (fue la primera sociedad urbana y estatal del Mediterráneo occidental). En este cerro se han hallado restos cerámicos que se han relacionado
con el Bronce Argárico y una alabarda (expuesta en el Museo Arqueológico de Granada) cuyas peculiaridades han dado nombre a una morfología concreta de esta arma (“tipo Montejícar”).
También encontramos ya en la parte alta de la falda del cerro resto de muros ciclópeos (de grandes sillares) que pertenecieron a la muralla de una fortificación ibérica, que daba apoyo estratégico al oppidum de los Allozos, completando el control visual hacia los valles de los ríos Cubillas y Guadahortuna; pueden datarse entre los siglos IV y Il a.C., siendo posteriormente reutilizados los sillares en las siguientes ocupaciones del yacimiento (por romanos, visigodos e incluso bizantinos que les disputaron el territorio sur-sureste peninsular). Este tramo de muralla es la estructura ibérica visible mejor conservada de la provincia granadina.
Los restos de la fortaleza que hoy podemos ver (varios lienzos de la muralla y dos torres de mampostería, una situada al noreste y otra, la mejor conservada, al suroeste) son de época islámica, con fases de ocupación califal (entre la cerámica hallada hay verde y manganeso de dicha época), almohade y finalmente nazarí (la torre meridional,
aunque con fragmentos en el tapial de cerámica almohade, es de aquel período). Formaba parte de la red de castillos, torres y atalayas del territorio de los Montes Orientales, que constituyeron parte de la estructura defensiva y del sistema de comunicaciones del Reino Nazarí de Granada (muchas de estas construcciones son aún visibles).
Tras la conquista cristiana de este territorio en 1486, se desmantelan y abandonan la mayoría de las plazas fuertes de la antigua frontera (en Montejícar hacia 1498).
Unos años más tarde, junto a Montefrío, Íllora, Moclín, Colomera, Guadahortuna e Iznalloz, Montejícar fue una de las siete villas elegidas por los Reyes Católicos para el abastecimiento de cereal de la capital del Reino de Granada y, aunque se despobló con la ulterior expulsión de los moriscos (siendo repoblada por Carlos I con gentes de Castilla), llegó a convertirse en el tercer productor de cereales de toda España en los siglos XVII y XVIII.

Visitado el castillo, lo rodeamos por su extremo noreste, bajando luego campo traviesa por un pinar hasta llegar a un mirador en la parte alta del pueblo, desde el que descendemos buscando la Iglesia Parroquial de San Andrés, guiándonos por su imponente torre campanario: fue construida toda ella con sillares de cantería, en torno a 1548, alcanzando una altura aproximada es de 45 metros hasta la veleta; su campana mayor, popularmente conocida como “La Gorda”, se salvó de la destrucción en 1936 (del magnífico retablo que ocupaba el testero de la capilla mayor, solo se conservan las pinturas centrales, que se adaptaron al nuevo retablo).
En el interior del templo destaca un pilar con una pila de jaspe rosa en cuya base presenta dos cabezas de león en piedra negra y el escudo del arzobispo Juan Méndez Salvatierra.

Nos encaminamos por la calle Pilarejo, pasando junto a la fábrica de harinas Santiago Apóstol, hasta donde se encontraba la entrada norte de la ciudad medieval, junto al lavadero, defendida por un torreón situado a su izquierda. Al lado está el Puente Romano de Triana (posiblemente sustentado sobre cimientos romanos, con numerosas reparaciones y remodelaciones posteriores), que salva el río Guadahortuna, afluente del Guadiana Menor; por aquí debió de pasar una antigua vía romana que comunicaba Castulo (Linares) y Carthago Nova (Cartagena).

Nosotros nos unimos a aquellos antiguos caminantes, cruzando el puente para continuar por la calle Triana hasta el final de esta amena ruta por el poniente granadino.